El buen vivir y la otra economía

Desmontar el desaforado proceso de concentración de la riqueza y el poder decisional es un crítico imperativo. Al hacerlo se abre un camino promisorio aún no transitado que exige crear más allá de lo que se ha impuesto como verdad inmutable.



El Buen Vivir Como Proyecto De País

Por Roberto Sansón Mizrahi

PostaPorteña

10.FEB.21

Desmontar el desaforado proceso de concentración de la riqueza y el poder decisional es un crítico imperativo. Al hacerlo se abre un camino promisorio aún no transitado que exige crear más allá de lo que se ha impuesto como verdad inmutable.

Por Roberto Sansón Mizrahi (*)   UyPress – BITÁCORA  8.2.21

 La economía hoy pesa fuerte y subordina al resto, requiere cambios trascedentes. Sin embargo, aunque esa transformación es de importancia estratégica, no alcanza para configurarse como condición suficiente. Habrá que trabajar en simultáneo sobre importantes aspectos de la política, los medios, la justicia, la educación, la salud, la ciencia y la tecnología, los asentamientos populares.

Adoptar el buen vivir como proyecto de país marca un crítico punto de inflexión de los muchos que jalonaron la marcha de la humanidad. Como tal, no es un modelo de país ya conformado y completado sino una construcción por hacer, atendiendo las singularidades y los tiempos de cada sociedad. El buen vivir como proyecto de país entraña reorientar el esfuerzo nacional ya no para servir a minorías privilegiadas sino a toda la población y el medio ambiente. Será una construcción colectiva, no sólo de pequeños grupos que, por cierto, aportan lo suyo.

Cortar el nudo gordiano[i] para abrir un camino promisorio

El funcionamiento económico no se puede transformar sin cambiar el principio ordenador que hoy guía a prácticamente todos los actores económicos, maximizar el lucro. Es un principio que habilita producir una diversidad de bienes y servicios, algunos de los cuales aunque atentan contra la humanidad logran grandes lucros, tal el caso de producir armas de destrucción masiva, servicios financieros especulativos, bienes de lujo para minorías ostentosas, medicamentos que no curan sino alargan tratamientos, la apropiación especulativa no productiva del suelo urbano y rural, el narcotráfico, la trata de personas y órganos, entre muchos otros.

Maximizar lucros no sólo guía qué producir, sino también cómo, dónde y cuánto producir, así como cuándo dejar de producir sin considerar impactos en puestos de trabajo y el retroceso de enteros territorios. Si no se cambia de principio ordenador, una y otra vez resurgirá el poder de los propietarios del lucro para imponer su codicia y egoísmo.

Vale explicitar que el buen vivir no resigna disponer de un eficiente sistema económico; busca cambiar el rumbo y forma de funcionar del sistema productivo existente de modo que su norte sea servir al bienestar general y al cuidado ambiental. El principio ordenador cambia pero no se destruye la economía, se refuerza su efectividad sobre otras bases, ya no es maximizar lucros sino producir aquello que sirva a la población sin destruir el medio ambiente. Se preservan activos existentes y se les da otra razón de existir, otra modalidad de funcionamiento. Un tremendo doble desafío: desplazar a quienes se han erigido en timoneles de la humanidad armando coaliciones sociales capaces de realizar y sostener la transformación y, al mismo tiempo, establecer lo nuevo que no existe, crearlo, probarlo y consagrarlo con los consiguientes aciertos, errores, avances y contramarchas.

¿Cómo lograrlo? El buen vivir se sustenta en un nuevo conjunto de reglas de juego. Quienes las establecen son múltiples actores y no los pocos dueños de la riqueza y el poder decisional. Esto es, no deciden los dueños del dinero sino la población a través de legítimos representantes en democracias liberadas.  Se trata de una recomposición política basada en el esclarecimiento de los sectores populares y su organización, cuya emergencia y desarrollo tomará las formas que cada sociedad alcance a definir.

