Venezuela: Del Socialismo del siglo XXI a la apuesta por el capital

Dónde están las astillas de la nave estrellada de Chávez, cuando ahora leemos que Maduro apuesta por el capital y la iniciativa privada.



Del Socialismo del siglo XXI a la apuesta por el capital

Dos frases pueden resumir la trayectoria histórica del chavismo degenerado en madurismo: “socialismo del siglo XXI” y “apostamos por el capital”. Claro que también pudiéramos hacer un seguimiento más estricto de esa evolución del discurso de Chávez quien, efectivamente como lo recuerda el amigo Moyer, expresó alguna vez su simpatía por la “tercera vía”- de Tony Blair, el galán de la socialdemocracia británica de cuando la princesa Diana.

Como todos sabemos, lo del “socialismo del siglo XXI” se lo fusiló Chávez de Heinz Dieterich, aquel cascarrabias intelectual germano-mexicano; aunque cabe destacar lo que se copió fue solo la frase. La concepción del sociólogo alemán-cuate era muy peculiar: una especie de proudhomismo (sí, del mismo Proudhom que Marx destruyó en aquel inolvidable librito “Miseria de la filosofía”) de la era de las computadoras. El sostenía que era posible acabar con el intercambio de mercancías de capitalismo, mediante un “intercambio equivalente” posibilitado por la contabilidad informática. La Internet para este señor haría posible el planteamiento tradicional marxista de la economía planificada, sin los pelones horrorosos del socialismo del siglo XX, tan lleno de burócratas torturados y torturadores.

En cambio, para Chávez “el socialismo del siglo XXI” era una frase con tantas connotaciones, tan polisémica (como diría Umberto Eco), que podía dar a entender demasiadas cosas: desde la simple filantropía populachera de Acosta Carles regalando sillas de ruedas (o Nelson Merentes regalando operaciones de tetas a las muchachas de la Guaira), hasta el renacimiento del viejo socialismo proletario de los marxistas leninistas, pasando por esa esperanza de socialismo purgado de sus muchos pecados del siglo XX.

 

No se nos escapa que Chávez sí tenía su proyecto. Algunos elementos estaban en su propuesta de 2007 de reforma de la Constitución, reducida, en virtud de una derrota electoral en aquel referéndum que le hizo decir “mierda” en cadena nacional, a la enmienda que le permitía ser reelecto en un número indefinido de veces, junto a su corte de funcionarios que aprovecharon la propuesta para eternizarse ellos también en alcaldías, gobernaciones, etc. Como se recordará la propuesta de 2007 incluía unos motores que se quemaron (¿le echarán aceite a esos “motores” del gobierno? Siempre se funden): una super misión “Moral y Luces”, una “nueva geometría del poder” y, claro, la reforma constitucional. Esta, de tener menos de diez artículos, pasó a la erótica cifra de 69 disposiciones. Ellas dibujaban un presidente super poderoso que hasta podía cambiar la división política territorial del país, controlaba un “poder comunal” que se convertía en el sexto poder público, estatizando una auténtica emergencia popular, y establecía una estructura muy complicada de asambleas, parlamentos, etc. que se superponía a la estructura estatal ya conocida. Esto se intentó avanzar con varias leyes que introducían el mote del “socialismo”, en un país cuya constitución no mencionaba para nada esa palabra. Se ve que aquí, no se le para demasiado a la pirámide de Kelsen, la de la necesaria jerarquía de las normas jurídicas, poniendo a la Constitución en el vértice, y de ahí para abajo, las leyes orgánicas, las leyes, decretos, reglamentos, etc.

También proliferaron ideas sobre ese “socialismo del siglo XXI”. Desde el “desarrollo endógeno” (con sus Zonas de Desarrollo Sustentable), pasando por las cooperativas (que Chávez nunca explicó muy bien por qué, de pronto, le sonaron tan capitalistas, habiendo experiencias tan buenas en Lara, por ejemplo), hasta las Empresas de Propiedad Social y muchas más. También esa onda de estatizaciones autorizaba a pensar que Giordani, cumpliendo órdenes del Comandante, se proponía algo parecido al socialismo del siglo XX, con su economía dirigida desde el centro estatal, representado por un Jefe, que lo era del Partido, del Estado y de la economía, etc.

