FA y PIT-CNT los resortes que amortiguan: Uruguay no será ni Chile, ni Colombia
Por Búsqueda
Uruguay tiene “mejores anticuerpos” para evitar crisis como las de Colombia o Chile, aunque aparecen “luces de advertencia”
Búsqueda 26 mayo 2021
— ¿Cómo terminaste en bancarrota?
—De dos maneras. De a poco y después de golpe.
El diálogo entre dos personajes del libro The Sun Also Rises, de Ernest Hemingway, parece describir bien el proceso que desembocó en el estallido social chileno, a juzgar por la opinión del doctor en Ciencias Políticas uruguayo, David Altman, radicado en ese país desde hace 18 años.
Las protestas que comenzaron en Chile en octubre del 2019 tuvieron como desencadenante puntual el aumento en el precio del transporte público, pero la explicación del fenómeno es más profunda y de largo plazo. Parecía evidente que en algún momento el país iba a “estallar”, dice.
Mientras los chilenos iniciaron una vía de salida compleja a la crisis, las calles de Colombia son ahora el escenario de manifestaciones sociales provocadas por reclamos distintos y aún sin una solución clara a la vista.
Aun con matices entre sí, políticos y académicos consultados coinciden que es improbable ver escenas de esa magnitud en Uruguay, dado que su sistema político y social está mejor plantado para amortiguar y canalizar ese tipo de crisis. No obstante, algunos sugieren estar atentos, porque a escala local hay signos de deterioro en la confianza con el sistema y la crisis económica puede ambientar un mayor descontento.
Experimento o salto al vacío
Manuel Alcántara Sáez se toma la cabeza calva, incrédulo por lo que pasa en Chile. “Es una locura”, dice el politólogo español especializado en América Latina durante una entrevista vía Zoom. Todavía no puede creer que los chilenos hayan resuelto instalar una asamblea constituyente como camino de salida a la crisis. “Están usando instrumentos del siglo XVIII como lo es una constituyente para atender los problemas del siglo XXI”, sostiene. Aunque aclara enseguida que tampoco es que tenga claro cuál sería la mejor alternativa.
La instalación de una constituyente para elaborar un texto que reemplace a la Constitución aprobada durante la dictadura de Augusto Pinochet fue uno de los acuerdos claves que pudo desactivar las manifestaciones del 2019. Entre el sábado 15 y el domingo 16 de mayo los chilenos votaron a los constituyentes sabiendo de antemano que habría paridad entre hombres y mujeres y una cuota para los pueblos originarios. La elección supuso un golpe para el sistema de partidos tradicionales, que obtuvieron una representación menor a la esperada.
“Hay una sensación de experimento democrático que es lindo, pero también una sensación de salto al vacío”, explica Atlman, que trabaja en la Universidad Católica de Chile.
Los constituyentes tendrán un plazo de un año para alcanzar un acuerdo sobre un texto que debe contar con el respaldo de al menos dos tercios de la asamblea. Lograr ese tipo de acuerdos parece complicado, dado que no hay ningún grupo que haya obtenido ni siquiera un tercio de los representantes. “El mago está fuera de la lámpara, hay que ver qué hace ahora”, añade el politólogo uruguayo.
Uribismo y guerrilla
La crisis desatada en Chile en 2019 parecía no tener fin. El politólogo sostiene que desde Uruguay se solía evaluar a ese país solo por sus “éxitos” económicos, sin tener en cuenta sus dificultades, entre las cuales se encuentran sus “redes de protección social, muy débiles”.
La crisis en Colombia está ambientada en la pandemia, que deterioró su economía. Si bien el disparador en ese caso fue la propuesta del gobierno de reformar el sistema tributario, también hay problemas estructurales. De hecho, el país venía de varios años de crecimiento económico, pero mantenía altos niveles de desigualdad.
