Indignados, a diez años del 15M

A diez años de uno de los movimientos sociales más importantes en España, compartimos para su libre descarga el libro Indignados, una compilación de Gloria Muñoz Ramírez sobre el 15M que reúne las miradas de Noam Chomsky, Eduardo Galeano, Pablo González Casanova, Ignacio Ramonet, Immanuel Wallerstein, Raúl Zibechi, Naomi Klein, Arundhaty Roy Boaventura de Sousa Santos, Michael Hardt y Antonio Negri, Marcos Roitman y Luis Villoro.



Indignados, a diez años del 15M

Gloria Muñoz Ramírez

A diez años de uno de los movimientos sociales más importantes en España, compartimos para su libre descarga el libro Indignados, una compilación de Gloria Muñoz Ramírez sobre el 15M que reúne las miradas de Noam Chomsky, Eduardo Galeano, Pablo González Casanova, Ignacio Ramonet, Immanuel Wallerstein, Raúl Zibechi, Naomi Klein, Arundhaty Roy Boaventura de Sousa Santos, Michael Hardt y Antonio Negri, Marcos Roitman y Luis Villoro.

Presentación

En el año 2011 algo en el mundo se movió. Los de abajo gritaron su indignación y conformaron un movimiento planetario antisistémico como no se veía quizás desde las revueltas mundiales de 1968.

La primavera árabe, el movimiento de los indignados iniciado en España el 15 de mayo y que se extendió rápidamente a más de 40 países del orbe, además de las movilizaciones estudiantiles latinoamericanas, sobre todo en Chile y Colombia y, por supuestos, el emblemático movimiento Ocupemos en cientos de ciudades de Estados Unidos, no sólo hablan de la esperanza de que el mundo se rebeló, sino que la inconformidad y la rabia pueden transformarse en organización.

Estas protestas se iniciaron con la emergencia de la primavera árabe. Terminaba 2010 cuando Mohamed Bouzizi, joven de 26 años, decidió prenderse fuego frente al ayuntamiento de Sidi Bouzid. Bouzizi, profesionista desempleado, se ganaba la vida vendiendo fruta en un puesto callejero y todos los días era acosado por la policía, que además le decomisaba su mercancía. No pudo más. Su inmolación, sin embargo, no quedó impune. Una ola de protestas inundó a partir de ese momento todo Túnez, con el reclamo central de libertad democrática y fin de la dictadura.

Las protestas tunecinas se extendieron casi de inmediato a Egipto. Luego a Marruecos, Argelia, Siria, Yemen, Libia, con sus respectivas particularidades. Los jóvenes europeos secundaron la revuelta. El 15 de mayo la indignación se manifestó en multitudinarias concentraciones en España, después en Grecia, Gran Bretaña, Italia e Israel. En pocos meses hubo movilizaciones en cientos de plazas de más de 40 países. El desempleo, la falsa democracia, la agresiva disminución de la seguridad social, la precariedad impuesta y la exclusión fueron los gritos comunes.

El 17 de septiembre de 2011, Wall Street, el principal centro financiero de Estados Unidos, fue ocupado por miles de personas, jóvenes en su mayoría. En las siguientes semanas las protestas se extendieron a cientos de ciudades estadunidenses, encontrando en casi todas la represión como respuesta, Pero algo había cambiado: los jóvenes apaleados o los detenidos una vez liberados, regresaban y volvían a ocupar los espacios de los cuales habían sido desalojados.

El lingüista y filósofo Noam Chomsky visitó el campamento de Boston y ahí declaró: “El aspecto más digno de entusiasmo del movimiento Ocupemos es la construcción de vínculos que se está dando por todas partes. Si pueden mantenerse y expandirse, el movimiento podrá dedicarse a campañas destinadas a poner a la sociedad en una trayectoria más humana”.

La enorme brecha entre ricos y pobres es puesta de nuevo sobre la mesa. “Somos el 99 por ciento”, gritan los excluidos del planeta, mientras el acaudalado uno por ciento se aferra a los mercados y al poder. Los estudiantes chilenos son también parte de ese 99 por ciento, por eso encabezan las manifestaciones más grandes en su país después de la llegada de la Concertación. La demanda de educación para todos se despliega allí como parte de una exigencia antisistémica.

En México, la indignación por los más de 60 mil muertos en el contexto de la guerra contra el narcotráfico, implantada por el presidente Felipe Calderón, recorre el país con el sufrimiento de los familiares de las víctimas. Tras el asesinato de su hijo, el poeta Javier Sicilia convirtió su dolor en protesta, y con la consigna de “Estamos hasta la madre”, exige, junto a miles de personas, paz con justicia y dignidad. Su reclamo es escuchado por los zapatistas, quienes en mayo de ese movilizador año colman la plaza de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, en una multitudinaria reaparición pública luego de más de cinco años de no salir de sus comunidades. Ellos, los zapatistas, que, como señala el sociólogo Pablo González Casanova, “no sólo luchan por defender los derechos de los pueblos indios, sino por la emancipación de los seres humanos”. Ellos, los zapatistas, que a casi dos décadas de su insurrección, son el movimiento inspirador y referente obligado de muchas de las protestas globales.

Las movilizaciones en 2011 son de tal envergadura que obligan a la reflexión con el ánimo de tratar de entender qué es lo que ocurre. A los campamentos de Ocupemos en Estados Unidos hacen llegar sus pensamientos Noam Chomsky, Naomi Klein, Immanuel Wallerstein y la reconocida activista india Arundhaty Roy. Desde México aportan sus reflexiones Pablo González Casanova y el filósofo Luis Villoro; y de Portugal llegan las palabras de Boaventura de Sousa Santos. El comunicólogo Ignacio Ramonet camina y reFlexiona desde los campamentos en España, al igual que el escritor uruguayo Eduardo Galeano y el sociólogo chileno Marcos Roitman; Michael Hardt y Antonio Negri reflexionan entre dos continentes; mientras que otro uruguayo, Raúl Zibechi, conocedor de los dolores de América Latina, aporta su mirada. Todos ellos, indignados también, conforman un mosaico de voces generosamente cedidas para esta publicación.

“Esto demuestra que vivir vale la pena, que existe ese otro mundo posible, y que está adentro de la barriga de este mundo infame que tenemos”, afirma Eduardo Galeano desde Barcelona; mientras que Naomi Klein, desde Ocupa Wall Street, no duda en recomendar que “tratemos a este hermoso movimiento como si fuera la cosa más importante en el mundo. Porque lo es. Realmente lo es”.