Nuevas reglas de juego se expresan a través de políticas públicas y regulaciones que operan sobre cómo y quienes generan excedentes, para qué fines se los aplica, en qué tiempos y secuencias. Esto exige acciones diversas que fueron enunciadas en un artículo sobre pasos fundacionales hacia el buen vivir, como son despejar desvíos que generan estrangulamientos de la matriz productiva, desmontar oligopolios, adoptar modalidades redistributivas al interior de las cadenas de valor, resolver la fuga de capitales de grandes evasores, transformar el sistema financiero para privilegiar el trabajo y no la especulación, establecer un sistema tributario progresivo, asignar el gasto público para atender la deuda social y los proyectos estratégicos, seleccionar inversiones extranjeras que sirvan al buen vivir, asegurar que el comercio exterior posibilite retener y reinvertir excedentes en el propio país, garantizar tierras para asentamientos populares y pequeña agricultura, utilizar en lo posible materias primas renovables y cuidar con prudencia las no renovables, promover la producción de cercanía para minimizar distancias de transporte.

En mercados donde los actores poderosos disponen de mecanismos y complicidades para evadir regulaciones y responsabilidades, el Estado no puede limitarse a establecer reglas de juego para orientar la economía hacia el buen vivir sino, además, proveerse del poder y de la capacidad de controlar y verificar cumplimientos.

Un tema espinoso, nada sencillo aunque imprescindible de resolver, es el de establecer nuevos vectores decisionales a nivel de los propietarios y la alta gerencia de grandes corporaciones. Si bien las regulaciones y las políticas públicas condicionan esas decisiones, en muchos casos esto puede no ser suficiente. Habrá que trabajar en varios otros frentes. Uno de ellos, en apariencia ingenuo pero que vale explorar, es procurar esclarecer a grupos de accionistas - dueños de esas corporaciones- sobre la imperiosa necesidad de reemplazar el principio de maximizar lucros por el buen vivir. Algunos accionistas podrían acompañar esta construcción instruyendo al directorio y alta gerencia para, sin perder efectividad, cambiar objetivos y forma de funcionar; otros accionistas no lo aceptarán porque operan aferrados a preservar privilegios y lucros. Será necesario buscar modalidades legales y legítimas para removerlos como, por ejemplo, facilitar que actores no convencionales adquieran acciones, sean fideicomisos público-privados creados a tal fin, organizaciones no lucrativas de desarrollo, universidades, entidades científicas, tecnológicas, religiosas, entre otras.  Queda mucho por concebir en esta crítica dimensión.

La transformación económica condición imprescindible aunque no suficiente

Ya señalamos pero, al acercarnos al final de estas líneas, vale insistir que la transformación económica si bien es imprescindible para avanzar hacia el buen vivir, sin embargo, para desazón de economicistas, no llega por sí sola a constituirse en condición suficiente. Los cambios en el sistema económico necesitan trabajarse en el contexto de cambios igualmente importantes en la política, los medios, el sistema judicial; incluso pasar de la banalidad de espectáculos que atontan, a aquellos otros que van esclareciendo sobre desigualdades sociales, inequidades, ilegítimos privilegios, sentires populares que quienes dominan procuran esconder o estereotipar negativamente. Así lo expresaba el autor de Cien años de soledad, Gabriel García Márquez, cuando le cuestionaban que incidiese sobre guiones de series televisivas: “un best seller mío es leído, con mucha suerte, por un par de decenas de millones de personas mientras que una serie exitosa de televisión accede a cientos de millones de conciencias”.

El buen vivir como proyecto global

Nos hemos focalizado en el buen vivir como proyecto de país porque hay fuertes razones para transformar y reordenar el sistema económico nacional. Sin embargo, no es posible ignorar que existen muchos factores de naturaleza global que condicionan duramente la marcha de los países. En más de un sentido se presentan como parámetros estructurales inalcanzables que hacen al contexto en el que cada país opera. Se oculta una verdad que la historia conoce bien; que los parámetros existen pero pueden modificarse y que, de hecho, la transformación brusca o sutil de los parámetros es la que explica que ningún sistema sea inmutable ni goce de permanente impunidad. Una cita de Ernesto Sábato, a la cual acudo con alguna frecuencia, lo destacaba: “Los Sistemas Eternos tienen una característica: duran muy poco. Todos ellos aspiran a la Verdad Absoluta, pero la historia de la filosofía es la historia de los Sistemas, o sea la historia del Derrumbe de los Sistemas”.

Ojala se acerque el tiempo donde el buen vivir sea, además de un proyecto de país, un proyecto global. 

