México: Cómo la defensa de un río abrió el camino a la autonomía indígena

La lucha en contra de un megaproyecto hidroeléctrico provocó la unión de los pueblos náyeris, wixárikas, tepehuanes y mexicas de la sierra del Nayar, en el oeste de México. Tres años después de impedir la construcción de la presa de Las Cruces, en Presidio de los Reyes la autonomía parece ser un sueño cada vez más cercano.
“En unos años no debe sorprender que Presidio de los Reyes se vuelva algo así como un caracol zapatista”



Cómo la defensa de un río abrió el camino a la autonomía indígena

 

La lucha en contra de un megaproyecto hidroeléctrico provocó la unión de los pueblos náyeris, wixárikas, tepehuanes y mexicas de la sierra del Nayar, en el oeste de México. Tres años después de impedir la construcción de la presa de Las Cruces, en Presidio de los Reyes la autonomía parece ser un sueño cada vez más cercano.
 

Cómo la defensa de un río abrió el camino a la autonomía en la Sierra Nayar 

Vamos cuesta arriba, y por contradictorio que parezca la humedad incrementa. Los cerros, que desde la ciudad parecían distantes, ahora se achican más y más.

Nos adentramos a la Sierra del Nayar, y el profesor Pedro, que cauteloso al volante toma las curvas de la zona, nos dice: “éste es el trayecto que hacen algunos jóvenes para ir a la escuela allá en Tepic”.

A un lado, las aguas del río San Pedro Mezquital van guiando nuestro caminar, y después de atravesar un par de poblados llenos de puestos de piñas y elotes (mazorcas tiernas) llegamos a Presidio de los Reyes, un pequeño pueblo de poco más de 1000 habitantes ubicado en el municipio de Ruiz, donde los indígenas coras construyen y luchan por su autonomía desde la educación, su cultura y sus tradiciones.

“Aquí luego vienen muchos antropólogos o gente de las universidades, pues se les hace muy interesante cómo vivimos acá en Presidio, dicen que es intercultural,” remata Pedro entre risas, pues él mismo se considera producto de un mestizaje entre coras y wixárikas.

“Mi papá es wixárika y mi mamá es cora, por eso digo”, agrega el profesor que además es fundador del bachillerato intercultural de la comunidad.

La historia de Presidio de los Reyes, en el norte del pequeño estado de Nayarit,  es peculiar, pues a mediados del siglo XX los indígenas coras fueron desplazados por la gente mestiza del pueblo contiguo, San Pedro Ixcatán, lo que orilló a que se refugiaran y fundaran su propia comunidad a un par de kilómetros cuesta arriba, siempre cerca del río.

Tras cuestionar a Pedro el porqué elegir este lugar y no otro responde con firmeza: “porque aquí es nuestro territorio, y está el río, que es sagrado para nosotros.”

Y enfatiza que “el río San Pedro no es solo un recurso natural muy importante, es el lugar donde están nuestros centros ceremoniales y lo sagrado de nuestra cultura, de ahí tomamos agua no para tomarla sino para nuestras ceremonias, es un lugar fundamental no solo para la cultura náyeri, sino para los wixárikas, tepehuanes y mexicas que también consideran al río un lugar sagrado y de ceremonia, por eso lo defendemos, de ahí viene la lucha para que ese río siempre esté libre”.
 

 

La asamblea permanente

En 2014 la Comisión Federal de Electricidad (CFE) anunció que el gobierno federal había otorgado los permisos ambientales y de uso de agua para la construcción del proyecto hidroeléctrico Las Cruces, el cual implicaría la construcción de una presa en las inmediaciones del río San Pedro Mezquital en el tramo que cruza por el estado de Nayarit.

De acuerdo con la Asociación Interamericana para la Defensa del Medio Ambiente (AIDA) este proyecto provocaría inundaciones y afectaciones en los pueblos de  San Blasito y Saycota, así como la alteración de al menos 14 sitios sagrados de las culturas wixárika, náyeri, tepehuana y mexica.

Asimismo afectaría las actividades ganaderas, agrícolas y de pesca que desarrollan las y los pobladores de la región, lo que sumado al histórico contexto de marginación y pobreza de los pueblos indígenas de la sierra del Nayar implicaría su desplazamiento hacia las ciudades.

Cuando Pedro y los habitantes de Presidio de los Reyes se dieron cuenta de esto, y después de que iniciaran los trabajos de construcción de la presa, comenzaron a organizar brigadas informativas en todos los pueblos que resultarían afectados por la construcción de la hidroeléctrica.

Pedro relata que en un inicio el proyecto hidroeléctrico era bien recibido por la gente de su comunidad, pues significaba que habría una fuente de empleo constante en los pueblos de la sierra del Nayar.

Sin embargo, dice, “luego empezamos a estudiar las problemáticas de los hermanos Wixárika que fueron afectados por las presa de el Cajón y la Yesca,  pues sus territorios les fueron quitados de alguna manera, entonces ellos vinieron a decirnos eso, y fue cuando una parte del pueblo reaccionó.”

Ante estos riesgos, las autoridades comunitarias de Presidio de los Reyes organizaron una Asamblea, como lo marcan sus usos y costumbres, para decidir si iban a estar a favor o en contra del proyecto de Las Cruces, ante el cual la comunidad se mostró en desacuerdo.

