Palestina: Resistencia y martirio en Beita

Ya son seis los palestinos asesinados por el ejército israelí en Beita, la aldea al sureste de Nablus donde la población está protestando semanalmente desde mayo contra la instalación de Evyatar, una nueva colonia ilegal instalada en una colina que pertenece a las familias de Beita. A fines de junio, y debido a la intensidad de las movilizaciones palestinas, los colonos aceptaron un compromiso con el primer ministro Naftali Bennett y el ministro de Defensa Benny Gantz, por el que abandonarán el lugar, pero las casas permanecerán en su lugar, mientras el gobierno de ocupación ‘estudia la situación legal del terreno’.



Resistencia y martirio en Beita

 Ya son seis los palestinos asesinados por el ejército israelí en Beita, la aldea al sureste de Nablus donde la población está protestando semanalmente desde mayo contra la instalación de Evyatar, una nueva colonia ilegal instalada en una colina que pertenece a las familias de Beita. A fines de junio, y debido a la intensidad de las movilizaciones palestinas, los colonos aceptaron un compromiso con el primer ministro Naftali Bennett y el ministro de Defensa Benny Gantz, por el que abandonarán el lugar, pero las casas permanecerán en su lugar, mientras el gobierno de ocupación ‘estudia la situación legal del terreno’. Si resulta que la colonia puede ser legalizada, los residentes podrán regresar “lo antes posible”. De hecho este es el proceso que suelen seguir todas las colonias que se instalan de manera ilegal y luego son legalizadas por el gobierno; por eso los colonos afirmaron que van a regresar, y antes de retirarse erigieron una enorme estrella de David de hierro y pusieron nombres bíblicos a las callejuelas del asentamiento. El acuerdo estipuló que mientras tanto se establecerá una base del ejército en el lugar. La población de Beita apeló el acuerdo por considerar que pretende eludir la orden de desalojo y viola los derechos de propiedad palestinos. Por eso las movilizaciones palestinas han continuado; y también la represión mortal. Los periodistas Gideon Levy y Alex Levac volvieron a Beita para documentar el sexto asesinato; habían estado la semana anterior cuando ocurrió el quinto.
 “Eligen a una persona para matarla, y así se acaba la protesta”

Gideon Levy

Imad Duikat fue el sexto palestino muerto por disparos de las tropas israelíes durante las recientes protestas contra el nuevo asentamiento colonial Evyatar, y el número 40 asesinado en Cisjordania desde mayo.

Ali es llevado a la sala en brazos del tío Bilal, hermano de su padre. Todos guardan silencio, algunos ojos se llenan de lágrimas al ver al pequeño bebé. Ali aún no tiene dos meses y su padre fue asesinado el viernes pasado por el ejército israelí. Le dispararon una sola bala que impactó en su pecho desde unos cientos de metros de distancia.

Imad Duikat, un simple jornalero, se encontraba entre los cientos de habitantes de la aldea cisjordana de Beita, que cada viernes se reúnen frente a Evyatar, una incipiente colonia ilegal cuyos habitantes lo han abandonado por el momento, pero las viviendas siguen allí, intactas. Los líderes de la aldea insisten en que no descansarán hasta que se retire la última piedra de Evyatar y se devuelva la tierra −que, según dicen, pertenece a Beita y a otras tres aldeas cercanas− a sus propietarios.

Duikat, de 38 años, estaba tomando agua de un vaso desechable en el calor del mediodía cuando le dispararon. El vaso se encuentra ahora en el centro del improvisado monumento conmemorativo −un círculo de piedras− que sus amigos han colocado alrededor de la mancha de sangre seca en el lugar en el que la bala se estrelló contra él. Su hijo pequeño, Ali, y sus cuatro hermanas, no volverán a verlo. El abuelo de Imad, que también se llama Ali, aprieta a su pequeño nieto contra su corazón y le da un beso.

