Respuesta a Étienne Balibar. Conferencia tRAZAs: Raza, Deconstrucción y Teoría Crítica
Jacques Derrida, Keynote Response to Etienne Baibar. Conferencia “tRACEs: Race, Deconstruction, and Critical Theory”, University of California, Humanities Research Institute, 10 y 11 de abril de 2003. Disponible en Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=LfXdYefgKjw
La adaptación al francés de la segunda parte de la conferencia de Étienne Balibar a la que responde Derrida, puede consultarse en Balibar, E., “Élection/Sélection” en Marie-Louise Mallet & Ginette Michaud (Ed.), L’Herne Derrida. Paris: Herne, 2004, pp. 226-232.
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Una tarea difícil. Primero que todo, en primer lugar quiero dar las gracias a David [Theo] Goldberg y a Dragan Kujundžić por su invitación, por haber organizado este evento, que es un evento necesario y, debo decir, urgente, y les doy las gracias por haberme invitado a asociarme a este evento.
Antes de empezar me gustaría dejar como un exergo suspendido una, dos o tres preguntas que voy a dejar en vilo. Primera pregunta. ¿Quién confesaría hoy: “Yo soy racista”? ¿Quién confesaría esto? Sabemos que las personas se comportan como racistas pero ellas, en la mayoría de los casos, no reconocerían que son racistas, no dirían “Yo soy racista”. Ahora, ¿Quién confesaría esto y quién podría afirmar que nunca ha sido tocado o contaminado con o por algo, virtual al menos, de racismo? Primera pregunta.
Por supuesto, esta pregunta estará inmediatamente conectada con la conclusión de Étienne [Balibar] acerca del post-racismo, de lo que vendrá después del fin del racismo, si hay alguna otra forma oculta o metonímica de racismo esperando en el futuro. Sabemos que el racismo es una formación plástica, es esencialmente plástico, que puede tomar formas metonímicas de manera interminable. Así, pues, ¿quién podría estar realmente seguro de que ningún racismo le ha tocado, y que incluso después del final del así llamado racismo declarado no habrá ningún racismo esperándonos? Segunda pregunta.
Entonces, la pregunta acerca del racismo y el antisemitismo. Por supuesto que yo he estado muy interesado en lo que Étienne nos dijo, y lo que voy a hacer primero es proponer algunas observaciones generales y, me temo, triviales observaciones; y luego, en la segunda parte, voy a tratar de, no oponerme, no de responder, sino de hacer eco a algunas de las declaraciones de Étienne Balibar.
Entonces, ¿Qué eran este par de conceptos: “racismo” y “antisemitismo”?, ¿por qué tenemos que, especialmente en Francia, asociarlos constantemente? Tenemos movimientos en contra del racismo y el antisemitismo, sabemos que no podemos separarlos y sabemos que no podemos identificar al uno con el otro. ¿Qué es esto, esta extraña pareja y qué es lo que está oculto en esta necesidad de no separarlos pero también de no homogeneizarlos? Y en su momento intentaré confrontar lo que Étienne Balibar nos dijo antes acerca de esta pregunta hace un momento.
Y por supuesto, en este evento, yo diría, lo más necesario y urgente que tenemos que hacer aquí hoy, quiero decir hoy, hoy día, lo que tenemos que hacer son nuevas asociaciones con una serie de cosas que no son “racismo”: el “nacionalismo” no es “racismo”, la “xenofobia” no es “racismo”. Hay una serie de cosas que son cercanas al “racismo”, pero que no son racismo y tenemos que dar cuenta de esta proximidad y hacer una distinción rigurosa entre todos estos conceptos. Así que este evento es mucho más necesario hoy con estas nuevas formaciones entre el “racismo” y “algo más”.
Así que, si no les importa, debo decirles algunas cosas sobre mi propia, si no es demasiado indecoroso, mi propia posición [investment] en estas cuestiones acerca del racismo. Algunos de ustedes, algunos de mis amigos aquí saben que nací en un país que no era un país, era un país colonizado, una colonia considerada una parte de Francia, en la que, en mi generación, se producían todo tipo de racismos, en todas direcciones.
Todo el mundo podía en Argelia, cuando nací, todo el mundo podía al mismo tiempo alegar que, él o ella, era víctima de racismo, y al mismo tiempo, participar de alguna clase de racismo. Y esto era cierto para los nacidos en Francia, los ciudadanos franceses, procedentes de Francia, era cierto para los argelinos, no importando si hablaban árabe o berebere, era cierto para los italianos, los españoles, los malteses, y por supuesto era cierto para los judíos que, en algún punto como recordaba Gil Anidjar esta mañana, se les concedió la ciudadanía francesa en 1870 y luego esta les fue quitada cuando yo era un niño, les fue privada su ciudadanía [1940] durante la guerra, durante la ocupación nazi de Francia, y en ese momento fueron, por supuesto, víctimas de antisemitismo, pero no como ciudadanos, no eran ciudadanos, eran llamados, éramos llamados, “judíos indígenas”. Es decir, no ciudadanos, no pertenecientes a ningún pueblo, a ninguna nación argelina, a ninguna nación francesa, y eran, por supuesto, víctimas de antisemitismo por parte de los argelinos en cierta medida, y en mayor medida por parte de los franceses y del gobierno francés. Así que yo era muy sensible, por supuesto, a esta diversidad de racismos, si bien debo confesar que en mi propio entorno [milieu] la comunidad judía se comportaba de manera racista, a veces contra el pueblo argelino, a veces contra los árabes y en cierta medida contra los franceses. Y debo decir que cuando yo era niño, participaba en este vago racismo hacia todos, hacia todos e incluso hacia los franceses. Todavía conservo algo, digamos, vagamente irónico y suspicaz acerca de todo lo francés. Así que aunque no podría jurar que estaba totalmente intacto, a pesar de, claro, haber sufrido tanto, no tanto como en Europa, pero haber sufrido tanto, he sido muy sensible a esta cuestión del irreductible racismo, sin saber muy bien lo que es y qué diferencia podría haber entre el antisemitismo y el racismo.
