Hasta hoy (¿y hasta cuando?) las grandes mayorías hemos leído y pensado la historia de América situados en la visión vencedora del conquistador, visión ilustrada-republicana. Desde la conquista, pasando por la colonia y la supuesta independencia; de la monarquía a la república, siempre la Europa vencedora es la que ha escrito la historia. Es Europa la que interpreta y justifica los errores y horrores cometidos por esa civilización a la que por la fuerza pertenecemos. Y no podía ser de otra manera dada las características de una ocupación violenta de un rico territorio por unos invasores ávidos de riqueza fácil, que consideraron a sus pobladores seres primitivos, estancados en el proceso evolutivo. Llegaron a negar la condición humana de los conquistados. Al venir simplemente por las riquezas, nunca el conquistador consideró siquiera una especie de negociación cultural con los pueblos originarios. Si la cruz de madera no los domesticaba, sin demora lo hacía el acero de la espada. La mayoría de la población aborigen fue exterminada y algunas minorías asimiladas en condición de esclavos o sirvientes para extraer las riquezas de la tierra junto a los esclavos africanos, botín de guerra que era embarcado a Europa.
Hora de cambiar el lente vencido
ruptura.org 17.Abr.21 Construcción desde abajo
DES-UBICADOS de este chantaje bipolar es posible observar en este continente el nacimiento de otra forma de asumir las luchas. Que se está iniciando una disputa entre una civilización agotada en discurso y argumentos, y otra naciente, heredera y con base en modelos culturales considerados atrasados y derrotados. Una civilización que sobrevivió arrinconada estos cinco siglos y hoy emerge después de una paciente espera. El foco más fuerte se encuentra sin duda en las manos de los descendientes de los Mayas en México.
Será posible empezar a zafarse de esta visión eurocéntrica?
DES-SITUARNOS Y RE-LOCALIZARNOS en otro plano interpretativo es condición para releer la realidad americana, pero no va a resultar sencillo tras cinco siglos de influencia europea. Son decenas de generaciones impregnadas de una historia que habla de monarquías malas o buenas, de Repúblicas buenas, de caudillos necesarios y demás a las que hay que conducir y sacrificar en pos de la democracia, para alejarlas del sufrimiento, liberarlas de las opresiones y acercarlas a la felicidad.
El capitalismo naciente llegó a las tierras que buscaba, plenas de oro y plata para desarrollarse y expandirse. Cinco siglos después ese capitalismo en su forma neoliberal, despojado de cualquier rasgo humanizante (conquistado por la gente) que haya podido tener y basado desde su origen en el interés individual por encima de cualquier forma de comunidad, es quien rige la vida y la economía planetaria. Este sistema patriarcal llega hoy a límites inimaginables algo más de un siglo atrás. En ese entonces no podía existir la certeza que la explotación intensiva de los recursos naturales llevaría a su agotamiento; que la quema de combustibles fósiles para satisfacer el modo de vida consumista de una minoría calentaría el planeta; que la dominación de todo lo femenino, incluyendo a la mujer llamada naturaleza, traería consecuencias tan graves como la amenaza a la vida en el planeta.
Re-situados ya en otro ángulo nos podemos preguntar cuál independencia se logró tras las guerras en este continente durante el siglo XIX. La familia, los libros, la escuela, los políticos nos repiten sin cesar que gracias a esas gestas heroicas hoy somos libres, independientes y soberanos. También podemos preguntar qué felicidad trajo a este continente el proceso insurreccional con etiqueta de izquierda, guiado por doctrinas socialistas también importadas de Europa, en dónde nos enrolamos millones de almas esperanzadas en alcanzar la redención social desde la década de los ‘60.
La guerra de resistencia contra los conquistadores que libraron los pueblos originarios y algunos levantamientos de los esclavos en distintos momentos, eran disputas entre dos civilizaciones; no así las guerras de independencia y las insurrecciones de izquierda, que han sido disputas internas dentro de la misma civilización occidental. Las guerras de independencia: la lucha de blancos americanos con blancos europeos para romper los lazos coloniales y crear Repúblicas con gobiernos autónomos, conservando las mismas estructuras sociales y económicas; las insurrecciones izquierdistas por la liberación nacional y el socialismo: luchas impulsadas por partidos dotados de una teoría científica-social que los convertía en vanguardias autoproclamadas con el derecho de conducir a la clase obrera a arrebatarle el poder a la burguesía, instalando una dictadura que gradualmente desembocaría en el socialismo, fue continuación de la lucha entre dos proyectos occidentales.
Las promesas de esos proyectos se desdibujaron rápidamente. La independencia fue para los de arriba, a pesar que los sacrificios fueron aportados mayoritariamente por los deabajo. La liberación nacional y el socialismo han sido simples consignas en los países que sufren estos regímenes, que han perdido y siguen perdiendo sus pocas libertades bajo la dominación de burocracias partidistas militarizadas, aliadas al gran capital. Discurso socialista y ejecutorias neoliberales es lo normal en Cuba, Venezuela, Nicaragua…
En qué momento nos encontramos?
Podrá el capital, con todo su arsenal de recursos (entre ellos el covid-19) mantener enajenada de la realidad a la población mundial a medida que el colapso ambiental avanza?
Por cuánto tiempo las muchedumbres hambrientas seguirán esperando, como espectadores, que las soluciones vengan de la izquierda o de la derecha?
DES-UBICADOS de este chantaje bipolar es posible observar en este continente el nacimiento de otra forma de asumir las luchas. Que se está iniciando una disputa entre una civilización agotada en discurso y argumentos, y otra naciente, heredera y con base en modelos culturales considerados atrasados y derrotados. Una civilización que sobrevivió arrinconada estos cinco siglos y hoy emerge después de una paciente espera. El foco más fuerte se encuentra sin duda en las manos de los descendientes de los Mayas en México, que insurgieron hace casi cuatro décadas, en las cuales han echado a rodar por todo el mundo un claro discurso acompañado de una práctica coherente, que barre con la tradición occidental de caudillos dirigiendo masas; plantea que la lucha no es por conquistar el poder del estado y que a quien le toque asumir un mando transitorio y rotativo, lo hará como servicio, obedeciendo al pueblo; promueve un acercamiento respetuoso a todos los movimientos populares del mundo, sin distingos étnicos, de género, de identidad sexual, para unir esfuerzos porque la lucha es a escala global; su organización autónoma en Caracoles (antiguos municipios) la defienden con la vida, de los ataques de los paramilitares pagados por los gobiernos de izquierda o de derecha y de las bandas criminales al servicio del capital.
Al Zapatismo se unen hoy muchas luchas como la de los Mapuches y otras etnias en todo el sur del continente, al lado de innumerables micro-experiencias urbanas regadas por el continente Abya-Yala, que buscan atrapar las esperanzas perdidas en manos de una decadente cultura política.
Marzo2021
siraguillermo876@gmai.com