(*) Roberto Sansón Mizrahi. Economista, planificador regional y urbano, consultor, dirigió empresas, autor de Un país para todos, Crisis global: ajuste o transformación, Democracias capturadas y otros libros, Co-Editor de Opinión Sur www.opinionsur.org.ar


[i] ”Nudo gordiano refiere a una dificultad que no se puede resolver, a un obstáculo difícil de salvar o de difícil solución o desenlace, en especial cuando esta situación solo admite soluciones creativas o propias del pensamiento lateral”.

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Pasos fundacionales hacia el buen vivir

El rumbo presente tiene consecuencias devastadoras sobre la humanidad y el planeta. Voces ancestrales y una creciente movilización popular convocan a un nuevo rumbo y forma de funcionar: el buen vivir. Las prioridades, las secuencias y los tiempos de los pasos fundacionales hacia el buen vivir se sustentan en el esclarecimiento sobre lo que sucede, la integración de diversidades que fortalecen y una organización social sólida que cuide a todos y al planeta.

Mientras el orden económico concentrador está guiado por maximizar el lucro, el buen vivir es una perspectiva existencial orientada al bienestar de la humanidad y al cuidado del planeta. Se expresa como construcción social, colectiva, de naturaleza fundacional. Asume el desafío de establecer un nuevo rumbo y forma de funcionar que remplace la actual desaforada concentración de la riqueza y del poder decisional.  

Singularidad y adaptabilidad

Lejos de un nuevo fundamentalismo, el buen vivir acepta que existe una diversidad de opciones, estrategias y medidas acordes con la singularidad de cada situación. Esto es, que no hay recetario único ni espacio para la pereza intelectual de copiar en lugar de comprender lo que sucede, aplicar lo que ha servido al bienestar social e imaginar lo novedoso que posibilite avanzar con valores de cuidado, solidaridad, de ayudar mutua.

Es fatal forzar la homogeneización de aquello que es por naturaleza heterogéneo. Las historias son diferentes, tanto la rémora de conflictos no encarados o mal gestionados como las potencialidades de cada nación, el nivel de esclarecimiento y de organización. Siendo diferentes la miríada de circunstancias históricas y presentes, no hay una sola trayectoria hacia el buen vivir sino múltiples y diversas. Trayectorias que se adapten a cambios a lo largo del tiempo que, con frecuencia, son inevitables e impredecibles.

Medidas de aplicación inmediata con diversos tiempos de maduración

Los pasos fundacionales hacia el buen vivir no conforman procesos lineales donde un logro precede a otro y así hacia adelante; nada de eso. Los riesgos de ver quebrada esa linealidad son grandes ya que quienes pierden poder y privilegios no los ceden en paz y por propia voluntad sino resisten y se mantienen al acecho.

Como los pasos fundacionales necesitan abarcar todas las dimensiones del funcionar social, habrá que adoptar conjuntos de estrategias, medidas e iniciativas sabiendo que algunas generan impactos casi de inmediato y otras tendrán diferentes tiempos de maduración. Sería un error poner primero en marcha sólo medidas que impactan el corto plazo postergando aquellas que maduran en el tiempo. Más bien, corresponde encarar todas en tiempo presente independiente de sus plazos de maduración.

Buen vivir como anhelo y práctica

El buen vivir es, al mismo tiempo, un anhelo, una utopía referencial que guía hacia donde ir y también una marcha. Utopía y marcha se influyen permanentemente; la marcha avanza guiada por la utopía y, al hacerlo, nutre de precisiones y ajustes a la utopía que se torna guía más precisa para la permanencia de la marcha. Así, el buen vivir es convocatoria que hace de horizonte y de sendero. Su construcción es presente armador de futuro. Exige valentía para crear lo nuevo y firmeza para innovar.

La práctica del buen vivir libera subjetividades que fueron colonizadas fortaleciendo el albedrío social e individual para avanzar removiendo precariedades y desplegando a pleno el represado potencial de las comunidades. Prima lo espiritual y lo ambiental, lo social y lo cultural, la salud y la educación. Política, economía, ciencia y tecnología se transforman en instrumentos para construir el buen vivir.

El crítico desafío de subordinar la economía al buen vivir

No es sencillo transformar el actual rumbo y funcionamiento del sistema económico para reemplazarlo por el buen vivir. La dificultad es que esa transformación entraña un desafío en esencia político que se expande a la esfera valorativa, social y ambiental. El sistema económico contemporáneo, como todo sistema social, es impuesto por grupos que concentran la riqueza y el poder decisional. Un sistema que sirve a una minoría a expensas de sectores mayoritarios está obligado a funcionar encubriendo su accionar y manipulando a sus víctimas. De otro modo no podrían asegurar la reproducción en el tiempo de sus prebendas y privilegios.

