“La vida se responde a la vida por la cercanía”: ollas y merenderos populares en Uruguay
Desordenando mundos
Hace varias semanas conversamos con el equipo interdisciplinario a cargo de la investigación “Entramados comunitarios y solidarios para sostener la vida frente a la pandemia. Ollas y merenderos populares en Uruguay 2020” para conocer el proceso de trabajo y las resonancias de ese informe.
Se trata de un trabajo interdisciplinario, en el marco de un Espacio de Formación Integral coordinado por el Departamento de Sociología-FCS y el Servicio Central de Extensión y Actividades en el Medio. Colaboraron en el mismo el Centro de Estudiantes de Ciencias Sociales y se realizaron aportes económicos y técnicos desde AEBU.
En el informe, presentado el año pasado, se realiza un análisis cuantitativo en el que se describe la cantidad y características de las ollas y merenderos populares a partir de una encuesta realizada a nivel nacional entre julio y octubre, y también un análisis cualitativo acerca de las distintas respuestas de la sociedad a la crisis alimentaria, a partir de las entrevistas a redes de ollas, actores relevantes del campo sindical y empresarial, además de las observaciones en territorio realizadas.
En esta entrevista, realizada por Victoria Furtado y Diego Castro, participó el equipo docente que llevó adelante la propuesta: la doctora en sociología Anabel Rieiro, el sociólogo Daniel Pena, el antropólogo Camilo Zino y la economista Rocío Veas. Diego Castro, doctor en sociología, que también integró el equipo de trabajo, en esta instancia entrevistó a sus colegas.
Clases vivas: enseñar e investigar a partir de problemas
Se propuso al equipo que compartieran algunos elementos que quisieran destacar, tanto sea del estudio como del proceso de trabajo; aquello que más les conmovió o resonó con mayor fuerza. La inquietud que despertaron en algunos docentes de ciencias sociales las medidas sanitarias en tanto de alguna manera atacaban el corazón de la sociedad, que como tal es propiamente relacional e interdependiente fue lo primero en ser señalado por Anabel Rieiro. Mencionó asimismo que los aportes que hasta ese momento estaba realizando la Universidad lo eran desde las ciencias duras, por lo que se sintió la necesidad por parte de algunos docentes de también hacerlo desde las ciencias sociales y destacó que existieron seminarios que consideró claves en el sentido “de instaurar la necesidad de hacer nuevas preguntas, de visibilizar nuevas zonas de cuestionamientos, que en la prensa estaban super invisibilizadas”. “Nos parecía en ese momento importante sistematizar cómo se estaban renovando las capacidades colectivas concretamente”, señaló. “Haber podido sistematizar la experiencia de las ollas en su total multiplicidad, total heterogeneidad, me parece que es un acierto, porque nos dio muchas pistas para visualizar algo que no se estaba visualizando en su magnitud y para pensarnos también como sociedad”, agregó.
Daniel Pena, por su parte, contó lo interesante que le pareció el intercambio con los estudiantes en el desarrollo de la investigación. Resaltó el hecho de que los estudiantes hayan estado involucrados desde un principio: “de hecho en parte el proyecto salió por un empuje de los estudiantes del Centro de Ciencias Sociales”, expresó. “Muchos estudiantes quedaron muy vinculados a las ollas, a las redes. Hubo un sostén afectivo que no se si siempre la universidad logra generar, y se generó”, relató.
Diego Castro, en el mismo sentido apuntó, refiriéndose a cualidades específicas del proceso de esta investigación, que “gran parte del relevamiento se realizó a partir del trabajo con estudiantes que hicieron la encuesta pero, a la vez, participando de un espacio que a veces era quincenal o semanal de autoformación en base a los ejes, a las problemáticas que iban planteando. Entonces ese desafío que a veces nos planteamos de enseñar en base a las problemáticas particulares concretas y reales y no sólo sobre cuestiones más abstractas o ejercicios se pudo realizar aquí”. El equipo señaló asimismo estas características particulares de la investigación en el marco de un proceso de formación de estudiantes. Anabel Rieiro recordó que “las clases eran clases vivas, queríamos leer y encontrar respuestas a cosas que nadie tenía idea. Mucho del seminario fue autoformación. No eran lecturas para hacer un ejercicio de algo ficticio, sino que estábamos tratando de encontrar desde la teoría claves para analizar esto que no sabíamos”.
