Italia, como laboratorio político de Occidente, donde se elaboran por adelantado y en su forma extrema las estrategias de los poderes dominantes, es hoy un país humana y políticamente en ruinas, donde una tiranía sin escrúpulos y decidida a todo se ha aliado con una masa presa del terror pseudoreligioso, dispuesta a sacrificar no sólo lo que antes se llamaba libertades constitucionales, sino incluso toda la calidez de las relaciones humanas. Creer que el greenpass significa una vuelta a la normalidad es realmente ingenuo. Al igual que ya se está imponiendo una tercera vacuna, se impondrán otras nuevas y se declararán nuevas situaciones de emergencia y nuevas zonas rojas durante el tiempo que el gobierno y los poderes que él expresa consideren útil. Y serán in primis quienes han obedecido imprudentemente quienes pagarán el precio.

En estas condiciones, sin dejar de lado todos los instrumentos posibles de resistencia inmediata, los disidentes deben pensar en crear algo así como una sociedad en la sociedad, una comunidad de amigos y vecinos dentro de la sociedad de la enemistad y la distancia. Las formas de esta nueva clandestinidad, que deberá ser lo más autónoma posible de las instituciones, deberán ser meditadas y experimentadas cada cierto tiempo, pero sólo ellas pueden garantizar la supervivencia humana en un mundo que se ha entregado a una autodestrucción más o menos consciente.