De ahí que la construcción del buen vivir necesita inevitablemente desenmascarar lo encubierto, explicitar los mecanismos que sostienen la concentración e identificar lo requerido para liberar democracias que han sido capturadas. Esto implica subordinar al cuidado de la humanidad y del planeta a todo el funcionar económico, incluyendo recuperar la asignación de los excedentes generados por la entera sociedad, regular con firmeza el circuito financiero, reforzar la ciencia y tecnología, asegurar que quienes puedan y quieran trabajar lo hagan en espacios dignos con justa compensación.  

Economía para el buen vivir

En el contexto de lograr el máximo lucro, en la legalidad y fuera de ella se producen todo tipo de bienes y servicios, tanto los esenciales para la vida como los que atentan contra ella y el planeta, armas de destrucción masiva, agro tóxicos, narco tráfico, trata de personas y órganos, desaforadas especulaciones tanto financieras como comerciales, el irresponsable desmonte de bosques naturales, entre muchos otros. Más que la utilidad social y cultural de lo producido, lo que importa es acumular a como dé lugar, valiéndose de complicidades que lo hacen posible.

Una economía que contribuya al buen vivir es muy distinta, produce bienes y servicios que sirvan al bienestar material y cultural de la humanidad, utiliza formas productivas cuidadosas de la naturaleza. El sistema económico deja de ser el timonel del destino de las naciones y se convierte en instrumento productivo guiado socialmente.

En esa perspectiva habrá que abordar un doble imperativo. De arranque desmontar esquemas que son delictivos aún para el orden establecido y, al mismo tiempo, sembrar el buen vivir con pasos fundacionales de nuevo cuño.

Resolver esquemas delictivos que desangran a los países

En casi todos los países se han montado esquemas delictivos diseñados para lograr apropiarse de excedentes que no se declaran y se fugan a guaridas fiscales o a otras jurisdicciones laxas en lo tributario y no preocupadas en identificar quienes cometen esos latrocinios. Estos esquemas son actos delictivos con efectos demoledores.

Algunos esquemas delictivos son camuflados como legales, como cuando gobiernos neoliberales deciden desregular los movimientos de capitales. Esta entrada y salida de capitales no regulados deviene en un libertinaje de operaciones especulativas que se apropian ilegítimamente de buena parte del excedente local. Es el caso de los fondos golondrina que lucran a tasas fantasmagóricas al realizar lo que en inglés se llama carry trade y en criollo bicicleta financiera. Esas operaciones desestabilizan el mercado cambiario y los balances macroeconómicos y siempre terminan en fugas en manada cuando husmean que se acerca el final de esas maniobras.   

Difícil establecer una economía orientada al buen vivir sin desmantelar los esquemas delictivos que drenan el potencial nacional para desarrollarse con independencia.  

Sembrar buen vivir transformando la estructura económica concentradora

Cerrar el drenaje-robo de excedentes abre el espacio necesario para replantear el rumbo y forma de funcionamiento del sistema económico. Son los recursos que el país necesita para adoptar un buen número de críticas decisiones cada una con diferentes tiempos de maduración. Señalamos, entre otras, algunas significativas estrategias orientadas a construir la economía del buen vivir.

Transformar el sistema financiero para evitar los canales de fuga que utilizan los grandes evasores y asegurar que el ahorro nacional gestionado por bancos y otras entidades se oriente hacia la economía real y no más a la especulación financiera.

Corregir la matriz productiva generalmente con estructuras desbalanceadas porque surge de decisiones corporativas individuales, legítimas unas ilegítimas otras, pero sin capacidad de visualizar los efectos sistémicos del conjunto de esas decisiones. De ahí que se produzcan recurrentes inestabilidades y estrangulamientos, las más graves de sector externo pero también territoriales y al interior de los sectores productivos.

Desmontar posiciones oligopólicas que se producen en casi todos los mercados del país. Grandes empresas abusan de su poder de mercado para fijar precios y condiciones de intercambio en perjuicio de proveedores y consumidores a quienes les sustrae una parte del valor que les pertenece y no logran retener. Reducen permanentemente el mercado interno esterilizando excedentes que fugan al exterior. Será necesario diversificar las cadenas productivas y eliminar la inequidad que predomina en su interior.

