Chile: La otra constitución, la del pueblo

La nueva constitución y la constituyente no cambiarán nada, salvo incorporar nuevos derechos que tampoco se cumplirán. Se instalará con apoyo de los partidos de izquierda, derecha y los independientes que creen que porque están ellos allá arriba podrán torcerle el brazo a los partidos y a las empresas.



LA OTRA CONSTITUCIÓN, LA DEL PUEBLO

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La nueva constitución y la constituyente no cambiarán nada, salvo incorporar nuevos derechos que tampoco se cumplirán. Se instalará con apoyo de los partidos de izquierda, derecha y los independientes que creen que porque están ellos allá arriba podrán torcerle el brazo a los partidos y a las empresas.

 

El pueblo así como está no puede ser constituyente porque está dividido en ideologías y partidos, por lo que primeramente tendremos que trabajar todos cada uno en su barrio en lo que podemos llamar proceso constituyente barrial, o sea constituir un sujeto barrial formado por el tejido de los vecinos que tengan algo que decir para estrechar las relaciones internas de afecto, amistad, cooperación y apoyo mutuo y constituirse en comunidad integrada al nicho ecológico que le corresponde. Una vez que consigamos eso, que cuidemos la casa común y podamos administrarla y administrarnos entre nosotros mismos, recién podremos decirnos sujeto constituyente.

 

El sujeto constituyente popular no ejerce poder ni se ejerce poder sobre él. Los constituyentes del estado están ejerciendo poder porque elaboran las normas que determinarán las conductas de la población. O sea que se sienten como dioses, son como dioses cuya voluntad se hace carne en la ley.

 

El sujeto constituyente popular no entrega la soberanía popular a representantes de partidos o independientes, sino que la ejerce.

 

La transferencia de la soberanía popular da origen al poder público de la burocracia y la partidocracia, o sea, el gobierno de algunos. La no transferencia de la soberanía popular y su ejercicio directo es la democracia.

 

La democracia electoral es una falsa democracia, pues es el acto de la transferencia de la soberanía popular, de su entrega, su rendición, o sea, el fin de la democracia real y la constitución de la sociedad de la apariencia, lo que se ha llamado la sociedad del espectáculo.

 

Si la democracia como gobierno del pueblo, o autogobierno, se realiza, no es a causa de una norma del ejercicio legislativo o constituyente del poder que establece lo que hay que hacer y lo que no se puede hacer, sino porque se integra, forma parte o nace en la vida cotidiana compartida entre los miembros de la comunidad barrial, el nicho ecológico o gran familia del barrio (vida en común, vida compartida en tejido relacional, o sea vida en democracia).

 

Si la democracia nace del pueblo y no en el poder, entonces nace desde la casa de cada uno y de su barrio. En la casa está la gran batalla que evadimos y escondemos levantando la bandera de la “lucha” en la calle contra el poder. Bueno, en realidad no la levantamos, sino que la levantan los partidos que luchan contra el poder. Alto! Aclaremos:

 

Ningún partido lucha contra el poder. Eso es falso total. Ellos luchan contra los que están en el poder, pero defienden el poder, defienden el estado como instrumento del poder de las grandes empresas a las cuales esperan aliarse para asumir ellos los altos cargos estatales y favorecerlas a cambio de que entreguen un dinero para ofrecer servicios a la población cautiva o seducida como de salud y educación en lo que se llama gobierno populista y clientelar.

 

Esos son los que nos llaman al combate mientras ejercen la dictadura y esclavitud en la casa y adoctrinan a sus hijos para que inviten a otros niños a pelear. Las madres quedan temblando pero salieron en la revolución pingüina del primer semestre del 2006 a ver y cuidar a sus hijos que se habían tomado todas las escuelas del país y enseñaban a todo el mundo como debía ser una nueva sociedad compartiendo la vida cotidiana, haciendo guardia juntos, cocinando juntos y asombrando a todos con su capacidad de derribar las barreras del individualismo. Claro que todo eso fue destruido por los partidos que vendieron el movimiento en las mesas de negociación, especialmente el partido comunista, más preocupado de llegar a la cima del poder que practicar la democracia cotidiana.

 

Es claro que esa fue una oportunidad para llevar el ejemplo a los barrios y a las casas, pero siempre vamos a encontrar a los partidos como piedra en el camino que se lanzan como buitres encima del protagonismo social para desarticularlo y someterlo a sus estrategias de ir ordenadamente detrás de la guaripola.