Los acuerdos de paz firmados entre el gobierno del entonces presidente Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) “no son un tema cerrado para los colombianos”, opina Alcántara Sáez. “Hay una parte muy dura de la derecha colombiana, representada en el uribismo, que pone cualquier tipo de dificultades para lograr avances; y luego hay una parte insurgente que está todavía vigente, que no son los desmovilizados, y que aprovechan cualquier oportunidad para generar desestabilización”. Y a eso, añade el politólogo, se suma que en Colombia no hay tradición de “pactos políticos”
Alcántara Sáez desdeña la hipótesis de que haya “olas” de cambios de signo político. Si encuentra un punto en común que no es solo regional, pero que dada la precariedad institucional puede ser más intenso en América Latina. Hay un malestar que “se traduce en la gente en la calle, la gente no confía en las instituciones, valora menos la democracia y eso va de la mano de una crisis en la representación política, en el sentido clásico del término, que sobre todo viene canalizada por los partidos políticos”, afirma. “No es que sea una crisis de los partidos políticos, porque hay literatura de la crisis de los partidos desde hace años, pero es una crisis de la representación, o sea, de la propia idea de la representación. Esa desconfianza en las instituciones se añade a varios fenómenos, uno universal, que es el tema de las nuevas tecnologías: Internet, las fake news, el empoderamiento que la gente siente con su celular; pero también a los efectos de soledad de la gente, ese profundo individualismo”
Esa crisis de representatividad se veía con claridad en Chile, según Altman. El sistema electoral heredado de la dictadura generaba una desconexión importante entre los partidos y “lo que pasaba abajo”. Así, la “única manera de hacerse escuchar en el país era cortar la Alameda y tirar tres molotov”, sostiene.
Solidez y advertencias
Aunque cada vez más lo que pasa en un país repercute en otros, los especialistas ven pocas chances de que haya un “efecto contagio” que provoque un estallido social en Uruguay de magnitud similar a la de Chile o Colombia.
En Uruguay “hay resortes institucionales” que permiten “lidiar con ciertas cosas” y “amortiguar” algunos descontentos, opina Altman.
El director de Opinión Pública y Estudios Sociales de Opción Consultores, Rafael Porzecanski, comparte ese punto de vista porque el sistema uruguayo tiene “niveles de institucionalización comparativamente altos, una tasa de sindicalización fuerte y organizaciones empresariales fuertes”, todos ámbitos donde se pueden canalizar a tiempo los reclamos.
“Estamos equipados con mejores anticuerpos que nuestros vecinos regionales para este tipo de estallidos, de descontentos tan generalizados, de episodios de violencia”, dice el sociólogo uruguayo, aunque aclara que “nadie está vacunado” contra esos fenómenos. Mucho menos cuando los indicadores económicos y sociales son cada vez más complicados producto de la pandemia.
Pese a esa visión general positiva, Porzecanski señala algunas “luces de advertencia” a tener en cuenta, aunque todavía no sean “señales de alerta”. Las encuestas nacionales y regionales muestran una “confianza decreciente en los partidos políticos, una menor satisfacción por la democracia”. Claro que en el caso de Uruguay ese deterioro en la confianza parte de guarismos positivos más altos que los que se registran en otros países de la región.
El director de Opción Consultores añade otro aspecto a considerar: la apatía. “En Uruguay hay un porcentaje de la población muy desconectado de temas políticos, que no sabe, que no conoce a los líderes, sus propuestas, no está enterado, por ejemplo, de la campaña de recolección de firmas contra la Ley de Urgente Consideración. Y cuando tenés una ciudadanía poco involucrada en la política, tenés una democracia representativa más debilitada”
El descontento local
Si bien comparten el diagnóstico de que es poco probable ver imágenes en Montevideo como las que llegan ahora desde las principales ciudades colombianas, dirigentes políticos oficialistas y de la oposición uruguayos tienen algunos matices.
“Los sistemas de protección social uruguayos son infinitamente mayores a los del resto de América Latina, por lo que no veo un escenario de radicalización como esos”, dice el senador blanco Sebastián da Silva. Y augura con optimismo que el país va a lograr inmunizar a la población, lo que permitirá salir de la peor parte de la pandemia y desatar “un despegue grande desde el punto de vista económico”. Ese repunte “le ganará al descontento, hartazgo y las complicaciones de todo tipo” que trajo el Covid-19.