“Si la Asamblea dijo que no a la presa, entonces damos por hecho que Presidio de los Reyes no está de acuerdo con la presa. Sí hubo alguno que otro líder que lo quisieron comprar, y que, bueno, pues al final no pudieron porque la Asamblea es quien decide”, enfatiza Pedro.

Con programas sociales y obra pública que no eran necesarias para la comunidad, señala Pedro, las autoridades de los tres niveles de gobierno intentaron convencer a la población a favor del proyecto hidroeléctrico

“De la noche a la mañana llegó el programa de vivienda, trataron de comprarnos con esas cosas de modernizarnos un poco la comunidad, mejorando calles, pero aún así la comunidad dijo ‘que bueno que nos lleguen los beneficios pero seguimos diciendo no a la presa’”, explica.

La organización, surgida a raíz de la oposición a la presa, hizo que al poco tiempo los pueblos náyeris conformaran elConcejo indígena del pueblo náyeri, donde pobladores y sus autoridades tradicionales discutían las acciones comunitarias, jurídicas y políticas para la defensa del río y de su cultura.

Al poco tiempo, y dada las dimensiones de las afectaciones que se derivarían de la construcción de la presa, los más de 25  pueblos y comunidades wixárikas, náyeris, tepehuanes y mexicas decidieron constituir la Asamblea Permanente de Pueblos Originarios de Nayarit (Appon), que sigue operando aún cuando lograron que en 2018 se suspendiera definitivamente la hidroeléctrica de Las Cruces.

“Paralelamente a los amparos promovidos por pueblos wixárikas basados al Convenio 169 (de la OIT), que obliga a que se le consulten los megaproyectos a los pueblos indígenas, también se ampararon comunidades mexicas, esto logró que a finales de 2018 y 2019 se frenara el proyecto, esto pese a que la maña, el narcogobierno pues, nos intimidara”, sigue contando.

Para Pedro, después de la victoria ante la hidroeléctrica, las comunidades y pueblos agrupados en la APPON se cuestionaron la ruta a seguir, pues de las acciones comunitarias se desprendieron una serie de demandas pendientes ante los pueblos indígenas de Nayarit.

Es así que deciden instalar cuatro mesas permanentes de trabajo en donde se discuten permanentemente acciones para la defensa del territorio; el derecho a la consulta;  la recuperación de la salud comunitaria y la medicina tradicional; y la educación indígena e intercultural.

“Nos preguntamos ‘bueno, ¿y qué sigue?’ y ahora trabajamos constantemente en esto”.
 

 

Hacia una educación indígena e intercultural

Pedro está convencido de que el camino inaugurado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994 es la ruta a seguir para los pueblos y comunidades indígenas del país: “la autonomía, que es la única vía que puede ser realmente una alternativa”.

Su historia personal, que ante la ausencia de un bachillerato en su comunidad lo obligó a migrar a la ciudad para culminar sus estudios y convertirse en profesionista, es uno de los motivos por los que él decidió ejercer su profesión en su pueblo natal: Presidio de los Reyes.

Pedro se percató que, como en su caso, hay decenas de jóvenes náyeris que por cuestiones económicas o falta de escuelas abandonan sus estudios y sueños para volcarse a la siembra de la amapola, principal actividad económica en la sierra del Nayar.

Ante esto, y con sus propios recursos y gestiones, logró abrir un bachillerato intercultural en su comunidad. Donde tras varios años de lucha pedagógica han surgido nuevas generaciones de abogados, profesores, contadores y comunicadores que ahora están involucrados en las actividades político-organizativas de su territorio.

“Si no impulsábamos esto, pensamos que a 30 años los jóvenes ya no defenderán los lugares sagrados, la cultura, la tradición, perderían la lengua y entonces sería un problema más de cómo defender lo indefendible. Es un punto que teníamos que trabajar y para ello empezamos un proyecto de educación en las comunidades para rescatar la lengua, la cultura y la tradición”, reflexiona.

Ahora el sueño de Pedro ha logrado que, con el apoyo privado, esté próxima a fundarse una Universidad Intercultural en la sierra del Nayar, la cual servirá como un semillero de intelectuales indígenas que continuarán defendiendo su territorio en los años venideros.

“El gobierno nunca se nos ha acercado a escucharnos, no hay ningún proyecto en conjunto, por eso decidimos entablar contacto y apoyo con las instituciones privadas, aunque nuestro objetivo siempre va a ser construir la autonomía: y hacia allá vamos”, concluye.

Hoy en día la pandemia por la covid-19 ha implicado que muchos de los proyectos modificaran su cauce. Sin embargo, Pedro está convencido de que el trabajo que durante años ha impulsado en la comunidad, sumado a la incorporación de nuevos jóvenes profesionistas que tienen como objetivo la construcción de la autonomía, pronto rendirán frutos.

“En unos años no debe sorprender que Presidio de los Reyes se vuelva algo así como un caracol zapatista”, pronostica.

 


* Alejandro Ruiz es periodista independiente radicado en la ciudad de Querétaro. Creo en las historias que permiten abrir espacios de reflexión, discusión y construcción colectiva, con la convicción de que otros mundos son posibles si los construimos desde abajo.