Sobre lo que el equipo fue sistematizando, Rocío Veas resaltó lo interesante de la diversidad de experiencias de ollas y merenderos y enfatizó que para ella fue importante ver que “en la mayoría de los casos existía una organización previa. No es que emergió de la nada”, es decir que hay espacios que recrean con este objetivo concreto de dar esta respuesta a la necesidad alimentaria. Destacó asimismo la “masividad y la potencia del fenómeno, que fue nacional, en todo el país se dió. Y no sólo dio alimento a miles y miles de personas sino que a su vez constituyeron un sostén social muy importante, desde lo afectivo, desde lo vincular, en este momento en donde eso se hace tan necesario”. Expresó que dichas experiencias “logran mostrar la fuerza de la organización social, y de la solidaridad y de la empatía” y remarcó la importancia de que las ciencias sociales “pongan el lente ahí”, “porque en definitiva permite pensar formas alternativas, formas distintas de organizarse”. “El alimento deja de ser un problema individual y pasa a ser resuelto de forma colectiva y eso es bien interesante”, señaló Vega más adelante en su intervención.
Camilo Zino, a su vez, refirió a que uno de los aspectos a resaltar fue el momento mismo en que se realizó el estudio, el registro en el tiempo mismo que las ollas se iban gestando. Y señaló que en ello hay “una potencia en términos metodológicos, en términos de la investigación.” Destacó además que fue el mismo proceso el que “fue guiando a desarrollar ciertas categorías de comprensión sobre lo social”. “Y eso es algo super rico y una característica que tiene esta investigación”, concluyó.
Las formas organizativas de las ollas: tramas existentes y recreadas
Anabel, al igual que Rocío discutió que lo que se conoce como espontáneo es en realidad parte de las tramas existentes y recreadas, destacando “que geográficamente estuvieran en el interior nos pareció un hallazgo muy importante, porque pensábamos que era una cuestión casi capitalina. Estas tramas existen anteriormente. El 51% de las experiencias decían que ya se conocían en algún sentido, desde otras organizaciones barriales. O sea, había relaciones sociales que habilitaban esta activación. Nos cuestionamos mucho lo que entendíamos como algo espontáneo, la sociedad siempre dice espontáneamente hay 700 ollas y hay que pensar bien qué entendemos por espontáneamente. Sabemos que la trama cotidiana existe y esto es lo que me parece es un mensaje de alguna manera esperanzador”. Rieiro agregó que incluso esto fue algo que cuestionó el imaginario de que las ollas existían desde las organizaciones más institucionalizadas, pero que la mayoría eran tramas vecinales. El 43% eran tramas vecinales y 15% familiares, personas que capaz vieron la tele y dijeron mirá en la cuadra no están yendo los niños, cerró la escuela, vamos a hacerle una merienda con mi cuñada. Y también un 11% de clubes deportivos, que nosotros decíamos qué actor tan poco identificado como actor político.” Insistió en las tramas que sostienen la vida, en cómo esa “innata defensa por la vida siempre pasa por las aflicciones entre las personas que vean necesidades en los otros, el que exista cierta empatía para retomar necesidades sociales conjuntas”.
Las claves de la politicidad feminista fueron una de las pistas que el equipo retomó y siguió, según Anabel, “porque la mayoría de las personas organizadoras eran mujeres. Las que consiguen y preparan el alimento, lo sirven en general, en las casas, son las mujeres. Y empezamos a pensar en esta clave, contando estas experiencias desde el punto de vista feminista. Fue emergiendo. Fue esto que nosotros decimos de decir haciendo .”
La experiencia de las ollas y merenderos resuena con otras iniciativas que también se organizan con la sostenibilidad de la vida en el centro y que tienen un carácter territorial, como el caso del Mercado Popular de subsistencia cuya cantidad participantes se triplicó durante el 2020.