Su correligionario Jorge Gandini comparte la opinión de que “no hay condiciones objetivas como para generar ese grado de movilización violenta, destructiva y fuertemente cuestionadora” que se vivió en otros países latinoamericanos.
Gandini deja abierta la posibilidad de que grupos u organizaciones sociales quieran intentar medidas de desestabilización. Da Silva afirma que la izquierda que había en 2002, cuando la crisis económica, “nunca permitiría” desbordes tan dramáticos, pero “hoy es otra izquierda, sin referentes, sin liderazgo y sin un rumbo que puede permitirse que algunas pocas voces que buscan protagonismo puedan gritar demasiado”
El diputado nacionalista Rodrigo Goñi evalúa que las crisis sanitaria y económica son “un combo que no puede subvalorarse”. Por eso, añade, “hay que tener cuidado con lo que se dice y lo que se hace”. Para Goñi, “sería un error inexcusable minimizar la acumulación de tensiones contenidas y dar posibilidades a esos oportunistas que siempre están al acecho para alentar la desestabilización política como un atajo”
Sobre esos puntos, en el Frente Amplio hay matices. “Si no pasan cosas como pasan en otros países, es porque vos tenés al PIT-CNT, tenés al Frente Amplio y porque tenés encauzada la protesta a través de las firmas, pero no porque los jóvenes colombianos, los chilenos, los paraguayos o los ecuatorianos sean más rebeldes que los uruguayos”, dijo la semana pasada el ex secretario político del Frente Amplio Rafael Michelini ( en esta nota va el reportaje completo) Consultado al respecto, el diputado del Frente Amplio Daniel Caggiani (Movimiento de Participación Popular) dice que “la disconformidad social” que hay en Uruguay “va a tener alguna expresión”, pero los de Chile y Colombia “no son sistemas políticos y sociales comparables”
“Lo que no descarto es que existan mayores niveles de movilización a partir del descontento social y económico, que se va a agudizar”, acota. “Mayor crispación política seguramente va a existir, pero aquí se puede encauzar mejor”. Eso dependerá, al menos en parte, de “cómo se construyen las respuestas del sistema político y las organizaciones sociales”.
entrevista a Rafael Michelini
El Frente Amplio debe ser “muy duro” y “diferenciarse” del gobierno para ser la “alternativa” que canalice el creciente descontento social y la “desesperación”
La LUC tuvo “efectos positivos” porque “encauzó la protesta de forma pacífica” y “retempló” la militancia frenteamplista, dice Rafael Michelini
entrevista de Raúl Santopietro y Guillermo Draper – Búsqueda 26/5/21
Su salida forzada de la secretaría política del Frente Amplio dos meses atrás le dio a Rafael Michelini mucho tiempo libre, que ahora reparte entre una actividad individual y otra colectiva. Sin tener que cumplir con la agenda propia del cargo que perdió, pudo meterse de lleno en la escritura y reescritura de sus novelas y también en la campaña para conseguir las firmas necesarias para forzar un referéndum contra 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración (LUC).
El líder del Nuevo Espacio considera que las dos actividades se le dan bien y tiene esperanzas de que ambas lleguen a buen puerto. Para que las novelas vean la luz necesita convencer a una editorial, algo todavía esquivo, mientras que en el combate a LUC también hay una carrera contra el tiempo.
Michelini insiste en que haber perdido el cargo de secretario político después de sus declaraciones a Caras y caretas en las que sugería una suerte de amenaza de provocar aglomeraciones si no se ampliaba el plazo para recolectar firmas “es una anécdota”. Incluso, asegura que logró el objetivo de “mover el avispero” para que el Frente Amplio recuperara “claridad” y acelerara su campaña contra la LUC y el “herrerismo” que gobierna el país.
El exsenador advierte que el descontento social y la “desesperación” de la población provocados por la crisis se empiezan a notar y que el Frente Amplio debe presentarse como la “alternativa” a la coalición oficialista y seguir encauzando “la protesta de forma pacífica”.
