Negociando el cambio climático: el continuado fracaso de la política convencional

El encuentro COP26 fue un fracaso. Lo fue en el sentido de su incapacidad para imponer medidas que efectivamente detuvieran el cambio climático.



Negociando el cambio climático: el continuado fracaso de la política convencional

Eduardo Gudynas

Casi doscientos gobiernos firmaron un nuevo compromiso para enfrentar el cambio
climático en su encuentro en la ciudad de Glasgow (Escocia). No es el primero, sino
que es uno más en una larguísima sucesión de cónclaves gubernamentales que se
inició hace casi tres décadas atrás, en 1992, cuando acordaron un Convenio Marco
sobre el Cambio Climático. Tras este último encuentro negociador, el número 26 y
por ello llamada COP26, se sucedieron todo tipo de análisis. La mayor parte de ellos
repetían argumentaciones discutidas en el hemisferio norte; algunos consideraron
que hubieron avances aunque reconocen que son insuficientes; otros, y en especial
desde América Latina, insistieron en que el cambio climático es esencialmente una
responsabilidad del norte y que esas naciones deben resolverlo, mientras que nues-
tros países poco más pueden hacer más allá de reclamar ayudas financieras.

En esas perspectivas es común que se repitan eufemismos que en lugar de exponer
la gravedad de la crisis actual terminan opacándola. Seamos claros: el encuentro
COP26 fue un fracaso. Lo fue en el sentido de su incapacidad para imponer medidas
que efectivamente detuvieran el cambio climático.

3 diciembre 2021

2

La situación es aún más dramática porque los propios gobiernos son quienes reco-
nocen en el documento que firmaron en Glasgow que están haciendo todo lo con-
trario de lo que prometieron pocos años atrás. Pero esa confesión casi que pasó
desapercibida, tanto para la prensa convencional como para muchos analistas. To-
dos los gobiernos son responsables de esta situación, incluidas todos los países de
América Latina, cada uno a su manera pero en una situación donde casi no hay
inocentes.

En las líneas que siguen se elaboran sumariamente, a veces esquemáticamente, un
análisis crítico sobre estas recientes negociaciones en cambio climático, buscando
desmontar algunas de las simplificaciones más usuales. En realidad estamos ante
un problema que atraviesa a casi todas las ideologías políticas y por ello tiene raí-
ces mucho más profundas.

Un pacto que fracasó

El documento firmado por los gobiernos en Glasgow, nombrado como un “pacto”,
reconoce que la meta es evitar que la temperatura media del planeta aumente más
allá de 1,5 grados. Esa meta es la que fue señalada por el Panel Internacional en
Cambio Climático. Para poder respetar ese límite, el mismo texto afirma que es
necesaria una reducción del 45% de las emisiones de CO2 al 2030, y asegurar cero
emisiones netas hacia el 2050. Tanto esas metas como esas obligaciones ya están
incluidas, en su esencia, en compromisos previos así como en el Acuerdo de París
que esos mismos países firmaron en 2015.

Sin embargo, en unos párrafos más adelante, en el Pacto de Glasgow se admite
que los compromisos asumidos por los gobiernos no resultan en una reducción, sino
que por el contrario, habrá un incremento del 13,7 % al 2030. Eso es impactante,
ya que al mismo tiempo reconocen que no cumplen con la palabra empeñada y
confiesan su incompetencia para detener el cambio climático.

Otros acuerdos que se firmaron en Glasgow tuvieron amplia cobertura con la pren-
sa pero en realidad no implican un cambio sustancial. En efecto, los compromisos
para detener la deforestación, para reducir las emisiones de gases de metano, o
para abatir el uso del carbón, cada uno a su modo es sobre todo una declaración de
aspiraciones, no impone mandatos que fuercen su cumplimiento, y actuaron sobre
todo como acciones publicitarias.

Por lo tanto, las notas de opinión que hablan de avances, de nuevos compromisos,
o de cualquier otra esperanza, posiblemente no están entendiendo lo que ocurrió en
Glasgow. Lo que allí quedó en evidencia es que los gobiernos no están cumpliendo
sus compromisos y el cambio climático sigue su marcha. Esto se debe a varias ra-
zones y algunas de ellas se exploran en las secciones siguientes.

Compromisos en deforestación, metano y carbón

En Glasgow se firmaron distintos documentos que tienen relaciones directas con el
contexto latinoamericano y que recibieron mucha publicidad. El primero estaba
orientado a detener la deforestación al año 20301. Sin embargo, cuando se examina
ese documento se encuentra que es un “declaración”, que está enfocada en bos-
ques y uso de la tierra, pero no contiene ningún mandato obligatorio.

La declaración recibió el apoyo de 141 países, que según sus promotores cubren el
90,9 % de la superficie de bosques en el mundo. Muchos países latinoamericanos la
firmaron, entre ellos algunos de los que tienen los mayores registros de deforesta-
1 Glasgow leaders’ declaration on forests and land use, UN Climate Change Conference UK 2021, 2
noviembre 2021, https://ukcop26.org/glasgow-leaders-declaration-on-forests-and-land-use/

3

ción (como Brasil, Colombia o Paraguay), aunque hay ausencia notables (como Bo-
livia) (véase la tabla 1).

El texto utiliza un lenguaje tal como señalar que se “reforzarán” esfuerzos compar-
tidos para proteger los bosques y otros ecosistemas terrestres y acelerarán su res-
tauración, se “promoverá” el desarrollo sostenible por medio de medidas en el
desarrollo y comercio, o se “reducirá” la vulnerabilidad empoderando a las comuni-
dades. Agrega elementos interesantes, como referencias a la agricultura sostenible
y seguridad alimentaria o al “facilitamiento del alineamiento” de los flujos financie-
ros internacionales para detener la deforestación. Pero como puede verse ese len-
guaje es apenas una declaración de aspiraciones. En tanto es una “declaración” no
hay compromisos específicos de ningún tipo.

Es importante tener presente que la deforestación no es competencia directa de la
Convención en Cambio Climático, sino de la Convención de la Diversidad Biológica.
Pero como es muy relevante para el cambio climático, ya se habían asumido com-
promisos similares en el pasado. El último de ellos ocurrió en 2014, con la Declara-
ción sobre Bosques de New York, promovida por Naciones Unidas en la cumbre de
cambio climático de ese año2. Esos mismos gobiernos se comprometieron a reducir
a la mitad la deforestación al año 2020 y detenerla al 2030. No cumplieron aquel
compromiso y la deforestación siguió su marcha.

Es más, varios de los gobiernos firmantes son muy conocidos por carecer de medi-
das efectivas para detener la deforestación, como ocurre con Ivan Duque de Co-
lombia, o incluso de promoverla, como sucede con la gestión de Jair Bolsonaro en
Brasil.

