Ecuador: La pandemia y la condensación de la movilización social

Con el obsceno fraude, que no se limita a los cambios en los números de votos en las urnas, sino a todo el proceso viciado y degenerado de la democracia representativa, por efecto de su mercantilización y corrupción institucional, ¿los pueblos debemos persistir en destinar toda su energía de movilización social a tomarse el Estado (poder político de las élites dominantes), o al contrario dirigirla a construir formas autónomas de organización política que no destruyan lo fundamental de la vida.



La pandemia y la condensación de la movilización social

Natalia Sierra
Ecuador Today

Algunas ideas acerca de la votación del Pachakutik

Una de las sorpresas de la primera vuelta electoral fue, sin duda, la alta votación que obtuvo las listas de Pachakutik; históricamente no había pasado del 3% en alianzas con otros partidos, al menos para las representaciones nacionales. En el 2018 hubo una votación importante para la representación local, que colocó a Pachakutik como tercera fuerza electoral, junto al progresismo conservador y al liberalismo conservador de la derecha. Sin embargo, de lo cual, pasar de 3% a 20% en la votación nacional no es una evolución de la votación del 2018. Creo que el salto cuantitativo en la votación del movimiento indígena responde a la circunstancia abierta por la crisis sanitaria y la declaratoria de pandemia a nivel mundial. La paralización social del 2020 condensó: por un lado, las tres décadas de lucha social articuladas por el movimiento indígena, en contra del capitalismo neoliberal-extractivista y de la colonización cultural; y por otro, la energía social femenina que intuye los caminos humanos que perseveran en cuidar la vida.

 

Si observamos las provincias donde mayor votación tiene Pachakutik – 7 de las 10 provincias de la Sierra y las 6 de la Amazonía -, es claro identificar que son aquellas donde hay fuerte presencia del mudo indígena y de sus organizaciones sociales y políticas. Desde la llegada de la democracia y la aplicación de la política neoliberal, el mundo indígena y campesino a través de sus organizaciones sociales desplegaron un proceso sostenido de resistencia y lucha en contra del capitalismo extractivista y colonial. Un proceso de lucha en contra del proyecto de las élites económicas globales, el mismo que fue ejecutado por todos los gobiernos “democráticos”, que se sucedieron en estas 4 décadas. Más allá, de las diferencias entre un gobierno y otro, todos respondían a las demandas de los ciclos del capital internacional y a las disputas políticas de los grupos de poder económico regionales y nacionales; de ninguna manera a la existencia de un proyecto realmente popular. Durante cuatro décadas, con las variaciones propias de la confrontación con el poder, la lucha antineoliberal y anticolonial se mantuvo gracias a la organización y movilización del movimiento indígena, campesino y popular, con la dirección política del primero, que logró ser el referente del antineoliberalismo, el antiextractivismo y anticolonialismo.

 

A lo largo de estos 40 años, la energía de la movilización social se mantuvo constante, con momentos de alta y baja intensidad. La década de los noventas, abierta con el primer levantamiento indígena, fue un período intenso de movilización social contra el proyecto neoliberal, que defenestró los gobiernos de Bucarán, Mahuad y Gutiérrez.  Desde el 2006 hasta el 2019 asistimos a un periodo de baja intensidad de las movilizaciones, por efecto de la política estatal de control, represión y destrucción sistemática de las organizaciones sociales, que implementó el gobierno del progresismo conservador. En octubre del 2019, la intensidad de la movilización retornó con la fuerza del primer levantamiento de 1990, sin embargo, debido a la paralización social de la pandemia no pudo desplegarse en el 2020. Se produce, así, una represión abrupta de la energía de la movilización social, que, al no poder desplazarse en las formas de levantamientos, marchas, manifestaciones, caminatas, plantones, consultas populares no oficiales, huelgas, demandas de derechos, etc., se condensa en el respaldo electoral del 2021 a Pachakutik.