—El presidente del Frente Amplio, Javier Miranda, anunció dos meses atrás que usted no seguiría como secretario político después de que declaró que si no se extendía el plazo para recolectar firmas contra la LUC habría aglomeraciones. ¿Qué evaluación hace de lo que sucedió? ¿Cometió un error?
—Ese episodio ahora es una anécdota. Al secretario político lo pone el presidente del Frente Amplio y lo saca el presidente del Frente Amplio; es lo que sucedió y ya está. Ahora estamos trabajando con el tema de la LUC y el Frente está súper comprometido, quizás en ese momento no había forma de que el Frente se moviera. Lo que digo es que dejé todo en la cancha desde que agarré la secretaría política hasta ese momento para que el Frente estuviera mejor parado en el plano político.
—Pero su salida provocó sorpresa, porque no era lo que estaba planteado en la interna del Frente Amplio, que además no suele tomar decisiones tan rápidas.
—Lo que ocurrió, ocurrió. En definitiva, estamos en los barrios juntando las firmas para derogar la LUC.
— ¿Entonces cree que fue un error su salida?
—Que la evaluación la hagan otros. Yo lo que estaba planteando, y lo sigo planteando, era que había que poner toda la carne en el asador por el tema de la LUC y salir a los barrios. Las declaraciones fueron más acertadas, menos acertadas. En esto, el que esté fuera de culpa que tire la primera piedra.
—Hasta el mediodía del viernes 9 de abril, la intención era que usted se retractara en conferencia de prensa y nadie había planteado su salida. Le insisto, ¿qué pasó?
—Nadie, ni un día antes, ese mismo día de mañana o de noche, o al otro día, puede pensar que yo estuviera convocando a aglomerar. Lo que estaba convocando era a movilizarnos y a que no hubiera un malentendido por parte de las autoridades públicas respecto a que eso fuera aglomeración. Yo lo que hice fue una advertencia: “Tenemos que salir a los barrios, vamos a salir a los barrios, que esto no se confunda con las aglomeraciones”. Un día antes lo había hablado con el Partido Colorado y la idea era que se hablara con Larrañaga para que esto no generara ninguna situación de riesgo. Pero, repito, estamos embarcados en el tema de la LUC, estamos empujando, hay un nivel de firmas muy auspicio, y veremos qué pasa.
—Como lo dice, pareciera que usted se “sacrificó” para que el Frente Amplio se movilizara.
—Si había que mover el avispero, el avispero se movió. Pero, repito, es una anécdota.
—Algunos sectores del Frente Amplio que no apoyaban este camino hasta hace poco tiempo no habían aportado firmas. ¿Qué opina?
—Esto no es un tema de sectores, es un tema de claridad política. El Frente, derrotado, quedó muy golpeado. Todos, no hay excepciones. Y después vino la pandemia. Faltó claridad política desde todos sobre cuál era el objetivo, y el objetivo es que el Frente Amplio sea la alternativa. Le podrá ir mejor a este gobierno, le podrá ir peor, pero nosotros somos la alternativa. No queremos saber nada con este gobierno. Es un gobierno que cree en el mercado y la izquierda cree en el Estado, esa es la tensión. Nosotros tenemos que jugarnos por nuestras convicciones. Entonces, cuando el país se para por la pandemia y ellos, a través de la LUC y después el Presupuesto, recortan los recursos públicos sin darle un valor al Estado como promotor de la actividad, lo que hacen es parar la economía. Y lo que se va a ver va a ser muy malo, lamentablemente. Acá hay sectores que se van a caer porque el Estado no puso recursos para que se mantuvieran a flote.
— ¿En dónde ve que le faltó esa claridad al Frente Amplio?
—En oponernos a este gobierno con mucha más fuerza. Lo planteé desde un primer momento, ante el asombro de muchos. Acá hay que ir encauzando la protesta para que sea pacífica, porque los uruguayos van a protestar. Lo dije y lo escuchó todo el mundo. Nuestra contribución al Uruguay, la democracia y el desarrollo del futuro de la izquierda es que toda esa energía de protesta se encamine pacíficamente, porque la situación va a ser muy dura.
