La apropiación política de la crítica social

Aunque el látigo sea de izquierdas o derechas, sigue siendo un látigo. Nos replicarán que sin partidos políticos será el fin de la política, a lo que deberíamos responderles que su versión del final de la política no es más que una versión política de su propio final, donde las estructuras de dominación políticas actuales serán derrocadas para el renacimiento de una sociedad sin Amo.



La apropiación política de la crítica social


El Salto
10 may 2021 10:06
 
 
¿Por qué abrazamos a los partidos políticos dogmáticamente en movilizaciones? La respuesta se encuentra en la ideología que opera en nuestra vida social. Decía Marx que la ideología es un “no lo saben, pero lo hacen”, pero ¿y si realmente lo supieran, pero hacen como si no lo supieran?

Vivimos en tiempos confusos. La vida política nos rodea, está en todos lados. Las broncas constantes en el Congreso, las luchas internas partidistas, la ultraderecha campa a sus anchas con el respaldo de los grandes medios de comunicación. Desde aquí, desde Andalucía, somos acribillados todos los días con noticias de fuera de nuestra comunidad, como si no tuviéramos ya suficiente con nuestros propios problemas. Paro, turistificación, servilismo hostelero, la lista es infinita.

Ante este caos estructural, se alzan voces críticas al sistema, que cuestionan al status quo, como podrían ser Miquel Amorós, Ruymán Rodríguez, Francisco Molero o El Salto. Sin embargo, estas voces se disipan cuando los partidos de turno se apropian de dichas consignas, de dichas críticas. Tenemos a Podemos, que para algunos es la segunda llegada de Cristo, que enarbolan la bandera del pueblo, o aquí en Andalucía a Teresa Rodríguez y su “novedoso” partido Andalucía No Se Rinde, que no es más que un refrito de un refrito. En otras palabras, los mismos perros con distintos collares. Expuesta la situación me pregunto, ¿por qué se apropian de nuestras críticas? La respuesta corta sería por la existencia del fantasma ideológico que sobrevuela por nuestras cabezas, inundando nuestros pensamientos e ideas, para que el sistema pueda seguir funcionando.

Nos replicarán que sin partidos políticos será el fin de la política, a lo que deberíamos responderles que su versión del final de la política no es más que una versión política de su propio final

En primer lugar, tendríamos que identificar a qué nos referimos cuando hablamos de fantasma ideológico. Para conocer este término, debemos explicar el fundamento de dicho fantasma, es decir, la ideología. Tomemos como base la definición marxiana de ideología, su «no lo saben, pero lo hacen». De este modo, otorgamos a la ideología una especie de naiveté, una ingenuidad que crea una separación entre lo que realmente se hace y una «falsa conciencia», lo que sería una excusa, en otras palabras.

El ejemplo más claro de esto lo encontramos en la ideología clásica (y no tan clásica) burguesa de la libertad. El universal de “libertad” incluye, entre otros muchos ejemplos, la capacidad de los obreros de vender su fuerza de trabajo, una máscara que oculta la capacidad esclavista y explotadora del trabajo. Otro ejemplo actual sería el universal de “libertad de expresión” que, entre otras opiniones y discursos, favorece y alienta la reproducción exponencial de discursos “pseudo-fascistas”, que se amparan en dicha universalidad. En contraposición a este término marxista de ideología, nos encontramos con lo que Peter Sloterdijk denomina razón cínica:

La fórmula de la «razón cínica» sería: «Saben muy bien lo que hacen, y sin embargo lo hacen». La razón cínica ya no es ingenua, es la paradoja de una «falsa conciencia ilustrada»: se es muy consciente de la falsedad, […] pero aun así no se renuncia a esa universalidad. (Zizek, 2017, pp 73-74).

Esta negación de la ideología crea un fantasma ideológico. Para explicar este fantasma, regresamos a Zizek, «el «cínico» que «no cree», que conoce bien la nulidad de las proposiciones ideológicas, desconoce, en cambio, el fantasma que estructura la propia «realidad» social». “En el término marxista de ideología, la ilusión está en el lado del «saber», mientras que, en la razón cínica, el fantasma ideológico funciona como una «ilusión», un «error», que estructura la propia «realidad», que determina nuestra actividad” (Zizek, 2017, p. 77). 

¿No sabemos, en lo más profundo de nuestra psique, que el sistema de gobierno actual es una ilusión, una pantomima?

Luke Skywalker, el perfecto cínico

Para ilustrar esta ilusión, «saben muy bien que, en su actividad real, se rigen por una ilusión; sin embargo, continúan haciéndolo». Podemos retomar el concepto de trabajo: sabemos que en su concepto de «libertad» nos explotan como trabajadores; sin embargo, los seguimos apoyando, porque, ¿quién no quiere «libertad»? Otro ejemplo más. En la saga de Star Wars, Luke Skywalker es el perfecto sujeto cínico. Él ha dejado de creer en los jedis; conoce perfectamente que la Orden es una ilusión y, sin embargo, vuelve a caer en la ilusión ayudando a Rei y creyendo en ella como jedi. 

En segundo lugar, ¿no es la convicción en la estructura política actual un fantasma ideológico? Partiendo de la razón cínica anteriormente explicada, la respuesta a dicha pregunta es sí. Una reflexión nos da como resultado que somos sujetos cínicos respecto al sistema de gobierno actual. Para argumentar este hecho, no tenemos más que repetir la fórmula de la razón cínica: “Saben muy bien que, en su actividad real, se rigen por una ilusión; sin embargo, continúan haciéndolo”. ¿No sabemos, en lo más profundo de nuestra psique, que el sistema de gobierno actual es una ilusión, una pantomima? ¿No sabemos perfectamente que los gobernadores no les hacen caso a los ciudadanos, que no se preocupan por nuestro bienestar? Sin embargo, esta verdad parece que le aterroriza a la gente, el saber que no hay nadie en el gobierno que se preocupe por ellos (a menos que haya algún fin electoralista, cuando toda la clase política se convierte en magnánimos altruistas); de este modo, nos refugiamos en la ilusión, en el fantasma ideológico que estructura nuestra realidad. Refugiándonos en este fantasma, la posición cínica se articularía de esta manera: “Sabemos perfectamente que el sistema de gobierno actual es una farsa, que no se preocupan por nosotros; sin embargo, seguimos apoyando al sistema y creyendo a los nuevos candidatos y partidos que se hacen fotos con el pueblo”.

Justo esta posición podemos observar últimamente en cualquier manifestación obrera, sindicalista o movimiento social. Todos los partidos de “izquierda” apoyan las manifestaciones y los movimientos, defendiendo las causas populares, prometiendo el oro y el moro. ¿No deberíamos mirarlos a la cara y decirles sin titubeos que no se aprovechen de la clase obrera para ascender en el escalafón político y conseguir sillones? Decir que no, que no vamos a participar en un sistema que abusa de los obreros y las obreras, ya que, aunque el látigo sea de izquierdas o derechas, sigue siendo un látigo. Nos replicarán que sin partidos políticos será el fin de la política, a lo que deberíamos responderles que su versión del final de la política no es más que una versión política de su propio final, donde las estructuras de dominación políticas actuales serán derrocadas para el renacimiento de una sociedad sin Amo.