LA IZQUIERDA EN EL LABERINTO EPIDEMIOLÓGICO
Por EdicionesElSalmón
PostaPorteña
27.AGO.21
En 1945, George Orwell escribió las siguientes palabras:
Si los editores y los directores de los periódicos se afanan por eludir ciertos temas no es por miedo a ser denunciados: es porque le temen a la opinión pública. Ciertas ideas que no gocen de mucha popularidad pueden ser silenciadas y ciertos hechos incómodos ocultarse sin necesidad de ninguna prohibición oficial. Esta clase de censura velada actúa también sobre los libros y las publicaciones en general.
Su origen está claro: en un momento dado se crea una ortodoxia, una serie de ideas que son asumidas por las personas bienpensantes y aceptadas sin discusión alguna. No es que se prohíba concretamente decir «esto» o «aquello»; simplemente «no está bien» decir ciertas cosas. Y cualquiera que ose desafiar aquella ortodoxia se verá silenciado con sorprendente eficacia. De ahí que casi nunca se haga caso a una opinión realmente independiente ni en los medios de masas ni en las publicaciones minoritarias más intelectuales
En estos momentos, la ortodoxia dominante exige una admiración, sin asomo de crítica, hacia las medidas para combatir la pandemia. Cualquier crítica seria a las restricciones, cualquier revelación de hechos que el gobierno prefiere mantener ocultos, es muy poco probable que salga a la luz.
La cuestión que estamos debatiendo aquí es muy simple: ¿Merece ser escuchada toda clase de opinión, por impopular que sea?
Plantead esta pregunta en estos términos y casi todo el mundo sentirá que su deber es responder: «Sí». Pero dadle una forma concreta y preguntad: ¿Qué os parece si criticamos las medidas y restricciones aplicadas en la pandemia? ¿Tenemos derecho a ser escuchados? Y la respuesta más común será: «No». En este caso, la pregunta representa un desafío a la opinión ortodoxa reinante y, en consecuencia, el principio de libertad de expresión deja de existir.
No. Evidentemente George Orwell no anticipó la pandemia de la covid-19 ni la «nueva normalidad» en que llevamos sumidos un año y medio. Su reflexión acerca de la libertad de expresión contra las «ortodoxias reinantes» tenía como eje el silencio acrítico y cómplice de los políticos e intelectuales occidentales hacia Stalin y la Unión Soviética en los últimos años de la guerra mundial, lo que provocó que su novela Rebelión en la granja estuviera cerca de no ver la luz tras ser rechazada por una editorial tras otra.
Si rescatamos aquí las palabras de Orwell, reescribiéndolas para este presente también distópico, es con el fin de denunciar el acto de censura padecido por los autores del libro Covid-19. La respuesta autoritaria y la estrategia del miedo.
Por segunda vez, El Salto Diario ha eliminado un artículo, firmado por José R. Loayssa y Ariel Petruccelli, horas después de haber sido publicado online en la sección vasca del medio, Hordago.
El artículo versaba sobre las vacunas, y su título era «Covid-19: una vacunación controvertida»(lo publicamos en esta posta)
Fue publicado el 17 de agosto a las 11:00 de la mañana, siendo eliminado horas después. A los autores se les explicó solamente que el texto habría sido suprimido de la web no tanto por su contenido, sino debido al comunicado publicado en mayo en relación a un hecho similar, ligado a otro acto censor.
En el mes de abril, Loayssa, Petruccelli y Francés habían propuesto a El Salto la publicación de un artículo que sirviera de síntesis y resumen al libro, arriba referido, que estaba a punto de ser editado. El artículo, «Covid-19, año uno. Balance de una pesadilla autoritaria y de una gestión fracasada», fue publicado a principios de mayo en la sección de opinión de la web de El Salto, para ser eliminado horas después. Desde Ediciones El Salmón se redactó el 9 de mayo un comunicado («¿Libertad de prensa? Censura en El Salto Diario»), acordado con los autores del libro, y publicado en la web de la editorial.