En Uruguay tenemos una democracia calificada entre otras cosas porque tenés un PIT-CNT, o sea, tenés interlocutores válidos de los trabajadores para hablar. Y la otra gran diferencia es el Frente Amplio, porque la tendencia en el mundo es que la izquierda tiende a dividirse, pero en el Frente Amplio la izquierda se divide siempre dentro del Frente Amplio. Entonces, eso le da al país una estabilidad muy fuerte.
—Usted decía que “faltó claridad” para oponerse a este gobierno. Una de las primeras decisiones que tomó el Frente Amplio fue discutir la LUC en el Parlamento y tratar de “mejorarla”. ¿Se debió oponer de plano?
—No, no. En el Parlamento tenés que trabajar de buena fe. Que tú trabajes de buena fe en el Parlamento no significa que no tengas claridad de cómo va a quedar el país después de la pandemia.
—Entonces, ¿cómo debió pararse el Frente Amplio para que fuera más claro?
—Nos llevó muchos meses la reflexión, nos llevó muchos meses. Y cuando terminaste de encauzarla saliste a la cancha. La LUC ya tuvo sus efectos positivos en el país y en la izquierda: a escala del país encauzó la protesta y la encauzó de forma pacífica. A la vez, al Frente Amplio le fortaleció su nivel de relación con los sectores sociales, algo que en parte se había perdido. Y, además, retempló la militancia del Frente Amplio. Los comités estaban alicaídos, y encontraron en la recolección de firmas un elemento fuerte para oponerse al gobierno. Todo eso lo fuimos viendo después, no fue parte de la reflexión. Yo he insistido, una y otra vez, por supuesto dentro de la democracia, dentro de la Constitución y la ley, en que con el gobierno hay que ser duros. Somos duros. Le estamos tratando de tirar 135 artículos de su principal ley. Si eso no es tener una actitud dura, entonces cuál es. Ahora, nos costó meses reflexionar eso.
— ¿Qué hubiese sucedido si no se “encauzaba” la protesta? ¿Es posible un escenario como el de Chile o Colombia aquí?
—Lo que uno tiene que hacer en el plano político es saber para dónde tiene que ir. El Frente Amplio quiere que la democracia sea estable y siempre propuso como camino la paz. Entonces, nosotros debemos conservar la democracia y conservar la paz. Y, a la vez, la gente va a protestar por todo lo que está viviendo, como pasa en otros países del mundo. Si no pasan cosas como pasan en otros países, es porque vos tenés al PIT–CNT, tenés al Frente Amplio y porque tenés encauzada la protesta a través de las firmas, pero no porque los jóvenes colombianos, los chilenos, los paraguayos o los ecuatorianos sean más rebeldes que los uruguayos. El nivel de rebeldía y de politización de los uruguayos es muy superior al de ellos.
— ¿Sin la recolección de firmas al referéndum cree que estarían movilizados en la calle?
—Siempre se dice que en Uruguay las cosas no van a pasar y pasan. No iba a haber crisis financiera y hubo. No iba a haber dictadura y hubo. No iba a haber desapariciones y hubo. No nos íbamos a contagiar y nos contagiamos, y ahora somos uno de los países de más altos índices de contagio en el mundo. Yo creo que ayudamos a encauzar esto de forma pacífica. ¿Qué hubiera pasado? No lo sé. Ahora, la gente está muy mal. Vos perdés el trabajo y pocos meses después podés perder la vivienda. Hacen un llamado para 15.000 jornales y se anotan 140.000 personas y están contentisimos por la respuesta. Yo me agarraría la cabeza, se me caería la cara de vergüenza de saber que hay 140.000 uruguayos que están en una situación de desesperación. Yo no sé dónde tienen la cabeza.
— ¿Le parece que no están viendo ese malestar abajo?
—Porque creen en el mercado. El mercado va a arreglar las cosas y la gente va a trabajar por menos y se arreglarán. Y lamentablemente en el mundo no es así. En tu familia no es así. Si tú a tus hijos no les das oportunidades, cuando crecen no las van a tener. Y ellos creen que la gente se tiene que arreglar por el mercado. Vos tenés que ayudar a los que están más caídos.