 

Ya doliéndole mucho su cáncer, Chávez habló de la necesidad de un “golpe de timón” porque, no sólo el asunto de las comunas se había burocratizado (como era perfectamente previsible) y tal vez era necesario acabar con el ministerio correspondiente, sino porque la cosa en general no iba para donde él quería. Así ocurrió, efectivamente. La nave encalló o se estrelló contra las piedras de la costa. No sé. Lo cierto es que las importaciones habían subido una barbaridad comprometiendo la producción nacional. El país se endeudó con cifras inimaginables para un limpio como yo, justo cuando le entraba una gran bonanza petrolera, y se vendía baratísimo las divisas, sin mucho control que se diga (como denunció el mismísimo ministro de planificación en su carta-renuncia), a una burguesía cuya tradición era llevarse los reales para afuera o engordar un mercado negro de divisas cuya lluvia trajo los lodos de la muerte del bolívar y la dolarización definitiva, que no pudo ser causada exclusivamente por una página web ¡Por favor!.

Por eso, no dejamos de preguntarnos dónde están las astillas de la nave estrellada de Chávez, cuando ahora leemos que Nicolasito apuesta por el capital y la iniciativa privada (como ya lo hizo el Drácula de Carabobo hace rato, por cierto), y las lumbreras de la economía como Vielma Mora, Sanz, Menéndez, Farías, etc., quienes, por cierto, han venido alumbrando el camino económico durante todos estos años de la presidencia de Nicolás padre, dan un tremendo viraje (”el gran viraje” lo llama el amigo Emiliano Terán, con ecos del “gran viraje” de Carlos Andrés, cantado por Américo Martín), y proponen las Zonas Económicas Especiales como el camino, no sólo para salir del foso al que nos ha lanzado exclusivamente las sanciones norteamericanas, y no los gruesos errores de ellos mismos desde 2013, sino también como la manera de alcanzar la estatura de, nada menos, la China de Xi Jin Ping. Ya hasta los ojitos de Chávez parecen tan rasgados como los de Mao, y los de Nicolás padre, se hacen cada vez más igualitos a los de Deng Xiao Ping, mientras los bigotes van pareciéndose a los chorreados de Confucio.

Lástima que los amigos de Centroamérica y de México vengan a sacarnos del sueño húmedo de estos paraísos para la Inversión Extranjera, con excepciones tributarias, taquillas especiales, mano de obra barata y libre disposición de los recursos naturales (aunque con los servicios desastrosos de luz y agua a que han quedado reducidos en este país). En efecto, ocurre que allá hay un fuerte movimiento popular contra las maquilas y las ZEE, que denuncian la generación de pobreza, el incremento de las desigualdades, el ecocidio y, en fin, las terribles consecuencias de entregarse con las manos y pies maniatados al capital trasnacional del globalismo neoliberal.

Lo peor es que los mismos documentos del Banco Mundial, el FMI, la UNCTAD, explican esos fracasos. Pero lo hacen para sugerir que las ZEE sólo tienen sentido para preparar un proceso más profundo de liberalización y privatización de la economía, lo que ellos llaman “una reestructuración”, que incluya acuerdos internacionales de libre comercio (vuelve el ALCA), estímulos a la innovación tecnológica (lo cual implica meterle a las universidades para formar profesionales de calidad, e instituciones científicas) y buenos servicios (sin apagones, o sea, no como en Venezuela).

De modo que hubo un naufragio. La nave se estrelló contra las piedras de la costa o, simplemente, se perdió en el océano del capitalismo global neoliberal. Pero, Nicolasito tendrá su puerto.