Dicho comunicado jamás ha recibido una respuesta, ni pública ni privada, por parte de El Salto Diario.
Ante nuestro estupor debido tanto a la censura como a la razón esgrimida para borrar este segundo artículo, el 18 de agosto dirigimos una carta ?de la que reproducimos aquí algunas partes? a todo el equipo de El Salto, en la que les instábamos a:
1) Ofrecer una explicación pública, a sus socios y lectores, de los hechos acaecidos tanto ahora como en mayo.
2) Brindar en el medio un espacio donde las individualidades de El Salto disconformes con el doble acto de censura pudieran manifestar su punto de vista.
En su respuesta, la «redacción» de El Salto aducía que la decisión respecto a los contenidos del medio y las propuestas de artículos que se aprueban corresponde únicamente a El Salto; y que «no es de recibo que unas personas que emitieron un comunicado llamando al boicot al medio vuelvan a publicar en él».
Nuestra estupefacción es si cabe todavía mayor. Quienes responden en nombre de El Salto asumen:
a) que quien critique algo hecho por El Salto no puede ni debe querer publicar nunca más en ese medio.
b) Que un acto de censura tan evidente como retirar un artículo ya diseñado y publicado no debe ser denunciado.
c) Que los autores del artículo y/o Ed. El Salmón ha llamado a boicotear a El Salto, cosa manifiestamente falsa.
Somos conscientes de que en el seno de El Salto existe una profunda división ante estos hechos. Nos consta el malestar de Hordago, al haber visto secuestrada su autonomía para publicar artículos en su sección. También es fácil percibir que muchos lectores y suscriptores han acogido con mucho interés los artículos publicados durante la pandemia por Loayssa y Petruccelli, en especial el texto aparecido en octubre de 2020 («Covid-19, autoritarismo e izquierda confinada»), y no cabe duda de que muchas de las lectoras habituales de El Salto habrían agradecido leer un artículo distinto sobre la controversia en torno a las vacunas y los llamados «pases sanitarios».
Desde que fuera publicado a mediados de mayo, el libro Covid-19. La respuesta autoritaria y la estrategia del miedo ha sido objeto de varias censuras. Dos presentaciones fueron canceladas. En Zaragoza, la librería Antígona había pedido a la universidad el uso del paraninfo para celebrar el acto, y unos días antes la universidad dio marcha atrás. Al no contar con suficiente aforo, Antígona no podía albergarlo, y sólo la generosidad y arrojo (1) de la librería La Pantera Rossa hizo posible la presentación.
Tres semanas antes, la «Feria Literal de libros e ideas radicales» suspendió ?con menos de 24 horas de antelación? la presentación del libro acordada dos meses antes. Ofrecimos nuestra versión de los hechos en un comunicado publicado en la web de la editorial; de lo acaecido destacamos que:
1) Literal suspendió el acto sin que nadie de la organización hubiera leído el libro.
2) Literal quiso impedir la celebración de un coloquio informal en el recinto ferial entre uno de los autores del libro y dos decenas de personas (encuentro finalmente realizado extramuros).
3) Literal nunca explicó públicamente todo lo acontecido durante ese fin de semana.
4) Sin embargo, uno de los organizadores, Simón Vázquez, se despachó contra la editorial y los autores en varios tuits plagados de mentiras y calumnias.
5) Tras publicarse nuestro comunicado, Simón Vázquez eliminó dichos tuits (ignoramos si por voluntad propia), pero Literal continúa, a día de hoy, sin dar explicaciones públicas sobre la censura de la presentación del libro.
El Salto no ha sido el único medio donde se ha impuesto la voluntad de silenciar las voces críticas hacia la gestión de la pandemia. En Rebelión, un longevo medio digital de izquierdas, el responsable de la sección de «Conocimiento libre», el biólogo Alfredo Caro Maldonado, se ha negado a que se publique el artículo censurado en primavera por El Salto, por contener «informaciones falsas y desinformación», «inhumanidad», «conspiranoia». Ignoramos si es una postura compartida por todo el equipo que conforma Rebelión.