—Usted dice que el descontento se está canalizando con la juntada de firmas. ¿Qué sucede si no se alcanzan?
—Seguimos luchando. Vamos a llegar, pero seguiremos luchando. ¿Cuál es el problema? La izquierda ha ido en victorias y en derrotas. ¿Por qué vamos a bajar los brazos? Convocamos a la gente para que firme, si llegamos a las firmas vamos al referéndum y si ganamos el referéndum se caen los artículos. Esto que dijo Sanguinetti es insólito, es un insulto a la inteligencia, y él lo sabe. Decir que si se caen los artículos festejan los narcos… ¿A quién se le puede ocurrir que con tres o cuatro normas de procedimiento policial van a terminar con el narcotráfico en Uruguay? El mercado uruguayo a los narcos no les sirve para nada, lo que les sirve es lavar el dinero. La LUC les aflojó la cincha en el lavado de dinero. Y los narcos están encantados.
— ¿Qué diría que está en juego entonces con esta posible convocatoria a referéndum?
—Parar el herrerismo. Cuando yo hablé de que creen en el mercado, me refiero al herrerismo, no es el batllismo, aunque los haya votado. Salvo Ignacio De Posadas, que habla de hacer un Plan Marshall, que es uno de los hombres inteligentes que ellos tienen y que dice que no se puede hacer ni la de Macri, de esperar que vengan los capitales porque después igual no vienen, y que en esta situación lo que necesitamos es que el Estado juegue un papel dinamizador de la economía.
—El gobierno está integrado por una coalición con herreristas, entre ellos el presidente Luis Lacalle Pou, pero también con batllistas, Cabildo Abierto…
—Todos son seguidores del herrerismo. Salvo la LUC con las firmas, nada se les puso enfrente.
— ¿Si no prospera el referéndum, se legitima al gobierno?
—Son las reglas de juego. Es la democracia. Si me propongo objetivos y no llego, obviamente estoy en un escenario más complicado. Ahora, ¿no lucho? Yo creo que es un error ver la política desde una perspectiva de resultados. Pensado así con los derechos humanos no hubiéramos hecho nada porque no estaba entre los primeros 20 temas que les interesaba a los uruguayos. Les decía a mis compañeros que es cierto el nivel de respaldo que tiene el gobierno, pero dentro de tres años hay que ver cuál va a ser el nivel. Si el gobierno tiene respaldo los cinco años va a ser reelecto, pero nosotros luchamos por nuestros ideales. Ahora, si el gobierno no mantiene ese nivel de popularidad, la alternativa tiene que ser el Frente Amplio. De eso se trata: hay que diferenciarse lo más posible de este gobierno.
— ¿Qué explica que las encuestas muestran que el gobierno tiene alto nivel de aprobación?
—Yo no desconozco el profesionalismo con que se hacen las encuestas. Pero es ver la realidad. La economía cae, el desempleo permanece, si no permanece en niveles más altos es producto de que la gente no se vuelca al mercado. La desesperación va a ser muy grande.
— ¿Por qué cree que el Frente Amplio perdió las elecciones?
—No se explica por una sola razón, es una sumatoria de hechos. Y, sobre todo, la oposición del momento, la derecha, los conservadores, utilizaron la campaña con cierta inteligencia o sin escrúpulos. Haber dejado calar que ellos no iban a subir las tarifas públicas y que personas de niveles educativos altos hubieran comprado ese discurso… Parte de la población compró que los combustibles se podían bajar y que era solo cambiar el gobierno.
— ¿Está colocando la causa de la derrota fuera del Frente Amplio?
—No, digo que nosotros no logramos sacar esas falacias de arriba de la mesa. No parecía creíble que pudiera calar en gente educada que no se iban a tocar las tarifas públicas.
—El estancamiento de la economía de los últimos años, el aumento del desempleo en el gobierno de Tabaré Vázquez, algunos casos de corrupción como la renuncia del vicepresidente en la mitad del gobierno, ¿no deberían ser parte del diagnóstico?
