A propósito de Yaku Pérez. Reflexiones sobre progresismos e izquierdas

“A mi izquierda está la pared” dijo alguna vez Cristina Kirchner. Álvaro García Linera, por su parte, alguna vez dio una conferencia con el título “Contra el pseudo izquierdismo de cafetín”. Tales intervenciones eran parte de un relato consistente en el trazado de una clara línea de demarcación: los gobiernos progresistas eran el estándar de la única izquierda posible en la región.



Paisajes y péndulos

A principios del siglo XXI, los progresismos redefinieron el paisaje político de América Latina. La integración desde el sur, los discursos contra el neoliberalismo y la adopción de políticas públicas para reducir la pobreza, cambiaron las coordenadas políticas de la región. En la segunda mitad de la década pasada, en una suerte de movimiento pendular, las derechas devolvieron el golpe. Macri, Bukele, Lacalle y Bolsonaro derrotaron a cuatro de los procesos más emblemáticos de los progresismos latinoamericanos: el peronismo, el Frente Farabundo Martí, el Frente Amplio uruguayo y el Partido de los Trabajadores. Además, sucesos como las cuestionadas elecciones en Honduras, el viraje de Moreno en Ecuador, el golpe de Estado en Bolivia, la agudización de la crisis venezolana o la derrota del plebiscito por la paz en Colombia, marcaron una etapa propicia para el avance de las derechas en la región.

Hoy los sucesos no marcan ni un nuevo paisaje, ni un regreso del péndulo. Tal vez la mejor metáfora es la marea imprevisible. Hoy constatamos la inestabilidad que marca la crisis de la civilización, la realidad de la recesión, la persistencia de la pandemia global, así como la continuidad de viejos antagonismos y luchas sociales. La disputa por la nueva constitución en Chile, el porvenir del eje progresista México-Buenos Aires, el vigor del movimiento feminista, la continuidad de la crisis venezolana, la inestabilidad del régimen político en Perú y Guatemala, la impopularidad de Duque y Bolsonaro, el crecimiento de la migración, las posibilidades del nuevo gobierno boliviano, o las reformas propuestas por el gobierno cubano, muestran que el panorama regional es tan complejo como inestable.

Los resultados de la primera vuelta presidencial en Ecuador son otra instantánea de ese panorama.

 

¿El final de la polarización?

Se suponía que en las elecciones ecuatorianas asistiríamos a otro episodio de polarización entre propuestas neoliberales, defendidas por Lasso, y los movimientos que encarnan el espíritu de los gobiernos progresistas, reflejados en el correismo. Sin embargo, los resultados electorales mostraron un escenario diferente. Arauz no logró ganar en primera vuelta, al obtener un 32.72%. Lasso alcanzó un 19.74%, el candidato del movimiento Pachakutik, Yaku Pérez, obtuvo un 19.39%, y Xavier Hervás, de la izquierda democrática, alcanzó un 15.68%.

He aquí la interesante paradoja. Tres de los cuatro candidatos -Arauz, Pérez y Hervás- están situados a la izquierda. A su vez, tres de los cuatro candidatos -Lasso, Pérez y Hervás- han sido profundamente críticos con el correismo. ¿Cómo puede analizarse esa situación? ¿Cómo puede comprenderse que la mayoría del electorado ecuatoriano respalde a los candidatos a la izquierda y que a su vez otra respalde candidaturas que no se alinean con el correismo?

