Esperamos un encuentro fraterno con las zapatistas: colectivo de España
Asociación de Desarrollo Comunitario del Barrio de Buenos Aires
Esperamos un encuentro fraterno con las zapatistas, interpelación, miradas comunes o distintas, pero esperanzadas para un tiempo necesario y distinto. Este tiempo que vivimos requiere necesidad de estar y permanecer; de participar y acompañar; de cuidar y ser cuidados; de paciencia, pero también de decisión; de provisionalidad, pero también de valentía; de mirada amplia, pero con los pies en el territorio y en la cercanía; de muchas preguntas, pero probablemente de pocas respuestas; es tiempo de puentes y de encuentro; es tiempo de expresar sentimientos y nunca de frialdad e indiferencia. Es tiempo de derechos, no de servicios.
Hemos contactado a otros grupos más afines para que con ellos vivamos una experiencia de nueva vida, solamente dispuestos a alegrarnos por su visita. Tenemos claro no plantear nada que nos saque del barro de cada día en nuestras vidas y las vidas que queremos entrelazar.
Ni el sistema neoliberal, ni la sociedad neoliberal cree ya en los derechos para todas las personas, (techo, comida, sanidad y educación); y casi nadie discute el papel subsidiario de los servicios sociales, que aparecen como las migajas del propio sistema socio económico.
Es tiempo de búsqueda para encontrar caminos en el reparto de la riqueza que suponga una nueva cultura en la vida y en las relaciones. Es un esfuerzo necesariamente comunitario para poder conseguirlo. Los servicios sociales nos individualizan y despersonalizan, mientras que poder acceder a los derechos fundamentales en una sociedad de tantos recursos, este hecho nos hace más, necesariamente, comunitarios.
Desde hace algún tiempo la lucha zapatista ha estado y está presente en nuestro proyecto e iniciativas con el horizonte siempre de algunos planteamientos que hacemos nuestros. Veamos alguno:
Las soluciones y salidas a las situaciones de este momento son posibles, pero no cualquier camino. Cuando Raúl Zibechi habla de la gestión de las políticas sociales, desde el hacer y el pensamiento del Zapatismo, nos lanza un reto, “El zapatismo es el único movimiento rebelde que se niega a recibir programas sociales. “No somos limosneros”. Se trabaja para que los pueblos y comunidades no se conviertan en objeto de limosnas estatales sino en sujetos de construcción de un mundo diferente. Construir de este modo, con base en los esfuerzos colectivos, es más digno que estirar la mano para recibir migajas”.
Nuestro Colectivo se llama Asociación de Desarrollo Comunitario del Barrio de Buenos Aires (Asdecoba). Nos situamos en la periferia de la ciudad de Salamanca, Estado Español.
· Distintos espacios acogen nuestra Iniciativa en red con otros colectivos:
El Barrio de Buenos Aires en Salamanca
La realidad de un barrio determinado por el empobrecimiento, como tantos “barrios sin salida”, pero que decide hacer frente a las causas de la pobreza. Es el Barrio de Buenos Aires, en la ciudad de Salamanca.
Buenos Aires, históricamente, ha sido un espacio inquieto, asociativo y reivindicativo; procurando red con personas y colectivos de fuera del propio barrio y acogedor de iniciativas en clave comunitaria. En esta realidad surgió Asdecoba como una apuesta comunitaria para quedarse; y, los tres grandes pilares de las iniciativas sobre las que se sitúa la asociación son, la Acogida, la Acción Comunitaria y el ser Red de contactos y encuentro con otros colectivos.
En la acción comunitaria surgió la iniciativa “Tierra y Alimentación” que hoy intentamos cuidar de manera apasionada. El proceso comunitario que hemos intentado hacer desde Asdecoba ha sido fundamental.
Pequeños pueblos rurales cercanos
En estos pequeños pueblos, la realidad de la tierra, desde donde el mundo rural será siempre un espacio de identidad propio que produce alimentos para la humanidad; y, para que la humanidad haya podido alimentarse, campesinos y campesinas se han empeñado en producir responsablemente esos alimentos que han cuidado la vida de mucha gente. Hemos tenido la suerte de que esta realidad nos haya envuelto y acogido.
