Diseminaciones en la contemporaneidad política
Poder, dominación y violencia
Raúl Prada Alcoreza
Bolpress
3 noviembre, 2021
En pleno naufragio hacen fiesta en el barco,
se hunde despidiéndose para siempre de las olas,
en su furia elevadas hasta atrapar las nubes,
cayendo demoledora sobre la cáscara de hierro.
Nave océanica aullando como lobo atormentado por la luna,
convertida en nuez perdida en la tormenta.
En pleno terremoto invitan a la feria en la ciudad contaminada.
Entierra edificaciones en el subsuelo abierto,
bocas hambrientas de gigantescas serpientes agitadas,
tragándose a la metrópoli, obesa, insaciable,
consumista hasta la degradación grotesca.
Compulsivos bacanales romanos.
En pleno funeral invitan a un bautizo brujo
del cadáver pestilente,
en el ataúd mudo dormido tristemente.
Madera fúnebre de las barracas antiguas,
barnizado por el recuerdo de fantasmas
que merodean silenciosos el velorio.
Rezando ante el cuerpo presente y alma ausente.
Viajero mudo desplazándose en el espacio-tiempo oscuro
del olvido ahogado de la memoria.
En plena estrepitosa caída al abismo
invitan al regocijo por el ascenso tumultuoso
de la fraternidad de machos cabríos.
Se miran orgullosos al espejo,
ajado por el uso descomedido
de enjambres de mariposas.
Saliendo de sus crisálidas en invierno,
creyendo asistir a la consagración de la primavera.
En plena decadencia la casta política gobernante
invita a la conmemoración de una revolución muerta,
esmeradamente mantenida como momia.
Mientras simule vida el cadáver putrefacto,
envuelto en vendas envejecidas por el viento solar,
el entorno crepuscular y la masa dramática de eunucos,
seguirá gozando a su antojo de los privilegios
de los eternos sátrapas, contexto cruel del déspota.
Sebastiano Mónada: Festejo en agonía crepuscular
Reflexiones sobre la violencia
La violencia corresponde a las relaciones de poder, que adquieren formas, que pasan del ámbito microfísico de las dinámicas moleculares al ámbito macrofísico de las dinámicas molares. Si bien no necesariamente en las formas, contenido y expresión de las mallas institucionales, pero sí en el ámbito intermedio de las estratificaciones, que han dejado de ser estrategias, convirtiéndose en hechos padecidos por cuerpos, territorios y sujetos. Cuando las multiplicidades de las relaciones de poder se transforman en formas estructurales institucionales, la violencia misma se institucionaliza, por ejemplo, en el terrorismo de Estado.
En la era de la decadencia de la civilización moderna, del sistema mundo capitalista, los diagramas de poder, compuestos, combinados e integrados, han institucionalizado la violencia como geopolítica del sistema mundo moderno. Centros, periferias y bisagras, potencias emergentes, de la geografía del sistema mundo capitalista se han convertido en macro escenarios del desenvolvimiento polimorfo y proliferante de la violencia sistemática contra las mujeres, contra los pueblos, contra las naciones indígenas y sus territorios, contra la sociedades, tanto humanas como orgánicas.
En los Estado nación subalternos, aunque se autonombren, en algunos casos, Estado Plurinacional, los despliegues de la violencia adquieren las formas descarnadas de la violencia desnuda, sin tapujos, demoledora. Por ejemplo, las violencias atroces de los Cárteles, de los paramilitares, de los traficantes de toda calaña, incluyendo a los traficantes de tierras.
Los Estados y gobiernos, neopopulistas o neoliberales, se reclamen de “izquierda” o se señalen de “derecha”, están atravesándos por el lado oscuro del poder, por lo tanto, por la violencia descarnada de las formas paralelas del ejercicio organizado del poder. En consecuencia, el delito contra los pueblos y las sociedades se ha generalizado e institucionalizado. Los gobiernos promocionan la violencia descarada y a estas organizaciones clandestinas.
La guerra como continuidad de la política
Las relaciones clientelares se basan en obtener el apoyo en reciprocidad a un obsequio. Emerge la complicidad entre el que da el obsequio y el que recibe el regalo. El que recibe se vuelve cliente, está obligado a devolver el obsequio en servicios.
La forma de gubernamentalidad clientelar extiende intensivamente sus redes clientelares obsequiando promesas, compromisos, prebendas, regalos, transferencias y tierras. El gobierno neopopulista obsequia tierras a los colonizadores a cambio de su voto, de su apoyo incondicional. También lo hizo con las dirigencias campesinas. Contraviniendo la Constitución y deshechando los derechos constitucionales del pueblo boliviano, que es el propietario de los recursos naturales, institucionalizado por la Constitución. Sin consultar, sin atender a los derechos colectivos de las naciones y pueblos indígenas, de los derechos de los seres de la Madre Tierra, regala a su antojo tierras, que ingresan al tráfico de tierras. Por lo tanto cometiendo delitos económicos y políticos, además de crímenes constitucionales. Se conforman no solo clientelas, sino también grupos paralelos del ejercicio del poder, incluso del ejercicio de la violencia armada. Se conforman mafias.
En estas condiciones, la forma gubernamental clientelar cobija el huevo del monstruo, que rompe el cascarón y nace para imponerse, amenazar, aterrorizar y hasta matar. Es el momento que se ha cruzado la línea y se ingresa a otro espacio de agenciamientos, los relativos a la guerra. En este caso la guerra es una continuidad de la política.