En Glasgow también se firmó la llamada Promesa Global sobre el Metano, que fue
promovida sobre todo por Estados Unidos y la Unión Europea3. Este es un gas in-
vernadero muy potente, que se produce sobre todo desde la agricultura (por ejem-
plo los cultivos de arroz), la ganadería (por las emisiones del ganado), los cambios
en el uso de los suelos (incluida la deforestación) y las pérdidas en refinerías de
hidrocarburos o plantas de extracción o procesamiento de gas. El volumen de me-
tano en la atmósfera es mucho menor al de CO2 (se la estima en 1,8 partes por
millón), y su permanencia es más corta que la de CO2 pero su potencial en el ca-
lentamiento global es mucho mayor (estimada en 84 veces la del CO2 durante 20
años, y en 28 veces en cien años), y por ello se considera que es responsable en
aproximadamente el 30% del cambio climático4. Es por esas razones que una re-
ducción en las emisiones de este gas, que puede ser comparativamente mucho
menor a las requeridas con el CO2, tendrían un enorme efecto en aminorar el cam-
bio climático.

En el texto se dice que se trabajará conjuntamente para “colectivamente” reducir
las emisiones de metano antropogénico a través de todos los sectores por lo menos
en el 30 % al año 2030 (tomando como referencia al nivel de 2020)”. Este texto
también es genérico y eso se confirma en los demás asuntos que aborda. Es así
que se comprometen a “moverse hacia el uso” de las mejores metodologías para
evaluar las emisiones de ese gas, que buscarán dar informaciones actualizadas y
transparentes sobre los compromisos y las acciones, y que apoyarán iniciativas in-
ternacionales en esa materia. Pero aquí tampoco hay mandatos, obligaciones ni
mecanismos que impongan cumplimientos. Es más, como la meta es global no hay
asignadas responsabilidades para cada uno de los países.

Esta “promesa” logró la adhesión de al menos 110 países, incluyendo al menos 15
de los grandes emisores globales de metano, y podrían totalizar el 70% de las emi-
siones antropogénicas. Pero no se sumaron algunos de los demás mayores conta-
minantes, como son China, India, Rusia y Australia. En América Latina firmaron la
promesa varios países que tienen grandes sectores agropecuarios y que por lo tan-
to el metano es un componente importante en sus emisiones, como fueron los ca-
sos de Argentina, Brasil y Uruguay (Tabla 1). Cualquier reducción en esos países
implicaría fuertes conflictos con empresas y corporaciones del agronegocio, y por
ello es llamativo que esas naciones sudamericanas se adhirieran. Pero distintos ac-
tores desde esos gobiernos admitieron que lo hicieron porque no les imponía nin-
gún compromiso específico. Dejan en claro, de ese modo, que no están dispuestos
a reformas sustanciales en cuanto al manejo de tierras y las prácticas agropecua-
rias para reducir sus aportes de metano.

En esta iniciativa EE UU sobre todo apunta a Rusia y otros que originan emisiones
desde el sector petrolero. Es más accesible actuar en ese nivel, existen mayores
opciones tecnológicas, y no desencadenan reacciones en contra tan intensas como
lo que ocurre con la agropecuaria. Dentro de EE UU existe una fuerte presión ciu-
dadana para reducir esas emisiones y la administración Biden ya tiene en marcha
su estrategia5.

3 El texto completo en www. https://www.ccacoalition.org/en/resources/global-methane-pledge; más informaciones
sobre la iniciativa en https://www.globalmethanepledge.org/ 4 Methane feedbacks to the global climate system in a warmer world, J.F. Dean y colab., Reviews
Geophysics 56: 207-250, 2018. 5 U.S. to sharply cut methane pollution that threaten the climate and public health, Environmental Protec-
tion Agency, 2 noviembre 2021, https://www.epa.gov/newsreleases/us-sharply-cut-methane-pollution-threatens-
climate-and-public-health

5

Termoeléctrica a carbón en la localidad de Ventana, en la costa oceánica de Chile.
Esta central y otros emplazamientos en ese lugar tienen severísimos impactos ambientales y
sanitarios en las comunidades, han sido objeto de repetidas denuncias y resistencias ciudada-
nas, y son responsables de sustantivas emisiones de gases invernadero.
Foto de Pablo CM en Flickr.

En esta temática, un poco antes de la COP26 en Glasgow, en la cumbre del G20, se
lanzó un observatorio internacional de emisiones de metano, entre el Programa de
las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Unión Europea (su rele-
vancia se discutirá más abajo)6.

Finalmente se destaca un acuerdo enfocado abandonar el uso de carbón para gene-
rar energía. El compromiso plantea alcanzar esa meta en el 2030 en países consi-
derados grandes economías y al 2040 para los países más pobres7. Recibió la adhe-
sión de 77 países; varios de ellos que usan carbón como Canadá, Polonia o Corea
del Sur, incluyendo en América del Sur a Ecuador y Chile (este último es un gran
consumidor de carbón para sus plantas de energía eléctrica) (Tabla 1). Pero no fue
firmado por EE UU, India, Australia o China, todos ellos grandes consumidores de
ese mineral. En América Latina, no se sumó Colombia que es un gran exportador
de carbón.

Al mismo tiempo, un conjunto de bancos indicaron que dejarán de financiar nuevas
plantas que quemen carbón cuyas emisiones no sean abatidas, lo que fue acompa-
ñado por algunos países como por ejemplo EE UU.

Más allá del petróleo

Hay otros acuerdos que deben ser mencionados ya que apuntan hacia las medidas
necesarias ante la crisis climática. Por un lado, en la COP26 se concretó una “Alian-
za más allá del petróleo y el gas”, que postula una moratoria en la extracción de
hidrocarburos en sus territorios8. La iniciativa fue promovida por Costa Rica y Di-
namarca, y logró la adhesión de Francia, Suecia, Irlanda, Groenlandia y Gales, y
asociados como el estado de California en EE.UU. Su objetivo es justamente el que
se requiere en la actualidad en tanto se impone ese tipo de moratorias. Sin embar-
go, ninguno de los países que extraen volúmenes significativos de hidrocarburos se
6 International methane emissions observatory launches to boos action on powerful climate-warming gas,
European Commission, Bruselas, 31 octubre 2021,
https://ec.europa.eu/commission/presscorner/detail/en/IP_21_5636 7 Global coal to clean power transition statement, UN Climate Change Conference, 4 noviembre 2021,
https://ukcop26.org/global-coal-to-clean-power-transition-statement/ 8 Informaciones adicionales en https://beyondoilandgasalliance.com/

6

sumó. Eso hace que su intención es meritoria pero no ha conseguido los apoyos
como para convertirse en una medida que tenga impacto en reducir las emisiones.