Cabe también señalar que otros medios sí han acogido un debate abierto sobre la pandemia, como Gara/Naiz, Kaos en la Red o Hincapié.
Pero es indudable que la ortodoxia covid denunciada por Petruccelli, Loayssa y Francés ha favorecido la creación de una «república del silencio» generalizada en los medios, y entre la izquierda en particular.
No es que se prohíba concretamente decir «esto» o «aquello»; simplemente «no está bien» decir ciertas cosas. Y cualquiera que ose desafiar aquella ortodoxia se verá silenciado con sorprendente eficacia.
Una de las tesis de Covid-19. La respuesta autoritaria y la estrategia del miedo es que la izquierda está atrapada en un laberinto epidemiológico: queriendo presentarse como la defensora de la salud y el bienestar público frente al egoísmo y la racionalidad de cálculo del neoliberalismo, ha sucumbido a una política sanitaria anti-covid19 sustentada en unas medidas y restricciones que, en su gran mayoría, poseen escasa o nula justificación científica ?algo largamente explicado en el libro?, contagiándose y extendiendo un pánico irracional y morboso alimentado por los medios.
Y esta obsesión provoca que toda crítica, todo disenso, sea despachado como negacionista, antivacunas, terraplanista, cuando en verdad un gran número de médicos y científicos de prestigio cuestionan desde hace mucho la narrativa oficial de la pandemia y abogan por unos planteamientos distintos.
La amenaza que se cierne sobre nuestro presente y nuestro futuro, donde se delinea una sociedad con un férreo control tecnosanitario, bajo un régimen discriminatorio inaceptable, exige una respuesta contundente por parte de todos aquellos que aún sientan aprecio por las libertades y las igualdades que una longeva tradición emancipatoria siempre buscó defender.
Ediciones El Salmón
Alicante 26 de agosto de 2021
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(1) Antes de la celebración del acto, La Pantera Rossa publicó una nota admirable: «En la uniformización del pensamiento o en la militarización de las crisis es imposible progresar como humanidad.
La discusión pública sobre la Covid-19, en particular, sobre cómo afrontar sus dramáticas consecuencias, ha venido siendo silenciada en medio del pánico social; de este modo se impide encontrar en la pluralidad y riqueza de miradas y alternativas existentes la inteligencia colectiva necesaria para conseguir las mejores soluciones al conflicto que sufrimos. Deseamos en La Pantera Rossa que sirva la presentación de este libro para poner en valor la libertad de opinión, el debate social y la diversidad de respuestas honestas que hay por el bien común, más allá del acuerdo o desacuerdo que podamos tener con cada una de ellas».
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«La república del silencio»:
Jamás fuimos tan libres como durante la pandemia
Revista Hincapié 13 agosto, 2021 Comment Closed
El mismo año de la liberación de París frente a la ocupación nazi, Jean-Paul Sartre escribía un artículo para Lettres Françaises, titulado «La república del silencio», que comenzaba así:
Jamás fuimos tan libres como bajo la ocupación alemana. Habíamos perdido todos nuestros derechos y, ante todo, el de hablar; diariamente nos insultaban a la cara y debíamos callar […] como una policía todopoderosa procuraba constreñirnos al silencio, cada palabra se volvía preciosa como una declaración de principios; como nos perseguían, cada uno de nuestros gestos tenía el peso de un compromiso […]
Habrá quien se escandalice porque piense que estoy tratando de comparar la gestión política de la actual pandemia con la ocupación nazi. Y eso es precisamente lo que voy a hacer.
El estado de excepción, de suspensión de derechos y libertades, mantenido durante los últimos diecisiete meses, se parece cada vez más a la imposición de una dictadura político-sanitaria cuyo efecto fundamental es reducir al silencio a quien alce la voz contra los repetidos abusos y gestos autoritarios.
Por supuesto, también existen diferencias evidentes entre ambas situaciones; sería ingenuo pensar que siempre vamos a combatir el mismo tipo de opresión. Cada época cultiva sus maneras. Pero como las consecuencias para nuestra libertad, cada día que pasa, se asemejan más a una existencia en la que «una policía todopoderosa procuraba constreñirnos al silencio», viene al caso decir que nunca hemos sido más libres que durante la pandemia.
