Black Lives Matter y Zapatismo: romper cercos

En estas últimas semanas, dos de los mayores movimientos sociales de América, emblemáticos por su radicalidad de raíz, por su coherencia, por su determinación moral y material y por su resistencia civil, han construido dos hechos sociales tremendamente originales y esperanzadores.
A su vez, al momento que este artículo está por salir acaba también de iniciar un proceso de levantamiento social de “resistencia civil pacífica y digna”, como nos señalan desde la universidad de la Amazonía colombiana.



Pensar en voz alta la justicia y la paz

Black Lives Matter y Zapatismo: romper cercos

Pietro Ameglio

 

En estas últimas semanas, dos de los mayores movimientos sociales de América, emblemáticos por su radicalidad de raíz, por su coherencia, por su determinación moral y material y por su resistencia civil, han construido dos hechos sociales tremendamente originales y esperanzadores.

A su vez, al momento que este artículo está por salir acaba también de iniciar un proceso de levantamiento social de “resistencia civil pacífica y digna”, como nos señalan desde la universidad de la Amazonía colombiana, que se ha ido extendiendo geométricamente a todos los territorios del país, a todas las clases, identidades y organizaciones social. La acción de no-cooperación y desobediencia civil que lo está articulando nacionalmente es un muy amplio “paro nacional”, acción de mucha radicalidad cuyo nombre puede confudir a veces: no se trata de “parar” sino de “avanzar” al doble de velocidad hacia la justicia, la dignidad y la paz. Claramente existe mucho dolor y temor por la represión brutal gubernamental de todo sentido -empezando por las ejecuciones extrajudiciales y las desapariciones- y por el hambre nacional, pero más aún hay mucha esperanza por la determinación moral y material de casi toda esa población hermana que masivamente ha tomado el espacio público. Acompañamos y aprendemos con humildad desde lo más cerca posible.

BLM: atacar la raíz del racismo y el clasismo

El veredicto por unanimidad (11 miembros del jurado) de culpabilidad del agente Derek Chauvin, asesino de George Floyd, es un “hecho histórico excepcional” en los Estados Unidos, derivado de un “hecho social normal” -que todos los días se multiplica en las redes sociales- en el mismo país, que muchísimas comunidades viven cotidianamente: el abuso, violencia brutal militarizada e impunidad policial; el racismo sistémico hacia los afroamericanos y demás minorías. Existen innumerables testimonios y materiales claves para corroborarlo que cada vez salen más a la luz pública; particularmente recomendamos el documental “Enmienda XIII” de Ava Du Vernay, quien también filmó la muy buena película “Selma”, sobre la lucha de Martin Luther King y los derechos civiles.

Está claro que este veredicto es excepcional, no normal, pero que no modifica al sistema y a la impartición de justicia, aunque sí es un importante paso hacia adelante hacia ese cambio indispensable y urgente. Se trata de un “punto de partida” y no “de llegada”, pero en el sentido de la esperanza y no de la ilusión. Claramente no hay que disminuir el apoyo ni la intensidad creciente de las acciones de denuncia y resistencia, ni de las negociaciones de poder, pensando que ya se logró el objetivo.

Es central comprender cómo se llegó a este veredicto, a partir -entre otros procesos- de un gran y creciente movimiento social como el Black Lives Matter (BLM), que articula infinidad de grupos, organizaciones, colectivos y personas a todo lo largo y ancho del país, en un liderazgo horizontal, descentralizado, intercambiable, no personalista, noviolento, propositivo…La lucha, aglutinada en estas últimas etapas por este movimiento, ha permitido desnudar públicamente nacional e internacionalmente con una enorme claridad y legitimidad el brutal racismo y clasismo estructural de la sociedad y estado norteamericanos, con muchas raíces del “supremacismo blanco”; ha quedado transparente que no es sólo un problema de raza sino también de clase, pobreza y exclusión social.