Daniel Pena comentó que hubo propuestas empresariales de las que tuvo conocimiento, que planteaban la idea de realizar ollas como “food truck”, con patrocinios. Resaltó, a diferencia de dichas propuestas, “la efectividad de la respuesta de la gente que se conoce de cerca, la potencia del territorio habitado: no están esperando por una gran organización que les venga a decir lo que hay que hacer, o tercerizando la respuesta diciendo vamos a pagarle a alguien para que haga esto”. “Por un lado la abstracción del capital y por otro lado los afectos y vínculos que tienen una potencia, un enlace territorial con el panadero que conozco de todos los días, al que sí le voy a ir a pedir el pan porque sabe quién soy, porque confía. Hay una cuestión de la confiabilidad que no necesita una auditoría de una empresa privada para ver que no me estoy robando la comida, porque me conocen, porque soy de hace 20 años del barrio o del pueblo. Hay ahí algo que no es mercantilizable, no es cuantificable y que responde a la realidad concreta de la territorialidad”, dijo. “Tendemos a pensar que hay que organizar las masas, todo ese discurso más aparatoso, y la vida se responde a la vida por la cercanía. Esos lazos de cercanía cada vez están más amenazados por medios de entretenimiento o por las formas de la mercancía, tercerizar todos los problemas en “la compra de”, mercado-salario, esa lógica. En ese sentido, esto muestra una respuesta fuerte incluso a contrapedal de una pandemia diciendo quédense encerrados en sus casas”, enfatizó.
Memorias antiguas en tiempos de pandemia
Camilo Zino contó que preguntaron sobre la crisis del 2002 a las personas con quienes hablaron y hallaron “distintos grados de conexión de las experiencias actuales con la anterior.” Zino refirió a su vez a las ollas que ya existían, en tal sentido expresó: “en realidad ya existía el hambre en Uruguay antes de la crisis actual, ya había gente que la estaba pasando mal, y existían las ollas. Una de ellas es la de Galpón de Corrales, que surge en 1999 como respuesta a una crisis que afecta a un barrio de matriz obrera trabajadora, una zona de fábricas, galpón frente a la fábrica de FUNSA, que por esos años tuvo un lapso de estar cerrado, y que se mantuvo a lo largo de 20 años funcionando para un circuito de gente que en realidad pasa por distintas ollas en distintos días de la semana. Entonces también hay una continuidad en esa forma organizativa. Identificamos también otra memoria que tiene que ver con la olla en el lugar de la lucha de los trabajadores, de la organización de la huelga de los trabajadores y las trabajadoras. Y ahí hay memorias muy antiguas. Hay cuestiones que son de principios de siglo, pero también por ejemplo en la dictadura, en momentos en que se cerraban los sindicatos y se cerraban fuentes de trabajo, existían ollas en distintas partes del Uruguay, donde el barrio apañaba a los trabajadores que estaban quedando sin trabajo o que estaban haciendo huelga. Y eran ollas en las que el sindicato ponía y también los vecinos, para armar esa olla para quienes se identificaban dentro de su misma pertenencia de clase, de la clase trabajadora.”
Sobre el papel de las ollas ante los conflictos laborales, Zino expresó “cuando hay una huelga, está toda la cuestión de la reivindicación pero también la cuestión de la reproducción, de algún modo, de la vida dentro del conflicto. Entonces la olla también cobra un papel en ese tipo de situaciones. Y eso es interesante también para pensar de qué manera la olla también se convierte en un símbolo, que como todo símbolo hay una construcción de ese significado que hay atrás de las ollas, y que también no puede pensarse la olla popular por fuera de un espacio social, atravesado por relaciones que constituyen ese sentido. Me parece que están esas distintas construcciones de significado y de lo que tiene que ver con lo popular con la olla” Coincide con lo planetado con su colega, “otros emprendimientos que también movilizan respuestas alimentarias pero que no tienen la misma raíz o el mismo sentido o no movilizan lo mismo que las ollas y los merenderos a nivel popular.”