Especialmente el campesinado nos ha regalado una de las partes más vivas y más ricas de la historia humana, y ha sido la mejor expresión del auténtico sentido del ser rural. Ningún espacio y actividad humana como el rural ha sabido, probablemente, entrelazar a las personas, tejer lo comunitario y la tierra, para poner de la mejor manera la vida de la humanidad en el centro.
La Soberanía Alimentaria es la apuesta que pone al medio rural en su lugar; guía y da hondura a nuestra iniciativa; producimos alimentos en alianzas entre población local y consumidoras; cuidamos los valores propios y sanadores del trabajo de la tierra; defendemos la igualdad entre hombres y mujeres; recuperamos estos y otros valores comunitarios como derechos fundamentales del propio pueblo de campesinos y campesinas.
Los verdaderos protagonistas de nuestras iniciativas son, pues, los pequeños pueblos del mundo rural o algunos Barrios “sin salida” del mundo urbano y sus gentes que los habitan, acogen y participan en nuestras iniciativas. Es la cárcel o la calle con sus gentes también; pues, sentimos que estos espacios de relaciones humanas, hacen que los cuidados y derechos de todas y de todos, en general; pero, en particular, procurando el acceso de todos y de todas a la alimentación, se convierten en los protagonistas de su propia identidad y sentido de ser.
La gente y la tierra
Las relaciones que a lo largo de los años hemos trabajamos y entrelazamos con el medio rural, en particular, en medio de la agonía campesina o del deterioro de los barrios; nos ayudaron a ganar en identidad y a poner sobre el espíritu de una fuerte dinámica comunitaria lo mejor, su gente y la tierra; trabajando, por ejemplo, tierras abandonadas para dar un mayor sentido a esta y otras iniciativas saludables entre el mundo rural y el medio urbano.
Los cuidados y cuidarse como forma de relacionarse
Protagonizan, finalmente, una parte de nuestras iniciativas, las relaciones entre la gente y lo saludable (cuidar y cuidarse), como barómetro y termómetro que expresa la satisfacción y la felicidad que cada persona encontramos en esta relación. Los cuidados y cuidarse entre las personas son signos saludables.
Una de nuestras principales luchas es contra la desigualdad. Una ciudad construida y desarrollada para el espectáculo del Turismo y la Universidad. Envejecimiento. Despoblación. Hablar de estas situaciones en nuestro territorio es hablar de afrontar tres retos fundamentales:
Acceso a los derechos sociales
El empleo o el desempleo forman parte fundamental de nuestra realidad y sobre todo de los colectivos que nos acompañamos, donde lo que está en juego son sus propias vidas; y desentrañar y afrontar estas situaciones conlleva la necesidad de acompañar a estas personas en el acceso a los derechos sociales fundamentales (techo, comida, salud, educación, etc). El empleo es una de las herramientas, aunque no la única, para poder acceder a estos derechos, como lo es para cualquier otro ser humano que quiera vivir con dignidad su autonomía personal y colectiva. Desde los mismos barrios o pueblos no se ofrece la red de solidaridad que las personas, las familias y los colectivos en precariedad necesitan para recuperar sus vidas. Son barrios y pueblos rurales que han pasado a ser espacios sin posibilidad de retorno para poder cumplir el objetivo de favorecer las relaciones entre vecinos y vecinas, o de producir los alimentos necesarios y sanos, y, por lo tanto, apoyar en esta situación dolorosa de la precariedad.
Empleo digno
El sistema socioeconómico nos dice que los colectivos más empobrecidos ya no van a poder acceder al empleo digno; la sociedad del pleno empleo ya no va a ser posible. En los últimos años lo estamos viviendo. La riqueza que se genera no depende del empleo para todos y todas. Esta realidad sitúa a muchas personas en el más que doloroso empobrecimiento personal y colectivo. En este tiempo de pandemia, a pesar de decirnos que es tiempo de crisis, la desigualdad se ha extremado de tal manera que el diez por ciento de la población con mayores salarios ha abierto en más de diez puntos las diferencias económicas con el diez por ciento de la población con salarios más bajos. (De 21 a 31 puntos de diferencia).
Servicios sociales precarios.
El único camino que a cambio ofrece este sistema, es el acceso a los Servicios Sociales precarios, selectivos y despersonalizados; de tal manera que, las personas no suelen ser más que usuarios o recursos. Hablar de políticas activas de empleo, bolsas de empleo, elaboración de “curriculums” y otros lenguajes es no tomar en serio la recuperación de muchas vidas destrozadas y aparcadas. ¿”Curriculum”, cursos y bolsas de empleo para un empleo que no existe; y, si existe, en extrema temporalidad y precariedad?
