La democracia comunal como salida a la crisis

Los que queremos constituir un sistema alternativo, un sistema comunal-democrático, debemos replantear nuestra búsqueda desde nuestra historia y experiencia de lucha. Quienes se oponen al sistema global del capitalismo pueden, haciendo una autocrítica respecto al pasado para crear una comprensión más compacta de la historia y la sociedad, romper con la civilización capitalista y avanzar hacia una civilización democrática integrada con la libertad, la igualdad y el comunalismo.



La democracia comunal como salida a la crisis

Este artículo pretende contribuir a la perspectiva de los pueblos para una solución a la actual crisis estructural del capitalismo. Se ha desarrollado a partir de la teoría de la “modernidad democrática” -en contraposición a la modernidad capitalista- defendida por el líder del pueblo kurdo Abdullah Öcalan, que se encuentra en régimen de aislamiento en la isla-prisión de Imrali desde 1999.

En particular, desarrolló la modernidad democrática y el “paradigma democrático, ecológico y de liberación de la mujer” contra el poder, el Estado, el sistema de dominación masculina, la historia, la filosofía, el cientificismo y la tríada Estado-nación, industrialismo y capitalismo. Este breve resumen del paradigma de Öcalan pone de relieve ciertos elementos principales de un sistema que los movimientos y las sociedades ajenos al sistema dominante, que buscan la igualdad, la libertad y la democracia, pueden establecer con una perspectiva comunal-democrática. Por supuesto, explicar el sistema de modernidad democrática como alternativa a la modernidad capitalista está fuera del alcance de este artículo, pero lo que sigue espera ofrecer un marco.

La crisis y un enfoque erróneo

Es posible que todas las fuerzas sociales no estatales y lo que podemos conceptualizar como “los pueblos” encuentren una salida al caos actual. No se trata de una única forma de salida, sino que son posibles y esperables varias soluciones según el nivel de los movimientos implicados en los proyectos y su práctica. Hay muchas categorías y segmentos que están fuera del sistema, o que han sido excluidos a causa de los intereses hegemónicos. Su alcance varía de un Estado a otro y de una época a otra.

Los grupos de interés económico y científico, agrupados en torno al Estado, pueden denominarse la alta sociedad, la oligarquía o, más coloquialmente, “los grandes y los buenos”. En oposición a esto, podemos incluir a todos los grupos que se encuentran en el otro extremo de la dicotomía dialéctica: las clases oprimidas y los grupos étnicos, culturales, religiosos y de género: el pueblo. A medida que cambia la situación de las variables en el contenido, los grupos dentro del ámbito del pueblo disminuyen o aumentan. A lo largo de la historia, estas categorías han cambiado de sistema en sistema y han evolucionado hasta convertirse en los grupos sociales más complicados que existen en la actualidad.

Es evidente que los pueblos se vieron profundamente afectados por la crisis, que comenzó en 1968 con los movimientos juveniles mundiales, cobró impulso con el colapso del socialismo soviético en 1989, y se profundizó con el ataque a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. Con la invasión de Irak el 20 de marzo de 2003 y la posterior Primavera Árabe de 2011, las convulsiones en el mundo alcanzaron dimensiones que podemos llamar históricas. Ahora, la revolución de Rojava/Norte de Siria, que continúa con éxito desde 2012 con un paradigma democrático, ecológico y de liberación de la mujer, se ha convertido en una nueva esperanza revolucionaria para los pueblos y las fuerzas fuera del sistema. Aunque esta revolución tiene lugar a nivel local, su perspectiva e ideas son universales. Tanto esta revolución como, en general, la búsqueda de la libertad de los pueblos, continúa con escaladas interrumpidas por breves paréntesis y cambios de área y características. Por otro lado, la lava rociada sobre los pueblos por las contradicciones internas del sistema dominante es cada vez más abrasadora. El desempleo, el hambre y la lucha contra el empeoramiento de los problemas sanitarios, medioambientales y educativos dominan la agenda de todos los estratos sociales. Se ha hecho evidente que las fuerzas dominantes del sistema han perdido, en comparación con el siglo XIX, la capacidad de resolver los problemas por sí mismas y que las soluciones impuestas están lejos de producir resultados significativos y no hacen más que empeorar el caos. Las fuentes de la crisis no podrán transformarse en las fuentes de una solución y sólo en el caso de que cambien, podrán asumir una función de reconciliación sobre la base de principios correctos.

