Lo común y lo público, el estado y las comunidades: Lo común tiene un elemento fundamental: la transformación de lo público

Marco Aparicio preside el Observatori DESC, un centro de derechos humanos que concentra sus esfuerzos en desmontar la percepción devaluada de los derechos sociales en relación a otros derechos considerados fundamentales.



Marco Aparicio: “Lo común tiene un elemento fundamental: la transformación de lo público”

Presidente del Observatori DESC, Marco Aparicio ha editado junto a la urbanista Ana Méndez de Andéz y el sociólogo David Hamou ‘Códigos comunes urbanos’, un volumen donde se recopilan experiencias para repensar el concepto de común.

El Salto

21 may 2021 05:16

Doctor en Derecho Público y profesor de Derecho Constitucional en la Universitat de Girona, Marco Aparicio preside el Observatori DESC, un centro de derechos humanos que concentra sus esfuerzos en desmontar la percepción devaluada de los derechos sociales en relación a otros derechos considerados fundamentales.

Junto a la urbanista e integrante del Observatorio Metropolitano de Madrid, Ana Méndez de Andés, y el doctorando en Sociología y colaborador del Observatori DESC, David Hamou, acaba de editar Códigos comunes urbanos (Icaria, 2020) un compendio de escritos y experiencias para repensar el concepto de común e imaginar un autogobierno ciudadano de los recursos necesarios para la vida en las urbes del siglo XXI.

Empecemos por el principio, ¿qué son los comunes urbanos?
Por comunes urbanos planteamos un espacio de convivencia de un cierto número de personas en el que las relaciones se generan a través de unas reglas que no sean las determinadas fundamentalmente por el Estado y por el mercado. Me refiero a relaciones y no tanto a bienes concretos o a objetos específicos: el elemento central que defendemos en el libro es el proceso de puesta en común de una serie de necesidades, intereses y anhelos —individuales y colectivos— donde, para satisfacerlos, no recurres a lo que te ofrece o puede garantizar el Estado desde la lógica institucionalizada y burocratizada que tiene en su configuración moderna, o el mercado a través de los procesos de mercantilización.

Según señaláis en el libro, se plantean no solo como alternativa a lo privado y al neoliberalismo dominante, sino también a lo público o estatal. ¿En qué se diferencia lo común de lo público?
Hay un debate importante que es cómo configuramos lo privado a través de lo común. Es desmercantilizar y delimitar con mucha claridad cuál es el papel de lo privado, hasta dónde llega, con qué reglas, condiciones y bajo qué principios. Pero en el libro fundamentalmente queremos ir a este debate que planteas porque es una disputa muy potente.

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Ha habido un momentum de contexto electoral, que arrastra consecuencias de procesos de movilización del 15M y otras formas de movilización frente a la crisis, que tuvo una expresión en esas candidaturas ciudadanistas de municipios transformadoras de 2015 a 2019. En buena medida, creemos que el sonoro fracaso electoral posterior de casi todas las candidaturas, excepto —de aquella manera— Barcelona y Cádiz, nos lleva a un buen momento para replantearnos qué entendemos por municipalismo y hasta dónde era posible la transformación de la institucionalidad pública para que sea útil y válida para la garantía de las necesidades sociales colectivas. Es ahí donde creemos que lo común tiene un elemento fundamental, que es la transformación de lo público. No es sustituir a lo público ni marginarlo, sino transformarlo, y para eso hablamos del devenir común de lo público.

Entendemos que frente a una estructura donde lo público, empezando por los propios municipios, ha devenido en una estructura burocratizada, jerarquizante, delegativa y sin mecanismos de control, el espacio local es el primer eslabón de esa estructura del Estado cuando podría ser el primer eslabón de la transformación de lo público hacia una estructuras de cogestión, coparticipación y empoderamiento de estructuras colectivas de participación. Es ahí donde está la disputa: con qué ritmos y con qué escalas transformar lo público para que sea capaz de acompañar los procesos comunitarios.

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¿Ha arraigado esa concepción de comunes urbanos, tales como el agua, la energía o el espacio público, en el Estado español en ese ciclo?
Ese es uno de los grandes retos. Cuando hablamos de comunes urbanos la mente se nos va rápidamente a proyectos que tienen que ver con casas okupadas, con algunas gestiones del espacio público más o menos participadas o protagonizadas por la gente. A veces son cosas puntuales: una fiesta mayor en una calle, una cena popular sin la tutela ni los filtros y controles burocráticos de la institucionalidad. Esos proyectos están ahí, existían antes del ciclo municipalista de 2015, y uno de los principales retos de ese ciclo era hasta qué punto esas candidaturas que en cierta medida partían de esos movimientos eran capaces de poner la institución al servicio de ese tipo de iniciativas, sin sustituirlas y sin crearlas artificialmente.

¿Lo consiguieron al menos en parte?
Mi opinión personal es que, siendo consciente de las dificultades, se quedaron a bastante distancia de la posibilidad de hacerlo. Es cierto que hubo intentos. En el caso de Barcelona hay todo ese trabajo de lo que se llamó Patrimoni Ciutadà, una manera de conceptualizar esa idea de que hay bienes sociales en las ciudades que deben ser gestionados de manera central por los propios usuarios y usuarias con mecanismos que respeten su esencia como comunes, que respeten la universalidad, el carácter democrático de la toma de decisiones, la replicabilidad y no se trate de experiencias aisladas autorreferenciales. Ese inicio de diseño de un dispositivo institucional que permitiera dar nombre a todo eso y acompañarlo se quedó en un diseño general, necesitado de mayor concreción para poder acompañar procesos sociales con mayor fuerza. Eso hay que ponerlo también en el contexto de un disputa muy fuerte con el mercado, y eso tiene un peso especialmente importante donde el mercado tiene el ojo puesto, como es Barcelona.

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Hablemos de otra experiencia. El agua es uno de esos bienes que puede ser considerado como común urbano. ¿Remunicipalizaciones como la vivida en Terrassa son un camino a seguir?
Es la experiencia más cercana a la concepción de que el agua, además de ser un recurso que debe ser gestionado de manera pública, tiene que ser un recurso que tiene que ser aprehendido y protagonizado por los propios usuarios y usuarias y, por tanto, tiene que ser un recurso común, garantizando procesos de participación y cogestión. Es lo más cercano porque un proceso de remunicipalización lo que hace es cambiar la titularidad de la gestión de privada a pública. Ese paso puede suponer poco, porque a la empresa privada puede sustituirle una pública que puede no ser permeable y estar aislada de procesos de participación, de toma de decisiones compartidas con los usuarios y usuarias como los criterios para hacer frente a las situaciones pobreza energética, etcétera.