Pues cada palabra en contra de las medidas gubernamentales se vuelve una declaración de principios y cada gesto cotidiano tiene hoy el peso de un compromiso.
Claro que esa «libertad» a la que apelaba Sartre se circunscribía a aquellas personas que asumieron la responsabilidad de resistir a la opresión con los medios que tenían a su alcance. Y de esas personas siempre hay pocas.
Por lo menos en el momento en que las atrocidades se generalizan y el terror, a través de la propaganda diaria, se difunde entre una mayoría social que prefiere seguir pensando que «pronto pasará todo» o que, en realidad, esas supuestas atrocidades no le conciernen y lo fundamental es adaptarse a lo que venga con el mejor de los talantes. Colaborar y no presentar resistencia para pasar el trago lo antes posible.
El aprendizaje en la obediencia y la sumisión al que hemos asistido durante este año y medio abre, sin duda, un nuevo capítulo histórico en lo que a servidumbre voluntaria se refiere. Pero, siguiendo la lógica que vengo describiendo, eso no hace más que aumentar las posibilidades para el ejercicio de nuestra libertad. Por supuesto, en las circunstancias actuales, el precio a pagar puede ser altísimo, pero ¿no hace eso que nuestra libertad sea más valiosa?
Negarse a la inoculación de compuestos que contienen OMG’s (Organismos Modificados Genéticamente) y que, a falta de mejor nombre, han llamado «vacunas» — comercializados bajo una licencia provisional a la espera de constatar posibles efectos adversos a medio y largo plazo—, supondrá pasar a formar parte de una categoría social que algunos pesimistas han llamado «ciudadanos de segunda», pero que en realidad nos abrirá nuevas oportunidades para ser libres.
No poder aportar el pasaporte inmunitario nos liberará de los viajes internacionales, del turismo de masas y de los humillantes controles aeroportuarios.
Al mismo tiempo, y en un mismo y elegante movimiento, podremos prescindir de la asistencia a centros y eventos culturales de todo tipo donde el martilleo ideológico nos descerebra desde hace tiempo y en los que no dejarán de celebrarse las conquistas de esta nueva normalidad del sometimiento.
Muchas de las supuestas bendiciones de las sociedades de consumo nos estarán vetadas, por lo que tendremos la libertad de dejar de participar en muchos de los rituales de esa forma de vida.
Es posible, incluso, que llegue el momento en el que pertenecer a esta nueva categoría social de los «no inoculados» nos libere del trabajo asalariado, porque no habrá nadie que quiera explotarnos.
Y, así, un largo etcétera de situaciones en las que ejerciendo nuestra libertad de decir «no», tendremos que asumir otras libertades que como en un efecto dominó se nos irán presentando en el camino que conduce hasta nuestra condición de enemigos públicos o parias de la dictadura político-sanitaria.
Habrá quien piense que la perspectiva que ofrecen dichas libertades es más bien sombría, pero piensen por un momento en aquellas personas que, aprovechando las condiciones derivadas de una opresión inédita para ejercer su albedrío, pasaron a formar parte de la resistencia frente a la ocupación nazi: ¿creen que lo hacían esperando el reconocimiento o el perdón de sus verdugos?
A partir de ahora el ejercicio de nuestra libertad tendrá que desarrollarse en condiciones cada vez más duras. Es decir, en condiciones inmejorables. No hay que esperar que grandes masas secunden la desafección al nuevo régimen dictatorial político-sanitario, por más que las movilizaciones en varios países estén empezando a ser numerosas.
En el corto plazo, la represión recaerá sobre los pocos que se hayan negado a aceptar las nuevas condiciones de miseria social y, además, osen expresarlo públicamente.
Estamos entrando en una nueva «república del silencio», en la que la resistencia frente a la tiranía encontrará, como siempre lo ha hecho, su forma de abrirse camino entre las sombras.