El pueblo, para defenderse de las mafias, tiene derecho a la defensa. Como en otras regiones y países, donde el narcotráfico ejerce el control territorial armado, el pueblo conforma autodefensas armadas. Este es el nuevo espacio de agenciamientos, donde la política experimenta metamorfosis y se convierte en guerra.
Cuando el pueblo está solo
Cuando no se cumple con la Constitución no hay Estado. Cuando no se cumplen las leyes no hay gobierno. Cuando hay “fiscales “ y “jueces” que se hacen de la vista gorda, no hay justicia, ni fiscales, ni jueces; solo son marionetas de las estructuras, diagramas y ejercicios del poder y despliegues de la violencia, del terrorismo de Estado. Cuando hay una “policía” que obedece las órdenes de la casta gobernante y no cumple con sus funciones asignadas constitucionalmente, no hay policía, no hay el cuidado de la sociedad. Cuando hay un “ejército” que hace de brazo armado de la casta gobernante, la burguesía rentista, no hay fuerzas armadas de la nación, menos del pueblo; la “institución tutelar” se ha convertido en instrumento de amenaza, disuación y represión del terrorismo de la casta gobernante, la burguesía rentista y de la hoja excedentaria y su industrialización.
El pueblo está solo, cuenta consigo mismo, con la posibilidad de activar la potencia social, en esta emergencia, ante el destructivo desenvolvimiento del terrorismo de Estado y del paramilitarismo de la economía política de la cocaína. El pueblo tiene la responsabilidad de recuperar lo expropiado por el conglomerado de las burguesías, que lo despojaron de sus recursos naturales, del excedente generado y del porvenir.
El pueblo no tiene que acatar a un Estado que no existe, a un gobierno diseminado, a jueces y fiscales desaparecidos, a una policía evaporada, a un ejército disuelto. No tiene que acatar políticas que no cumplen con la Constitución ni las leyes. No tiene que acatar determinaciones de “jueces” y “fiscales” al servicio de mafias políticas y económicas. El pueblo está obligado a defenderse, defender la Constitución y la vida.
El terrorismo de Estado en acción
Las mafias gobernantes, los traficantes de los recursos naturales y de tierras, la burguesía rentista y el conglomerado burgués del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente, asociado y subalterno de la híper-burguesía de la energía fósil, que domina el mundo, que tienen en su composición la combinación perversa del lado visible de la economía y el lado oscuro de la economía, ha actuado, moviendo los dispositivos del terrorismo de Estado, raptando al dirigente de ADEPCOCA, cuya vida peligra.
De la misma manera que AMLO protege y encubre a los dispositivos del terrorismo de Estado, los cuáles raptaron a dos dirigentes del Ejército Zapatista de Liberación, en México; así mismo, el gobierno mafioso de Daniel Ortega ha convertido en práctica cotidiana la violencia sistemática de la represión terrorista institucionalizada; de la misma manera que el gobierno de Nicolás Maduro forma parte del conglomerado de los Cárteles y dispositivos del terror, ejerciendo su dominación perversa contra el pueblo venezolano; el gobierno clientelar y corrupto de Luis Arce Catacora ha asumido lo que es ya una geopolítica del lado oscuro del poder, que controla el lado institucional del poder, el terrorismo de Estado y de las bandas armadas de la economía política de la cocaína.
El pueblo está obligado a defenderse, a la autodefensa, a la movilización generalizada, en defensa de la Constitución, vulnerada y desmantelada sistemáticamente por las gestiones de gobierno del Caudillo déspota, por el “gobierno de transición” y por el actual gobierno neopopulista, reforzado y retornado. El pueblo tiene la responsabilidad de defender la vida, la Madre Tierra, los ecosistemas, los bienes comunes, los recursos naturales, los derechos democráticos y de los seres orgánicos, contra la marcha macabra de la muerte del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente.
Nueva implosión y derrumbe ético y moral del neopopulismo
El gobierno de la forma de gubernamentalidad clientelar, el neopopulismo retornado, atrapado en el laberinto de su decadencia y diseminación irreversible, se ilusiona con el poder, carcomido por dentro, y el control de un Estado implosionado y vuelto a armar con toda la provisionalidad del caso. Cree que puede sustituir la realidad efectiva con montajes mediáticos, despliegues del complot gubernamental contra el pueblo que reclama sus derechos, el cumplimiento de la Constitución. Lo único que hace es hundirse más en el pantano, que se lo traga, caer al abismo, al que se precipita ciegamente.
La guerra gubernamental contra los Yungas ha vuelto a develar el tamaño despropósito de imponer a su clientela, buscando sustituir a la representación legítima de ADEPCOCA. Primero se inventó un mercado improvisado de la coca en la “tranca”, antes de que llegue la coca al control legal de ADEPCOCA, después se encargó de desplegar el terrorismo de Estado, al que está acostumbrado. En tercer lugar se inventa unas “elecciones” adulteradas, viciadas y fraudulentas, buscando la apariencia legal de la imposición descarada de una minoría de llunk’us, afines al gobierno clientelar y corrupto. En cuarto lugar, se ensaña contra los productores de la hoja de coca tradicional en una guerra, usando a los dispositivos policíales, para defender la toma de la sede y las instalaciones de ADEPCOCA por parte de sus esbirros, mafias encubiertas, policías disfrazados, que lanzan dinamita contra las marchas y movilizaciones de los yungueños, con el aditamento de terror contra los vecinos y las viviendas del barrio de Villa Fátima.