También debe ser bienvenido el Acuerdo de Glasgow sobre Emisión Cero de Vehícu-
los, que plantean para los mercados más importantes en 2025 y a nivel global en
20409. Se propone que todos los autos y camionetas tengan cero emisiones a esas
fechas, y por lo tanto es una moratoria sobre la venta de vehículos con motores a
gasolina o diesel. El acuerdo tiene como adherentes a países, gobiernos subnacio-
nales, empresas que manufacturas vehículos o que manejan transporte, y financia-
dores. Se sumaron por ejemplo Canadá y el Reino Unido, y desde América Latina
participan Chile, El Salvador, Paraguay, Uruguay. Entre los gobiernos regionales o
ciudades firmaron los de Barcelona, Seúl, Los Angeles, Nueva York; desde América
Latina se cuentan a Buenos Aires, La Paz, Rio de Janeiro y São Paulo. Entre los ma-
nufacturadores de vehículos adhirieron Ford, General Motors, Mercedes Benz, Vol-
vo, BYD, Tata Motors; y entre las empresas de movilidad está Uber. Es importante
tener presente que algunos países ya han advertido que en un futuro cercano no
habilitarán o permitirán circular a vehículos con motores diésel, gasolina o híbridos.

El lenguaje es también muy genérico, y específicamente indican que es una decla-
ración que no impone obligaciones y que sus metas son globales y no nacionales.
No adhirieron los países con los mayores mercados comercialización de automóvi-
les, como EE.UU. China, Japón o naciones europeas, ni varias de las grandes em-
presas fabricantes (como Toyota, Volskwagen o Nissan Renault).

Casi todos hacen trampas

Mientras los gobiernos estaban reunidos en Glasgow vio la luz una revisión de los
reportes que cada país presenta sobre sus emisiones de gases invernadero10. Que-
dó en evidencia algo que muchos sospechaban: varios gobiernos hacen trampas en
esos informes. En efecto, analizando los reportes de 196 países, se encontró que
muchos no aportaban datos actualizados (como ocurre con varias naciones petrole-
ras; por ejemplo, Argelia no reporta desde el 2000, y hay 45 países que no lo ha-
cen desde el 2009). En otros casos, los datos son cuestionables porque no contabi-
lizan adecuadamente las emisiones (por ejemplo, Canadá no incorpora los gases
emitidos por la deforestación o Australia no cuenta los que generan sus enormes
incendios). Finalmente, están los que exageran las capacidades en absorber gases
invernadero para así mejorar sus balances finales (como hace Malasia, presentando
a sus bosques nativos como increíbles máquinas para capturar carbono).

La suma de las emisiones de gases invernadero de los reportes nacionales oficiales
totalizan aproximadamente 44,2 mil millones toneladas CO2 equivalentes. Sin em-
bargo, esas emisiones no reportadas se estiman de 8,5 a 13,3 mil millones ton
CO2e, y además hay al menos otros mil millones producidos por los aviones que no
se adjudican a ningún país. Por lo tanto, la cifra total real está en el orden de los 55
mil millones de ton CO2e. La situación es, por lo tanto, todavía más grave.

En el mismo sentido, hay países que ofrecen programas de reducción de emisiones
de gases invernadero que al final de cuentas les permite emitir todavía más. Lo
hacen prometiendo una reducción de las emisiones ponderada contra un indicador
económico, por ejemplo el producto bruto interno. En forma simplificada puede de-
cirse que proponen que por cada millón de dólares que mueve una economía nacio-
nal se bajarán las emisiones de gases; este es el camino elegido por ejemplo por
9 COP26 declaration on accelerating the transition to 100% zero emission cars and vans, UN Climate
Change Conference, 10 noviembre 2021, https://ukcop26.org/cop26-declaration-on-accelerating-the-transition-to-100-zero-
emission-cars-and-vans/ 10 Véase Countries‘ climate pledges built on flawed data, Post investigation finds, C. Mooney y colab.,
Washington Post, 7 noviembre 2021, https://www.washingtonpost.com/climate-environment/interactive/2021/greenhouse-gas-
emissions-pledges-data/

7

Incendios en la Amazonia. Quemas en el estado de Acre, amazonia de Brasil,
agosto 2020. Foto S. Vae / F. Pontes.
Uruguay. Pero en esto hay una falacia, porque más allá de la eficiencia, si la eco-
nomía crece puede haber también un aumento del volumen neto de los gases emi-
tidos11.

De este modo navegamos una situación donde tanto los inventarios sobre los gases
que genera cada país, así como sus planes para mitigarlos, están repletos de pro-
blemas, trucos, exageraciones, omisiones y maniobras.

Las limitaciones de las clásicas divisiones norte – sur

Las clásicas divisiones entre un “norte” rico, industrializado, contaminador y un
“sur” más pobre, en vías de desarrollo, que es contaminado desde afuera, no siem-
pre son de utilidad para analizar lo que ocurre con el cambio climático. Es cierto
que Estados Unidos y las naciones de Europa Occidental, han estado por largo
tiempo en los primeros puestos por sus emisiones de gases invernadero. Pero en la
actualidad, China es el primer contaminador global, emitiendo casi el doble que EE
UU, que ocupa el segundo puesto, siendo seguido por India, Rusia, Indonesia, Bra-
sil y Japón. Si se agrupa a los países de la Unión Europa (UE con 27 miembros),
pasan a ocupar el tercer puesto12. Pero como puede verse, los del sur y norte apa-
recen entreverados en la lista de los más grandes contaminadores. Hay países, co-
mo China, que a veces se presenta como parte de un “sur” imaginado en vías de
desarrollo y otras veces es claramente integra ese “norte”, también imaginado, in-
dustrializado y contaminador.

Otras ponderaciones confirman que todos los países son responsables, donde los
del “norte” y “sur” se entremezclan. Considerando las emisiones por persona, en
lugar de los aportes totales, al tope del ranking se contarán por ejemplo a las na-
ciones petroleras del Medio Oriente, pero luego están todos entremezclados. Las
emisiones per capita desde Estados Unidos están en el orden de 17,74 ton CO2e, y
las de un boliviano en 11,12; un uruguayo arroja 9,97 ton y un alemán 9,37 ton, y
un argentino sería responsable de 8,89 mientras que un chino de 8,4013.

También están lo que consideran que el abordaje debe ser histórico. Es cierto que
los países industrializados tienen una enorme responsabilidad en esta situación,
pero una vez más la situación no es tan simple. Considerando los gases emitidos
entre 1850 y 2021, el primer responsable es Estados Unidos con el 20% de ese
total14. Le siguen China con 11%, Rusia 7%, Brasil 5%, e Indonesia con 4%. Hay
países europeos, como Alemania (4%) e Inglaterra (3%), que seguramente están
subvalorados porque debería sumarse las emisiones originadas en el pasado desde
sus colonias. Pero como puede verse, una vez más hay responsables tanto en el sur
como en norte.