Los pueblos desarrollarán soluciones como lo han hecho a lo largo de la historia. Ya se llame historicidad, tradición, cultura o lo que sea, todos los grupos humanos tienen una historia. Desde la existencia de la sociedad de clanes, las comunidades humanas han desarrollado reflejos existenciales ante la geo-cultura y las estructuras políticas. Esta postura tiene un carácter comunitario y democrático.

Al observar a los individuos convertidos en primates por el sistema capitalista, no podemos ignorar la postura comunal y democrática. Incluso, en el estado más primitivo un individuo no puede vivir ni un día sin un nivel comunal de la sociedad. Aunque las operaciones de lavado de cerebro que niegan la sociedad hayan hecho olvidar la importancia de esta realidad, se trata de un hecho social fundamental. Ningún individualismo tiene la posibilidad de sobrevivir sin una conexión con su sociedad. Si el sistema capitalista del siglo XX -en particular la estructura del Estado- no se hubiera apoyado en la derivación de tres sectas -la socialdemócrata, la socialista real y la de liberación nacional- quizá no hubiera conocido la crisis actual. La característica fundamental de estas tres sectas fue su llegada al poder ofreciendo esperanza a los pueblos. A pesar de ello, durante 150 años -desde las revoluciones de 1848- han dicho “¡primero tomaremos el poder y luego cada uno tendrá lo que le corresponde!”. Es decir, concibieron la llegada al poder como el eslabón fundamental para la resolución de los problemas sociales. El objetivo principal de sus programas era la obtención del poder y la posterior transformación del mundo o de la sociedad. Todos sus modos de lucha estaban vinculados a esta perspectiva. Esta estrategia no funcionó y provocó una gran decepción.

Como bien dijo Immanuel Wallerstein: “Si trabajas dentro de la estructura de poder del sistema capitalista no puedes ser una alternativa”. Este Leviatán amasado por los más nacionalistas, sexistas, religiosos y cientificistas de la modernidad, fue aceptado como el marco fundamental y correcto en el que librar la lucha.

El Estado-nación centralizado se presentó como un vehículo más progresista y solucionador de problemas o, más correctamente, como un objetivo. No se desarrolló ningún análisis para el Estado-nación, cuya base era el nacionalismo al por mayor del gobierno, el comunitarismo sexista, el fanatismo religioso y el positivismo científico, que creó el ciudadano más hinchado y monstruoso de la historia, disolvió toda la sociedad dentro del Estado y condujo al fascismo. Cuando este vehículo, que el poder gobernante infiltró en las propias periferias de la sociedad, se convirtió en el vehículo preferido del socialismo científico, el destino del socialismo quedó sellado desde el principio. La disolución oficial de la URSS en 1989 fue sólo una formalidad.

Como si los estratos del Estado fueran inexpugnables -recordando el cielo-, se convierte en un programa de esperanza lleno de recursos de vida. Se fundan partidos y se hacen guerras. Luego, en caso de victoria, se comparten los medios del Estado, los valores de lo que se llama sociedad, con sus seguidores. Cuando se trata de las amplias masas de la sociedad no queda nada. La misma historia de siempre. Si no se gana, la guerra continúa.

Formas duraderas de resolución

En ese caso, si la historia debe aprender en un sentido del pasado, debemos producir una solución duradera, de raíz y de principios a la actual situación de crisis-caos en favor del pueblo. Lo que conduce a la derrota es no tomar como base la postura comunal y democrática del pueblo. Por muchos análisis sociales que se hagan, por muchas estrategias y tácticas y organizaciones que se establezcan, por muchas acciones que se lleven a cabo, e incluso por muchas victorias que se consigan, el punto al que se llega es encontrarse con el sistema en su peor momento. Lenin, el genio revolucionario del siglo XX, expresaba una verdad fundamental cuando decía: “No hay camino al socialismo fuera de la democracia”. Pero incluso él creía que había un atajo hacia el socialismo sin la experiencia de la democracia. La inmensa acumulación soviética -millones hicieron el mayor sacrificio y miles de los más grandes intelectuales fueron sacrificados- supuestamente ganó por la obsesión del poder, pero fue incapaz de ir más allá de facilitar el trabajo del sistema. La principal lección que hay que aprender de este gran experimento del siglo XX -la Revolución de Octubre- es que las soluciones duraderas y de principio al capitalismo sólo pueden lograrse transformando las posturas democráticas de los pueblos en sistemas comunales-democráticos integrales. Mientras la democratización no se libere de la enfermedad de la formación del Estado, no se podrá alcanzar un sistema democrático.