El gobierno neopopulista retornado insiste en entramparse en sus propias redes, perderse en el laberinto de su soledad, clavar nuevamente su tumba. A estas alturas del conflicto de la coca, de la defensa de la coca tradicional contra la imposición y el dominio de la coca excedentaria y la industrialización de la cocaína, el pueblo paceño y alteño ha decidido movilizarse en apoyo de las movilizaciones yungueñas. Se abren escenarios del desenlace político, en una coyuntura donde el gobierno neopopulista ha evidenciando su desorientación completa, su destreza en la ingobernabilidad total, su absurdo apego al complot estatal, a la propaganda y publicidad mediática, a inventar guiones de política ficción de un supuesto “golpe de Estado”, cuando lo que se ha experimentado es la implosión de un régimen de la forma gubernamental clientelar y corrupta.
Victoria yungueña
Victoria de la hoja de coca tradicional frente a la hoja de coca excedentaria. Esta es una manera de decir. Vencieron las y los cultivadores de la hoja de coca tradicional en contra de los cultivadores e industrialización de la hoja de coca excedentaria. Vencieron contra un gobierno clientelar y corrupto, agente encubierto de las empresas trasnacionales extractivistas y de los Cárteles. Pudo la voluntad y coraje del pueblo yungueño contra los aparatos de represión y de propaganda del terrorismo de Estado.
Es un nuevo comienzo del fin de la demagogia, de la impostura, de la subalternidad, disfrazada de “revolucionaria”, al imperio y al dominio de la hiperbuguesia de la energía fósil. Es el camino, nuevamente abierto, por la potencia social. El coraje de la verdad y el deseo de libertad, la voluntad de potencia, la búsqueda insaciable de democracia plena, de autogobierno.
Hay que seguir el ejemplo de los yungueños movilizados y de la XI movilización indígena, en defensa de la hoja de coca tradicional, de los derechos consagrados en la Constitución, de la democracia, de las libertades, de los territorios y territorialidades, de la vida.
Arritmias de la decadencia política
Suspendidos como hojas secas, empujadas por la brisa otoñal, bamboleando sin ritmo, bajo el dominio del capricho desbordado y las circunstancias dispersas en forma de caos, responden atareados e improvisando. Nadando como aprendices con la cabeza fuera del agua, un tanto asustados, respirando al apuro.
La casta política gobernante, corrompida hasta el tuétano y trasladándo los mamotretos disponibles de los artefactos anacrónicos del poder, abogándo por el espantoso sistema de extorsión de la administración de “justicia”, tiene el tupé de decir que reformará la oxidada máquina de administración de extorsión y de aplicación dilatada de torturas proliferantes, de encierros masivos y duraderos injustificables, que denomina eufemísticamente “retardación de justicia”.
Los personajes circunstanciales del gobierno de turno son parte de la maquinaria barroca del poder, del anacronismo perdurable de los aparatos chirriantes de las dominaciones, de la corrosión institucional proverbial, en tiempos de la decadencia. Son parte de la corrupción galopante, sostenida en las ferias ininterrumpidas del jolgorio de los saltimbanquis y en la festividad permanente de los comediantes. Como parte de su repertorio de comedias ofrecen reformas de la administración de justicia y nombrar jueces.
Protagonistas apocalípticos de la decadencia asumen con vocación sus papeles de exterminio y destrucción múltiple, institucional, societal, estatal, territorial y planetaria. Rodeados por entornos serviles de clientelas y propapagandizados por el eco insulso de los medios de comunicación, oficiales, oficiosos y empresariales, marchan en caravanas bochornosas al abismo, queriendo arrastrar al pueblo y a la sociedad al precipicio.
Simetrías perversas
En la historia política moderna se han dado, como regularidad morbosa, simetrías perversas, entre antagónicos, entre enemigos, entre opuestos, entre versiones contrapuestas, religiosas e ideológicas. No solamente que hacen lo mismo, desde discursos distintos, ideologías diferentes, estilos políticos variopintos y hasta opuestos, sino que reproducen una misma estructura de poder, de dominación y de violencia. Cuando se constatan los problemas de legitimación recurren al Estado policial, al recurso sin imaginación de la represión; pretenden perdurar y perpetrarse con el terrorismo de Estado. Unos se creen defensores del orden y de la institucionalidad, los otros se consideran, sin mucha convinción, “revolucionarios”. Son revolucionarios de pacotilla. Ambos hacen exactamente lo mismo, declaran infieles y endemoniados a los opuestos. Llegan a declarar una Guerra Santa, cometiendo crímenes de lesa humanidad a nombre de lo “sagrado”, que es el símbolo que usan para encubrir enmascarada y culturalmente, sus profundas contradicciones, desgarramientos, perversiones y miserias humanas.
Del Estado policial pasan al Estado totalitario, cuando se pierden los horizontes, cuando se constriñe la perspectiva, cuando se agota hasta el discurso demagógico. Solo queda a mano la descarnada violencia. Forman grupos paralelos de choque, que se convierten en paramilitares, se señalen de “derecha” o se reclamen de “izquierda”. Este esquematismo dualista simplon ha quedado en mera caricatura que esconde, en la aparente diferencia, una equivalencia plena. Hacen exactamente lo mismo, se enfrentan a la sociedad, aunque movilicen sus clientelas, que se parecen al pueblo. Es un fenómeno conocido en las formas de totalitarismo, el nazi y el stalinista; los neopopulismos y “progresismos” de toda laya, los neoliberales, institucionalistas, partidarios del orden, de toda clase, movilizan a sus huestes, que tienen una concepción deportiva de la política o, en su caso, fanática, empero sin argumentos, mostrando fuerza, pero no porvenir, perspectiva y horizonte. Son los jinetes del Apocalipsis.