Establecer un sistema impositivo firmemente progresivo donde los ricos paguen más, los sectores medios tributen moderadamente, y no tributen o lo hagan con escalas muy reducidas, los sectores populares. Esto incluye gravar rentas monopólicas y ganancias extraordinarias no ligadas a esfuerzo alguno sino obtenidas por posiciones de privilegio que debieran tender a desaparecer.

Asignar con propiedad el gasto público para cubrir la enorme deuda social y también para respaldar iniciativas y programas estratégicos que ayuden a construir el buen vivir.

Desmitificar el papel de la inversión extranjera, seleccionando aquella que sirve al buen vivir y descartando o limitando la que viene a consolidar la concentración y descremar lo mejor del sistema productivo.

Controlar el comercio internacional de materias primas para evitar la enorme evasión, entre otros, de las corporaciones internacionales exportadoras de cereales y productos de la minería.

Asegurar el acceso a la tierra para asentamientos populares en ciudades intermedias y en áreas metropolitanas, así como para la pequeña agricultura.

Urbanizar los asentamientos precarios localizados en áreas que no presenten riesgos de deslaves, recurrentes inundaciones o insalubridad ambiental.  

Escoger para la producción materias primas renovables y, cuando sea inevitable utilizar las no renovables, hacerlo con extrema prudencia.

Minimizar distancias de transporte promoviendo productos de cercanía, muchos de ellos producidos por los productores de la agricultura familiar así como por pequeñas y medianas empresas.

El poder y la política

Construir una economía orientada al buen vivir se sustenta en una reconfiguración de la correlación de fuerzas; hace a la política y al poder de decisión, un tema crítico que vale siempre explicitar. Una nueva economía orientada al buen vivir sin duda que ayudaría a cambiar el sustento del poder concentrador que predomina en el mundo. Pero, a su vez, no será posible establecerla sin profundos cambios políticos que reconfiguren el poder de decisión. Son tensiones y pugnas que tienen larga historia y cambiantes modalidades de sujeción o liberación. Es un desafío que interpela y convoca; vale encararlo.

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Tierra para asentamientos populares y agricultura familiar

El acceso a la tierra es una necesidad vital para enormes sectores poblacionales. Sin embargo, su propiedad se ha concentrado aceleradamente forzando migraciones y condicionando el uso del suelo. Es una dimensión del desaforado proceso de concentración de la riqueza que prima en casi todo el mundo. ¿Cómo encarar este desafío para que puedan establecerse asentamientos populares planificados y extenderse la agricultura familiar?

Gobiernos neoliberales, aunque también algunos gobiernos progresistas, sólo focalizan sus prioridades en definir las políticas macroeconómicas que primarán en el país. Por supuesto que ellas son de la mayor importancia ya que sobre condicionan tanto el rumbo como la forma de funcionar del país. Sin embargo, no termina allí la pugna política. Es también estratégico adoptar medidas que apoyen directamente a los sectores populares, tanto porque es imprescindible revertir tremendas injusticias y castigos como porque es imperioso restructurar el basamento social y productivo del desarrollo nacional. Esto es, sumar un nuevo pilar para sostener el rumbo hacia el buen vivir de todos y el firme cuidado ambiental.

En ese contexto toca asegurar el acceso a la tierra para (i) establecer asentamientos populares planificados y urbanizar los existentes, con desarrollo urbanístico y provisión de servicios básicos como agua potable, cloacas, saneamiento ambiental, electricidad, transporte, así como espacios para actividades productivas, y (ii) extender la agricultura familiar, principal proveedor de alimentos frescos no industrializados.

El acceso a la tierra es una condición necesaria para resolver este agravio a casi la mitad de la humanidad aunque no llega a ser una condición suficiente: debe complementarse con otras medidas económicas, políticas y ambientales. Diversos especialistas y el Papa Francisco destacan el núcleo básico de tierra, techo y trabajo.

Las soluciones existen aunque su viabilidad se asienta en lograr un firme apoyo social y político. Sin ese respaldo es imposible implementar las políticas y medidas necesarias.

Tierra para nuevos asentamientos populares planificados y para agricultura familiar

Millones de personas viven hacinados en asentamientos precarios, en campamentos para recibir migrantes o refugiados, muchos en la intemperie sin techo ni trabajo. A su vez, la agricultura familiar enfrenta todo tipo de restricciones para sobrevivir y extenderse, tierra fértil, recursos financieros, facilidades de acopio, comercialización y transporte.