Ahora, habiendo dicho esto, debo confesar que cuando Dragan [Kujundžić] me dijo algo acerca de este proyecto y el título de esta conferencia, que es “tRAZAs”, con este juego de palabras, “t” “-raza”, “deconstrucción y raza”, en primer lugar pensé que era un poco artificial, al menos en el título, tal vez un mal juego de palabras, y luego me di cuenta de que era tal vez algo más justificado y me gustaría decirles por qué creo que está justificado, que no es un mal o artificial juego de palabras. Por supuesto, no estoy aquí para responder por la deconstrucción, nunca voy a poder hacerlo, y por el concepto de traza [trace], a pesar de haber trabajado mucho con estas palabras. Pero tengo la extraña sensación de haber hablado o escrito muy poco, temáticamente, sobre raza y racismo. En un modo deconstructivo, algunos textos están temáticamente dirigidos en ese sentido. Hay un texto sobre Mandela, “Admiración de Mandela”[1], así como “La última palabra del racismo”,[2] sobre el racismo de Estado, que es un tema muy específico, y voy a volver a esta cuestión sobre el racismo de Estado, sobre lo que podría significar este concepto de racismo de Estado. Pero, por otra parte, no abordé directamente esta cuestión sobre la raza y el racismo, incluso en el texto que menciona Balibar, en Geschlecht [3], que no era un texto sobre racismo, aunque por supuesto que lo de la raza estaba ahí. Así que, ¿por qué fue así? En cierta manera, yo diría que la deconstrucción, si me mantuve tan silencioso sobre este tema, fue porque la deconstrucción, de parte a parte, y yo no diría esto artificialmente, es la deconstrucción del racismo. Hay deconstrucción de, –primero voy a distinguir aquí dos capas– en primer lugar, hay deconstrucción no de las condiciones permanentes de posibilidad del racismo, sino de la larga secuencia, de la larga secuencia histórica de las condiciones de posibilidad de lo que llamamos racismo en su estricto sentido moderno. Así, pues, voy a empezar distinguiendo las condiciones de posibilidad del racismo, estas condiciones de posibilidad que son filosóficas de parte a parte y que, por supuesto, abarcan siglos y que están unidas a la filosofía occidental –voy a decir un poco más sobre esto en su momento. Y luego tenemos el estricto y estrecho concepto moderno de racismo, asociado a una serie de cosas que Étienne recordó: Historia del colonialismo, el conocimiento pseudo-científico en biología y genética, y una cierta historia del Estado-Nación, del moderno Estado-Nación. Ese racismo en sentido estricto es un fenómeno de los siglos XIX y XX.
Así, entonces, tenemos que distinguir entre estas dos capas, y voy a argumentar que la deconstrucción, en primer lugar, trata de analizar, deconstruir si quieren, las condiciones generales del racismo en general. Y luego, de la misma manera histórica, articular esta capa general con su estrecha especificación bajo la forma del racismo en sentido estrictamente moderno.
Ahora, antes de ir un poco más lejos en esta dirección, déjenme hacerles dos o tres preguntas, preguntas abstractas en torno a la semántica y la lógica. Esta mañana hemos visto a Sander Gilman comenzar con este provocativo “Hablamos, hablamos, hablamos, no deberíamos simplemente hablar, deberíamos hacer algo”. Sí, estoy de acuerdo, hay que hacer algo y no sólo hablar. Pero primero el racismo depende del habla, del lenguaje. No confío en la idea, en el topos filosófico según el cual “el hombre es un animal que habla” y que “todo depende de esta facultad del hombre”. Sin embargo, un animal que no habla nunca sería, si es que existe una cosa así, tengo otras reservas sobre este tema, un animal que no habla nunca sería racista. Así que el racismo es un acto de habla, depende de un acto de habla que hace algo. Así, es locuaz: dice algo, insulta, objetiva, denuncia, y es un acto de habla.
Pero, y esta es la situación extraña, es, al mismo tiempo, absolutamente sin palabras [speechless]. Está hablando, y, de la manera en que Étienne lo recuerda, depende del deseo de conocimiento: quiere conocer, analizar y denunciar, por supuesto insultar, pero también determinar, definir, filosofar y saber, es voluntad de saber. Pero al mismo tiempo, en cierta entelequia, y esta es una de las aporías, es un acto sin palabras. Cuando le preguntas a un racista “¿Qué es una raza?”, “¿Cómo identificas esto?” –y el tema de la invisibilidad volvía una y otra vez esta mañana– el racista dirá: “Bueno, ahí hay algo que no puedo decir”, dirá “yo siento” o “huelo”, “pero no puedo definir lo que es una raza o lo que es una característica racial”. No es simplemente el color, no es “esto, o eso, o aquello”, porque saben, después de haber comprobado que no hay contenido científico en el concepto de raza, ellos saben que finalmente el comportamiento racista es sin palabras, es retórico, es locuaz, es elocuente pero, al mismo tiempo, sin palabras. Es deseo de conocimiento y confesión de no saber nada acerca de qué está en juego.
