Del “peor es nada” al “mal menor”
Escuché a compañeras llamarle el zanjas, y a Boric: el mal menor o el peor es nada, o sea, ese marido indeseable que da a la mujer el lugar social de “señora decente”… Fuera de esas peculiaridades heterosexuales obligatorias, lo más patente hoy, es el terror al zanjas. Un terror real, pero que se ha usado de manera oportunista.
Confieso que también me asalta ese terror al zanjas, por lo que ya conocemos desde 1973, y que hoy no tiene definición certera entre los movimientos sociales vociferantes.
En dictadura, a eso le llamamos “fascismo” porque lo habíamos aprendido a nombrar en el colegio por las clases de “Historia Universal”, que siempre fue Historia Occidental (nunca nuestra).
Algunas, nunca habíamos subido a un avión y debimos exiliarnos, justamente, en Occidente. Éramos “sudacas”, “latinas”, “negros”, “indios”… Pronunciábamos pésimo sus idiomas dominantes, asique pedíamos una dirección y, en los países capitalistas, mucha gente ni siquiera se dignaba a respondernos. No era solo individualismo, indolencia o “mala onda”, sino también, y a menudo, un genuino desprecio por las inferiores. La gente que actuaba así, yo creo, habría cavado zanjas para tirarnos dentro.
¿Era fascismo o colonialismo de patrones?… En este rato poco me importan las discusiones conceptuales de “vanguardias del pueblo” que buscan probar, eruditos, que el zanjas no es “fascismo”. Me importan más, las consecuencias prácticas de la cultura patronal chilena en nosotres. Y el zanjas es fiel representante del patrón psicópata.
Los patrones millonarios son de una clase que combina los más sagrados valores cristianos civilizados, como la cruz y la espada, la razón y la fuerza, la familia y el derecho de pernada, con la propuesta puritana del trabajo para la acumulación de riqueza e inversión. Es una clase social que, a los buenos salvajes, nos propone esforzarnos para los privilegios y ganancias de su clase. Pueden ser “empáticos” con el sometido pujante, mientras arrasan con mares, bosques y la vida toda. El problema mayor no son solo ellos, sino el espíritu blanqueado que se los permite.
Para ese espíritu blanqueado, la delincuencia de cuello y corbata son “caballeros muy decentes”, modelos a seguir, como el papi deudor alimenticio y ex candidato presidencial, y en otro escalafón (más alto en poder y millones), el presidente $hileno.
El zanjas está en su salsa con la voluntad soberanamente liberal de “un pueblo chileno conquistado”, que insta por parecerse al patrón. Que no le importa el e$tado de excepción criminal en Gulu Mapu, que ama las zanjas para los migrantes y les gusta observar la tortura del rodeo. Que, aspiracional, va a votar por el zanjas para que se le pegue el espíritu santo del rubio con poder. Es el espíritu de los que se ofenden si les dicen “pobres”. También le temen al “comunismo”, que, honestamente, habiendo vivido (yo) 10 años en Moscú soviético, no sé lo que es, y por eso creo que mal podría saberlo un país que conoce de concertaciones, bacheletas, nuevas mayorías y frentes amplios de “recambio generacional”.
Además un “recambio” fallido que terminó pidiendo asesoría a los mismos “viejos” que despreciaba. Por la boca muere el pez y de prepotencia vana se revuelca el jovencito que envejece. A veces habla como si él y sus socios fueran inexpertos, pero les veo el carrete en la cara de palo. Lo que más me molesta, es ese momento manipulador en que haciéndose pasar por “inexpertes” nos negocian a todes. Y lo hacen desde su amplio curriculum de lobbys entre gallos y medianoche.
Esos, otrora líderes estudiantiles, han entregado, populistas, una pésima educación. Han desautorizado con saña a los “viejos” movimientos que no se someten a su e$tado ciudadano, pero no sin antes extraer las retóricas antipatriarcales para maquillarlas de género, equidad, empoderamiento y victimización; y ahora lidian con un constitucionalismo de seguridad ciudadana y democracia protegida.
Para terminar, un relato vivencial cotidiano: Ayer me subí a un Uber que no había llamado. Ningún taxista paraba y en cambio el joven chofer del Uber, amablemente, se ofreció a llevarme. En la conversa informal me preguntó:
¿Y por quién vas a votar?”
Tal vez por el “mal menor”… –dije, ingenua, pensando que entendíamos lo mismo.
¡Ah, claro! – me respondió- mi candidato era otro, pero no quiero que este país se vuelva comunista. La Coca-Cola ya anunció que se retira de Chile si gana Boric.
Tomaremos pepsi –ironicé-, pero te informo que Boric no es comunista, es socialdemócrata, y a los inversionistas no les gusta un tipo con cara de Trump y Bolsonaro, como tu candidato. En ese caso, Boric es mejor publicidad para el mercado.
Me miró socarrón y advertí algo de desprecio en su sorpresa. Por mi parte, le pedí que me dejara unas cuadras antes porque no quiero que un zorrón zanjista sepa dónde vivo: No sé qué hará con el poder civil de manejar autos y saber direcciones de oponentes al zanjas, y ya hemos visto, en dictadura y en concertaciones, demasiados autos fa$hos sin patente.
Independiente del oportunista llamando a votar por el mal menor “contra el fascismo”, reflexiono sobre el triunfalismo izquierdista negacionista de la realidad: No hemos despertado, seguimos en un país que se siente clase media y occidental blanco, azotado por el estigma sentido del racismo, con millones de personas reventadas en pasta base y alcohol barato. No estamos en un “nuevo chile”, es el mismo de larga data, en un continuum de recolonización, con casi 40 años de neoliberalismo y, como siempre en coyunturas eleccionarias, con la disyuntiva del peor es nada… Acá, la desesperanza aprendida es una historia colectiva.