Para la población que necesita asentarse en ciudades intermedias y en áreas metropolitanas existen terrenos disponibles que pueden utilizarse para establecer asentamientos populares planificados. Son tierras localizadas dentro de tramas urbanas o en áreas suburbanas con buenas condiciones ambientales y de proximidad. Si son tierras públicas se simplifica su asignación y si fueren privadas debieran adquirirse para conformar un fondo de tierras para uso presente pero también con perspectiva de futuras expansiones. No tiene sentido dejar que la valorización del suelo sea apropiada por rentistas pasivos haciendo luego más costoso y mucho más alejada la localización de nuevos asentamientos.

En esas tierras debieran desarrollarse programas de asentamientos populares planificados con entrega de lotes con servicios en venta o comodato a módicos precios y facilidades de pago. Allí se agregarían programas de construcción de núcleos básicos de vivienda proyectados para ir expandiéndose según el desarrollo de cada familia y la consagración de un buen vivir. También espacios para radicar emprendimientos productivos asociativos en actividades como cuidado de adultos mayores y niños, construcción y mantenimiento de obras, laboratorios clínicos, equipos de software, distribución y entrega a domicilio de productos, lavanderías, talleres varios, entre otros, orientados a servir a la población del propio asentamientos y de zonas aledañas. 

No hablamos de proyectos pilotos o demostrativos; eso ya se hizo y hay enorme experiencia acerca de cómo encarar ahora programas masivos, soluciones de alcance nacional. En algunos países ya existen muy buenos programas y sólo requieren ser reforzados y extendidos; en otros países este accionar es aún incipiente o inexistente. Hay mucho y valioso conocimiento para intercambiar entre países de América Latina, África y Asia. 

En relación a la agricultura familiar que sobrevive alrededor de ciudades intermedias y algunas áreas metropolitanas es de importancia estratégica ofrecerle un apoyo comprehensivo cuyo principal componente es la propiedad o usufructo de parcelas de tierras donde asentarse. Junto a ello, toca promover esfuerzos asociativos a nivel de acopio, comercialización y transporte de sus productos, incluyendo el establecimiento de ferias barriales y supermercados comunitarios.

Si bien valiosos esfuerzos han respaldado la agricultura familiar, también hubo muy penosos retrocesos con hostigamientos comerciales y desplazamientos de las tierras donde trabajaban. Queda mucho por reparar para extender y fortalecer esta pequeña producción agropecuaria. Es de importancia estratégica delimitar espacios reservados para la agricultura familiar alrededor de la mayoría de ciudades.

Urbanización de asentamientos precarios existentes

Un drama de enorme significación es la constante expansión de asentamientos precarios que se multiplican por invasiones no reguladas de familias desesperadas que no encuentran otras opciones. Algunos asentamientos están en zonas inundables o laderas que sufren ocasionales deslaves con pérdida de vidas y de frágiles paredes y techos. Otros asentamientos pudieron radicarse en áreas urbanizables a pesar que la invasión inicial consagró trazados muy difíciles, aunque no imposibles, de corregir. Todos los asentamientos precarios sufren hacinamiento de familias, escasa dotación de servicios básicos e incertidumbre en cuanto a dominio legal del suelo donde las familias están asentadas. Sin embargo, de contar con apoyo público mediando el consenso de sus pobladores pueden urbanizarse apropiadamente. Un lugar decente donde habitar es un derecho humano que debiera asegurarse a toda la población.

El proceso de urbanización de asentamientos precarios existentes puede encararse desde la acción inconsulta del Estado o, infinitamente mejor, estableciendo en cada asentamiento una unidad de planeamiento y seguimiento de obras y normativas, conformada por especialistas, pobladores y municipios, de modo de conjugar recomendaciones técnicas con la perspectiva y necesidades de los pobladores. Al incorporar los pobladores al nivel de decisión se refuerza la viabilidad y mantenimiento de la estructura y dinámica urbana propuesta.  

En ese contexto, un aspecto crítico es la regularización del dominio de los lotes que ocupan las familias. Con ello se acredita legalmente su ocupación, se revaloriza la vivienda y se impiden cobros ilegales de personas que, sin título alguno, se arrogan una propiedad que no es suya.