Estas particularidades muestran que una división entre “norte” y “sur” ya no tiene
los mismos significados que en el pasado y debe ser manejada con cautela. Sin
duda los clásicos representantes del “norte” tienen mayores responsabilidades en
varios sentidos, pero eso no debe llevar al simplismo de entender que el “sur” no
contribuye al cambio climático y que poco o nada debería hacer para reducir sus
emisiones.

Todos somos responsables

Como varios de los gobiernos del “sur” insisten en que no son responsables de la
situación actual, o lo son en una muy pequeña proporción, utilizan ese argumento
para justificar acciones que siguen contribuyendo al cambio climático. En esa posi-
ción se ubican no solamente gobiernos, sino buena parte de los actores político par-
tidarios, pero también muchos actores en la academia y entre organizaciones ciu-
dadanas.

Ese razonamiento se escucha repetidamente en América Latina. Uno de los ejem-
plos más conocidos lo expresa Brigitte Baptiste, que desde la dirección de un insti-
tuto estatal dedicado a temas de ambiente y conservación, insistía que Colombia
debía sacar y vender hasta la última gota de petróleo15. Su razonamiento se basa
en que Colombia representa una baja proporción de las emisiones de gases inver-
nadero en el total planetario y que el país necesitaría el dinero que se recaudaría
por las exportaciones de hidrocarburos. Al mismo tiempo, esas posturas reclaman
14 Which countries are historically responsible for climate change?, S. Evans, Carbon Brief, 5 octubre
2021, https://www.carbonbrief.org/analysis-which-countries-are-historically-responsible-for-climate-change 15 Entrevista en Crudo Transparente, Bogotá, 14 diciembre 2017, video en:
https://www.youtube.com/watch?v=D-ij-wOrKBk

9

que la reconversión energética debería estar financiada por el “norte” adinerado.
Estas son posiciones muy comunes entre muchos sectores latinoamericanos.

Pero ese razonamiento exhibe muchos problemas. Se omite que los hidrocarburos o
el carbón que se exporta desde países como Colombia, Venezuela, Bolivia, Perú o
Ecuador, finalmente se quemarán en algún rincón del planeta, y desde allí se emiti-
rán gases invernadero. También se olvida la importancia que tienen sus emisiones
por deforestación, agropecuaria y otros cambios en el uso de la tierra (sobre todo
de metano). Finalmente, se minimiza que todos son responsables, aún el país que
emite el 0,01 % del total mundial, porque cada uno de esos aportes se suman en-
tre sí. Por lo tanto, todas las naciones deben reducir sus emisiones de gases inver-
nadero.

Sin embargo esta cuestión volvió a estar presente en la COP26. Ante un borrador
muy avanzado del Pacto de Glasgow, la sección dedicada a la mitigación de las
emisiones de gases fue rechazada por un grupo de 21 países (incluyendo a China,
Cuba, India, Indonesia, Malasia, Irán y Bolivia entre otros), por exigir que todos los
países incrementaran sus recortes en emisiones de gases. El negociador por Bolivia,
Diego Pacheco, en nombre de aquel grupo, defendió ese rechazo afirmando que no
se podían imponer las mismas exigencias a los países “en desarrollo” porque no
eran históricamente responsables y que para muchos sería imposible alcanzar cero
emisiones netas en 205016. Pacheco entendía que aquella exigencia era una forma
de “colonialismo del carbono”, y que si se esperaba que los países “en desarrollo”
asumieran mayores compromisos se les debía proveer con financiamiento.

Como puede verse ese tipo de argumentaciones aparecen una y otra vez en las
negociaciones de cambio climático. Existe varias simplificaciones en las posiciones
de ese grupo porque como se mostró arriba las responsabilidades históricas tam-
bién son compartidas. Al mismo tiempo, en el caso de Bolivia se repite esa contra-
dicción entre una retórica sobre el cambio climático y la gestión gubernamental que
subsidia y apoya al sector petrolero; una de las últimas medidas ha sido destinar
US$ 400 millones para 20 proyectos de exploración de hidrocarburos mientras se
flexibilizan regulaciones sociales y ambientales para hacer algunas de esas activi-
dades dentro de áreas protegidas o territorios indígenas17.
Ensimismados con el dinero

Las negociaciones sobre cambio climático se empantanan todavía más porque
siempre sufren por los regateos y tironeos económicos. Por momentos parecería
que los países de ese “sur” global dedican buena parte de sus esfuerzos en recla-
mar más dinero a las naciones del “norte”, quienes prometen ayudas, las que luego
se vuelven escasas o casi desaparecen.

Los gobiernos habían acordado ayudas financieras que debían alcanzar los cien mil
millones de dólares por año en 2020. Ese monto debía ser aportado sobre todo por
las economías más ricas. Aunque era sabido, de todos modos en Glasgow todos los
gobiernos debieron reconocer que ese objetivo no se cumplió. Las naciones que
debían dar los mayores aportes, comenzando por Estados Unidos, no lo han he-
cho18. Al mismo tiempo, es posible que el volumen de asistencias financieras que se
16 India, China & 20 other nations are dead set against COP26 draft on climate mitigation. Here’s why,
News 18, Nueva Delhi, 12 noviembre 2021, https://www.news18.com/news/india/india-china-and-20-other-nations-
are-dead-set-against-cop26-draft-on-climate-mitigation-heres-why-4433636.html 17 YPFB estima inversión de $US 400 millones en 20 proyectos de exploración, El Deber, Santa Cruz, 8
marzo 2021, https://eldeber.com.bo/economia/ypfb-estima-inversion-de-us-400-millones-en-20-proyectos-de-
exploracion_223491 18 The broken $100-billion promise of climate finance — and how to fix it, J. Timperley, Nature, 20 octubre
2021, https://www.nature.com/articles/d41586-021-02846-3

10

otorgaron también estuviera inflado de diversas maneras, y que en los hechos fuera
todavía menor.

Es necesario dejar en claro que es indispensable un aumento de la asistencia finan-
ciera para lidiar con el cambio climático, tanto para reducir sus emisiones (lo que
implican apoyar alternativas energéticas) como en la adaptación a los problemas
que ya están en marcha. Esa ayuda en dinero debe ser provista sobre todo por los
países más ricos. Los países del “norte” no pueden argumentar que no cuentan con
esos fondos, sino que bastaría que reorientaran sus masivas ayudas económicas a
los combustibles fósiles.