Para conocer mejor nuestra forma de solución debemos volver a mirar la historia. Retrocedamos mucho en el tiempo. Fueron los pueblos llamados bárbaros, que tenían un orden comunal y no reconocían al Estado, los que acabaron con el último imperio romano esclavizador. El orden comunal monasterial también roía a Roma desde dentro. Fueron estas fuerzas las que disolvieron aquella horrenda maquinaria esclavista. Eran fuerzas comunales y democráticas, pero sus dirigentes las engañaron con las migajas del poder. En lugar de desarrollar una Europa democrática, introdujeron un Estado feudal y despótico. Tales movimientos surgieron en todos los lugares donde se superó la esclavitud. Cuando el Renacimiento acabó con el feudalismo de la Edad Media, surgieron por todas partes ciudades que eran islas de democracia. La democracia de las ciudades se desarrolló. La Europa democrática estaba ahora en la agenda de la historia. La Gran Revolución Francesa (1789), las revoluciones inglesa (1640) y estadounidense (1776) anteriores, y los comuneros en España y muchos otros países europeos a partir del siglo XVI, fueron la voz estruendosa de la democracia. Pero esa herramienta de fuerza, siempre taimada y feroz, del poder bélico, trabajaba para un sistema opresor, ya fuera antiguo o nuevo. A unos los tomó de su lado, a otros los aplastó. Se tragó a las ingenuas fuerzas de la democracia en su vórtice histórico. Como un tumor canceroso en crecimiento, este poder bélico se nutrió de las guerras de los siglos XIX y XX, dando lugar a los regímenes más inhumanos, al fascismo racista y al totalitarismo, dando lugar al gran caos actual.

Las tradiciones democrático-comunitarias son universales, como los eslabones de una cadena. Nos conectan con el pasado más antiguo y con los lugares más recónditos. No estamos solos. La historia y los lugares son comunales y democráticos, que deberían ser nuestros y no del sistema. Es nuestra tarea evitar la pérdida de conocimiento, seleccionar los medios políticos correctos y volver a la moral social. Todo esto tiene que ver con la “conciencia”. Los medios políticos es el tema en el que más debemos detenernos. En resumen, lo llamamos democracia comunal sin Estado. No se trata de una ausencia de autoridad o de orden. Es un orden significativo e ilustrado de autoridad apoyada por el pueblo. Una democracia popular no estrangulada en la burocracia, con funcionarios públicos elegidos cada año y con la posibilidad de que el pueblo retire el mandato que ha dado.

Democracia de clase

Llamemos la atención sobre una de las cuestiones fundamentales que hay que dilucidar. Se trata del hecho de que la democracia de clases no puede tener el sentido y el deseo que tiene. Según las teorías dominantes de la ciencia social marxista, es una conclusión inevitable de la progresión de la historia de “esclavo” a “siervo”, y finalmente a “trabajador, proletario” y que sin que se experimenten estos fenómenos no podemos llegar al socialismo ni a la libertad-igualdad. En ese caso, decir “viva la esclavitud, viva la servidumbre, vivan los obreros”, es decir revolución de clase, democracia de clase, seguida de dictadura. En la democracia comunal de los pueblos no hay lugar para los esclavos, los siervos o los trabajadores. La consagración de las clases y grupos oprimidos es una vieja enfermedad. Como indica su nombre, si la democracia comunal existe en un lugar, no habrá opresión ni explotación injusta. Los sistemas tiránicos pueden esclavizar e institucionalizar la servidumbre y el trabajo. Pero una vez que la democracia se ha desarrollado, entonces no hay esclavitud, servidumbre o estatus de trabajador. La gente trabajará, pero lo hará para sí misma, como miembro de su propia comuna. El comunismo y la democracia están inseparablemente unidos. La definición y la historia de la democracia a la que aspiramos es así.

Igualdad y libertad

El vínculo entre libertad e igualdad en las democracias es absolutamente comprensible. No son alternativas la una a la otra. Sin embargo, por mucho que se desarrolle la democracia, las libertades se desarrollan en la misma medida. A medida que se desarrollan las libertades surge la igualdad. La democracia es el verdadero ámbito en el que crecen la libertad y la igualdad. La libertad y la igualdad que no se basan en la democracia sólo pueden ser de clase. Sólo una clase, grupo o grupos preferentes. Para los demás sólo queda el ser gobernados y la esclavitud. En la democracia popular, al ser la base el autogobierno, la igualdad y la libertad se generalizan. Por lo tanto, la libertad y la igualdad más amplias se encuentran en las democracias populares, en las democracias en las que no hay Estado ni poder. Las democracias no niegan el Estado, pero tampoco son una cubierta ornamental del Estado. Es una falacia exigir la democracia destruyendo el Estado. De hecho, el Estado -que a largo plazo debería marchitarse- puede implementar la integridad de principios de las democracias.