 

La abrupta paralización y sus consecuencias económicas y sociales para los pueblos indígenas y campesinos, que como siempre son los más afectados, produce un efecto de condensación de la lucha de estas cuatro décadas, que se expresa en un voto orgánico del mundo indígena, nunca antes registrado. Se produce, creo, un salto cualitativo en la conciencia del mundo indígena, de la identidad cultural a la identidad política, que al no poder expresarse en las movilizaciones se expresa en las elecciones. La votación de respaldo a las listas del Pachakutik, en casi todas las provincias donde hay presencia de los pueblos indígenas autoidentificados culturalmente, muestra el salto a su autoidentificación política.  Votan por los candidatos escogidos por su organización política, no por los liberales conservadores, ni por el progresismo conservador.  Es de hecho un voto que responde al salto cualitativo de la identidad socio-cultural a la identidad política. Lo que queda por saber es: si esa identidad política puede regresar a la movilización social como voluntad de autonomía política respecto a las instituciones del estado, sobre todo a su democracia representativa.

 

La crisis sanitaria, y las consecuencias en la vida social y económica de la población, provocó mutaciones en la estructura de la sensibilidad, tanto individual como colectiva, que lleva a las personas a pensar su existencia y a redefinir principios, valores, prioridades, aunque sea momentáneamente como ocurrió durante el año 2020.  Encerrado, confinado, aislado y empobrecido, el ser humano tiene el tiempo y el espacio para mirarse en su indigencia y conectarse con la vida en sus niveles elementales y por lo mismo fundamentales, como la salud, el alimento, los afectos, la compañía y los cuidados. El planeta entero fue testigo de la importancia vital que tienen todas las actividades que garantizan nuestra vida, así volvimos nuestros ojos al mundo del cuidado, mundo de lo femenino donde se producen los afectos y la empatía que sana el cuerpo y el espíritu, donde se siembra y se cosecha el alimento que calma el hambre. Volvimos nuestros ojos al campo, allí donde miles de familias indígenas y campesinas producen el alimento que nos mantiene vivos; volvimos nuestros ojos a la comunidad donde están los afectos que nos cuidan, ahí donde regresamos cuando estamos mal, cuando las ilusiones de la modernidad se alejan; volvimos los ojos al universo femenino social y natural que siempre proporciona la gracia para vivir.

 

Los cambios en la estructura de la sensibilidad conectaron a mucha gente con lo fundamental de la vida, de allí creo surgió una intuición que llevó a varios sectores urbanos a respaldar la propuesta política electoral de Pachakutik. Es el único movimiento político electoral que emerge del mundo indígena y campesino, no solo el que se encuentra en la ruralidad, sino el que atraviesa la estructura urbana.  Es el único movimiento electoral que por la realidad de sus bases sociales puede proyectar una trayectoria distinta que nos conecta con el mundo de la comunidad, el cuidado y el alimento. La votación urbana del Pachakutik parece haber intuido que hay otro camino distinto al ofrecido por el liberalismo y el progresismo conservador, que no sale de las coordenadas del capitalismo extractivo que depreda la naturaleza, los territorios, la comunidad; que depreda el alimento, el cuidado, la salud y los afectos.

 

Con los resultados no esperados de este último proceso electoral, para los pueblos y sus movimientos sociales surgen estas preguntas:

 

  1. Con el obsceno fraude, que no se limita a los cambios en los números de votos en las urnas, sino a todo el proceso viciado y degenerado de la democracia representativa, por efecto de su mercantilización y corrupción institucional, ¿los pueblos debemos persistir en destinar toda su energía de movilización social a tomarse el Estado (poder político de las élites dominantes), o al contrario dirigirla a construir formas autónomas de organización política que no destruyan lo fundamental de la vida.
  2. ¿La identidad política lograda la limitamos y gastamos en los fraudulentos procesos electorales o la ampliamos y fortalecemos en la movilización social para la construcción de autonomía política, cultural, económica y social que consolide el mundo de los cuidados como fundamento de la vida?
  3. ¿Abandonamos la intuición de pensar y construir la vida por fuera de las coordenadas del capitalismo extractivo, del estado patriarcal y del mercado colonial, o la seguimos y la convertimos en una certeza que nos lleve a afirmar los principios, valores y prácticas del universo femenino, universo de cuidados y afectos hacia la naturaleza externa e interna y al interior de la sociedad?

 
Natalia Sierra. Socióloga, activista de izquierda.  Su acompañamiento en los procesos de lucha de los movimientos sociales ha sido visible; es además profesora de la Universidad Católica.