Trabajo e ingresos de pobladores de asentamientos populares

Estos aspectos trascienden lo urbanístico excepto en lo que hace a prever espacios en los que radicar actividades productivas que no afecten el buen vivir del asentamiento popular. Es una forma de acercar los lugares de trabajo evitando largos desplazamientos. De todos modos, no todos los pobladores encontrarán trabajo en espacios cercanos por lo que las vías de acceso del sistema de trasporte debieran ser parte constitutiva de la acción planificadora.

En cuanto a los aspectos de generación de empleos e ingresos dignos para pobladores de asentamientos populares, remitimos a textos ya publicados en Opinión Sur: Economía popular espacio estratégico para un más equitativo orden económico, Más que asistencialismo apoyo de excelencia a la economía popular y Fideicomisos especializados en la economía popular.

Vale reseñar que el universo de la economía popular es muy heterogéneo donde la mayor parte son unidades familiares que operan en condiciones de extremas escaseces. De ahí que se plantea establecer un sistema comprehensivo de apoyo que atienda a esas unidades y también a emprendimientos de tamaño medio y base asociativa capaces de insertarse en promisorias cadenas de valor. De ese modo podrían subcontratar a emprendimientos familiares y retener en la economía popular una diversidad de efectos multiplicadores. Para ello planteamos dotar a las organizaciones de la economía popular con dos poderosos instrumentos que hoy carecen: desarrolladoras y fideicomisos especializados en la economía popular. Estos instrumentos se sumarían a otros para posibilitar a la economía popular salir de los espacios residuales en los que ha sido acorralada.

Procesos subyacentes generadores de desigualdades, pobreza e indigencia

Imposible ignorar que el rumbo y forma de funcionar que predomina en casi todo el mundo genera desarticulación social, pérdida de trabajo, infames salarios, acelerando las migraciones del campo a la ciudad. Esa dinámica concentradora y destructora del medio ambiente no cesa de expulsar pobladores hacia asentamientos precarios carentes de servicios básicos y cada vez más hacinados. Si no se desmonta ese proceso seguirán creciendo las invasiones de tierras de gente desesperada por sobrevivir. Algunos de los mecanismos que generan la concentración y el poder decisional pueden verse en el artículo Desmontar los motores de la concentración. Sus impactos, lejos de ser externalidades no deseadas o provocar víctimas llamadas “colaterales”, son el resultado esperable e inevitable de la perversa y codiciosa trayectoria impuesta a la humanidad.

Si no se erradica el proceso concentrador, correremos siempre detrás de los acontecimientos atemperando efectos, ya que las soluciones nunca alcanzarán a resolver la reproducción de más asentamientos precarios no planificados y el desplazamiento de una agricultura familiar que es esencial para lograr soberanía alimentaria.

¿Todo o nada?

Ante esa situación hay quienes plantean ir por todas las transformaciones en simultáneo, algo deseable pero no siempre viable. La alternativa es avanzar en los espacios y con la intensidad que las circunstancias políticas y sociales permitan. Y esto por varios motivos: (i) la emergencia social que sufren inmensas mayorías no admite dilaciones; (ii) porque la viabilidad política del accionar se sustenta no sólo en la determinación de quienes impulsan trasformaciones sino en la correlación de fuerzas que prima en cada coyuntura y (iii) muy vinculado con lo anterior, las actuaciones para establecer nuevos asentamientos populares planificados, reforzar y extender la agricultura familiar, urbanizar los asentamientos precarios existentes y desplegar un sistema de excelencia en apoyo a la economía popular, si están bien realizadas, pueden reconfigurar el basamento social del desarrollo local y nacional; esto es, provocar cambios significativos en la correlación de fuerzas que, a su vez, permitiría avanzar en más frentes y a mayor velocidad.      

En todo caso, está claro que es muy difícil determinar qué tipo de estrategia es la más efectiva y viable para cada situación, la singularidad prima. Lo que sí es posible y necesario es asegurar que la población que emerge hacia el buen vivir pueda crecer en esclarecimiento y en reforzar sus propias organizaciones; no hay otra forma de proteger los derechos y las obligaciones que van conquistando. Las democracias que fueron capturadas por poderosas minorías necesitan de ese esclarecimiento y organización popular para formar coaliciones capaces de trasformar el orden que somete a las mayorías colonizando mentes y formateando subjetividades.