Ahora, la otra estructura extraña, desde el punto de vista de la semántica y la lógica, incluso de lógica formal, es que por lo general pensamos que el “racismo” es un concepto que se configura, que se forma después de la palabra o concepto de “raza”. Suponemos que sabemos lo que es la “raza”, y que el “racismo” es una manera de lidiar con la raza. Esa es una invención o una jerarquía enseñada, tanto como decir “Esta raza es superior a ésta”, “Yo pertenezco a la raza superior, tú perteneces a una inferior”, y otras cosas así. El racismo se construiría como una especificación de la raza: sabemos lo que es “raza”, y luego vamos desde la “raza” al “racismo”. De hecho, es al revés, es todo lo contrario: Sabemos que el concepto de raza no tiene contenido. No tiene contenido filosófico ni científico. Es el racismo el que construye o produce el concepto de raza, así que tenemos que ir desde el racismo a la raza. La raza es un producto artificial de lo que llamamos racismo. Y no sabemos lo que es el racismo, pero sabemos que es la condición del concepto, del así llamado concepto de raza, lo que se supone que corresponde al nombre de “raza”. Así, el concepto de raza no viene primero. Y por eso el racismo sobrevive a todas las denuncias de falta de conocimiento, del pseudo-conocimiento biológico o genético, a partir de los cuales, podríamos encontrar, se vendría a asentar el racismo especialmente durante el siglo XIX.
Ahora, ¿por qué la deconstrucción –abordo la cuestión de la deconstrucción porque está en el título, es mi deber–, por qué la deconstrucción es, desde el primer momento y de parte a parte, implícita o explícitamente, la deconstrucción de las raíces del racismo, yo diría, de la condición general de posibilidad de cualquier racismo, esto es, de “la historia del racismo”? La deconstrucción no es solo histórica, es también la deconstrucción de un cierto concepto de historia, que es también una historia, la historia de lo que hace posible al racismo. ¿Por qué?, En primer lugar –y justificaré una vez más la referencia a este mal juego de palabras “traza”-“raza”– porque no hay tal cosa presente como la “raza”. La “raza” es “algo más”: invisible, espectral, la traza del otro, la traza de la alteridad de la otra alteridad del otro. No solo la alteridad, es la otra alteridad del otro, que nunca se presenta a sí misma como tal: No es el color, no es la inteligencia, es algo que no existe, que nunca se presenta a sí misma. Es una coartada, es una coartada espectral. Es una huella [trace]. Y el concepto de huella [trace] parece ser apropiado para referirse, precisamente, a la raza, a lo que es llamado por los racistas “raza”.
Sabemos que el objetivo de racismo, a pesar de que pueda ser, y esto ha sido recordado por David [David Theo Golberg] esta tarde, de que puede haber un montón de colusiones, de hibridaciones aprehendiéndolo, pero sabemos que el objetivo del racismo no es el enemigo político, no es el ciudadano, no es el extranjero, no es el extraño, su objetivo es “alguien más” que se escapa a cualquier categoría de la política, no es alguien que pertenece a otra nación. Por eso el racismo no es el nacionalismo, a pesar de que a menudo converge uno con el otro, pero no es nacionalismo.
Por lo tanto, es “alguien más”, y no tiene nada que ver con la religión tampoco, en principio. Es una huella reprimida, y por supuesto, no podemos, no debemos evitar aquí el psicoanálisis. Este es el lugar donde la problemática psicoanalítica es indispensable. No en la forma en que está constituido por la herencia freudiana ortodoxa, pero al menos la cuestión psicoanalítica es, tiene que ser politizada e introducida aquí de forma ineludible.
En segundo lugar. Segunda razón de por qué la deconstrucción tiene que ver con las mismas condiciones de posibilidad del racismo. No las condiciones permanentes de posibilidad, sino de las condiciones de posibilidad de larga data, que se extenderían, yo diría, unos 25 siglos. Mucho más extensas que el fenómeno estrictamente moderno del racismo. En primer lugar, porque el racismo se basa en un set de conceptos, de parejas de conceptos, que constituyen a la filosofía como tal: La oposición entre physis y naturaleza, no naturaleza en el sentido lato, sino la physis que se opone al nomos, a la institución, a la Ley. Se opone a thesis, a nomos, de nuevo, cuando se erige como Institución, se opone a la techné. El discurso del racismo siempre trata de naturalizar lo que no es natural, y está basado en una presunta naturalidad. Si privan al discurso racista de su referencia a la naturaleza, a la biología, a la genética, o lo que sea, no hay más fundamento para ningún discurso racista. Así que tan pronto como la deconstrucción desmantela o cuestiona esta oposición binaria entre physis y sus otros –nomos, techné, thesis– los fundamentos del racismo caen en ruinas.
