La fuerza insurrecta de los pueblos originarios
El llamado a la acción se tradujo en acciones extensas.
Desde que la fiscal general Consuelo Porras junto a funcionarios del gobierno actual, elites tradicionales, emergentes y crimen organizado tomaron la decisión de expulsar arbitrariamente de la FECI al fiscal Juan Francisco Sandoval, la población crítica del país convocó a jornadas de movilización en rechazo a su destitución porque es una acción en defensa de la impunidad y la corrupción que tiene cooptado al país. Sin embargo, fue la disposición de autoridades indígenas de diversas áreas del país de llamar a un paro nacional lo que logró que sectores urbanos se unieran en la capital a una jornada histórica de protestas el pasado 29 de julio.
Sin embargo, desde antes, algunas comunidades indígenas se habían organizado para irrumpir en las calles y cerrar negocios como bancos o restaurantes de comida rápida, porque son instituciones que no responden a intereses del pueblo sino a la oligarquía. En regiones de la Franja Transversal del Norte que atraviesa Las Verapaces, del oriente Xinka y de regiones de Sololá, Totonicapán, Quiché, Escuintla, Quetzaltenango, Retalhuleu, Huehuetenango, o Chimaltenango, el paro no fue solo de un día, el llamado a la acción se tradujo en acciones extensas y contundentes con exigencias estructurales a nivel nacional y local. En estas áreas, las comunidades diversas continuaron con el paro y cierre de comercios el 30 de julio y otras han anunciado acciones para este mes, demostrando una vez más que, quienes menos tienen, son quienes más luchan y resisten.
Las regiones movilizadas lideran los índices de migración, pobreza, pobreza extrema, desnutrición, falta de acceso a servicios y educación, no obstante, estas comunidades y sus autoridades indígenas siguen poniendo el cuerpo para defender la institucionalidad de un Estado Criollo que no les representa y les ha excluido históricamente. Fuera de nacionalismos burdos en un año en el que autoridades de gobierno celebran un bicentenario de “independencia” criolla que representa los intereses de las elites expoliadoras del país, quienes en verdad han dado muestras de unidad, dignidad y verdadero interés en refundar la nación son autoridades, colectivos y comunidades indígenas rurales.
Que la fuerza del paro provenga de los pueblos es una muestra que la creación de un Estado de Derecho que en realidad vele por la colectividad urbana y rural ya no puede gestarse sin la participación plena de los pueblos, y sin las mayorías indígenas. Por eso, cuando la urbanidad ladina –pobre, de clase media, y sobre todo el sector arribista que asume que tiene algo en común con la elite que los explota–, comprenda esto y deje de ver con paternalismo o miedo a los sectores indígenas o como “masas indias”, la fuerza del pueblo será imparable.