En estos asuntos se insinúa otra estrategia que debe despertar preocupación ya
que consiste en apelar al financiamiento privado. Esta postura es liderada por Joe
Biden desde EE UU, concibiendo al empresariado como un gran financiador de los
cambios ante el cambio climático. Esto implica inevitablemente una privatización
que traslada a las corporaciones del “norte” la gestión de múltiples sectores, tales
como pueden ser equipamientos para energía eólica o solar, mineración de litio,
etc. Ellas a su vez se extienden sobre las naciones del “sur”, y de ese modo se re-
producen los conocidos mecanismos de subordinación. A su vez, algunas de esas
opciones empresariales que en el “norte” son presentadas como alternativas ami-
gables con el ambiente, en el “sur” tienen severos impactos ecológicos y sociales
(como ocurre con la minería de litio).

Una expresión concreta fue la creación de la Alianza de Glasgow para las Emisiones
Cero, que es una coalición de grandes bancos, fondos de inversión, aseguradoras y
analistas de riesgo financiero, los que prometen movilizar US$ 130 millones de mi-
llones19.

Al mismo tiempo, algunas posiciones de gobiernos del “sur” también merecen ser
sopesadas. Son los casos de hacer poco o nada para reducir las emisiones de gases
hasta no recibir dinero a cambio. Esto se ha vuelto muy común, y posiblemente el
caso más estridente ocurrió en Glasgow cuando los delegados de India reclamaron
más ayudas financieras y al mismo tiempo defendían el uso del carbón20.

Hay múltiples contradicciones en reclamar dinero cuando al mismo tiempo un go-
bierno en el “sur” subsidia a los combustibles fósiles o alienta la deforestación. Por
ejemplo, Argentina participa de esos reclamos para enfrentar el cambio climático, y
en Glasgow, su presidente, Alberto Fernández, llegó a plantear que parte del pago
de la deuda externa en lugar de regresarla al acreedor fuese utilizado en medidas
ante el cambio climático. Sin embargo, su gobierno tiene un enorme programa de
subsidios económicos a la explotación de hidrocarburos21. De modo análogo, el go-
bierno de Perú anunció en Glasgow que declarará la “emergencia climática”, y al
mismo tiempo defiende una masiva diseminación del consumo de gas natural den-
tro del país a partir de los propios yacimientos. Eso implicaría todavía más emisio-
nes a escala nacional y posiblemente una violación al Acuerdo de París22.
19 Financial firms announce $130 trillion in commitments for climate transition, but practical questions
loom, J. Stein, Washington Post, 3 noviembre 2021, https://www.washingtonpost.com/us-
policy/2021/11/03/climate-glasgow-bloomberg-carney/ 20 Need more money to fight climate change: At COP26, India bats for Paris Agreement rulebook, India
Today, 1 noviembre 2021, https://www.indiatoday.in/science/story/india-cop26-summit-environment-bhupender-
yadav-climate-change-finance-un-1871961-2021-11-01 21 En el caso de las explotaciones en Vaca Muerta, uno de los últimos paquetes de ayudas alcanzaría un
costo fiscal de US$ 5 062 millones; El gobierno lanzó un subsidio a la producción de gas en Vaca Muerta
para evitar la importación y la salida de más dólares, D. Cayón, Infobae, Buenos Aires, 15 octubre 2020,
https://www.infobae.com/economia/2020/10/15/el-gobierno-lanzo-un-subsidio-a-la-produccion-de-gas-en-vaca-muerta-
para-evitar-la-importacion-y-la-salida-de-mas-dolares/ 22 Gobierno aprobará declaratoria de emergencia climática, Minam, Lima, 25 octubre 2021,
https://www.gob.pe/institucion/minam/noticias/548665-gobierno-aprobara-declaratoria-de-emergencia-climatica

11

Tanto las naciones del “norte” como del “sur” comparten una contradicción esencial
entre los masivos subsidios que otorgan a los combustibles fósiles y sus promesas
de combatir el cambio climático lo que requiere abandonarlos. Esos subsidios, que
en su mayor parte corresponden a los costos por impactos ambientales, represen-
tan el 6,8% del producto bruto global, y aumentarán al 7,4% en 202523. Se los es-
tima en US$ 11 millones por minuto. Si fueran desmontados y se aplicaran precios
adecuados a esos combustibles, las emisiones de CO2 podrían caer 36%.

Una geopolítica distinta

Es importante advertir que la cumbre climática de Glasgow se inserta en lo que
parecen ser importantes cambios geopolíticos que van más allá de esas reconfigu-
raciones entre “norte” y “sur”. También se suman las intenciones de lograr algunas
metas ambientales aplicando medidas sobre el comercio internacional de mercade-
rías, gobiernos y organismos multilaterales que ceden roles crecientes a las corpo-
raciones tanto en financiamiento como gestión relacionadas con el cambio climático
y la energía, y las rediscusiones sobre el papel de la soberanía nacional. Aunque
estos temas exceden el propósito del presente texto es posible señalar algunos as-
pectos destacados.

En primer lugar hay gobiernos de países industrializados que están considerando
imponer medidas sobre el comercio internacional que estén ligadas al desempeño
en el cambio climático. Esos mecanismos podrían resultar en enormes presiones
sobre varios países exportadores de materias primas, usualmente del “sur”, y pue-
den ser mucho más efectivas que las medidas voluntarias suscritas en Glasgow.
Considérese por ejemplo que se apliquen restricciones a las importaciones de bie-
nes que son obtenidos a costa de una alta huella de emisiones de carbono, lo que
obligaría a las naciones exportadoras a modificar sus tecnologías o incluso cambiar
sus ofertas de productos.

En la actualidad se están considerando tres tipos de mecanismos. Uno es condicio-
nar importaciones atendiendo a estándares de reducción de emisiones de CO2, y el
ejemplo más actual es el acuerdo de EE UU y la Unión Europea sobre el comercio
de acero y aluminio24. En ese caso se flexibiliza el comercio entre ellos y a la vez se
instala una barrera a otros proveedores que ofrecen esos metales pero con una
elevada huella de carbono. Ese es justamente el caso de China, que manufactura
su acero con energía subsidiada que proviene en buena parte de centrales de car-
bón que son muy contaminantes. Además podría afectar a Brasil ya que su aluminio
también tiene una importante huella de carbono. Se observa con mucho deteni-
miento este caso porque sería el primer acuerdo comercial firmado por EE UU que
incluye una condicionante ligada al cambio climático.