Las movilizaciones sociales han tenido una gran riqueza y variedad estratégica y táctica, con acciones de difusión pública tipo foros, medios de amplio espectro, negociaciones…; pasando a grandes movilizaciones de masas en espacios abiertos (sobre todo de marchas y mítines…), acciones de no-cooperación (boicots…) y de desobediencia civil (estar en la calle durante toques de queda…). Siempre buscando sumar a la mayor cantidad de gente posible interclasista, interétnica e intercultural, con un importante carácter simbólico y festivo; y evitando caer en provocaciones de grupos violentos y de la policía militarizada. El objetivo ha sido evitar el aterrorizamiento ciudadano, aumentar la toma de conciencia pública acerca de la gran deshumanización de las fuerzas de seguridad hacia los más vulnerables. Por ello, el movimiento en paralelo desarrolló un gran trabajo de propuestas públicas, jurídicas, educativas y políticas para trabajar en las raíces institucionales, estructurales y sistémicas del racismo, clasismo y violencia policial; en la desmilitarización de la policía (armamento militar, actitud muy invasora y violenta en las calles, comunidades y barrios aterrorizando a la gente como ”enemigos y blancos de guerra”); en el entrenamiento deshumanizante policial donde se separa totalmente el fin de los medios.

En este último aspecto que es fundamental, referente al proceso de des-humanización que sufre un policía en su entrenamiento, al grado de no ser capaz de escuchar -por desconfianza y racismo- mínimamente siquiera a otro ser humano que le dice “no respiro”, resultan muy ejemplarizantes los argumentos que usó la defensa del agente Chauvin para justificarlo: su cliente ejerció un “uso autorizado de la fuerza”, usó un “estándar de agente policial razonable”, no utilizó “ninguna fuerza ilegal”, es un “agente sensato”. En síntesis, en el mejor de los casos, un prospecto de psicópata es un agente policial sensato y razonable, que sigue cabalmente las reglas de su corporación y del sistema.

Darnella Frazier: una audacia moral y material ejemplar

Como parte de esta lucha social colectiva y masiva del BLM, está también presente en forma fundamental una acción individual que inmediatamente tuvo reflejos colectivos: Darnella Frazier, una joven afroamericana preparatoriana de 17 años que grabó en su celular por más de 9 minutos el homicidio del policía Chauvin contra el ciudadano inocente George Floyd, que suplicaba por humanidad y aire. Los componentes humanos y morales de esta larga e interminable escena han provocado, como pocas veces en la historia reciente mundial, una “ruptura moral” gigantesca en la sociedad norteamericana -y en parte mundial- con consecuencias materiales y concretas que esperamos profundas y duraderas. Pero existen también aspectos importantes a reflexionar, desentrañar e imitar acerca de la construcción de la identidad moral de Darnella: una identidad moral es quedarse ahí en la escena y no pasar corriendo, otra diferente es quedarse ahí y filmar, y otra mayor aún es filmar y difundir enseguida en redes sociales. Eso es lo que hizo Darnella.

Evidentemente que el celular se ha convertido -entre muchos aspectos- también, cada vez más, en un “arma noviolenta” que permite “desnudar públicamente la verdad”, denunciar y exponer a los victimarios a la justicia, así como defender a las víctimas. La disminución de su costo lo ha hecho más democrático y accesible a grandes mayorías. Pero poseerlo no es sinónimo de tener el valor de filmar, y tener el valor de filmar no garantiza subirlo a las redes, esas son las vueltas de tuerca a construir en nuestras identidades morales.