Rieiro expresó la importancia de pensar el tema de las ollas desde una clave histórica, porque “somos individuos sociales pero además somos históricos”. En ese sentido, refirió a la socióloga boliviana Silvia Rivera Cusicanqui, “ella habla de la memoria larga de las resistencias y también de la memoria corta. Y tratamos de pensarlo en nuestra memoria, en Uruguay, cómo sería con esta impronta tan particular que tenemos de pensarnos como excepcionalidad, muy estatista, la Suiza de América y eso. A mí me gusta pensar a veces, desde la sociología política y sólo para provocar a los colegas, que la excepcionalidad uruguaya es el apoyo mutuo. Siempre pensamos la excepcionalidad uruguaya como con esta sociedad más amortiguada, el Estado benefactor. Y a mí me gusta pensar en el apoyo mutuo, porque tenemos un montón, de una historia larga” . Recupera que esta memoria no es sólo la de los inmigrantes , sino que existía en el mundo indígena. Respecto a la memoria más reciente, aparece la crisis de 2002 “cuando entrevistábamos a las distintas ollas, había alguna relación o referencia, no en todas, obviamente, pero o que la habían vivido más con sus padres o habían comido de una olla, en fin, distintos relacionamientos o simplemente saber que está ahí (…) a veces pensamos que existió en un momento y después dejó de existir, y en realidad las resistencias y estas tramas, digamos, que se activan, son intermitentes. Es la propia naturaleza de estas tramas. Y no van a dejar de existir. En esto, también es un mensaje esperanzador en algún momento.”
¿Qué y cómo comemos?
El equipo sigue en la actualidad trabajando sobre aquellas preguntas que el informe abrió, especialmente en relación al alimento “Y ahí hay una clave para pensar, porque muchos de estos colectivos empiezan a politizar más, qué alimentos, no solo desde el punto de vista nutritivo, nutricional, sino de dónde viene, qué relaciones sociales hay detrás del alimento”, tal como indica Anabel.
Se propone también, por parte del equipo, invertir alguna de las sentencias que circulan respecto a las ollas. En palabras de Anabel: “cuando está este discurso, que incluso es desde algunas ollas, de que las ollas no deberían existir, nosotros decimos, lo que no debería de existir es el hambre, pero ojalá sigan existiendo más allá del hambre, para colectivizar el alimento, politizarlo, ver qué relaciones queremos, promovemos”.
Sobre la tensión entre una respuesta que logra organizarse colectivamente como solución a un problema en este caso de alimentación y la posibilidad de resolver individualmente el tema de la alimentación o garantizado mediante intermediación del Estado, Anabel Riero se refirió a que muchas veces se escandalizan algunas cuestiones relativas a las ollas como por ejemplo, respecto a si la misma tiene todos los nutrientes. “Y esto en realidad pasa en las casas, en lo individual, muchas familias comen arroz o procesados. Sobre todo está comprobado que en las crisis aumenta el problema de alimentación, que no es sólo la desnutrición sino también la obesidad y otros problemas por el tipo de alimentación que tenemos. Parece que adquiere mayor escándalo cuando se hace colectivo, cuando se hace público”, precisó.
Investigar desde los bordes
Sobre las dificultades de las ciencias sociales para abordar estos procesos, Rocío Veas expresó: “creo que el gran problema con estas cosas es que en general desde la academia se suele desvalorizar el conocimiento generado en estos campos, por no considerarlos suficientemente rigurosos o medibles tan estrictamente como otras cosas, como las ciencias duras o la economía clásica, cosas más fácilmente medibles, de metodologías que ya han sido aplicadas y se replican y se hace experimentos”. Agregó que para investigaciones sociales y para esta en particular fue necesario ser creativos, trabajar desde la interdisciplina y con técnicas diversas. Identificó que una dificultad general es que muchas veces investigaciones de este tipo “no se valora y por tanto a veces no hay ni siquiera recursos, como pasó al principio de esta investigación. Como que hay que andar mostrando, haciendo ver lo importante que es generar conocimiento. Y creo que eso perjudica. O sea, nos afecta a todos porque al fin de cuentas a veces no se pueden hacer investigaciones buenas en estas áreas porque no se le da importancia”.