En ambos casos, en ambas formas totalitarias, la política ha muerto, después de la muerte de la democracia. Se anuncia la muerte de la sociedad, agobiada al extremo, asfixiada, atormentada, por el Estado absoluto. El pueblo que deja que pase todo esto es cómplice mazoquista de su propia desaparición. Es un suicida. Un pueblo sin voluntad de potencia no merece existir.
La impostura en acción
Se apropian de los símbolos culturales indígenas, para usarlos en sus prácticas adulteradas de la política clientelar, mancillando su contenido y sentido. Grotescos usurpadores de símbolos que no comprenden y entienden, salvo de que sirven en la pretensión de legitimar sus dominaciones triviales, sus fechorías descaradas y el poder que detentan. Imposible legitimación; el poder no se legitima, se impone o se edulcora con ideología, cada vez más vácua y miserable.
Se desgarran las vestiduras, desgañitándose ofendidos, mientras avasallan territorios indígenas, sin respetar sus derechos consagrados en la Constitución. Traficantes de tierras, después de haber incinerado los bosques. Sumisos y subordinados a las empresas trasnacionales extractivistas, de las cuales son sus agentes encubiertos desvergonzados.
Crápulas que se creen impunes y que pueden hacer lo que les venga en gana. Mientras desean incomprensiblemente que los otros, los afectados, las víctimas de sus violencias, no hagan nada. Cuando lo hacen se sienten ofendidos, incluso agredidos por la legítima defensa de las comunidades, colectivos, naciones y pueblos indígenas.
Agresivos y violentos cuando están en ventaja, cobardes cuando está en desventaja. Reducen el mundo al tamaño de sus prejuicios, que son desde ya miserables. No ofrecen nada, solo la muerte de horizontes y de perspectivas. Creen que el futuro es su grotesca dominación de machos desgarbados.
Colonialismo interno de la forma de gubernamentalidad clientelar
Las naciones y pueblos indígenas, las comunidades indígenas, no son sindicatos para mandar pliegos petitorios. Se evidencia la colonialidad desbordante de los funcionarios de la forma de gubernamentalidad clientelar, de un Estado que no ha dejado de ser Estado nación subalterno, barnizado con el nombre de “Estado Plurinacional”. También se evidencia el desconocimiento de la Constitución por parte del ejecutivo y de los otros órganos de poder del Estado. Estos son los perfiles grotescos de la continuidad colonial del neopopulismo en acción y desorientado, perdido en su laberinto.
El actual gobierno, así como los anteriores, el neoliberal de “transición” y el neopopulista inicial, son dispositivos del colonialismo interno, así como de la dependencia y subalternidad respecto al imperio y los centros de acumulación del sistema mundo capitalista.
Se requiere la movilización generalizada para defender la Constitución y ejercer la democracia participativa, comunitaria, directa y representativa, como manda la Carta Magna.
Encubrimiento del continuo saqueo de Bolivia
No solo cortinas de humo, sino campañas teatrales de la invención del enemigo, despliegues policiales, políticos y mediáticos, para encubrir el continuo saqueo de Bolivia. Se mueven los aparatos institucionales del Estado, los aparatos judiciales y los aparatos políticos ideológicos, fuera de los aparatos represivos, para ponerse a disposición del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente, al servicio de las trasnacionales y de la hiperburguesía de la energía fósil, que domina el mundo.
La forma de gubernamentalidad clientelar y corrupta usa todos los recursos a su alcance para servir adecuadamente como agente encubierto de las empresas trasnacionales extractivistas. Se inventa una desgañitada narrativa de “golpe de Estado” para encubrir su servilismo a la burguesía internacional del extractivismo y la destrucción planetaria. Se sitúa en un mapa imaginario, altamente esquemático y simplón, de un espacio político abstracto y dualista, donde se define como “izquierda” luchando contra el monstruo de mil cabezas de la “derecha”. En la práctica, efectivamente, es un instrumento eficaz del saqueo de Bolivia, más adecuado que los instrumentos políticos usados por la “derecha”. Se presentan como “amigos del pueblo” y lo más irónico, rayando en el sarcasmo, como partidarios de los pueblos indígenas y defensores de la Madre Tierra. De esta manera desarman al pueblo, que se entrega como una cenicienta al príncipe azul, que resulta un bandido sin escrúpulos.
Las gestiones de gobierno neopopulista, durante catorce años, la década perdida, y la gestión del “gobierno de transición”, que dura menos de un año, aceptada en negociaciones con la cúpula del MAS y sus organizaciones sociales, han convertido en materia y objeto de poder, de la estrategia geopolítica del saqueo de los recursos naturales, a los territorios indígenas, a las áreas protegidas y parques nacionales, en enemigos del “desarrollo”. Un grupo de intelectuales mercenarios sirven como edulcorantes y voceros elaborados, en la marcha desmesurada contaminadora, depredadora y destructora de los ecosistemas, por parte de las prácticas demoledoras de la forma gubernamental clientelar. Los nuevos conquistadores y colonizadores se invisten de “gobierno progresistas”, en convivencia con una oposición, convertida en enemiga política mediática, cuando es el complemento perverso del saqueo de los recursos naturales. Los nuevos colonizadores tienen sus sacerdocios y religión en estos intelectuales mercenarios.
En plena crisis múltiple de la civilización moderna, del sistema mundo capitalista, del Estado y del orden mundial, en plena crisis ecológica, que amenaza la sobrevivencia humana y la vida en el planeta, es urgente la emergencia de la movilización generalizada contra los jinetes del Apocalipsis, que se invisten de progresistas o se sacan la careta y se muestra en cuerpo y alma tal como son, neoliberales a ultranza o sencillamente en cínicos mafiosos políticos.
La intelectualidad mercenaria
Se presentan como críticos y hasta “revolucionarios”, pero su “crítica” sólo sirve para defender a caudillos déspotas, formas de gubernamentalidad clientelar, Estados policiales y decadencias políticas. Son herederos de la ceguera y complicidad silenciosa de los intelectuales de izquierda, que en el periodo de la pantomima del “gran timonel”, a sabiendas de de lo que ocurría en la mal llamada Unión Soviética, la instauración del régimen totalitario y burocrático, montado en el modo de producción asiático, que, en definitiva es la versión de la escasez del modo de producción capitalista, cerraron los ojos en “defensa de la patria socialista”. Que de socialista solo tenia el nombre. Los errores nunca se corrigieron, se convirtieron en crímenes de lesa humanidad, masacrando a las vanguardias de la revolución y a millones de campesinos.
Ahora, la intelectualidad mercenaria sirve para montar una narrativa insostenible sobre los “gobiernos progresistas”, que de progresistas solo tienen el nombre. Son, más bien, agentes encubiertos de las empresas trasnacionales extractivistas y de los Cárteles, que han declarado la guerra a las sociedades y los pueblos, por el control territorial, nacional, regional y mundial de los tráficos ilícitos. Esta intelectualidad decadente, “revolucionarios” de pacotilla, no son los operadores de una ideología anacrónica, lo que ocurrió en el siglo XX, sino de un guion de mal gusto para consumo mediático y pleitesía de patriarcas otoñales. Se invisten de defensores de una revolución que no se dio, que nació muerta, atrapada en la placenta de la decadencia institucional y de la corrupción galopante. Pretenden que se los tome en serio cuando son arlequines grises en los juegos de poder. Donde la burguesía rentista administra sus reinos nacionales, mantenidos con demagogia y promesas que no se cumplen. Esta burocracia gubernamental hace de dispositivo de poder del conglomerado burgués, depredador y destructor de ecosistemas. Es instrumento nacional de despliegue dominante de la híper burguesía de la energía fósil, embarcada en la destrucción planetaria, optando por el goce inmediato de las superganancias sin perspectiva.
Los intelectuales mercenarios sirven para eso, para la verborrea mediática, para la humareda, que esconde las fechorías y crímenes constitucionales de los gobiernos clientelares y corruptos. Dispositivos políticos también de tráficos de tierra, despojamiento de territorios de las naciones y pueblos indígenas, entregados a la vorágine de la ampliación de la frontera agrícola. Estos intelectuales mercenarios, al igual que sus patrones que los contrataron, los “gobiernos progresistas”, han caído en la degradación ética, moral e intelectual más grotesca.
Decadencia en su propia diseminación
Ante el encuentro de la encrucijada no se quedan a meditar, buscando una salida, sino que se despeñan al precipicio. Tampoco saben que la encrucijada es de las rutas simétricas, aparentemente opuestas, que conducen al eterno retorno de lo mismo, el círculo vicioso del poder.
Son personajes sin instinto de sobrevivencia, se sienten impunes, seguros, incluso, hasta eternos, aunque esto sea imposible. Por eso la rutina de lo mismo, sus discursos aburridos, sus pretensiones de verdad, ajadas, disecadas, vácuas, que mantienen en vitrina y las sacan a relucir en sus presentaciones políticas, en ferias carnavalescas y en exposición teatrales de libros sin contenido. Son los arlequines de una comedia deslucida, cuya trama reproduce un esquematismo elemental, fiel/infiel, amigo/enemigo, bien/mal. Sacerdotes sin sotana, religión devenida ideología, ceremonia de sacrificio devenida política.
Intelectuales mercenarios, al ponerse al servicio del poder, acaban con el talento que parecían tener. Repiten lo mismo, la misma letanía de la legitimación imposible del poder. Son como eunucos que castraron su órgano primordial, cuya función es pensar, interpretar los datos sensibles. Quedan mudos de conceptos, las palabras se vuelven telarañas abandonadas, sin su minuciosa araña que teje. Triste recuerdo de lo que un día tuvo vida. Son solo dispositivos parlanchines de la dominación de turno.
Decadencia en su propia diseminación. La enfermedad compulsiva del poder, el goce banal de la inmediata embriaguez de la ilusión del poder, la búsqueda de lo imposible, satisfacer el oscuro objeto del deseo, el poder. Seducidos por los cantos de sirenas del poder navegan exaltados a su propia muerte.
Ganancias ilícitas
Las ganancias ilícitas son la de los Cárteles de tráficos ilícitos y de industrialización ilícita, basada en plantas del monocultivo excedentario. Las ganancias ilícitas corresponden a la burguesía rentista gobernante, que desnacionalizó los hidrocarburos, que entregó el control técnico de la explotación de los hidrocarburos a las empresas trasnacionales, con los Contratos de operaciones. Que concedió el Salar de Uyuni por más de siete décadas a una empresa trasnacional alemana. Que hizo contrato con una empresa fantasma, QUIBORAX, la que sólo invirtió 800 mil dólares, recibiéndo 42 millones de dólares, por concepto de indemnización, en convivencia con el gobierno clientelar y corrupto de la forma de gobierno neopopulista.
Ganancias ilícitas son las de la corrupción galopante de la casta política gobernante, que se apropia indebidamente de los recursos del Estado y bienes de los bolivianos, los desvía privadamente, enriqueciendo a la burguesía rentista y a una dirigencia sin escrúpulos; después extraterritorializa el excedente apropiado mediante procedimientos of short.
Ganancias ilícitas son las que se generan en sobreprecios desbordantes de los elefantes blancos de empresas públicas, conformadas, a pesar de las permanentes pérdidas económicas, así como las establecidas como empresas fantasmas.
Las ganancias ilícitas corresponden al tráfico de tierra, al ecocidio de los bosques, a la ampliación demoledora de la frontera agrícola, contra las territorialidades, ecosistemas, territorios de los pueblos indígenas.
Ganancias ilícitas son las de senadores y diputados que quieren aprobar una ley de extorsión y expoliación, vulnerando los derechos constitucionales, violando la Constitución, aprovechando una mayoría congresal sin escrúpulos, dispuesta a ejercer violencia jurídica y política en contra la sociedad y el pueblo, en beneficio de mafias del lado institucional, del lado opaco y del lado oscuro del poder.
Ganancias ilícitas son las de fiscales y magistrados del sistema de extorsión de la administración de justicia, totalmente subordinados a la mafia política que gobierna.
Suicidio generalizado
Las sociedades humanas, durante la modernidad tardía, en la historia reciente, se hallan atrapadas en las marañas tejidas por sus instituciones anacrónicas. No pueden salir del círculo vicioso del poder, tampoco del desplazamiento destructivo de la decadencia, abarcadora y corrosiva. No pueden salir de sus crisis múltiples reiterativas y recurrentes, cada vez más demoledoras. Sobre todo se encuentran atrapadas en la crisis ecológica planetaria, que amenaza a la sobrevivencia humana.
Lo más grave es que estas sociedades, sus Estados, su orden mundial, no toman cabal consciencia de lo que acontece y del peligro inminente, inmediato, desatado. Ya se encuentran, sin darse cuenta, en el tiempo atroz, iniciado, de la exterminación.
La ceguera institucional e ideológica hace que las sociedades, sus estructuras institucionales, sus imaginarios colectivos, sus comportamientos y conductas sedimentadas como habitus, las empuje a las miserias humanas de sus guerras, de sus concurrencias inútiles, de sus famas de abalorios y fugaces. El espectáculo es alarmante y grotesco: recorridos de ferias, proliferantes, dirigiéndose al suicidio generalizado.
¿Habrá un detente de la locomotora de la historia desbocada? ¿Un instante de lucidez? ¿Un cambio radical y de emergencia de conductas, comportamientos y prácticas? No lo sabemos; empero, tal como se presentan las situaciones repetitivas, parece que no, que asistimos a la desaparición.
Cretinismo político
Contra toda evidencia, desconociendo los hechos, inventándose una realidad, a imágen y semejanza de la casta política gobernante, él embajador ante la OEA, continúa con el teatro político de mal gusto. Acostumbrados de forzar, de prácticas de coerción, de reducir la política al tamaño de sus miserias humanas y prejuicios vulgares, pretenden, como antes, imponer una narrativa descuajeringada, insostenible y sin argumento. Esta reiterada desfachatez se repite, acompañada de una pose de “caballero” engominado, en lenguaje leguleyo de abogado anacrónico.
Esta gente evidencia habitar la estrecha esfera de burbujas, infladas por egos en levitación fantasmagórica, donde se miran al espejo, creyendo que esa imágen mediática es la realidad. Cada vez más patéticos, insisten en un discurso demagógico y de arlequín dramático. Se trata de la figura que hace visible el síntoma de la decadencia política, el derrumbe ético y moral, apenas encubierto por la fachada de político enternado.
La cantaleta de “golpe de Estado” y el encubrimiento esforzado del escandaloso y grotesco fraude electoral son los recursos instrumentalizados, para perpetrarse en el poder perdido y retomado por la crisis galopante y abrupta del “gobierno de transición”, reconocido por la mayoría congresual y las propias organizaciones sociales, reunidas en el palacio quemado. Lo que ha ocurrido es lo que no dice la casta política, de “izquierda” y de “derecha”: que neoliberales y neopopulistas se pusieron de acuerdo en una “sustitución constitucional” imposible, salvo por el procedimiento de jurisprudencia, para evitar el desenlace insurreccional
Pesadilla política
Complotan desde el Estado contra la sociedad y el pueblo. Imaginan un mundo donde solo ellos habitan. Por eso les irrita todo lo que se mueve, la proliferante manifestación de la vida. Atacan territorios y bosques, los contaminan, depredan y les prenden fuego. Se creen dueños de todo lo que les apetece. Amenazan y arrinconan a sus oriundos poseedores. Solo ellos lo son, nadie más. Desconocen derechos colectivos y los de la Madre Tierra. Consideran que a la Constitución se la nombra, pero no se cumple.
Atravesados por los circuitos perversos de los tráficos, han convertido extensos terrenos en monocultivo de la hoja excedentaria, codiciada por Cárteles. Se han convertido en empresarios de la industria ilícita del polvo de las ilusiones. Sin embargo, se hacen llamar campesinos y se presentan como víctimas.
Consideran que la política, el gobierno y el Estado deben estar plenamente a su servicio. Que el pueblo debe reconocerlos como amos, de lo contrario debe desaparecer. Ellos son el único pueblo posible, en un imaginario delirante y simplonamente maniqueo. Por eso descargan su furia contra los que les contradicen, haciendo de contraste fáctico de su castillo de naipes sucios.
Odian a los cultivadores de la hoja tradicional, pues, para ellos solo la hoja excedentaria debe existir. Ejercen el terrorismo de las mafias, obsesivas en el control territorial. Toman sedes e instalaciones de organizaciones sociales que resisten; se elige entre ellos, minorías serviles a las prácticas paralelas del lado oscuro del poder.
Para ellos, las comunidades indígenas de tierras bajas y los Ayllus de tierras altas no existen. Si se trata de indios sólo ellos lo son, aunque sean irremediablemente urbanos, empresarios del lado oscuro de la economía, políticos corruptos y “revolucionarios” de pacotilla.
Están dispuestos a llevar el país al desastre, con tal que de la cenizas emerjan ellos como el ave fénix, convertida en monstruo apocalíptico.
Los juegos de terror del falso Maquiavelo
Hay alguien que está jugando al “terrorismo”, el ideólogo del terror, acompañado y seguido por operadores. Buscan resolver el problema de su notorio debilitamiento y alejamiento del ejércicio directo del gobierno mediante el recurso del terrorismo de Estado, acompañado por la conformación de grupos que azuzan, amenazan, se disfrazan de grupos paramilitares. Todo esto busca sembrar miedo, causar terror, para de este modo inhibir a la sociedad y al pueblo, gobernar por el terror.
El ideólogo del terror ha incluido a sus juegos de poder los juegos pirotécnico, juega al terrorismo. Cree que de esta manera se impone, imponiendo sus máscaras, sus violencias proliferantes, sus juegos pirotécnicos, lograr sus objetivos de falso Maquavelo. Tiene una imagen tan esquemática de la sociedad que se parece a las representaciones infantiles de dibujos animados. Desprecia elocuentemente al pueblo, que considera que es manipulable al extremo de convertirle en una marioneta de sus caprichos de eterno adolescente, ambicioso y engreído, que por haber sido negado en sus planes de complot permanente, considera adecuado vengarse, desplegar sus guerras teatrales, aunque peligrosas, pues siempre hay víctimas, que el adolescente paranoico, convertido en político frustrado, considera daños colaterales.
Para hacer más grotesco el teatro cruel de la política de la astucia trasnochada criolla, el gobierno, los jueces, la policía y el ejército, se hacen a los desentendidos, tomando la pose de que no saben nada y de que se trata de grupos beligerantes y “autoconvocados”. En esta pantomima de espectáculo trivial del despliegue de una política mediocre, el gobierno y sus apéndices de poder, congresales, judiciales, electorales, fuera de los aparatos de emergencia, la policía y el ejército, evidencian, a todas luces, su atroz debilidad, su derrumbe ético y moral, su recurrente y dilatada implosión.
Convalecientes, atacados por una enfermedad terminal, desde su lecho hospitalario, todavía se imaginan que gobiernan, cuando están perdidos en su laberinto, creen que tienen chance, como antes, cuando eran fuertes, para imponerse a su antojo. Pero el pueblo ya comienza a movilizarse, resiste ante los golpes de terror, los juegos de poder, el teatro cruel de lo grotesco político. Incluso el pueblo movilizado ha comenzado a vencer, recuperando la Asociación de cultivadores de la hoja de coca tradicional, así como trazando una huella profunda, en los espesores geográficos, intepeladora y convocativa en defensa de la vida, los territorios y la democracia.
No hay porvenir que ofrezca la casta política, gobernante y de oposición. Es el eterno retorno de lo mismo, del círculo vicioso del poder, de las dominaciones, de la corrosión institucional y la corrupción galopante. El pueblo se tiene a sí mismo, tiene la responsabilidad de activar la potencia social y liberar a la sociedad del Estado, del capital, de la civilización de la muerte y de la casta política.
Delirio extremo
Perdido en su laberinto de grandeza ilusoria, deseada y soñada, el último jacobino hace poses de falso Maquiavelo, alardes de revolucionario de pacotilla, dando recetas de una apócrifa y adulterada “dictadura del proletariado”. Que solo sirve para encubrir la decadencia, además del enriquecimiento ilícito de la burguesía rentista, que gobierna. La izquierda colonial internacional, mediocre hasta el tuétano, aplaude la desfachatez como si fueran las tesis abril de Lenin. Los síntomas de la decadencia se solazan en evidenciar la banalidad desmesurada de la casta política y de pajpakus, que fungen de ideólogos.
El pupo de la fama mediática
Hay personajes que se creen importantes solo por haber nacido en un lugar de fama dudosa o dramáticas historias, las que les gusta al imperio, las zonas de alta intensidad de tráficos y de guerra de baja intensidad. Guerra, antes efectuada por parte del imperio contra los cultivadores de la hoja excedentaria, ahora guerra desencadenada por parte de la burguesía los cultivadores de la hoja excedentaria, cotizada por los industrializadores del ánimo artificial y los delirios de grandeza banal.
Estos personajes, de formación mediocre, sin memoria histórica, sin perspectiva ni horizontes, se consideran el pupo del mundo de la politiquería, trivial y empantanada en la inutilidad. Opinan sobre los pocos periodistas destacados, a quienes no “conocen” y sobre lo que ignoran; creen que su formación escolar les basta para “valorar”. Desprecian a los destacados periodistas, pocos, se puede contar con los dedos de las manos, quienes todavía informan, comunican, hacen periodismo, defienden derechos constitucionales y el ejércicio de la democracia. No se venden.
Estos personajes no entienden que su desprecio no alcanza a tocarlos, solo manifiesta el vacío insondable de su subjetividad arrogante, de su vacuidad cultural, de su fama mediática pasajera. Los periodistas que desprecian, sobre todo el más consecuente con la objetividad y la responsabilidad informativa, trascenderá en el tiempo, mientras de los personajes de fama mediática nadie se acordará, solo los allegados.
Espectáculo ridiculo
Cuando el poder ingresa a su decadencia, pierde presencia, se disemina, su accionar y su discurso se vuelven difusos. Acontece el derrumbe, tanto imperceptible como perceptible. Las palabras del poder no tienen sentido, salvo el de la inercia y el ruido, que lo único que muestran es que sigue todavía vivo, en sus estertores. Entonces, cuando el mismo espectáculo político se derrumba, se muestra grotesco, opta por cualquier maniobra para llamar la atención, hace de ridiculo. Spectaculum ridiculus.
El gobierno se encuentra perdido en su laberinto, nadie cumple sus funciones, el presidente no gobierna, es como una hoja perdida en la tormenta; el procurador no cumple con las tareas asignadas constitucionalmente, sino, vulnerando la constitución, encubre las fechorías y crímenes políticos de un gobierno implosionado; es más, hace el ridiculo espectáculo de reconteo de votos, mucho después del fraude y la constancia de la auditoría técnica internacional del escandaloso y grosero fraude, sin precedentes. Además como si fuese una campaña electoral, con camiseta y gorra, que hacen gala de semejante comedia banal. El viceministro de régimen interior, ex “defensor del pueblo”, efectúa tareas de inquisidor, en una guerra sin cuartel, persecutoria y represiva, contra las multitudes de fantasmas que lo atormentan; desordenando el régimen mucho más de lo que ya está.
No solo que la política ha muerto, sino que después de su muerte, del cadáver emanan fantasmas alucinados que hacen jolgorio como saltimbanquis. El espectáculo ridiculo corrobora la diseminación del Estado y sus mallas institucionales. Lo que quedan son ruinas de lo que alguna vez pretendió ser, República, Estado moderno, formaciones políticas nunca logradas. Mucho menos se avanzó un solo paso de la utopía jurídica política del Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico, síntesis política de la movilización prolongada (2000-2005). Los impostores y usurpadores neopopulistas se adelantaron en destruir el proceso de cambio.
El eterno retorno de la comedia
La farsa ha sustituido a la tragedia, la comedia ha sustituido a la realidad efectiva. La casta política, con toda su composición variopinta, con todas sus comparsas de ferias electorales, mediáticas, dirigenciales y mañosas, hace gala de falta de imaginación al repetir al cansancio lo mismo, la reiterada cantaleta de los arlequines del poder. Su folclórica cultura de la banalidad los expone en la palestra teatral del gobierno clientelar en acción, de los aparatos desvencijados ideológicos, empujados, a duras penas, por intelectuales mercenarios, que se esmeran por decir sandeces y publicar vacuidades. En ceremonias forzadas donde falta el público, está la clientela, o sobran los aplausos deportivos de los que se ponen la camiseta del equipo.
La arritmia de la decadencia política, intelectual y moral hace jolgorio estridente en borrornosos bailes de saltimbanquis. Donde lo ridiculo se aposenta en el espectáculo sin gusto de las dominaciones patriarcales del entorno palaciego, de la burguesía rentista y el conglomerado burgués del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente. El cadáver político del caudillo déspota y en decadencia, caído en desgracia, es revivido artificialmente por alimentación intravenosa, por asistencia mediática y siguiendo el guión, harto conocido, del último jacobino, que conspira a la sombra de opacas instituciones, controladas por el lado oscuro del poder.
Dirigencias corruptas se esmeran en perpetrar avasallamientos y tráficos de tierras, desgañitándose en declaraciones embadurnadas de improperios, en su ataque montado contra el mounstruo de mil cabezas del “imperialismo” ausente. El imperialismo ha muerto en la guerra del Vietnam, lo que ha emergido de sus cenizas es el ave fénix del imperio. La coalición concurrente de potencias capitalistas en competencia, del liberalismo trasnochado en la abstracción de la ley, que no se cumple, y del “socialismo de mercado” adaptado a las necesidades desmesuradas de la nomenclatura de la jerarquía megalómana del partido.
Voceros alucinados denuncian complots por todos lados, inventan la realidad en pleno delirio político, evidenciando a toda luz la pomposa mediocridad de sus obras, de sus forzadas texturas e incipientes urdimbres de una narrativa descuajeringada. Evidenciando la desmesura aplastante del cementerio de los elefantes blancos. Empero, no se inmutan ni se sonrojan ante semejante escenario de la banalidad descollante. No son conscientes de la envolvente decadencia que los arrastra al abismo.
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