La “oposición” en su paradoja
Casi dos años atrás, Noel Vidaurre (1/10 de los candidatos presidenciales post abril 2018), en una famosa entrevista con el presentador Jaime Bayly en Miami, explicando por qué, aun sabiendo el fraude seguro, apoyaba ir a las elecciones que convocaría Ortega para noviembre 2021, declaró: “Si hay fraude, habrá insurrección popular para el 2021”.
De hecho, al día de hoy, todas las fuerzas políticas de “oposición”, que se muestran unánimes en no cuestionar y hasta defender el “derecho de Ortega a ser candidato presidencial” (sic. Cristiana Chamorro) y a su goce de costos mínimos de salida (sic. Arturo Cruz), predican lo mismo que el desafortunado Vidaurre, expulsado de esa entrevista en vivo, por un asqueado Jaime Bayly ante esa postura atorrante del político conservador: Hay que ir a elecciones, aunque sabemos que es un fraude, pero no hay otra alternativa para evitar la guerra civil. Haremos una campaña para lograr una avalancha de votos contra el fraude «como nunca antes la ha visto Nicaragua y haremos una defensa absoluta del voto» (sic. Félix Maradiaga); ¿Y si Ortega hace fraude? No somos cotos (sic. Juan Chamorro), el pueblo se levantará indetenible: habrá guerra civil en noviembre 2021 (!).
Es decir, la estrategia de la oposición para evitar la guerra civil, es ir a elecciones con la dictadura intacta, que, por ser fraudulentas, nos llevarán…a la guerra civil.
Ya en su momento (hace dos años), había comentado: “Si Bayly, con las mismas preguntas hechas a Vidaurre, entrevistase a Carlos Tünnermann, a Juan Sebastián Chamorro, a Lesther Alemán incluso (al que Vidaurre le reclama no haber aprovechado en mayo 2018 haberle pedido adelantar las elecciones a Ortega), si entrevistara a Félix Maradiaga, a Azahálea Solís, al mismo Edwin Carcache, a Gioconda Belli, no va a recibir ninguna respuesta estratégica diferente a la expresada por Vidaurre en esa entrevista. Todos manejan esa estrategia del absurdo, tranquila y elegante, coloridamente. Y con voz firme y muy convencida”.
Las falacias numeradas
Ortega y sus operadores deben reír a mandíbula batiente con esta singular estrategia “opositora”, la “Paradoja de Vidaurre”. Miremos en detalle sus proposiciones:
1. “Las elecciones son la única alternativa cívica para evitar la violencia y la guerra civil. Aceptamos a Ortega y Murillo y otros responsables de genocidio, como candidatos, únicamente para descartar para siempre, la solución de la guerra.
2. Las elecciones se darán en un total estado de sitio, sin vigencia de derechos humanos ni constitucionales para nadie, sin garantes internacionales, ni observadores, con participación únicamente de los partidos o alianzas electorales ya reconocidos por el régimen, con el control total del régimen sobre los magistrados y del Consejo Supremo Electoral. Con una “Ley Electoral” totalmente a la medida de la dictadura. Y con un paquete de “leyes” extra electorales utilizables a discreción para ajustes del proceso electoral, (incluyendo la inhabilitación de organizaciones políticas, candidatos y operadores de otras fuerzas políticas, penas de cadena perpetua, cargos de “traición a la patria”, represión a la libre emisión del pensamiento, estrangulamiento de fondos), además del control sobre la Asamblea Nacional, en caso se necesitase de una consulta constitucional en cualquier entuerto de fraude. ¡Ah! y con el ejército y la guardia interna (sicarios uniformados y no uniformados), ambas explícitas instituciones del partido sandinista, plena y convenientemente dislocados en todo el territorio nacional “garantizando la libre emisión y resguardo del voto ciudadano”, escoltando las diversas urnas electorales y “garantizando la paz y seguridad de las familias que han ejercido su derecho al voto”.
3. Por lo tanto, vistas estas condiciones de elecciones no libres, no justas, no observadas, no competitivas, no transparentes, la única manera de evitar el fraude es con el voto masivo de la ciudadanía, una avalancha de votos de tal magnitud, que el fraude en el padrón electoral, en las mesas electorales, en las juntas, en la fiscalización, en el conteo y reconteo, en el sistema informático, en las actas, en las maniobras del “ratón loco”, sea de hecho, ¡imposible! La avalancha de votos será más fuerte que el fraude.
4. Claro, aun ante esa “avalancha de votos y participación ciudadana masiva como pacífica”, puede ocurrir el fraude electoral a favor del partido sandinista, en cuyo caso, la ciudadanía “que no es cota ni tonta” (Juan Chamorro; Vidaurre), se alzará rebelde en una insurrección popular de tal magnitud, que las masas marcharán a pecho descubierto hasta El Carmen, haciendo huir a los Ortega Murillo, para siempre, ¡gracias a la guerra civil que se va a desatar!
Esta sonsa estrategia circular sería solamente eso, si no estuviéramos hablando, no sólo de vidas humanas, sino de historia nacional. La “Paradoja Vidaurre”, solución pacífica para evitar la guerra civil en estas duras condiciones sociales y políticas, nos conduce, por esas mismas condiciones…a la guerra civil (?).
Así que la proposición de “ir a elecciones para evitar la guerra”, es una estafa como estrategia política no solamente por su contenido falaz y su alto costo humano, sino porque implica otra importante proposición implícita en sus enunciados: concurrir a las elecciones de y con la dictadura significa enterrar, renunciar, descartar y deslegitimar, toda lucha cívica no violenta que podría conducir, como todos lo vislumbramos entre abril y julio del 2018, a obligar a la renuncia de Ortega y Murillo al poder.
Las elecciones bajo dictadura intacta, niegan toda lucha cívica legítima: no hay resistencia ciudadana; no hay insubordinación fiscal; no hay desobediencia civil; no hay huelgas de consumo; no hay huelgas o paros escalonados; no hay programados y dispersos piquetes demostrativos; no hay muerte civil (desprecio social) a los chivatos y matones de barrio y comarcas; no hay denuncias formales de los crímenes de lesa humanidad, tortura y tratos degradantes; no hay presión para bloqueo internacional más efectivo a la letalidad del régimen, etc.
Corolario
La “Paradoja Vidaurre” de la oposición no termina allí, pues en uno de sus escenarios, si Ortega pierde, nunca quedará en un tercer lugar, sino en una de las dos posibilidades de la fórmula bipartita del poder, la esencia del modelo electoral diseñado con amor y dedicación de bordadoras, con el Partido Liberal Constitucionalista. Para Ortega, un segundo lugar que le haga ceder la presidencia y vice presidencia, pero conservar los puntos de poder (dominio en la Asamblea Nacional, Ejército, guardia interna, poder de tranque y agitación con su militancia fanática y hasta lumpen, con su poder económico intacto (ningún candidato ofrece confiscarle sus bienes mal habidos), es una óptima estrategia de sobrevivencia y surfeo en la crisis.
En este escenario, Ortega, de nuevo, como en el periodo de Enrique Bolaños, mutará a defensor férreo del parlamentarismo, siendo él y Murillo, entre otros, los diputados claves, en ese cambio cosmético del modelo de poder. Yo diría que el mismo Ortega piensa que éste es el escenario estratégico que más le conviene: “Perder” las elecciones, para realmente, ganarlas. Para la “oposición” alelada, sería “ganar” las elecciones, para realmente, perderlas. Hasta entonces concluirán, tal vez, que una dictadura nunca se juega su poder, en elecciones y que la democracia nunca es un huevo puesto al descuido por esa dictadura.