Daniel Pena señaló, respecto a la dificultad metodológica que “al no ser un movimiento articulado, orgánico y jerárquico, sobre todo, no hay un consejo central, una comisión directiva, un organismo centralizado con el cual hacer un convenio, un acuerdo escrito, y conseguir a partir de eso una inmensa base de datos. Y tampoco es una investigación del estilo encuesta continua de hogares, el censo, donde uno piensa una representatividad a partir de datos que ya tiene, territoriales, un recorte, un muestreo común y corriente, digamos. Tiene un borde entre los dos, muy complejo, de ir tejiendo con bola de nieve, pero en bola de nieve casi infinita, y eso implica mucho trabajo”. Subraya que una vez que circuló el informe “mucha gente quedó impresionada del laburo que habíamos hecho por el volumen por ejemplo de la cantidad de encuestas que habíamos hecho, que fueron 433. Y eso parecía una cosa casi imposible” Fue un trabajo de cuatro meses, con diez estudiantes que trabajaron junto al equipo docente y integrantes de AEBU. Al respecto Pena recuerda “Fue un poco locura, pero una locura muy disfrutable. De esas locuras que hacen visible lo invisible, porque si no lo hacíamos, en algún punto gran parte de ese carácter, por ejemplo el volúmen de las ollas en el interior hubiese desaparecido, por ejemplo, con el centralismo que padecemos en Uruguay, eso ni siquiera se hubiese registrado. Y seguramente algunos valores hubiesen dado muy distinto si solo nos hubiésemos basado en la base del área metropolitana”.
Agrega también Daniel que necesitaron salir de los modos “un poco más cómodos o más de pecera de la Universidad” y cuestionar el pensamiento más clásico de los movimientos sociales “hay una cuestión del control de las ciencias sociales que es bastante fuerte y preocupante digamos -, cuando son incontrolables que se te escapan como arena entre los dedos, que hoy están y hoy no están, hoy son familiares y mañana son vecinales, y cómo los clasifico.” Más adelante, agregó: “el intercambio con el centro de estudiantes tuvo como un montón de cosas que se salen del método científico más duro, pero que hacen a la riqueza de hacer ver esto que es lo que sostiene la vida. Porque la verdad es que si nos pusiéramos muy estrictos en términos científicos, se nos escapó la vida, chau, la vida está funcionando en otro lado y los científicos estamos encerrados atrás del vidrio de la universidad”. Recuerda que se les negó financiación desde fondos universitarios inicialmente «que la comisión de investigación de la UDELAR niegue unas migajas de presupuesto, es fuerte, es muy fuerte, cuando era un tema central, en pleno mayo, estaban explotando las ollas.”
Rieiro, por su parte, expresó sobre el tema: “Partimos de sesgos epistemológicos de qué es hacer ciencia. Como que la Universidad está con esa capacidad de ponerse en un lugar neutro, entonces después mira con una cierta neutralidad y da explicaciones totales. Hay cierta soberbia de la academia de decir “bueno esto es así”, con una mirada total. Nosotros partimos de un lugar muy distinto. Porque partimos de territorio, haciendo entramados con organizaciones sociales”. Enmarca el debate complejo de las ciencias sociales con las ciencias duras, en el que se reitera muchas veces que en casos como la pandemia las ciencias sociales no tenían tanto para aportar. Agrega que lo elemental, lo que importa en este momento es quién nos cuida: “Ahora hay una concepción de que el que nos cuida es el Estado, desde la concepción feminista es la interdependencia. Hay montón de preguntas que, a diferencia con otras ciencias, parten del terreno, de la cuestión de la vulnerabilidad, de la precariedad, y que no hay explicaciones totales. Partir de lo múltiple, lo heterogéneo, los afectos, la precariedad que eso implica. Es algo que no se puede decir ´esto es así, es homogéneo, y lo explico con una sola respuesta’. Y eso es muchas veces lo que las personas quieren. Y es lo que nosotros de alguna manera no podemos dar. Pero me parece que es la riqueza también de comprobar que hay otros tipos de generar unas epistemologías otras”.
Diego, por su parte, indicó que les estudiantes que participaron del EFI fueron Antonella, Guzmán, Josefina, Julia, Marianne, Micaela, Natashka y Valentina. Y mencionó que hubo una colaboración del sindicato bancario, que en el momento inicial, ante una respuesta negativa de la Universidad para el financiamiento, se hace un puente y el sindicato bancario financia horas durante varios meses e incluyó además una colaboración con el equipo técnico de AEBU, con Soledad, Natalia y Anibal, que además de incorporar al informe una lectura más de coyuntura económica, hicieron algunos cálculos vinculados al esfuerzo económico que se puso en las ollas, tanto en insumos como en horas de trabajo.