Sin embargo, continuando con la reflexión de la escena del asesinato del ciudadano George Floyd, desde el ángulo de la acción noviolenta o de la resistencia civil, nos quedan desafíos y preguntas: ¿qué se pudo hacer allí para “detener la mano asesina” de Chauvin? Filmar y difundir en redes fue fundamental para la difusión de la violencia policial y la justicia en este veredicto, pero no fue suficiente para evitar ese asesinato de 9 minutos. Es una pregunta fuerte, y sin ningún sentido de culpa o acusación, pero creemos que debe enfrentarse para que como sociedad civil estemos cada vez menos indefensos ante la violencia de las autoridades. Lógicamente que el miedo es fundamental para no intervenir, pero es clave que no se transforme en terror porque entonces nos paralizará. El miedo manejado y controlado ayuda a reflexionar, y colectivamente a actuar mejor, y tal vez en otra ocasión pudiéramos pensar en alguna forma humilde pero audaz -dos características de la noviolencia- de “meter el cuerpo” -sin arriesgar otra muerte- en una situación así, con un poco de legitimidad y fuerza moral: por ejemplo, tirándonos enseguida los más posibles al piso al lado de la víctima y gritando al lado y fuerte a la autoridad de “parar”; rodeando a los policías de muy cerca gritándoles y con ademanes fuertes y claros de parar y que estamos filmando… O sea, construir situaciones noviolentas pero radicales que nos permitan acercarnos a los cuerpos de los victimarios y desafiarlos moral y materialmente, para intentar que reaccionen y tomen conciencia de lo que realmente está sucediendo en esa “burbuja” que han construido, como dizque cinturón de seguridad. Claro que la reacción de la policía puede ser violenta y peligrosa, pero es un riesgo que tal vez lo colectivo podría disminuirlo y podría salvar una vida.

Nadie pretende decirle a nadie qué hacer, ni hay recetas probadas, se trata sólo de pensar humildemente en voz alta, sin olvidar el “principio de realidad”, cómo disminuir nuestra indefensión social ciudadana, y donde también una identidad moral de resistencia noviolenta exige construir algún tipo de acción directa hacia el victimario, si es que existiera un margen humano posible. La situación con George Floyd no era igual a que si fuera una ejecución paramilitar o extrajudicial instantánea, porque, aunque mínimo, existe un marco legal, institucional y público desde donde buscar enfrentar en algo mínimo a la autoridad violenta, con legitimidad y colectivamente.

Resistir: la Montaña zapatista que va a Europa

Una vez más el zapatismo rompe el cerco -de muy diferente tipo que lo rodea- y construye un hecho de lucha social original, en medio de una pandemia y casi in-movilidad mundial. ¡Vaya paradoja! Habitantes de la selva van en un barco llamado “La Montaña”, por aproximadamente ocho semanas -cruzando “en reversa a la Conquista”- de isla Mujeres en México a Vigo en Galicia. Esta primera delegación será complementada en junio con otra más amplia por vía aérea, y se encontrarán “entre iguales” y “como iguales” con luchadores y organizaciones sociales antisistémicas y antiautoritarias de unos 30 países europeos. Son alianzas, fraternidades, coaliciones, solidaridades construidas en casi treinta años de zapatismo internacional “desde abajo”, “desde los excluidos”, “desde la lucha social”.

No sabemos qué va a resultar de este encuentro, reflexión colectiva y aprendizaje mutuo, alianza de luchas internacionales afines y de cambio de raíz del sistema-mundo capitalista globalizado, pero sin duda hay un componente importante de esperanza y estrategia considerable, que a todxs nos alienta a luchar más y mejor. Casi todos estos movimientos y luchadores sociales parten del compromiso local de la comunidad, la aldea, el vecindario, pero al actuar en esa escala su lucha y mensaje se vuelven universales y más allá del tiempo coyuntural. Ahí está la raíz e inspiración de esta “otra globalización”, paradójicamente de los “globalifóbicos”.

El zapatismo siempre ha usado el humor y la paradoja como un arma de lucha social: nos cubrimos el rostro para que nos vean, usamos fusiles aspirando a que sean inútiles, viajamos en una montaña por mar, nos movemos cuando todxs nos piden estar in-móviles en casa, resistimos cuando el sistema nos pide resignarnos a sus fatalidades…