Legítima defensa

Es indiscutible que la democracia es el medio más eficaz para resolver los problemas sociales, ante todo la paz. No toma su poder de la guerra, aparte de la legítima defensa esencial, sino de la capacidad de persuasión. Compara lo que se perderá en la guerra con lo que se ganará mediante la persuasión y se esfuerza por desarrollar soluciones acordes con los intereses de los pueblos. Un debate audaz y realista con una amplia participación dilucida los problemas, tras lo cual pueden aplicarse soluciones arraigadas. La democracia de Atenas constituyó el mejor entorno para la filosofía. Sin la democracia ateniense, Aristóteles, Platón y Sócrates habrían sido inimaginables. De no haber sido por las democracias urbanas del Renacimiento, las revoluciones de la ciencia y el arte no habrían podido desarrollarse.

Economía

No se puede subestimar la contribución económica de las democracias. Si en una sociedad existe un sistema democrático, no habrá un monopolio de los valores económicos y tampoco habrá pillaje. Tampoco se abandonará a los individuos a la improductividad. Las democracias no aprueban la búsqueda extrema de beneficios ni la ociosidad e irresponsabilidad individual e institucional. En este ámbito se acabará estableciendo un equilibrio óptimo entre la economía pública y la privada. La relación entre la democracia, la productividad económica y el desarrollo ha sido probada por muchos estudios. Además de la productividad, las democracias son el mejor entorno para una distribución justa y una inversión adecuada. También son un factor fundamental para que la producción responda a las demandas reales de la población y se establezca un equilibrio entre la oferta y la demanda. De este modo, se abre la posibilidad de crear un auténtico mercado social. El espíritu de competencia sustituirá a la rivalidad mortal. Al reducir al mínimo la falta de equilibrio entre la oferta y la demanda, la inflación y la manipulación financiera, principales causas de la crisis, expresará su poder de solución. Se encontrará una solución fundamental al desempleo sistemático.

Mujeres

La cuestión de la mujer es la más urgente de las cuestiones sociales fundamentales. A lo largo de la historia, el sistema dominado por los hombres ha impuesto a las mujeres todo tipo de opresión, explotación, violencia y cosificación, en resumen, un sistema de esclavitud. Esto hace necesario que abordemos la cuestión de la mujer como un tema principal y la base de todas las cuestiones, no sólo como una parte de los problemas sociales. También debe tratarse como una cuestión fundamental de libertad en los ámbitos político, económico, moral, social y científico, y no sólo en los debates. La línea/lucha por la libertad de las mujeres y la acumulación histórica de las mujeres debe tomarse como una luz de guía. La lucha por la libertad que llevan a cabo los movimientos de mujeres no es sólo contra la modernidad capitalista, sino que es una lucha más profunda contra la dominación masculina y debe constituir la base del nuevo paradigma alternativo. No puede posponerse y dejarse para después de la revolución como en el pasado. La Ideología de la Liberación de la Mujer, tal y como la propone el movimiento de mujeres kurdo desde los años 90, debe considerarse como un elemento principal y un faro de la lucha por la libertad, la igualdad y la democracia. Al igual que en muchos lugares del mundo, en Rojava/Norte de Siria la línea de libertad de las mujeres está abriendo camino y es una esperanza de liberación. Es de suma importancia profundizar en esta experiencia y acumulación y abordarla junto con la ciencia de Jineolojî desarrollada por Abdullah Öcalan y el movimiento de mujeres kurdas. El Foro Social Mundial y otros foros revolucionarios pueden desarrollar una perspectiva nueva y más analítica con esta ciencia.