—No, yo lo que estoy diciendo es que a nuestros errores tenemos que sumarle un tema de que no contraatacamos un discurso facilista de la economía. Los hechos que ocurrieron vinculados a algún compañero o compañera que pudo no actuar correctamente renunciaron. ¿Qué más se les puede pedir? Incluso ahí hay una gran diferencia. En nuestro caso, renunciaron; en el caso de ellos, cuando se cambiaba trabajo por sexo, renunciaron al partido hasta que terminaron las elecciones y después se sumaron al Partido Nacional para ganar las elecciones. Es increíble que un intendente que cambiaba trabajo por sexo siga administrando recursos públicos. Y no se trata de que lo haya votado la gente.
“Sanguinetti perdió su lugar en la historia” por la postura que tuvo en derechos humanos
—Su familia presentó este martes, dos días antes de la Marcha del Silencio, una nueva denuncia por el asesinato en Buenos Aires de su padre Zelmar Michelini y de Héctor Gutiérrez Ruiz. ¿Cómo está viendo la actitud del gobierno en relación con los derechos humanos? ¿Qué opina de la divulgación de nuevos documentos?
—El 1º de marzo de 2005 con el discurso de Tabaré (Vázquez), de que íbamos a entrar en los cuarteles, hubo un cambio en el Estado uruguayo, que pasó de defender a los victimarios a defender a las víctimas. Todos en la última campaña electoral nos comprometimos a eso, a seguir con el tema de derechos humanos. Aparecen nuevas informaciones que tendrán algunas cosas que ya se sabían, otras que no, otras que no generan ninguna novedad, otras pueden ser puntas a tirar y encontrar la verdad. En buena hora. Yo creo que hay mucho más. Pero esto, si no lo dan los militares, es muy difícil. Creo que va a ir apareciendo mucho más.
—No nombró a la Comisión para la Paz que instaló el gobierno de Jorge Batlle.
—La Comisión para la Paz fue un buen primer paso cuando el tema de los derechos humanos ya los desbordaba. Pero cuando el gobierno de Jorge Batlle tuvo que aplicar la ley de caducidad, la aplicó evitando la Justicia. Cuando vino Tabaré, todos los casos que le llegaron habilitaron a la Justicia por el artículo cuarto de la ley. Ahí está la diferencia. Es simple y objetiva. El que empezó a habilitar los casos para que la Justicia los tratara fue el Frente Amplio. Se metieron en la Ley de Caducidad los delitos hechos en el extranjero —una cosa de locos—, los delitos económicos, los delitos con los niños que estaban expresamente exceptuados. Y después cuando el juez Reyes, ante una denuncia presentada por mí, declara que hay que buscar los restos de los desaparecidos en los cuarteles se declara el tema dentro de la Ley de Caducidad. Ya no estamos hablando de que la ley protegía a los asesinos, estamos hablando de las víctimas, de que había información que en tal o cual cuartel podía haber restos. No estaban identificando a los asesinos o culpables. Es todo insólito. Creo que (Julio María) Sanguinetti perdió su lugar en la historia por no entender que el de los derechos humanos era un tema con el cual la sociedad uruguaya estaba comprometida hasta la médula.
“No hay salvadores”
—Cuando era secretario político se manejaba su nombre como uno de los posibles candidatos para la presidencia del Frente Amplio. ¿Esa posibilidad quedó sin efecto después de su salida?
—El Frente tiene un desafío muy grande, que es llevar a la izquierda a la elección a todo vapor para que después sus locomotoras electorales agarren la posta. Eso solo se puede hacer con una conducción colectiva. Lo primero que hay que pensar es en el equipo y después la figura, porque no hay salvadores en el Frente Amplio.
— ¿A usted le gustaría ocupar ese rol?
—A mí me interesa que el Frente juegue el partido como tiene que jugarlo. Si estoy en el equipo, si estoy en el banco o en la tribuna, es mi cuadro.
— ¿Yamandú Orsi y Carolina Cosse son candidatos cantados para las elecciones de 2024?
—Va a pasar mucho tiempo, pero son dos figuras de peso. Negar eso es negar la realidad. Ahora, todos tenemos que saber que si el Frente no llega bien, no se gana la próxima elección. Aunque estas figuras sean cantadas.