Chile: Las interpretaciones interesadas y oportunistas del estallido

El estallido chileno no fue previsto ni deseado por ninguna organización chilena y ninguna supo ver el potencial que traía, pues todos lo definieron e interpretaron de manera diferente acorde con sus estrategias.



Las interpretaciones interesadas y oportunistas del estallido

Por Jaime Yovanovic (Profesor J)

 

El estallido chileno no fue previsto ni deseado por ninguna organización chilena y ninguna supo ver el potencial que traía, pues todos lo definieron e interpretaron de manera diferente acorde con sus estrategias.

 

La partidocracia fue alcanzada en el corazón, pues se la culpaba de los 30 años de marginación y miseria, por lo que corrieron a proteger las instituciones del poder y juraron que la causa del problema no eran ellos sino la constitución de Pinochet, con lo que sumaron a los más izquierdosos como el aún autodenominado partido comunista y los de la Surda que hace rato venían con la canción de una “nueva” constitución con sus líderes como Boric y Sharp y sus relaciones tras bambalinas con la masonería en la carrera de derecho de la Universidad de Chile.

 

Y así consiguieron “superar” el estallido dándose el lujo de generar una lista de “independientes” que engañaron al pueblo con sus candidaturas a esa convención constituyente donde pusieron de presidenta a Loncon ex militante del partido socialista y actual miembro de la organización Ad Mapu del partido comunista, y de vice a Bassa, del frente amplio, la organización de los salvadores de la patria graduados universitarios ilustrados.

 

La derecha sólo opinó que eran los rotos, los flaites y delincuentes los que salieron a estallar y romperlo todo. Lo que en el fondo es como los primeros obreros de la historia que incendiaban las fábricas. Solo destruir y desahogarse con ello de los años de opresión.

 

Los anarquistas estaban en su salsa y golpeaban el doble, sin embargo uno de los grandes logros del estallido fue que muchos anarquistas consiguieron ver el lado constructivo, es decir, ya no sólo protestar en contra, sino también luchar a favor de algo. La situación había cambiado radicalmente y la potencia social que se había desplegado dejaba claro que había que cambiar el rumbo y así lo hicieron participando activamente en las ollas comunes y huertas comunitarias que también podían ir cambiando su sentido: pasar de acto generoso o “servicio” social a un proceso de autoorganización de vecinos y sobre todo vecinas para paliar el hambre y las necesidades.

 

El sistema detectó el peligro y corrieron los municipios, iglesias y partidos a organizar sus ollas llenando el país de una nueva plaga de autogestión que había que revertir llenándola de dinero y “apoyos”, hasta que el gobierno lanza el IFE con lo que disminuyó a la mitad y hoy día son una décima parte las ollas que continúan con su vocación autogestionaria para así permitir “en paz” la realización de las elecciones presidenciales y la elaboración de la “nueva” constitución.

 

Los partidos rebeldes obviamente no podían optar por la orientación constructiva de la energía social, pues se les acabaría la pega, debido a que su objetivo es la toma del poder del estado y no les interesa ni conviene que el pueblo aprenda a alimentarse y producir sus alimentos, de modo que han insistido en las movilizaciones que intentan repetir la grandiosa expresión de protagonismo social y popular que fue el estallido del 18 de octubre y que hoy cumple dos años, pero apenas han logrado reunir algunos cientos de combatientes.

 

Para ellos el camino es de estallido en estallido (o de estallidito en estallidito) hasta lograr que la masa tome La Moneda por asalto o haga arrancar al presidente y disuelva las fuerzas armadas, argumentos poco convincentes para las familias de los barrios marginales, que son la mayoría del país y que fueron los millones del estallido y que hoy invierten el IFE en elevar su nivel de vida o adquirir cosas para vender en la calle y así permitir la tranquilidad que necesita el sistema para elegir un presidente, cuya figura, junto a la “nueva” constitución, permitirá re-legitimar el estado y re-valorizar la represión llenándola de talleres de derecho humanos y agua bendita.

 

Ante el desánimo de las alternativas que se han caído, no es de sorprender que las capas medias cierren filas detrás de la pequeña burguesía ilustrada e institucionalizada representada por Boric, Sharp, Bassa, Jadue, Irací Hassler y tantos otros en todas las regiones que no sólo representan una categoría de profesionales, sino a familias poderosas y bien situadas en la economía capitalista chilena e internacional, por lo que el sistema está tranquilo respecto a la continuidad capitalista extractivista y la pelea se instala acá abajo entre los seguidores y propagandistas de las diferentes candidaturas.

 

Por el lado de los grupos rebeldes ha llegado a hegemonizar la alianza de sectores miristas con el frente patriótico a los que se han  sumado sectores troskistas. De los sectores miristas se trata del sector que niega que la revolución cubana se haya entregado al estalinismo, por lo que pueden unirse tranquilamente a los estalinistas del frente y hacen de puente hacia los trotskistas. Todos ellos dedicados a acumular fuerzas para la disputa del poder del estado y no vacilan en apoyar y apoyarse con los institucionales del frente amplio como en Valparaíso donde Sharp ha logrado atraer a una enorme cantidad de ex miristas, frentistas y aún anarquistas a las tareas “revolucionarias” del municipio.

 

Sin embargo tesoneramente son cientos y cientos en los barrios de los territorios ocupados por el estado chileno los que entienden que el estallido pasó y dejó una gran enseñanza que es el potencial y energía del pueblo, en especial de los barrios periféricos de las ciudades y es allí donde concentran sus actividades de apoyo al proceso de autoorganización de la democracia directa y de la autogestión necesaria para romper a futuro los lazos de dependencia al estado y al mercado, proceso que adquirirá nuevas fuerzas cuando se acabe el IFE, se elija al presidente y se santifique la “nueva” constitución que estará llena de derechos pero no tocará los mecanismos del poder, cosa que no interesa a ninguno de los constituyentes.

 

Por lo tanto el presente y el futuro del estallido no está ni en la calle ni en las urnas, sino entre los vecinos de los barrios aprendiendo a administrarlo entre ellos mismos en contacto interactivo con la madre tierra.

 

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