Esa nueva relación de fuerzas expresa procesos políticos concomitantes. Aunque los gobiernos de Correa lograron reducir la pobreza y mejorar otros indicadores en derechos sociales, su gestión abrió varios campos de antagonismo con los movimientos y sectores populares. Por un lado, el impulso a nuevos proyectos extractivos generó fuertes movilizaciones sociales agenciadas por los pueblos indígenas y los movimientos ambientalistas[1], destacándose el movimiento de los yasunidos[2] y las luchas del pueblo indígena Shuar[3]. Por otro lado, las posiciones de Correa sobre los derechos de las mujeres y la despenalización del aborto fueron abiertamente conservadoras. Durante su presidencia, Correa no solo se opuso a la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo, incluso llegó a amenazar con renunciar si su bancada aprobaba la despenalización[4]. Además, Correa impulsó medidas regresivas en materia laboral[5] que fueron rechazadas por el movimiento sindical, incluyendo una reforma constitucional que buscaba evitar las convenciones colectivas en el sector público[6]. Por otra parte, el liderazgo caudillista de Correa generó tensiones con organizaciones indígenas, ambientalistas, sindicales y defensoras de derechos humanos. Durante su gobierno, la organización ambientalista más importante del país, Acción Ecológica, sufrió varios intentos de ilegalización[7], las tensiones con la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) fueron permanentes[8], y la represión contra las movilizaciones críticas del gobierno fueron constantes[9].

Otro factor a tener en cuenta es la masiva movilización de octubre de 2019 contra las medidas económicas del gobierno de Moreno. Tal rechazo popular impulsó a todos los sectores de oposición, sectores que abarcaron desde los partidarios fieles a la revolución ciudadana, hasta los sectores que en el pasado también se movilizaron contra las políticas de Correa. A inicios de 2020, el gobierno de Moreno cargaba con una enorme impopularidad, pero la agencia de la oposición no era enteramente absorbida por el correismo, dadas las tensiones generadas entre el ex presidente y un sector importante de los movimientos populares.

Tal panorama generó el resultado de la primera vuelta electoral. Aunque la mayoría de los votantes rechazaba el gobierno de Moreno y, a la vez, no veía con buenos ojos las propuestas neoliberales de Lasso, el correismo no lograba fagocitar el descontento de los movimientos sociales que en el pasado se opusieron a buena parte de sus iniciativas.

Yaku Pérez y Xavier Hervás canalizaron el descontento con Moreno, la desconfianza con Lasso y la distancia con Correa. Pérez apareció como el candidato cercano a los movimientos sociales, en especial a los indígenas y ambientalistas, y Hervás como un joven candidato de opinión, con una campaña centrada en las redes sociales, defensor de un social-liberalismo moderado.

Las paredes de la izquierda

“A mi izquierda está la pared” dijo alguna vez Cristina Kirchner. Álvaro García Linera, por su parte, alguna vez dio una conferencia con el título “Contra el pseudo izquierdismo de cafetín”. Tales intervenciones eran parte de un relato consistente en el trazado de una clara línea de demarcación: los gobiernos progresistas eran el estándar de la única izquierda posible en la región.

Más allá de los progresismos, o bien no era concebible otro tipo de izquierdas, o bien se trataba de una izquierda falsa, inauténtica, o sospechosa. Dicho relato es problemático por varias razones.

En primer lugar, porque es falso. No toda la izquierda latinoamericana siguió a los progresismos, o le fue completamente fiel. El Movimiento de Unidad Plurinacional (Pachakutik) en Ecuador, el Frente de Izquierda y de los Trabajadores en Argentina, el PSOL en Brasil, el EZLN en México, o Marea socialista en Venezuela, son ejemplos de izquierda organizada que ha sido abiertamente crítica con los gobiernos progresistas de sus países, a lo que podría sumarse la mayoría de la antigua comandancia del FSLN en Nicaragua, hoy abiertamente crítica de la dupla Ortega-Murillo. Por otro lado, tiende a olvidarse que los progresismos han enfrentado fuertes movilizaciones autónomas y populares en su contra. El rechazo de una carretera que atravesaría el TIPNIS (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure) en Bolivia, las críticas al tren Maya en México, las movilizaciones impulsadas por el Movimiento Pase Libre en Brasil, así como el rechazo del proyecto de canal interoceánico en Nicaragua, del Arco Minero del Orinoco en Venezuela, o las movilizaciones antifracking en Argentina, son algunos ejemplos. A lo anterior, se suma el nexo entre la matriz extractivista de los progresismos, y la creciente presencia de inversiones chinas en la región, procesos concomitantes que han generado una continua conflictividad entre los movimientos ecoterritoriales y los gobiernos defensores de nuevos proyectos extractivos.