Esta sencilla casa, situada en lo más profundo de Beita, está impregnada de luto. Llegamos allí a principios de esta semana para visitar al padre de Imad, su hermano, sus hijos y otros familiares. Las mujeres en duelo estaban en el primer piso. Un grupo de hombres de la localidad se había reunido para consolarse en una sala del centro del pueblo.

La semana pasada también estuvimos en Beita: para documentar el asesinato del plomero local, Shadi Shurafi, de 41 años y padre de cuatro hijos, a principios de este mes. Le dispararon y mataron una noche, cuando fue a chequear las válvulas principales de agua del pueblo, cerca de la carretera, mientras sostenía una llave inglesa. (El martes de esta semana, la Unidad del Portavoz del ejército israelí nos informó que el cuerpo de Shurafi había sido finalmente devuelto a su familia para su entierro por orden de los políticos israelíes).

Apenas se había secado la tinta del artículo sobre el plomero que apareció en estas páginas el viernes pasado, cuando otro residente de Beita fue asesinado. Duikat es el sexto habitante del pueblo que ha sido asesinado desde el comienzo de las manifestaciones contra Evyatar. Desde mayo, las fuerzas israelíes han matado a un total de 40 palestinos en Cisjordania, la mayoría de los cuales evidentemente no ponían en peligro a nadie.

La viuda, Samar, está encerrada en su habitación. Sus hijas huérfanas de padre, de entre 10 y 4 años, están sentadas en silencio en el sofá. El abuelo Ali, de 78 años, afligido por su hijo, lleva un keffiyeh blanco y un traje oscuro; se ríe de vez en cuando, sin darse cuenta, aparentemente con incomodidad.

Desde que Evyatar se estableció en la colina Jabal Sabih, en las afueras de Beita, a principios de mayo, los aldeanos realizan sus oraciones de los viernes en la colina de olivos situada enfrente. Se ha convertido en un ritual semanal muy popular: todo el pueblo, incluyendo niñas y niños, se dirige a pie o en coche a la colina, las furgonetas traen comida y bebida, y los lugareños pasan la tarde, después de las oraciones, frente al adefesio de Evyatar. Durante la época en que el asentamiento colonial estaba habitado, los lugareños quemaban neumáticos en ese lugar, y el denso humo se expandía y molestaba a los colonos.

Una enorme bandera de Palestina ondea ahora en la brisa, desafiante; también se han colocado aquí altavoces e iluminación. El viernes pasado los habitantes del pueblo se reunieron en esta misma colina: se calcula que entre 1.000 y 1.500 personas acudieron a la protesta, que también fue una especie de picnic masivo con niños y niñas.

La gente de Beita tiene mucha experiencia en organizar protestas contra colonos violentos que quieren despojarlos. Hace un año y medio, los colonos intentaron asentarse en la cercana colina Jabal Orma; ese intento se frustró con una lucha que se cobró la vida de dos aldeanos. En 1988, durante la fiesta judía de Pascua, una excursión provocadora de jóvenes colonos de la zona se convirtió en un incidente violento y mortal; tras él, el ejército israelí demolió 16 casas en Beita. En 1991, un colono de Elon Moreh asesinó a un residente local y fue internado en un hospital psiquiátrico. Hace dos semanas fue asesinado el plomero. Y luego le llegó el turno a Duikat.

El viernes pasado había estado temprano en su casa con Samar y sus niñas. Sobre las 10:30 salió de la casa con su sobrino Rabia, de 20 años. Se dirigieron a la colina frente a Evyatar, pasando por una zona de recreo y camping familiar que queda en el camino. Los habitantes del pueblo ya habían colocado las alfombras en el suelo y comenzaban sus oraciones habituales del mediodía, entre los olivos, bajo el sol. Las estructuras vacías de Evyatar asomaban en la colina de enfrente; entre ellas, una gran estructura en forma de menorah, torres de vigilancia y banderas israelíes.