Un segundo caso es el impuesto de ajuste de emisiones de carbono en frontera
(conocido como CBAM por su denominación en inglés: carbon border adjustment
mechanism)25. Esta es una iniciativa en marcha en la Unión Europea bajo su cono-
cido Pacto Verde, y que busca evitar competencias desleales en importar bienes
que son obtenidos con una gran huella de carbono. La medida se iniciaría con ace-
ro, aluminio, cemento y fertilizantes, pero podría incluir en el futuro cercano a
agroalimentos. Esto causa preocupación en los grandes agroexportadores como

Presidente Castillo anuncia masificación del gas natural en todo el Perú, Andina, Lima, 10 noviembre
2021, https://andina.pe/agencia/noticia-presidente-castillo-anuncia-masificacion-del-gas-natural-todo-peru-
868931.aspx 23 Still not getting energy prices right: a global and country update of fossil fuel subsidies, I. Parry, S. Black
y N. Vernon, IMF Working Paper, setiembre 2021. 24 The E.U.-U.S. steel deal could transform the fight against climate change, B. Allan y T. Tucker, 31 oc-
tubre 2021, https://www.washingtonpost.com/politics/2021/10/31/eu-us-steel-deal-could-transform-fight-
against-climate-change/ 25 Más informaciones en Carbon Border Adjustment Mechanism, Comisión Europea,
https://ec.europa.eu/taxation_customs/green-taxation-0/carbon-border-adjustment-mechanism_es

12

Brasil, Argentina o Uruguay. La aprobación del Observatorio Global del Metano,
promovido por el Programa de Medio Ambiente de las Naciones Unidas (PNUMA), y
apoyado por la Unión Europea, va en ese mismo sentido, ya que proveería registros
a mundiales a ser tomados como referencia.

Finalmente se podrían aplicar aranceles acordados internacionalmente a las impor-
taciones de bienes que son intensivos en carbono. Este es un mecanismo comercial
propuesto por algunos académicos, y que implicaría una coordinación entre las re-
glas de la Organización Mundial de Comercio y con acuerdos o indicadores ambien-
tales y climáticos. Su racionalidad es similar al reciente impuesto mínimo global
instalado por los países del G7, que impone al menos un 15% a las corporaciones.

Todos estos mecanismos se encuentran en discusión o fases iniciales de aplicación.
Más allá de ello, lo que muestran es que nos aproximamos a situación donde las
reglas de comercio adoptarán algunas condicionalidades en cuanto a las emisiones
de gases invernadero en los bienes comercializados. Como en el pasado, América
Latina tiene escasos márgenes de maniobra para lidiar con esos cambios en el co-
mercio global pero a la vez es muy dependiente de sus mercados de exportaciones.

Otro flanco consiste en que varios de los acuerdos firmados en Glagow colocan al
empresariado, y en especial a las grandes corporaciones e incluso a los billonarios,
como socias o colaboradores de los gobiernos. El propósito más evidente es recurrir
a ellos para conseguir financiamientos adicionales. En algunos casos eso se logra
con mecanismos propios de la filantropía, como son las donaciones de algunos bi-
llonarios, pero en la mayor parte se articulan con coparticipaciones y negocios con-
juntos que tienen expectativas de rentabilidad, tal como se señaló arriba. Se debe
advertir que esas posturas a su vez están en disputas con otras corporaciones que
se resisten, rechazan o cuestionan sea el cambio climático como cualquier tipo de
coparticipación de ellas en ese terreno, como ocurre con mineras y petroleras. En-
tonces estamos ante una discusión entre estilos de gerenciamiento corporativo. Más
allá de eso existe el peligro que una parte sustantiva de las políticas nacionales e
internacionales se privaticen de modos directos o indirectos.

Un tercer flanco se expresa en los cuestionamientos a la soberanía racional. Se ra-
zona que algunos ecosistemas, como la Amazonia, guardan un papel ecológico a
escala planetaria y por lo tanto otros países podrían imponer condiciones a las na-
ciones amazónicas para obligarlas a protegerla. Algunos dan unos pasos más consi-
derando que el concepto de soberanía nacional ya no puede ser aplicado en el siglo

13

XXI ante algunos problemas ambientales planetarios26. Un conflicto que expuso esa
tensión ocurrió en 2019 cuando el presidente francés Emmanuel Macron responsa-
bilizó a Jair Bolsonaro de Brasil por los graves incendios de bosques que ocurrieron
en ese entonces27. A pedido de Macron, los países del G7 discutieron la gestión bra-
sileña de los bosques amazónicos y como reacción Bolsonaro esgrimió un fuerte
discurso nacionalista. Desde aquel entonces está en marcha un cambio en la postu-
ra de algunos gobiernos del norte que consideraban al cambio climático como parte
de las políticas ambientales, para comenzar a observarlo como una cuestión de se-
guridad nacional y de comercio internacional28.

Esa perspectiva está repleta de problemas que contienen enormes riesgos para las
naciones latinoamericanas, en tanto pueden poner en riesgo las soberanías nacio-
nales. Pero a la vez, es necesaria una reflexión propia, desde América Latina, sobre
los modos más justos para repensar y diseñar esas soberanías para evitar, entre
otros asuntos, caer en gobiernos que violen tanto los derechos humanos como des-
truyan su propia naturaleza.

Una obsesión prepolítica

En Glasgow, como ocurrió en las anteriores cumbres de cambio climático, todos los
delegados gubernamentales, desde los jefe de Estado al diplomático más humilde,
todo ellos, desplegaron floridos discursos que reconocen la crisis ambiental y llaman
a medidas concretas y urgentes. Pero al mismo tiempo apoyan a los sectores que
generan el cambio climático y sus acciones son totalmente insuficientes para frenar
el calentamiento planetario.

Es así que, por ejemplo, Iván Duque de Colombia prometió reducciones de 51% al
2030 y neutralidad en 2050 aunque apoya el fracking, a las petroleras y la minería
de carbón; Pedro Castillo de Perú anunció la emergencia climática pero quiere ma-
sificar el uso del gas natural; Alberto Fernández quiere reducir las emisiones pero
subsidia al fracking; el gobierno de Chile habría prometido cerrar centrales a carbón
en la anterior cumbre de cambio climático pero en 2021 volvió a encender una y
considera hacerlo con otras, y así sucesivamente29.

Existen algunas medidas que deben ser reconocidas y valoradas, como esos prime-
ros compromisos nacionales con moratorias a la explotación de hidrocarburos o la
comercialización de vehículos alimentados por combustibles fósiles. Pero, como se
indicó arriba, esas iniciativas son por ahora marginales, la mayor parte de los esta-
dos y de las empresas no las apoyan, y se basan en documentos que tienen un len-
guaje declarativo que no impone compromisos. Ninguno de ellos es una amenaza a
todo el sector de los combustibles fósiles.