En segundo lugar, el relato es peligroso. La autocomprensión de los progresismos como la única izquierda posible, generó una casi nula capacidad de autocrítica. Además, motivó la poco saludable práctica de la solidaridad internacional incondicional. Solidaridad que ha estado dispuesta a obviar graves situaciones. El machismo de Correa en Ecuador, el conservadurismo represivo de la familia Ortega-Murillo en Nicaragua, la mala gestión económica de los gobiernos de Maduro, los disparatados mensajes de AMLO sobre el manejo de la pandemia, la conflictiva relación de algunos movimientos sociales bolivianos con el MAS, o las cláusulas a favor de transnacionales, adoptadas en tratados de inversión promovidos por el gobierno de Mujica en Uruguay, son aspectos que buena parte de la izquierda de América Latina está dispuesta a obviar, o incluso a negar, si lo consideran necesario.

En tercer lugar, dicho relato refleja una actitud contraria a la teoría crítica. En ocasiones, el apoyo a los progresismos latinoamericanos se ha expresado más como una fe irrestricta, que como resultado del análisis de la situación concreta. Del análisis de las particularidades de las formaciones nacionales, se pasó a una suerte de maniqueísmo, en el sentido estricto del término. Buena parte de la izquierda de la región ha asumido que los representantes de los progresismos son los buenos de la historia en todos los casos, y que los villanos son todos aquellos que no se alinean plenamente con el lado bueno de la historia.

Esas claves se hicieron evidentes en la elección ecuatoriana. Si Yaku Pérez hubiera pasado a la segunda vuelta, habríamos tenido un escenario de debate entre dos sectores de las izquierdas. No obstante, en lugar de impulsar ese escenario, buena parte de la izquierda de la región optó por evitar indagar sobre la historia reciente del Ecuador, para adherirse a posiciones conspiracionistas que veían a Pérez como aliado del imperialismo, títere de las ONG o como ecologista neoliberal. Aunque los movimientos sociales ecuatorianos respaldaran a Yaku Pérez y el candidato fuera un líder visible de las movilizaciones ambientalistas, muchos opinadores de redes sociales que no han puesto un pie en Ecuador, decidieron que Pérez era un falso ambientalista aliado del imperio.

Te puede interesar:  LAS ELECCIONES EN BRASIL Y EL ASCENSO DE LA EXTREMA DERECHA
 

El extremo caricaturesco se lo debemos a Juan Carlos Monedero, quien cuestionó que el candidato fuera ambientalista y que los “indígenas reales” apoyaran a Pérez. ¡Anda tío! No importa que las organizaciones ambientalistas del Ecuador lo respalden, ni que Pérez tenga el aval del partido indígena más importante de América del Sur. Nada de eso importa, pues si lo dice un académico varón madrileño de mediana edad entrevistado en Telesur…

Si los hechos contradicen tus posiciones políticas, pues peor para los hechos.

 

Algunas lecciones para las izquierdas

A partir de lo anterior, quiero cerrar este texto con algunas reflexiones finales para las izquierdas, en un momento en que América Latina se muestra tan convulsa como esperanzadora.