Jóvenes

Es necesario enfocar a la juventud en la lucha por una sociedad democrática de una manera distinta. Al ser socializados, los jóvenes se enfrentan a enormes trampas. Aunque están confundidos por el condicionamiento social patriarcal tradicional, por un lado, y por el condicionamiento ideológico del sistema, tienen una naturaleza abierta a nuevas ideas. Son ingenuas cuando se trata de lo que ocurre. Bajo la influencia de la vieja sociedad, están lejos de descubrir lo que se les ha preparado. Ni siquiera pueden recuperar el aliento ante las mil y una artimañas del sistema capitalista. Todo esto hace imprescindible que se diseñe una educación social especialmente para los jóvenes. La educación de los jóvenes es algo que requiere un gran esfuerzo y paciencia. A cambio, tienen una audacia y un dinamismo capaces de escribir epopeyas. Una vez que han comprendido los objetivos y los métodos, no hay nada que no puedan conseguir.

Acción y organización

Las formas de acción y organización en las democracias son al menos tan importantes como su autodefinición. Mientras que la autodefinición conduce más bien a iluminar el objetivo, es una condición sine qua non que la organización y la acción estén correctamente definidas. Si no hay armonía entre el objetivo y los medios y se resuelve correctamente el equilibrio entre ellos, es difícil que las democracias progresen. Las democracias que se basan únicamente en los objetivos o en los medios se asemejan a una persona con una sola pierna. ¿Hasta dónde puede llegar una persona con una sola pierna?

Modelos de participación y de congresos

Dado que la crisis actual no puede superarse por oposición a la voluntad popular, la participación popular es obligatoria. La participación debe ser popular y democrática. Esto no puede funcionar sin un sistema de congresos. Quizás en los siglos XIX y XX los estados capitalistas no tenían que compartir la autoridad estatal con los congresos populares, pero en la crisis actual los estados no pueden dar un paso adelante sin reconocer la iniciativa popular. Las severas condiciones de la crisis hacen imprescindible una participación popular amplia, duradera e institucionalizada. En consecuencia, la muy restringida participación popular de los siglos XIX y XX sólo puede encontrar sentido en la actualidad con los congresos. Estos congresos no serán ni de partido ni semiestatales. Serán congresos populares surgidos de las condiciones históricas. Los pueblos se han distanciado de las tres sectas del capitalismo -el socialismo realmente existente, la socialdemocracia y la liberación nacional- y posteriormente del Estado, entrando en el proceso de los congresos. Al igual que no se rechaza totalmente el Estado, tampoco se acepta como antes. En consecuencia, es posible que desempeñen un papel en la resolución de las crisis sociales en el marco de unos principios claros. El tamaño cada vez más reducido de los estados y la aparición de nuevos modelos de estado muestran la necesidad de un modelo de congreso.

Además, en los países en los que existen graves problemas nacionales, los modelos de congresos pueden desempeñar un papel amortiguador. También para muchas comunidades y grupos son necesarios los congresos de nivel inferior. La capacidad que tienen los congresos de aglutinar la participación de diferentes partidos, opiniones y creencias demuestra que las democracias no podrán funcionar sin ellos. En conclusión, será realista pensar en las soluciones congresuales no como una alternativa a los estados, sino como modelos de solución paralelos en un periodo en el que los estados por sí solos no pueden resolver problemas graves.

En definitiva, de todas estas soluciones y tesis, sería un error sacar la conclusión de que: “Las civilizaciones lucharán entre sí hasta la victoria sin reconciliación”. Tales juicios, procedentes de un análisis dialéctico destructivo, no nos parecen apropiados para la dialéctica de flujo universal que intentamos abrir con una visión filosófica. Aunque existan inclinaciones destructivas, lo fundamental es el desarrollo recíproco (una relación simbiótica). La naturaleza de la sociedad funciona con esa dialéctica, con relaciones recíprocas y vida en común. La historia y la actualidad presentan multitud de ejemplos de este tipo.

La primera condición para ello es que las civilizaciones reconozcan la identidad de las demás y muestren respeto. Tratar de imponer la propia identidad a la de los demás mediante diversos métodos es un método destructivo, no reconciliador. Es un método que se utilizó con frecuencia en la historia y es la vía de la guerra de poder que en la actualidad se ha impreso en las sociedades.

Los que queremos constituir un sistema alternativo, un sistema comunal-democrático, debemos replantear nuestra búsqueda desde nuestra historia y experiencia de lucha. Quienes se oponen al sistema global del capitalismo pueden, haciendo una autocrítica respecto al pasado para crear una comprensión más compacta de la historia y la sociedad, romper con la civilización capitalista y avanzar hacia una civilización democrática integrada con la libertad, la igualdad y el comunalismo.

FUENTE: Adem Uzun / Komun Academy / Fecha de publicación original: 22 mayo 2020 / Traducido por Rojava Azadi Madrid / Edición: Kurdistán América Latina