 

Eso indica que las experiencias nos han ido enseñando que la caridad comienza por casa y que de nada vale mirar la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el ojo propio, con lo que llegamos a entender que los partidos son caballos de Troya del poder o tentáculos que se extienden en medio del pueblo, demostrando ellos mismos que son como la mona que se viste de seda pero mona se queda y no pueden engañar a nadie en nuestra propia casa, por lo que podemos en nuestro hogar instalar las bases democráticas que pueden quebrar las patas del poder desde su base y cimientos, lo que es mejor que subirse a la antena y machacarle la punta del iceberg.

 

Para eso bastará la democratización del núcleo familiar o consanguíneo o afectivo, lo que significa comenzar progresivamente con tareas básicas que bien pueden compartirse entre todos o varios, como aseo de la casa, cocina, lavado de ropa y compras, y son más, pero debe haber una acción pedagógica y sicológica de acostumbramiento paulatino.

 

Si usted consigue iniciar pasos en ese sentido, sepa que si se hace también en otras partes, de hecho estamos cambiando el mundo al salir de la jaula de un tipo de comportamientos autoritarios y jerárquicos que constituyen la base de la actual sociedad donde la única solución parece ser la disputa del poder.

 

Pero sigue siendo la manera de comenzar, pues el siguiente paso es el de compartir las propuestas y decisiones que se toman en el hogar y que pueden mantenernos en una rutina de reproducción al estilo de escalera mecánica o pueden permitirnos una mayor interacción que haga más rica, diversa y constructiva la vida en común.

 

Compartir tareas como cocinar o comer permite conocer en el diálogo como se van desarrollando los gustos, como quien dice donde la aprieta el zapato a cada uno y ahí está el terreno del combate al individualismo que todos criticamos, pero pocos sabemos como disminuirlo, salvo con el discurso o la norma. Hablar del gusto de alguien es identificarlo, reconocerlo, apoyarlo y hacerlo sentir parte del grupo y darle a entender que mis propias decisiones sólo tendrán razón y efectividad si conozco, entiendo y apoyo los gustos y necesidades de los demás, o sea, no existo solo ni me mando solo, sino que mi vida y mis decisiones están enlazadas a la vida y decisiones de los demás.

 

En la medida que la madre practique la explicación de cada cosa que prohíbe o estimula al niño o niña, él o ella podrá evaluar la corrección del mandato o prohibición. La madre que aún no descubra el daño del “no hagas eso” y que el niño no lo haga simplemente porque se lo ordenan, podrá descubrirlo poco a poco al darse cuenta que está reproduciendo el autoritarismo vertical que ha aprendido de la reproducción cultural del contexto en que ha vivido.

 

Esta democratización del hogar permite su traslación al barrio, a la olla común y a la huerta comunitaria, a los talleres, actividades y juegos entre vecinos y vecinitos, así cada espacio retroalimenta con  el otro (casa-barrio-casa) y se va forjando esa gran familia del barrio o comunidad.

 

Esa democracia vivida o democracia directa, la autogestión de alimentos y energía,  y su estrecha relación con los seres vivos del nicho ecológico del barrio, es lo que permite diseñar el sistema normativo desde abajo para la constitución del pueblo. El poder determina desde arriba la constitución del estado escrita en la batalla ideológica izquierda-derecha, en cambio la constitución del pueblo es la descripción del modo de vivir estamos practicando.

 

No hagamos una constitución que nos diga como vivir.

Vivamos de otra forma y que esa sea nuestra nueva constitución.

 

Es claro que el poder se ha asegurado que se apruebe y sea obligatorio para todos ese sistema de vida que escribirán en la farsa constituyente y no podremos ir contra ella y sus leyes, pues si lo hacemos seremos ilegales, pero nada de lo que hemos dicho en este texto es ilegal o promueve la ilegalidad, por lo que podemos hacer en cada  barrio nuestro modo de vivir mucho más sano y pedagógico que lo que escribirán los partidos e independientes amigos de las grandes empresas que destruyen el planeta.

 

Tendremos que aprender a utilizar los medios legales que convengan a cada barrio y sortear o resistir las medidas que veamos que van a destruir la madre tierra o la sana convivencia comunitaria.

 

Pero eso no durará mucho, pues estamos convencidos de que la democracia en el barrio y en muchos barrios se irá expandiendo por todas partes, como ya está sucediendo en muchos países, hasta transformar el poder del estado en un objeto de museo.

 

unlibre@gmail.com