  1. Los maniqueísmos nunca le han hecho bien a nadie. Presuponer que la política es un enfrentamiento entre buenos y malos, la luz y la oscuridad, la vida y la muerte, la línea correcta y el revisionismo, es tan simplista como peligroso.
  2. No se puede entender a América Latina sin detenerse en las peculiaridades de cada formación social nacional.  
  3. Concebir al progresismo como el único cambio posible es un riesgo. El gran riesgo de los progresismos de la región radica en un posible proceso de moderación progresivo. Es posible que en el corto plazo lo único que identifique a los progresismos sea su posición de contrapeso de los regímenes neoliberales. Sin duda, ese papel no es de menor importancia, pero limitaría las posibilidades de cambio político. Unas semanas antes de las elecciones argentinas de 2019, el diario El País de España publicó un artículo que hablaba de Alberto Fernández como un político “a la izquierda de la derecha, pero a la derecha de la izquierda”[10]. ¿Será ese el destino del progresismo latinoamericano? Esperemos que no sea así, pero la ausencia de autocrítica y la solidaridad internacional incondicionada, son dos ingredientes que podrían contribuir a esa receta.
  4. La polarización antiprogresista tampoco es una solución. En muchos casos los excesos de los gobiernos progresistas han llevado a sus opositores de izquierda a graves errores políticos. El anticorreismo del Partido Comunista Marxista-Leninista del Ecuador llevó a esta organización a apoyar la candidatura del banquero Lasso en 2017. Las posiciones de Marea Socialista en Venezuela han sido criticadas por su ambigüedad ante algunos sectores de la antigua Mesa de Unidad Democrática. Yaku Pérez en su momento declaró que Evo Morales no había sido víctima de un golpe, mientras su esposa afirmó que la izquierda bolivariana era estalinista[11]. Una actitud similar fue defendida por el FIT argentino en la elección de 2015, al afirmar que entre Scioli y Macri no había diferencias políticas de fondo.
  5. No habrá transformación posible sin tomarse en serio una transición ambientalista, antipatriarcal y que redistribuya la riqueza.
  6. La relación entre movimientos populares y gobiernos alternativos debe tomarse en serio. Un programa de transición solo podrá alcanzarse desde el Estado, transformando al Estado, por fuera del Estado y contra el Estado. Más que una contradicción, es un juego de relevos políticos que permita transformar instituciones, prácticas y relaciones sociales.

 

 

[1] Ver, por ejemplo, el libro de William Sacher, “Ofensiva megaminera china en los Andes. Acumulación por desposesión en el Ecuador de la Revolución ciudadana”, Quito, Abya-Yala, 2017.

[2] BBC. “Yasunidos” Los jóvenes que desafían a Correa en a polémica por Yasuní, 14 de abril de 2014 https://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/04/140414_ecuador_petroleo_parque_yasuni_mxa

[3] El mundo, Guerra minera entre los indígenas Shuar y el gobierno del Ecuador, 24 de diciembre de 2016, https://www.elmundo.es/internacional/2016/12/24/585e5a7d22601d755d8b45cf.html

[4] BBC. Ecuador: Correa amenaza con renunciar si despenalizan el aborto, 11 de octubre de 2013, https://www.bbc.com/mundo/ultimas_noticias/2013/10/131008_ultnot_ecuador_correo_aborto_renuncia_cch

[5] Ver el texto de Diego Cano, Cano, Diego. Regresión laboral en el Ecuador y sus consecuencias: gobierno de Rafael Correa, https://repositorio.uasb.edu.ec/handle/10644/951

[6] El Universo. Rafael Correa dice que no cederá a sindicatos, 22 de noviembre de 2015, https://www.eluniverso.com/noticias/2015/11/22/nota/5253498/correa-dice-que-no-cedera-sindicatos/

[7] Pablo Ospina, Acción Ecológica: Una organización popular ilegalizada en Ecuador, https://nuso.org/articulo/accion-ecologica-una-organizacion-popular-ilegalizada-en-ecuador/

[8] https://conaie.org/2015/11/20/respuesta-a-rafael-correa-ante-su-pronunciamiento-sobre-la-conaie/

[9] La República, Exigen la libertad de detenidos durante protestas contra gobierno de Correa https://www.larepublica.ec/blog/2015/08/26/exigen-la-libertad-de-detenidos-durante-protestas-contra-gobierno-de-correa/

[10] https://elpais.com/internacional/2019/06/28/argentina/1561758567_226324.html

[11] Manuela Picq, esposa de Yaku Pérez, se diferencia de la izquierda bolivariana https://cnnespanol.cnn.com/video/ecuador-elecciones-presidente-yaku-perez-izquierda-plural-manuela-picq-live-alejandra-oraa-cafe-cnne/