Luego, en segundo lugar, el concepto de la referencia al origen y a la filiación. Desde el principio, la deconstrucción intenta complicar la cuestión del origen, del origen simple y de la filiación, e incluso de la genealogía. Por algún tiempo traté de utilizar este término “genealogía”, en la forma en que Nietzsche o Foucault lo hicieron, pero al final me di cuenta de que este concepto de genealogía era en sí mismo sospechoso, debido a su referencia al origen, a la filiación, a la genética, demasiados supuestos argumentados por el racismo, y especialmente cuando, en trabajos más recientes, he prestado atención al concepto de hermandad, al concepto de fraternidad, que es tan decisivo, no sólo en las culturas árabes, sino también en la cultura griega. El privilegio concedido al hermano, no a la hermana, al hermano, con toda su naturaleza, nacionalidad, todo lo relacionado con el nacimiento, el lugar de nacimiento, a veces con la autoctonía. Por lo tanto, todo lo que yo dirigía en contra, yo diría, de este privilegio de la fraternidad, incluso dentro de los discursos democráticos, era en principio una respuesta, una respuesta crítica a un posible racismo. Esto puede sonar un poco provocativo o conflictivo, pero tan pronto como se otorga el privilegio al hermano, el racismo está listo para aparecer. No tengo nada en contra de los hermanos, por supuesto. Pero cuando el concepto de hermano, de fraternidad se convierte en agenda política, entonces pueden estar seguros de que alguna clase de racismo está operando, al menos potencialmente, en el discurso.
Ahora, una de las paradojas de la denuncia de –y aquí estoy ya haciendo eco o confrontando algunas de las observaciones muy valiosas que Étienne hizo hace un momento sobre el discurso del humanismo, sobre la antropología y el humanismo– una de las paradojas actuales de la denuncia universal, casi universal, del geneticismo, el biologicismo y el racismo, que es considerado un biologismo o un geneticismo, a pesar de que no es simplemente eso. Y es para criticar al eugenecismo o al geneticismo o al biologicismo, que se reintroducen algunas parejas de conceptos que hacen lo contrario de lo que se supone que deben hacer: les voy a dar un ejemplo, el amplio ejemplo de la clonación. Este es un punto de acuerdo entre Bush y Chirac, al menos. Ambos condenan la clonación –y esto es un consenso general–, y quieren que esta condena se inscriba en el derecho internacional. No estoy a favor de la clonación, ni a favor del desarrollo de ejércitos de clones, ese no es el problema. Sólo sospecho de la axiomática de esta denuncia de la clonación. La denuncia de la clonación como la reproducción genética de lo mismo, sin, precisamente, el deseo entre los dos sexos, el acto de amor, etc.
Esta denuncia reintroduce la idea de que los clones, reproduciéndose de forma puramente idéntica, su modelo por decirlo así, pueden simplemente dar a luz a individuos idénticos. La cultura no haría nada, la educación no haría nada, sería simplemente la monstruosa repetición de la célula, del programa que fue clonado. Y esto es, bajo la coartada humanista, la misma reproducción de este discurso geneticista o biologicista y prácticamente del mismo discurso racista. Es aquí donde un cierto tipo humanismo y un cierto tipo de racismo son uno. Y se da a menudo, si seguimos este hilo, que podemos ver una serie de casos en los que el racismo se presenta como un humanismo o en que el humanismo está abierto al racismo.
Ahora, estas son condiciones muy generales de posibilidad en la filosofía y como filosofía, porque la distinción entre physis y sus otros estructura toda la Historia de la filosofía, así como la distinción entre el intelecto y los sentidos, entre actividad y pasividad, etc. Una vez que desmantelas estas oposiciones, se desmantela todo en filosofía. Así, es la filosofía como estructura general, la condición general de posibilidad del racismo.
Ahora, si volvemos al racismo stricto sensu, que es la especificación moderna de esta estructura general, tenemos que reconocer una paradoja, que es que, cuando estas condiciones generales de posibilidad se ven amenazadas, es decir, cuando la autoctonía, cuando la estabilidad de la comunidad, cuando la forma normal, normativa de la reproducción están en peligro, esta amenaza produce racismo. Exacerba el racismo, porque sabemos esto ahora, que poblaciones será desplazadas, sabemos que a causa de la colonización, a causa de una serie de fenómenos modernos, la estabilidad de las comunidades, de las identidades se ven amenazadas precisamente por todas estas sujeciones e hibridaciones, y el desplazamiento de la población, y las nuevas tecnologías, etc., y es como una respuesta reactiva a esta nueva era, que el racismo se desarrolla en su forma moderna. Este tiene que ver con una crisis, con el nacimiento y la crisis del Estado-Nación.
Permítanme, ya que acabo de mencionar al Estado-Nación, permítanme decir algo sobre, precisamente, el ejemplo del racismo de Estado, que tomé cuando abordé la cuestión del racismo en “La última palabra del racismo” en Sudáfrica. Por un lado, el “apartheid” fue el último racismo de Estado en el mundo. Es decir, después de la segunda guerra mundial, el racismo fue establecido en la Constitución, y ese fue, al parecer, el último ejemplo. Pero recordemos dos o tres cosas: Primero, que el sistema del apartheid quería liberar a las comunidades negras. Instalándolos en Bantustanes[4], en su propio espacio, decían: “Bueno, nosotros seremos libres, ellos van a ser libres, tendrán su propia cultura”. Esto se argumentó, fue supuestamente una manera de liberar al otro, a los otros.