· Reforzamos la apuesta por lo comunitario
La Casa de acogida responde a las problemáticas del empobrecimiento de personas que proceden de barrios o de realidades de criminalización como la cárcel o la calle. Las iniciativas de trabajo (no siempre de empleo) y de acompañamiento.
Las relaciones para ir acompañando y recuperando la vida a través de estructuras como Algo Nuevo o Todo Servicios Múltiples; empresas de economía social y solidaria, que dan una respuesta distinta como empresas desde el talante profundamente comunitario o la utilización ética de los recursos económicos participando de COOP57.
La red abierta de relaciones con CAS, Baladre, Ayuntamientos, Ecologistas en acción, Stop Uranio, CGT, entre otros; nos han ayudado a aprender y poner en el debate cómo responder de la manera más adecuada a la novedad y exigencias de cada momento de forma más justa y solidaria. El proceso comunitario que hemos hecho como Asdecoba ha sido fundamental. Aunque debemos tener en cuenta la pérdida de energías, pero no de iniciativas, con la desaparición paulatina que se ha sucedido de algunos colectivos en el barrio.
Cualquiera de los tres retos planteados se han acentuado de manera preocupante. Pero, dada nuestra apuesta de generar nuevas relaciones entre medio rural y medio urbano, miramos con preocupación máxima, aunque con propuestas, nuestra relación específicamente rural. Y reflexionamos y pensamos, en primer lugar, que para que la humanidad haya podido alimentarse, campesinos y campesinas se han empeñado en producir responsablemente esos alimentos que han cuidado la vida de mucha gente. El campesinado nos ha regalado una de las partes más vivas y más ricas de la historia humana, y ha sido la mejor expresión del auténtico sentido del ser rural. Ningún espacio y actividad humana como el rural ha sabido, probablemente, entrelazar las personas, lo comunitario y la tierra, para poner de la mejor manera la vida de la humanidad en el centro.
El mercado de la agroindustria, hoy más que nunca, se ha empeñado en ofrecer, quizá “imponer”, la alimentación como simple mercancía, sin identidad y, sobre todo, sin el objetivo de que sea para toda la humanidad.
Y, en segundo lugar, vemos y apostamos por un Medio Rural como un espacio de relaciones donde los cuidados son protagonistas de su identidad
Las relaciones de identidad entre la gente y la tierra han sido generadoras de valores que no podemos ni siquiera sospechar por su fuerza. Las relaciones con el cuidado de los espacios rurales han sido imprescindibles para hacer posible un medio ambiente saludable y sano. Las relaciones entre la gente y la salud han sido el barómetro y termómetro que han expresado la satisfacción y la felicidad que cada ser humano ha encontrado en su relación con los animales, con la tierra y con otros seres humanos. Las relaciones con el paisaje, el barro o la madera, la piedra o el hierro han hecho que lo más espiritual del ser humano se haya expresado a través de la artesanía, siempre como signos de identidad propios.
Entre nosotras, nos identificamos con las autoras del libro “La vida en el centro”, donde plantean salidas, y algunas ya se están dando, para el hoy y el futuro en clave ecofeminista. “Las luchas de muchas mujeres no solo tienen como objeto mantener su vida y su dignidad; miles de ellas en miles de lugares defienden la supervivencia de sus comunidades, enfrentándose al tiempo a un orden heteropatriarcal que las quiere dentro de la casa del esposo, y a un orden económico que las necesita subordinadas y desposeídas”. Ponen algún otro ejemplo, “Cada vez un mayor número de grupos de consumo en nuestro entorno gestiona la alimentación de miles de familias con criterios ecológicos, éticos y de proximidad…y, quienes mueven esta forma de producción y de consumo son mayoritariamente mujeres, que al tiempo crean redes vecinales de apoyo”.
Desde los lugares más empobrecidos de la tierra, se nos señala, una y otra vez, que nuestra forma de vivir es la causa de su pobreza y de su miseria; y que solamente el cambio nuestro, el de nuestra forma de vivir y consumir del primer mundo, será la que hará posible un mundo donde tengamos todos y todas un lugar.