26 Véase por ejemplo Climate change will kill national sovereignity as we know it, A. Kluth, Washington
Post, Washington, 3 noviembre 2021, https://www.washingtonpost.com/business/climate-change-will-kill-national-
sovereignty-as-we-know-it/2021/11/03/f7e83020-3c77-11ec-bd6f-da376f47304e_story.html 27 Véase por ejemplo Macron tilda de ―crisis internacional‖ los incendios de la Amazonia y quiere que se
aborden en el G7, J. Oliveira, El País, São Pualo, 22 agosto 2019,
https://elpais.com/internacional/2019/08/22/actualidad/1566501636_486466.html 28 Véase como ejemplo la discussion en EE.UU.: What climate change will mean for US security and geo-
politics, J.R. Allen y B. Jones, Brookings Institution, Washington, 4 febrero 2021, https://www.brookings.edu/blog/order-from-chaos/2021/02/04/what-climate-change-will-mean-for-us-security-and-geopolitics/ 29 Esos y otros ejemplos se indicaron arriba. Sobre el caso de I. Duque (Colombia) véase ̳Camino a Ce-
ro‘: así es la estrategia contra el cambio climático, El Tiempo, Bogotá, 1 noviembre 2021, https://www.eltiempo.com/politica/gobierno/camino-a-cero-asi-es-la-estrategia-contra-el-cambio-climatico-del-pais-629226
Sobre el caso de Chile, véase A ocho meses de su retiro, central a carbón Ventanas 1 volverá a operar
por motivos de seguridad, Emol, Santiago, 6 agosto 2021,
https://www.emol.com/noticias/Economia/2021/08/06/1028874/ventanas-1-volvera-a-operar.html

14

Los negociadores en cambio climático de China, Xie Zhenhua, y
de los Estados Unidos, John Kerry, en Glasgow (Escocia).

De hecho, el mayor número de delegados en la COP26 correspondió al sector de los
combustibles fósiles con 503 personas, superando al país con la delegación más
numerosa, Brasil, con 479 integrantes. Eran representantes más de 100 corpora-
ciones y 30 organizaciones empresariales enfocadas en los intereses de petroleros y
del carbón, y además fueron incluidos en las delegaciones de al menos 27 países
(como Rusia, Canadá y Brasil)30. Ese número duplica, por ejemplo, a los participan-
tes de las organizaciones indígenas, y es mayor a las delegaciones gubernamenta-
les sumadas de ocho países muy afectados por el cambio climático (como Haití,
Filipinas, Bahamas, Bangladesh o Pakistán).

Por lo tanto, la adicción a los combustibles fósiles dominó a la COP26, está presente
en el “norte” y en el “sur”, ello responde a que está presente en casi todas las ideo-
logías político partidarias. Es una condición pre-política en el sentido que afecta a la
mayor parte de las ideologías político partidaria.

Un ejemplo cristalino de esta condición fue el acuerdo entre Estados Unidos y China
durante la COP26 en Glasgow31. No es que se brindaran medidas concretas, ya que
fue más bien un anuncio de buenas intenciones que sirvió como un alivio publicita-
rio. Pero el acuerdo entre los negociadores en cambio climático de esos países,
John Kerry y Xie Zhenhua, reveló las coincidencias entre dos regímenes político
partidarios muy distintos. De un lado el capitalismo corporativo de Washington, con
su democracia formal y representativa, su imperialismo comercial y militar, y del
otro, el desarrollismo de Beijing, guiado por un partido que se reivindica comunista,
con su empresariado estatizado y control ciudadano, y su despliegue comercial pla-
netario. Coinciden en el desarrollo convencional, ambos buscan el crecimiento eco-
nómico a toda cosa, alientan el consumismo interno, y no dudan en externalizar al
resto del planeta sus impactos ambientales. Ambos lanzan discursos para frenar el
cambio climático, pero cada uno defiende aquellos combustibles fósiles que necesita
(China lo hace con el carbón, Estados Unidos con el petróleo). Esto deja en eviden-
cia que la política convencional que se observa en los países es adicta a los com-
bustibles fósiles.

30 Hundreds of fossil fuel lobbyists flooding COP26 climate talks, Global Witness, 8 noviembre 2021,
https://www.globalwitness.org/en/press-releases/hundreds-fossil-fuel-lobbyists-flooding-cop26-climate-talks/ 31 U.S.-China joint Glasgow Declaration on Enhancing Climate Action in the 2020s, US Department of
State, 10 noviembre 2021, https://www.state.gov/u-s-china-joint-glasgow-declaration-on-enhancing-climate-action-in-
the-2020s/

15

Celebración del continuo fracaso

Tomando en cuenta los elementos repasados arriba, es evidente que el Pacto de
Glasgow es otro fracaso más en asegurar medidas efectivas para detener el cambio
climático. No es el último, porque se han celebrado 26 cumbres de los gobiernos, a
lo largo de casi tres décadas. Eso hace que cuando los delegados aplaudían el texto
firmado en Glasgow, en realidad estaban celebrando un continuado fracaso.

Muchos podrán argumentar que han existido avances, y es cierto que algunos se
pueden identificar. Pero en cuanto al propósito concreto y prioritario de todo el pro-
ceso negociador iniciado en 1992, que es frenar el cambio climático, hasta hoy no
lo han logrado. Cuando se firmó aquella convención en 1992, la concentración de
CO2 en la atmósfera estaba un poco por encima de 350 partes por millón; en el año
2000 alcanzaba las 370 partes, cuando se logró el Acuerdo de París, en 2015, ya
alcanzaba las 400 ppm, y este año, tras el Pacto de Glasgow subió a más de 410
ppm.

Ni siquiera hay expectativas fundadas de una mejora en el futuro inmediato, por-
que los indicadores que esos mismos gobiernos reconocieron en Glasgow muestran
que sigue aumentando el uso de los combustibles fósiles. Si cumplieran todas las
promesas de los gobiernos, se estima que el aumento de la temperatura al final del
siglo superará la barrera de 1,5 grados, y alcanzará 1,8 grados. Pero como sabe-
mos, los países no cumplen sus propias promesas, y si persisten estrategias como
las actuales se estima que la temperatura alcanzará un aumento de 2,7 grados32.
Esto deja en claro que estamos ante un fracaso de las políticas ambientales, tanto
nacionales como multilaterales, y como tal debe ser asumido y analizado.

Niveles de CO2 en la atmósfera medidos en partes por millón (ppm) y
los principales acuerdos internacionales para enfrentar el cambio climático.
Información del observatorio en Mauna Loa (Hawái). Redibujado de
Scripts Institution of Oceanography, UC San Diego y NOAA.

32 Glasgow‘s 2030 credibility gap: net zero‘s lip service to climate action, Climate Action Tracker,
noviembre 2021.

16

Estimaciones de las emisiones de gases invernaderos al 2030, medidas en Giga toneladas.
Se comparan las emisiones estimadas antes de la COP26, aquellas prometidas en la COP26
y las que son necesarias para cumplir con el objetivo de no superar un aumento de temperatura de 1,5 C.
Redibujado de COP26: New global climate deal struck in Glasgow, P. Rincon, BBC, 14 noviembre 2021,
https://www.bbc.com/news/world-59277788

Se puede analizar la cuestión haciendo otro recorrido. Si se desea asegurar que la
temperatura media del planeta no supere los 1,5 grados, las emisiones de gases
invernadero no pueden superar la 26,6 GigaTon. Pero los acuerdos asumidos antes
del encuentro en Glasgow proyectaban emisiones de aproximadamente el doble
(52,4 GigaTon) y si suman todas las promesas y declaraciones de la COP26, ese
volumen será menor, pero de todos modos se supera y por mucho aquel límite,
llegando a los 41,9 GigaTon33.

