¿Nueva normalidad? No, gracias

La normalidad es un concepto relativo. La Real Academia de la Lengua (RAE) la define como la “cualidad o condición de normal”, de lo “habitual u ordinario”, pero, como dijo Morticia, la heroína de la Familia Addams, “la normalidad es una ilusión”, porque “lo que es normal para la araña, es un caos para la mosca”



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¿Nueva normalidad? No, gracias

 

La normalidad es un concepto relativo. La Real Academia de la Lengua (RAE) la define como la “cualidad o condición de normal”, de lo “habitual  u  ordinario”, pero, como dijo Morticia, la heroína de la Familia Addams, “la normalidad es una ilusión”, porque “lo que es normal para la araña, es un caos para la mosca”. Dicho de otro modo, si preferimos la opinión de un académico, la del director de la Fundación del Español Urgente (Fundéu), Javier Lascuráin, “lo que antes era anómalo, hoy es normal”. O viceversa.

Pasados los primeros sustos de la pandemia del coronavirus, más no el control total del contagio, y ante el pavor que provocan las secuelas económicas, políticas y sociales, los gobiernos de todo el mundo han empezado la “desescalada” de los estados de alarma, que se habían traducido en diversos grados de cuarentena, para acceder a lo que se ha dado en llamar la “nueva normalidad”, una expresión de moda que vendría a significar -para citar nuevamente a Lascuráin– “una normalidad diferente a la que conocíamos” o “una situación en la que lo habitual u ordinario no será lo mismo que en la situación previa”.

La pandemia ha marcado a la humanidad y ha puesto al mundo de cabeza, al punto de que no son pocos los autores que hablan de una nueva era, de un antes y un después, que dará paso no sólo a nuevos hábitos de conducta, sino a cambios radicales en las agendas y paradigmas que han guiado nuestros pasos desde el siglo pasado.

Así lo pronostican grandes pensadores, como el israelí Yuval Noah Harari y el surcoreano Byung-Chul Han. Otros, más amigos de la filosofía popular, recuerdan una vieja canción de Silvio Rodríguez, cuya letra refleja, a su juicio, esa idea/esperanza que ronda por el mundo: “La era está pariendo un corazón,/ no puede más, se muere de dolor/ y hay que acudir corriendo/ pues se cae el porvenir”.

Noah Harari afirmó que la humanidad está rescribiendo nuevas reglas de juego. Todas las reglas. Las económicas, las políticas y las sociales, porque, a raíz de la expansión del coronavirus, “todo está en juego”, para bien o para mal. Según Henry Kissinger, uno de los grandes estrategas políticos del Siglo XX, “el mundo nunca será el mismo después del coronavirus”, a tal punto que “discutir ahora sobre el pasado sólo hace que sea más difícil hacer lo que hay que hacer”.

Una “nueva era”, tal vez, pero nadie ha dicho que será mejor que la que estamos dejando atrás.

Como ocurre con la misma pandemia, los síntomas de esa “nueva normalidad” que asoma en el horizonte, como sacada con fórceps,  no presagian los cambios anhelados, sino el retorno a la “vieja anormalidad” que  nos ha conducido a vivir la tragedia que estamos viviendo.  

El propio Noah Harari acaba de echar un balde de agua fría sobre los pronósticos optimistas al afirmar en su libro “21 lecciones para el siglo XXI” que quienes creen que la globalización y las nuevas tecnologías nos permitirán evolucionar hacia un mundo más igualitario están equivocados, ya que lo más probable es que veamos un ensanchamiento de la brecha entre clases sociales y países.

La habitabilidad del planeta puede estar en peligro a corto plazo como consecuencia de las alteraciones en el clima inducidas por la propia actividad humana. Algunos científicos sostienen que ese proceso es irreversible, como prueban los grandes incendios e inundaciones en California y Europa, con 116.000 hectáreas arrasadas en Grecia, y la ola de calor, con 48,8 grados en Italia.

De acuerdo con el último informe del Panel del Cambio Climático de la ONU, los fenómenos extremos seguirán aumentando en intensidad y frecuencia al menos durante todo este siglo, en el mejor de los escenarios posibles. Las sequías y las olas de calor, harán que el riesgo de incendios gigantescos sea extremo durante décadas. “Eso ya no tiene remedio… La cuestión ahora es adaptarse a ese mundo”.

Según Enric Juliana, un conocido analista político español, la convergencia de “tres grandes disrupciones”, la energética, la digital y la climática, va a provocar no pocos conflictos en el corto y mediano plazos, “en medio de una colosal desorientación de las sociedades, bañadas a diario por el anuncio de futuras catástrofes”, desde las posibles nuevas epidemias hasta la subida del nivel del mar y la extinción de especies, pasando por las migraciones masivas, y hambrunas, e incluso la “seducción totalitaria” para enfrentar tales males.

Un agente infeccioso microscópico puso al mundo de cabeza y nos hizo pensar que la historia se dividiría en un antes y un después de la pandemia; nos hizo vivir una eternidad en apenas unas semanas, las semanas de las cuarentenas, una eternidad que nos hizo ver como prehistórico lo que ocurrió unos meses antes y que nos introdujo de manera dramática a un futuro que, siendo desconocido, era tan real como incierto. Pensamos que el futuro nos había alcanzado, que el futuro ya era historia. Pero viendo lo que estamos viendo con la “nueva normalidad”, mejor que vuelva el pasado.