Sobre el segundo punto: Era una ideología o teología del pueblo elegido. Sabemos que los primeros pioneros en Sudáfrica eran conscientes de sí mismos como el verdadero pueblo Hebreo elegido, desde la teología calvinista. Hay algo similar en los Estados Unidos. Esta analogía entre, yo diría, los sudafricanos blancos, el pueblo Hebreo elegido y los estadounidenses, hay algo que quiero identificar, algo análogo, en referencia a cierta elección, cierta elección teológica. Ahora, decir que el apartheid fue el último racismo de Estado como tal, era solamente una manera de presentar las cosas. Era literalmente cierto, pero no era esencialmente cierto porque, en cierta manera, cada racismo tiende a ser un racismo de Estado. Por eso es político. En principio, esa es una de las aporías, en principio, el racismo no es político; en sentido estricto, no es un fenómeno político. Dice ser apolítico o meta-político. Pero, de hecho, busca las condiciones políticas en las que se podría, yo diría, realizarse [perform itself].
Así, cada racismo trata de construir las condiciones políticas de su existencia, por decirlo así. Es decir las condiciones de Estado. Política aquí significa el Estado. Por supuesto que no debemos identificar la política con el Estado, y Carl Schmitt nos advierte que no lo hagamos, pero también dijo que, de hecho, la mayor, la forma principal de la política es el Estado, la forma del Estado.
Así que, en cierto modo, el racismo cada vez se presenta a sí mismo no como racismo, porque ningún racismo se presenta como tal, pero sí se presenta con su propia agenda, tiene un objetivo político, que es alguna agenda de Estado, agenda a nivel del Estado. Así que, en cierto modo, todos, cada racismo tiende a ser un racismo de Estado. Recuerdo que en Francia, en los años 70, hubo un debate en torno a un profesor, quizás Étienne recuerde esto, Boutang[5] que era muy conocido por haber sido del ala extremista de la derecha anti-semita, y que fue expulsado del sistema de educación, era profesor de filosofía, y luego fue re-instalado, y hubo un debate, quiero volver a eso, pero yo lo ataqué y él respondió en el periódico, diciendo que él nunca había sido antisemita, en un sentido racista. Él decía: “Mi doctrina era el antisemitismo de Estado, ‘Antisémitisme d’Etat’”, con lo que quería decir que él no tenía nada en contra de judíos como raza, nada en contra de los judíos como religión, sino contra los judíos como ciudadanos franceses, que no deberían ser ciudadanos franceses, así que era sólo una cuestión política.
Y, por supuesto, ese es el punto en el que si tratamos de averiguar lo que es la política, y no podemos evitar una serie de características permanentes, a saber, la referencia al Estado como localizado, con una ubicación y con un territorio, la polis con un territorio, a la que también se refiere, lo que implica también, autoctonía, etc. Entonces, la secularización del, digamos, concepto teológico. Sigo a Schmitt sobre este punto, quien trata de demostrar que todo concepto político conocido era un concepto teológico secularizado.[6] Si esto es cierto, extendiendo esta verdad, cada racismo en tanto político es también teológico-político de parte a parte, y es por eso que tenemos que confrontar esta rigurosidad del concepto de racismo, que no es político, ni religioso y ni siquiera biológico, a pesar de que tenemos la mezcla, la mezcla artificial de esto que no sería político con lo político, de esto que no sería religioso con lo religioso, de esto que no sería biológico con lo biológico, y así. Por eso yo hablaba de la plasticidad del concepto. No existe un concepto riguroso de raza, no existe un concepto riguroso de racismo, sino que existe esta plasticidad sobre la que tenemos que dar cuenta.
Esto es interesante de ver, me refiero a Schmitt porque es un caso interesante. No se diría que el enemigo, lo político –Gil Anidjar se refiere al enemigo, el enemigo. Schmitt se referirá a que el enemigo como político nunca debería ser un objeto de odio, entonces no debería ser un enemigo racial como puramente político. Y sin embargo, no sólo Schmitt era en sí un antisemita, pero eso no importa para el contenido interno de la teoría. Pero ¿cómo se podría explicar la identificación de un enemigo sin referencia a la etnia, la nacionalidad –y luego, debido a esta dificultad de disociar la raza de la etnia, de la nacionalidad, del nacimiento, del lugar de nacimiento, de la filiación, de la sangre, etc.? Fue difícil para él evadir esta esencia racial del enemigo, incluso si nunca lo confesó.
Esta mañana –sólo una palabra y luego voy a tratar de decir algo en directa relación con lo que dijo Étienne– esta mañana, Sander Gilman se refirió a la cuestión de la madre y del padre. Él dijo que la pregunta es la pregunta por el padre. Por supuesto, no podemos abordar la cuestión del racismo sin preguntarnos por la filiación: el lugar de nacimiento, la sangre. Se tiene que ser ciudadano, ya sea por derecho de sangre o por derecho de suelo y, por supuesto, si quieren saber, si decimos, si tenemos que saber lo que es el nacimiento y quién nació de quién, lo relacionamos o ellos tradicionalmente lo relacionan con la madre. Y ustedes pueden seguir este hilo, especialmente en la tradición judía, donde es la madre la que define la pertenencia. Así que, y el argumento se da de esta manera, y ustedes pueden encontrar este argumento en todas partes, incluso en Freud, y he tratado de criticar a Freud por ese punto de vista, porque nosotros pensamos que estamos seguros de quién es la madre, mientras que del padre no sabemos, el padre es, como diría Joyce, una ficción. El padre es una ficción legal.[7] La madre es real, la conocemos, la vemos, la tocamos, tenemos la percepción inmediata de quién es la madre, en tanto que el padre es la conclusión de un razonamiento, es una ficción legal. Pero ahora, sabemos hoy en día lo que deberíamos haber sabido desde siempre, y es que no sabemos quién es la madre, ahora sabemos científicamente que es imposible saberlo: un niño puede tener más de una madre, la madre no es simplemente la que dio a luz un día, ésta tal vez fue la receptora de la esperma, o la…, bueno, ya saben de lo que estoy hablando. Por lo tanto, la madre es una ficción legal tanto como lo es el padre. Así, es el concepto de nacimiento, es el concepto mismo de natalidad lo que hoy en día es, diremos, no indecidible pero al menos problemático. Y es debido a ese tipo de cosas, yo podría mencionar una serie de cosas así, es por cosas así que el racismo se exacerba. Porque los fundamentos del conocimiento acerca del nacimiento, de la sangre, de la filiación, empujan en esta dirección. Nos volvemos racistas como una reacción contra este fenómeno de ignorancia y de indecidibilidad y de no pertenencia, etc. Así que es reactivo, la modernidad del racismo, y su exasperación actual, es, precisamente, una reacción contra aquello que amenaza las condiciones generales permanentes de una supuesta raza, o un supuesto racismo.
Así que es por esto que, yo diría, uno debería, al mismo tiempo, politizar al racismo, es decir, mirar su estructura política, y, en la medida de lo posible, analizar las condiciones sociales, económicas y políticas del fenómeno racista. Debemos politizarlo tanto como sea posible, y al mismo tiempo, y esto es una aporía o un doble vínculo, al mismo tiempo, dar cuenta de que el racismo en sí es apolítico. Que es un recurso infinito, inagotable y apolítico.
Ahora, estoy totalmente de acuerdo con lo que dice Étienne, me limitaré solamente a añadir algunas notas al pie o a hacer eco, a mi modo, de lo que él dijo. En primer lugar, acerca de la noción constructiva o construida de la raza o del racismo.[8] Cuando te refieres, Étienne, a esta “revolución constructivista”, y cuando te refieres a Sartre, cuando dices “en términos casi sartreanos, generalizando lo que explica Jean-Paul Sartre concerniente a la constitución de lo Judío a través de la mirada hostil y estigmatizante de los otros, las razas existen solo en la medida que un proceso de racialización tiene lugar”, etc.
Sabemos que esa fue una de las tesis de Sartre en sus Reflexiones sobre la cuestión Judía[9], en la que para él el judío era, es, solo lo que el no judío considera que es un judío: ¿Por qué (!) el no judío es el que elige esto en lugar de esto otro? Esto por un lado. Y por otro lado, Sartre confiesa que no sabía nada sobre el judaísmo, acerca de la definición interna del propio judaísmo, y trata de distinguir entre los judíos auténticos y los judíos no auténticos. Y la forma en que él define a los judíos no auténticos era –diré sin ser provocativo y sin sospechar que Sartre haya sido realmente un racista– es, sin embargo, yo diría, también racista. Cuando él afirma que el judío no auténtico es el que trata de borrar el carácter específico del judaísmo siendo universalista, humanista, racionalista, cosmopolita, etc., y entonces lo que queda al judío auténtico, lo que debe ser un auténtico judío es irracionalista, nacionalista, etc., y encuentro esto realmente perturbador.
Étienne Balibar: ¿Has visto que ambos hemos sido atacados por un periódico egipcio hace un tiempo, por ser los típicos representantes del legado del sur, lo has visto?
Jacques Derrida: No
Étienne Balibar: Pensé lo que habías visto.
Jacques Derrida: No.
Étienne Balibar: Es un ataque muy violento y viene por ti…
Jacques Derrida: ¿Dónde no somos atacados?… No, no. Quisiera comenzar mi respuesta [respond], es que olvidé agradecerles a todos ustedes y especialmente a nuestro anfitrión [host] por su hospitalidad, porque el racismo galofóbico hoy en este país alcanza tal nivel…
Étienne Balibar: ¡Aquí no!
Jacques Derrida: ¡No, aquí no!, por eso estoy muy agradecido, pero debemos analizar las formas racistas de algunos de estos ataques contra el pueblo francés y contra el gobierno Francés hoy en día, las “fried freedom”… “Freedom fries”.[10] ¿Es eso racista o no?, se los dejo a ustedes … Ahora, estoy totalmente de acuerdo en lo que dijiste respecto de la voluntad de saber, de que el racismo es en cierto modo lo que Freud describiría como una pulsión epistemofílica: quieren saber, quieren … no es simplemente ignorancia u oscurantismo. O sea, es un oscurantismo, pero es un oscurantismo en la forma de la epistemofilia. Y esto es lo que hace difícil la deconstrucción, porque la deconstrucción es también un intento de conocer, y de denunciar este oscurantismo. Pero también de denunciar un cierto deseo de conocimiento y la forma de este deseo de conocimiento. Ambas cosas.