Aunque en otro sentido podría argumentarse que no hay tal fracaso, sino que esas
políticas están organizadas y son defendidas porque permiten mantener la adicción
a los combustibles fósiles. Dicho de otro modo, no es que fallen, sino que proveen
justificativos y excusas para seguir explotando esos combustibles y persistir en la
deforestación, siendo de ese modo funcionales a las clásicas concepciones del desa-
rrollo.

La consecuencia de este tipo de política y sus estrategias, es que las medidas para
mitigar el cambio climático son insuficientes y éste seguirá su marcha. Esto implica
un creciente impacto sobre los ecosistemas y sobre su diversidad, se espera una
mayor variabilidad climática con eventos extremos cada vez más frecuentes y gra-
ves, tales como inundaciones, sequías, incendios, etc. Aumentan los riesgos de
cambios drásticos ecológicos encadenados que puedan llevar a situaciones aún más
graves. Estas condiciones corresponden a diversos escenarios previstos para Amé-
rica Latina que incluyen desde la desaparición de glaciares a la savanización de la
Amazonia.

Todo esto tiene múltiples impactos sobre las comunidades humanas, tanto en su
salud como en su calidad de vida, como puede ocurrir por las alteraciones en la
agricultura y ganadería, restricciones en el acceso al agua, olas de calor, etc.

Bajo esas condiciones en América Latina los pueblos indígenas están bajo riesgos
aún mayores. Las organizaciones indígenas amazónicas habían advertido esto antes
de la COP26, señalando los problemas que enfrentaban por la ausencia de adecua-
33 COP26: new global climate deal struck in Glasgow, P. Rincon, BBC, Londres, 14 noviembre 2021,
https://www.bbc.com/news/world-59277788

17

dos planes de mitigación y adaptación o por la expansión de los extractivismos34.
Los territorios indígenas están amenazados por el cambio climático y a la vez por
algunas de las medidas para mitigarlo (como pueden ser la construcción de nuevas
represas para hidroelectricidad), así como por emprendimientos conocidos como
minería, ganadería o agricultura, ahora reforzados al ser vistos como opciones de
salida económica ante la pandemia.

El continuado fracaso de la política convencional que se acaba de describir se co-
rresponde y confirma la alerta de las organizaciones indígenas en Glasgow: la
COP26 fue una “sentencia de muerte”35. Sostienen que se los ha sacrificado al
posponer la acciones necesarias ante el cambio climático y al blindar los intereses
corporativos.

Incompetencia, indiferencia y negación

Cuando se repasan las cuestiones que se acaban de enumerar surgen algunas con-
clusiones. La primera es advertir que los conglomerados de actores políticos no en-
tienden la evidencia científica sobre el cambio climático. No logran comprender o
aprehender lo que está en juego. Hay algunos individuos que sin duda entienden lo
que expresan los indicadores, las gráficas o los modelos, pero lo que aquí se quiere
indicar es que como colectivo, como conjunto, e incluso como clase, no asumen lo
que está sucediendo ni sus consecuencias. En muchos casos las evaluaciones pro-
ceden de modelaciones probabilísticas, son estimaciones de riesgo, y se despliegan
en escalas de tiempo de décadas hasta el 2100. Ese tipo de razonamientos y ese
horizonte de tiempo es ajeno a los políticos convencionales. Para dejarlo en claro,
estoy persuadido que varios presidentes, y sus equipos, no comprenden esta cues-
tión, y entre ellos se pueden señalar a Jair Bolsonaro, Ivan Duque, Nicolás Maduro,
Sebastián Piñera o Aníbal Fernández.

Esto se confirma al observar que los gobiernos no entienden la evidencia que citan
en las declaraciones que firman, como el Pacto de Glasgow. Esa es la explicación
por la cual en un mismo texto por un lado reclaman reducir las emisiones de gases
invernadero y por otro reconocen que no lo hacen, y como esa contradicción no les
incomoda, la toleran en sus declaraciones finales.

Esas incomprensiones hace que la clase política termina pecando por la indiferencia
ante la pérdida de la diversidad de la vida, de la destrucción de ecosistemas, y ante
el sufrimiento de millones de personas que estarán afectadas por el cambio climáti-
co. Esta es una expresión de la necropolítica, entendiéndola como la política que
deja morir a las personas y a la Naturaleza a costa de mantener viva a la econo-
mía36.

Los repetidos fracasos no angustian a los gobiernos, sino que en Glasgow los vol-
vieron a reconocer, y otra vez anuncian que los temas pendientes lo solucionarán el
próximo año en su siguiente encuentro. Pero el hecho es que ningún jefe de Esta-
do, ningún ministro del ambiente, renunció por haber sido incapaz de lograr la re-
ducción de sus emisiones de gases tal como habían prometido. Por el contrario, los
presidentes o ministros se reunían en fiestas y cocteles en Glasgow, o compartían
foros con las empresas, para supuestamente buscar soluciones a esta crisis ecoló-
gica.

34 Pueblos indígenas declaran emergencia climática en la Amazonia, COICA, Quito, 23 diciembre 2020,
https://coicamazonia.org/pueblos-indigenas-declaran-emergencia-climatica-en-la-amazonia/ 35 ̳A death sentence‘: Indigenous climate activists denounce Cop26 deal, N. Lakhani, 16 noviembre 2021,
The Guardian, Londres, https://www.theguardian.com/environment/2021/nov/16/indigenous-climate-
activists-cop26-endangers-native-communities 36 Esta condición se explora en detalle en Necropolítica: la política del dejar morir en tiempos de pande-
mia, E. Gudynas, Palabra Salvaje No 2: 100-123, 2021, en www.palabrasalvaje.com

 

La política convencional rechaza medidas necesarias, tales como moratorias a los
combustibles fósiles. No solo eso, sino que ni siquiera toleran mencionarlas. Eso
quedó muy en claro hacia el final de las negociaciones sobre el texto final cuando
varios países petroleros, apoyados estridentemente por India y China, se negaron a
que esa posibilidad estuviese siquiera mencionada en el Pacto de Glasgow.

Por todas estas razones, el encuentro sobre cambio climático en Glasgow es un
nuevo fracaso donde todos son culpables. Los más afectados en el futuro cercano
serán los estados insulares, las comunidades que viven en zonas de riesgo climáti-
co, y los pueblos indígenas, pero enseguida le seguirán muchos otros más. Este un
balance duro pero necesario si es que se desean buscar las alternativas que son
necesarias y urgentes.

Eduardo Gudynas es investigador en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES).