Qué deberíamos aprender de las protestas de los agricultores indios

Los manifestantes han convertido los campamentos de protesta en lugares comunitarios, espacial e ideológicamente. Cada día, los concentrados ofrecen comida a los policías y a los pobres siguiendo la tradición sij de cocina comunitaria (langar) que funciona con trabajo voluntario. Los hospitales de campaña organizados en los campamentos ofrecen sus servicios tanto a los manifestantes como a los policías que lo necesitan



Qué deberíamos aprender de las protestas de los agricultores indios

 

Counterpunch
Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

10/04/2021

En el exterior de la embajada india en Washington DC, un hombre con turbante azafrán distribuye botellas de agua a las familias de manifestantes que portan pancartas en las que se lee: “Sin agricultores no hay comida”. La concentración es una muestra de la creciente preocupación internacional, especialmente entre las comunidades indias en la diáspora, por las protestas pacíficas de los campesinos indios que se oponen a las recientes propuestas de ley que pretenden desregular la agricultura india.

Cuando, al terminar el acto, mi familia y yo nos dirigimos hacia casa, una mujer nos detiene al ver nuestros carteles y me dice: “Es lógico que protesten allí [en la India] pero ¿por qué protestan ustedes aquí?”. Lo que en realidad me preguntaba, en una época en la que se multiplican las protestas, es por qué demonios debería importarle a la comunidad internacional lo que pasa en India y por qué estas protestas en concreto habían logrado tanta repercusión. La respuesta no radica tanto en los motivos de la oposición del movimiento campesino como en el modo en que los manifestantes se están organizando en Nueva Delhi.

El espeluznante paralelismo de las imágenes de la cara del manifestante sij Ranjit Singh bajo la bota de un agente de policía indio y la foto de la rodilla de un policía estadounidense sobre el cuello de George Floyd nos recuerda que la injusticia desenfrenada repercute más allá de las fronteras. Durante cuatro meses, los campesinos indios han protestado pacíficamente con sus tractores y sus carros en las afueras de Nueva Delhi. Las proposiciones de ley pretenden desregular la agricultura, lo que impediría a millones de campesinos conseguir su sustento y  causaría una degradación ecológica. Este cambio legislativo recuerda a la desregulación de la agricultura en Estados Unidos que fue la ruina de los pequeños granjeros y aceleró la desertificación.

Los manifestantes se enfrentan al gas lacrimógeno y los cañones de agua de la policía y a la violencia de los simpatizantes de extrema derecha del partido nacionalista hindú del primer ministro [Narendra] Modi, el Bharatiya Janata Party (Partido Popular Indio). El gobierno ha bloqueado internet, la cobertura de teléfonos móviles y el acceso al agua en los campamentos. Sin embargo, sus esfuerzos por sofocar, sin armar mucho ruido, una protesta que no ha dejado de crecer han fracasado gracias a la naturaleza decididamente unitaria de las protestas. Meses atrás, Rihanna y Greta Thunberg publicaron tuits en apoyo de los campesinos, lo que colocó el asunto en el foco internacional. Cuando Estados Unidos se enfrenta a una creciente polarización política y cultural tras el mandato de Trump, las protestas en la India ponen de manifiesto un prometedor antídoto al creciente populismo derechista y al nacionalismo étnico más allá de las fronteras.

 

En un emocionante artículo publicado poco después de la elección de Trump, Andrés Rondón articula una serie de estrategias para contrarrestar el populismo oponiéndose a la polarización y buscando un terreno común con los demás. Al adoptar estas y otras estrategias, las protestas de los campesinos en la India representan la antítesis del populismo y sirven de modelo para contrarrestar dicha polarización. En ellas se da cita una concurrencia diversa de identidad religiosa, casta, afiliación política, edad y vocación. Entre los manifestantes hay agricultores, personas famosas y urbanitas de clase media, unidos por la preocupación universal en relación con la comida y la agricultura. Todos tenemos que comer y la comida no depende de esas categorías.

Al generalizar la identificación con lo indio más allá de afiliaciones basadas en la religión o en la clase social, los manifestantes han convertido los campamentos de protesta en lugares comunitarios, espacial e ideológicamente. Cada día, los concentrados ofrecen comida a los policías y a los pobres siguiendo la tradición sij de cocina comunitaria (langar) que funciona con trabajo voluntario. Los hospitales de campaña organizados en los campamentos ofrecen sus servicios tanto a los manifestantes como a los policías que lo necesitan. Estas iniciativas colectivistas radicales minimizan la polarización y el desdén hacia los “otros” indeterminados, toda una proeza frente a las tácticas de mano dura de Modi. Mientras la mayor parte de las protestas actuales profundizan en las divisiones basadas en la identidad (recuerden la insurrección del Capitolio), los manifestantes en la India representan una rara concurrencia de religión, casta y edad  unidas por la preocupación universal por la comida y la agricultura.

Eso es lo que deberíamos aprender de las protestas de los campesinos: cómo enfrentarnos a la creciente polarización armándonos de pluralismo, integración y oposición pacífica democrática. En Estados Unidos y en la India esta clase de iniciativas pueden servir de antídoto a la enfermedad del populismo radical y las políticas restringidas de identidad. No es casualidad que las protestas de los campesinos en la India sean una de las mayores en la historia y vayan en aumento. Las obvias consecuencias negativas del proyecto de ley tendrían repercusiones medioambientales, económicas y culturales dentro y fuera de aquel país y es evidente que el mundo debería preocuparse por ello. La continuada mercantilización neoliberal para privatizar el uso de la tierra propuesta por Modi entra en conflicto con su uso como forma de vida y tejido cultural de los agricultores indios. Sin embargo, la verdadera excepcionalidad de las protestas y del creciente apoyo que están recibiendo se basa en la naturaleza peculiar del modo en que se están realizando.

La comunidad global debe aprender de este ejemplo cómo enfrentar el creciente nacionalismo étnico y la división política mediante una integración unificada basada en los intereses comunes, y no en el desprecio hacia el otro. Los manifestantes han aceptado con brazos abiertos la diversidad y han ampliado la identificación con “lo indio” más allá de la afiliación política o religiosa. De la misma manera, nosotros debemos ampliar, en lugar de restringir, la identidad nacional en el contexto de la globalización. Solo cuando adoptemos ese pluralismo colectivo podremos superar el populismo polarizado.

Harleen Kaur es doctoranda de antropología sociocultural de la Universidad de California en Davis y la orgullosa nieta de granjeros punyabíes.

Fuente: https://www.counterpunch.org/2021/04/08/what-should-we-learn-from-indias-farmers-protests/