Por lo tanto, estoy totalmente de acuerdo también con lo que dijiste sobre la extraña relación entre el hombre y el animal, y la pregunta por la animalidad es, por supuesto, central en este asunto. Pero no estoy seguro si distinguiría simplemente de manera tan definida “Elección/Selección”. En algún momento dijiste que son dos lógicas heterogéneas. Y yo creo que en algún punto van juntas, que avanzan juntas. Y nuevamente, por supuesto no voy a evitar el ejemplo del Estado de Israel, en el que hay un terreno [soil] para el racismo de Estado. Por supuesto que ellos no lo llamarían así, pero el hecho es que cualquier persona que se supone nació de una madre judía, sea cual sea su fe, o si está viva o no, cualquier persona nacida de una madre judía, se considera ciudadana israelí tan pronto como él o ella aterriza en ese país. Y con la compleja situación de los árabes, los árabes-israelíes o de los israelíes-árabes.
Por lo tanto, aquí tienen, por supuesto, la mezcla entre “elección” y “selección”. Y creo que no es un ejemplo entre otros, ya que atraviesa toda la historia del antisemitismo y del racismo. Hay, por supuesto, podemos fácilmente, lo digo como un judío, lo que me libera de sospechas, que muchos de los, digamos, gestos antisemitas se encuentran dentro de las comunidades judías y en el interior de la política israelí, etc., Así, pues, aquí la cuestión de la biología, de la genealogía y de la genética no están simplemente ausentes.
Otro punto que me gustaría discutir contigo, es la cuestión del colonialismo, el imperialismo y el antisemitismo. Dijiste en algún momento: “Colonial, por lo tanto imperialista o imperial”. Y aquí hay un asunto muy intrigante, porque por un lado, si se toma el ejemplo de los Estados Unidos, que es una colonia, en la que el discurso anticolonialista prevalece. La mayor ideología de este país es anticolonialista desde el principio, por razones como las que conocemos, porque es una antigua colonia. Pero, al mismo tiempo, ser anticolonialista es, de cierta manera, imperialista y el racismo que se ha desarrollado en este país, no es, digamos, colonial, de cierta forma. Tal vez en la raíz, con referencia a los indios sí, tal vez, pero, de hecho, es un tipo diferente de racismo, de relación entre racismo e imperialismo y me llamaba la atención lo que dijo David Goldberg acerca de qué estaba sucediendo hoy en día, donde una nueva forma de nacionalismo, de nacionalismo imperialista, libre de, yo diría, libre de colonialismo en sentido estricto: los Estados Unidos no es un país colonialista, el colonialismo es algo del pasado, desde cierto punto de vista.
Pero es un nuevo nacionalismo, patriotismo, es el país más patriótico, nacionalista entre las democracias modernas. Es imperialista y el racismo es un fenómeno extraño, porque la unidad de la nación, esta mañana hubieron maravillosos trabajos sobre este fenómeno en el que la unidad de la nación, incluyendo los negros y los soldados negros que ahora están luchando en Irak, y los negros que después del 11 de septiembre fueron considerados buenos ciudadanos, y ustedes recuerdan las declaraciones de Bush sobre este tema. Así, esta es una mezcla extraña y específica de discurso anticolonialista, imperialista –o tal vez la palabra “imperio”, ya saben, que está en discusión hoy, ya no sea apropiada, pero se trata de algo que tiene más de imperialismo que de colonialismo está trabajando, inventando nuevas formas de racismo en todo el mundo. Pero el racismo no se parece a lo que se parecía ayer, y es esta nueva forma sobre la que tenemos que dar cuenta y analizar.
Ahora sólo una palabra final, porque me doy cuenta de que he tardado mucho, la pregunta sobre el futuro. En cierto sentido, lo que he intentado, quizás no tuve éxito en demostrar esto, pero lo que traté de decir fue que el racismo en su forma moderna, en su estricta forma moderna comenzó con el final del racismo. El principio es el final. Es debido a que las condiciones, digamos, del racismo triunfal quedaron obsoletas, lo que fue una apertura geopolítica y tele-tecnológica, etcétera, que el racismo se desarrolla. Por lo tanto, su desarrollo comienza en el final, se desarrolla como una reacción al final. Así que el racismo ha sido desde el principio un post-racismo. Desde el principio comenzó como post-racismo. Y esto se puede seguir desde los textos de Kant sobre la Historia de la Humanidad y el concepto de raza, hasta ahora.[11] Así, empezamos con un post-racismo. Por lo tanto, ¿Que vendrá después?: No lo sé. Pero de lo que estoy casi seguro es que con o sin el nombre de “racismo” –tal vez el nombre desaparecerá. Nadie puede suscribirse al nombre “racismo”, nadie lo hace… Durante la… antes de la Segunda Guerra Mundial tal vez algunos hubieran respondido que eran personas, había un número pequeño que hubiera dicho: “Bueno, yo afirmo que soy racista”, pero esto ya no es posible hoy en día.
Tal vez la palabra “racismo” desaparecerá con el fin de la raza y el racismo: Sin ningún contenido científico, sin ninguna justificación, pero lo que el racismo es en tanto síntoma continuará, continuará interminablemente, en nuevas formas, y es nuestro deber, si ustedes tienen un deber político y un deber meta-político, es justamente identificar estas nuevas formas de racismo sin el nombre de “racismo”.
