Travesía zapatista y creatividad indígena

Las chicas del Escuadrón rebelde son descendientes directas de las comandantas e insurgentes históricas Ramona, Esther y tantas otras; han sido protagonistas colectivas de los excepcionales encuentros internacionales de mujeres en territorio rebelde. Van también voces experimentadas, de mayor edad. Y el disruptivo representante de un tercer género, o no-género, en la ecuación zapatista.



Mal hará la sociedad mexicana si no aprecia el talento de las comunidades originarias y de sus hijos. En condiciones más adversas que las de las poblaciones urbanas, pero también más cerca de sí mismas y de la tierra, crean cultura y experiencia política y se comportan libremente. Antes impensable, hoy en cualquier comunidad pueden nacer vocaciones científicas, literarias, plásticas, musicales. En ellas se reivindican la labor y los derechos del que la clásica Simone de Beauvoir llamara “segundo sexo”. Las mujeres indígenas están hoy, admitámoslo, entre lo mejor de México. En la vanguardia del sacrificio histórico, ocupan la primera línea en la toma otomí del INPI, la autonomía purépecha, la oposición a los megaproyectos en Morelos, las imaginativas y ejemplares estrategias culturales de las jóvenes zapotecas y mixes, las tsotsiles emancipadas y las siempre elocuentes mujeres zapatistas.

Con una sinceridad que nunca da gato por liebre, al salir de la Selva Lacandona en cayucos reales y de un barco simbólico, los zapatistas de Chiapas han hecho una puesta en escena. Hoy todo mundo lo hace, empezando por la clase política, descarada y volcada a la figuración televisiva y la invasión del espacio público con las mantas y espectaculares que en pocas semanas serán basura, toneladas de basura.

Lo importante es que la representación zapatista de un viaje por el agua salada (desde una región del mundo donde nadie es marinero, si acaso lanchero en tramos fluviales donde los ríos no se ponen traicioneros) es un acto con consecuencias. Lo que va del cayuco de buena madera sobre un plástico azul en algún claro de la selva a la delegación zapatista, Escuadrón 421, abordando en el Caribe el navío La Montaña en el lugar sagrado maya de Isla Mujeres, es sólo el prólogo de un hecho contundente.

No por avión ni en carro, cruzan las barreras del sistema-mundo y se van en una carabela a contraviento. Y nomás dejen que hablen. Las chicas del Escuadrón rebelde son descendientes directas de las comandantas e insurgentes históricas Ramona, Esther y tantas otras; han sido protagonistas colectivas de los excepcionales encuentros internacionales de mujeres en territorio rebelde. Van también voces experimentadas, de mayor edad. Y el disruptivo representante de un tercer género, o no-género, en la ecuación zapatista.

Deben llevar en su mochila los aportes de un viejo escarabajo llamado Don Durito de la Lacandona, si no es que de plano llevan de contrabando un nuevo escarabajo andante. Aquella figuración entomológica, hoy antológica y aún reveladora, vuelve a los suelos fértiles de la resistencia en el primer mundo (que dondequiera contiene en sí mismos los terceros y cuartos mundos). Van a esa Europa de abajo, atenta a los exilados y nómadas involuntarios, la del autonomismo crítico, la del radical rechazo a la destrucción ambiental, la anticapitalista con sus gobiernos nacionales, sean las coronas abolladas de España y el Reino Unido, las repúblicas derechizadas de Francia, Italia, Alemania, Hungría, o la dictadura de Turquía. Van, en fin, a la Europa de los migrantes mismos.

El Escuadrón indígena, que en mayo literalmente cruza el océano Atlántico, no se dirige al encuentro con los ciudadanos cómodos del llamado Viejo Mundo, en efecto ya decrépito aunque todavía rico, desigual y poderoso. Van con los autonomistas verdaderos, con lo que resisten, con las juventudes que quieren aprender de las noticias del Nuevo Mundo que les lleva una nueva generación de bases de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Es la multiplicación del “efecto Marichuy” en las elecciones de 2018, en su momento considerado como algo simbólico pero que hoy proyecta una sombra de autenticidad y dignidad sobre la pantomima electoral y partidaria de 2021.