Eran alrededor de las 2:30 de la tarde, después de que se hubieran reunido cientos de personas, cuando un soldado israelí tomó su rifle y disparó una sola bala −una bala “tutú” calibre 22, según los aldeanos− en el pecho de Duikat. La sangre brotó de su boca; la bala no salió. Fue declarado muerto al llegar al hospital Rafidiya de Nablus. La ambulancia que lo llevó hasta allí estaba aparcada a pocos pasos del lugar donde lo mataron; una segunda ambulancia estaba aparcada cerca. Al menos dos ambulancias esperan en estas manifestaciones semanales, que invariablemente terminan con derramamiento de sangre.

El viernes pasado, seis pobladores locales fueron alcanzados por munición real, y más de 100 resultaron heridos por gases lacrimógenos y balas metálicas con punta de goma. No se sabe cuántas tropas se desplegaron contra ellos; el terreno es rocoso y algunos de los soldados están escondidos. Algunos manifestantes dicen que también les dispararon desde aviones no tripulados que sobrevolaban la zona.

Así sucede aquí, cada semana.

“No apuntaron necesariamente a Imad [personalmente]”, dice Omar Duikat, de 51 años, tío del fallecido, sentado en la casa familiar. “Eligen a una persona cualquiera, y luego se acaba. El soldado elige a quién matar. Así es como han matado a seis pobladores locales.”

Bilal, de 44 años, hermano mayor de la víctima, abraza a su sobrino pequeño, el bebé Ali. “Acabaron  con él en un segundo”, dice, y luego calla.

Añade Omar: “Su vida era muy sencilla. Imad no era futbolista, no era actor de cine, ni cantante, ni comerciante. Va a trabajar por la mañana como obrero, vuelve a casa con su mujer y sus hijas, y a veces sale a trabajar en su olivar con la familia.”

 “Los colonos no vienen de visita”, continúa. “Quieren arrebatarnos la tierra. No tengo nada contra el pueblo israelí. Trabajo en Rishon Letzion, y me quito el sombrero ante la gente de allí; pero los colonos son muy diferentes. Los colonos que nos rodean no son seres humanos. Sólo piensan en cómo hacer cosas malas a nuestra gente, y el problema es que el ejército los apoya. Imad es el precio que pagamos para salvaguardar nuestra tierra. En este pueblo estamos pagando un precio muy alto para preservar nuestra tierra. Este pueblo no está dispuesto a aceptar a los colonos. Estamos dispuestos a pagar cualquier precio para no perder nuestra tierra. Queremos la paz, pero no estamos dispuestos a dejar que nadie nos haga daño.

“Los colonos sólo esperan una oportunidad para asentarse, erigir una bandera, instalar una casa rodante y expandirse aún más; pero no estamos de acuerdo en aceptarlo. Decidimos hace 105 días, cuando se instalaron en la colina de enfrente”, explica Omar, “que esto no terminará hasta que nos devuelvan la tierra. No era Evyatar, no es Evyatar y nunca será Evyatar. Es exactamente el centro del país, y quieren dividir el este del oeste y el norte del sur. Nuestra lucha continuará hasta que quiten la última piedra.”

La siguiente respuesta en relación con el incidente que acabó con la vida de Imad Duikat vino de la Oficina del Portavoz del ejército israelí esta semana: “Las Fuerzas de Defensa de Israel llevan a cabo sesiones informativas con el objetivo de sacar conclusiones que le permitan tanto hacer frente a los riesgos de seguridad como evitar, en la medida de lo posible, dañar a los no combatientes. El 6 de agosto de 2021 se produjeron violentos disturbios en las inmediaciones de la ‘colina Evyatar’ con la participación de cientos de palestinos que lanzaron piedras e incendiaron neumáticos. A raíz del incidente en cuestión, se está llevando a cabo una investigación por parte de la Policía Militar y, una vez terminada, las conclusiones se transmitirán a la oficina del procurador general militar.”

Agentes de la Policía de Fronteras están apostados en la entrada de Evyatar. La zona donde los habitantes de Beita organizan sus protestas está sembrada de restos de neumáticos quemados y casquillos del ejército; un mar de botellas y vasos de plástico cubre el suelo seco. Los grillos cantan allí al mediodía, el único sonido que se escucha; hasta la próxima manifestación y la próxima matanza.