Debo confesar, que en el, digamos, en el discurso corriente hoy en día, a menudo me encontraba, como filósofo, tratando de ser riguroso, choqueado por la mezcla en el uso de la palabra racismo: en cuanto se excluye a alguien, dices “eres un racista”, incluso si no hay ninguna referencia a la raza, por ejemplo, “estás en contra de los homosexuales eso es racismo”, “estás en contra de esto o aquello, eso es racismo”. Entonces el “racismo” se convirtió en un sinónimo de represión, de exclusión, del mal, ¿saben?, del mal.
Entonces, habrá nuevas formas de esto. Ahora entiendo lo que representa la lógica de esta pérdida de la palabra. Así, pues, habrá una infinidad de nuevas formas de lo que el racismo en sentido estricto representa, y tenemos que ser vigilantes frente a ellas.
Gracias, gracias.
[1] Cfr., Derrida, J., “Admiración de Nelson Mandela o las leyes de la reflexión” (Trad. C. Thayer) en Pyché. Invenciones del otro. Adrogué: Ed. La Cebra, 2017, pp. 535-559. [Ésta y las demás notas, notas de traducción y edición. Traduccion: Carolina Castillo Quintana, Edición: Javier Pavez].
[2] Cfr., Derrida, J., “La última palabra del racismo” (trad. A. Gerbaudo) en Psyché. Invenciones del otro. Ed. cit., pp. 425-435.
[3] Para la secuencia “Geschlecht”, véanse: Derrida, J, “Geschlecht I. Diferencia sexual, diferencia ontológica” (trad. A. Madrid Zan) en Psyché. Invenciones del otro. Ed. cit., pp 473-494;¸Derrida, J. “La mano de Heidegger (Geschlecht II)” (trad. A. Madrid Zan), en Op. cit., pp. 495-534; Derrida, J. Geschlecht III. Sexe, race, nation, humanité. Paris: Seuil, 2018; Derrida, J., “El oído de Heidegger. Filopolemología (Geschlecht IV)” (Trad. F. Vidarte) en Políticas de la amistad seguido de El oído de Heidegger. Madrid: Trotta, 1998, pp. 341-413.
[4] Los Banstuntanes, también llamados “Patrias Bantu” o “Patrias para negros”, fueron territorios designados para la mayoría de la población negra sudafricana, a partir de los años ´50 hasta 1994, como parte de las políticas del apartheid en ese país.
[5] Pierre Boutang (1916-1998), periodista, traductor, filósofo de extrema derecha, fue un reconocido antisemita discípulo intelectual de Charles Maurras. Se posicionó en contra del Frente de Liberación Nacional de Argelia (FLN). Luego de la Segunda Guerra Mundial fue despedido con prohibición de ejercer la docencia, pero en 1967 fue reincorporado a la enseñanza por Charles de Gaulle y en 1976 fue elegido para la cátedra de Metafísica y Ética en La Sorbonne, cargo ocupado anteriormente por Emmanuel Lévinas. En 1976 Derrida (junto a un centenar de intelectuales, como Pierre Vidal-Naquet, Pierre Bourdieu, Miguel Abensour, Jean-Michel Besoler, Jean Bollack, Jean Casseou, Luc Ferry, Michel Fichant, Phillippe Forstmann, Françoise Furet, Louis-Léon Grateloup, Patrick Guyomard, André Laks, Jean Pucelle, Alain Renault, Monique de Saint-Martin, Alain Trousson, Paul Veladier, Hélène Vádric, Jean-Pierre Vernant, ente otros) firmó una declaración en contra del nombramiento de Boutang como profesor en la Sorbona (Sobre el “Asunto Boutang”, Derrida se refiere brevemente en “Ja, o en la estacada. Entrevista con Jacques Derrida” en El tiempo de una tesis. Desconstrucción e implicaciones conceptuales. Barcelona: Proyecto A Ediciones, 1997, pp. 89). El texto de protesta del Collège de philosophie y la respuesta del Sr. Boutang se publicaron en Le monde Diplomatique, el 15 de junio de 1976 (p. 14). Ante las acusaciones de “cesura”, el 1 de julio de 1976, en Le monde Diplomatique (p. 9), Derrida publicó “Mais òu sont les chasseurs de sorcières?”.
[6] Cfr., Schmitt, C., Teología política. (Trad. F. J. Conde y J. Navarro Perez) Madrid: Trotta, 2009, p. 37.
[7] Joyce, J., Ulysses. London-New York: Penguin Classics, 2000, p. 266.
[8] Cfr., Balibar, E., “La construction du racisme” en Actuel Marx, 2005/2, n° 38, Le racisme après les races, pp. 11-28.
[9] Cfr., Sartre, J.-P., Reflexiones sobre la cuestión judía. (trad. J. Bianco). Buenos Aires: Ediciones Sur, 1948.
[10] Esta es una expresión que inventaron un par de congresistas Republicanos, para cambiar la expresión “French Fries” (la forma en que se le llama a las papas fritas en Estados Unidos), según ellos, en represalia porque los franceses no los apoyaban en la guerra contra Irak.
[11] Cfr., Kant, I. Filosofía de la historia. La plata: Terramar, 2004. Véase especialmente “Definición del concepto de una raza humana” (41-56) y “Comienzo verosímil de la historia humana” (91-96).