¿De dónde viene la idea de que las mujeres chismosean?

Rastrear el origen e historia de las palabras que se suelen emplear para definir y degradar a las mujeres es un paso necesario para poder entender cómo funciona y se reproduce la opresión de género. En este contexto, la historia de la palabra gossip (chisme) es emblemática. Gracias a ella podemos entender dos siglos de ofensiva contra las mujeres en los albores de la Inglaterra moderna, momento en que un término que habitualmente se refería a una relación de amistad íntima entre mujeres pasó a referirse a una conversación vacua y difamatoria, es decir, a una conversación que tiene el potencial de sembrar discordias, lo opuesto a la solidaridad que implica y genera la amistad femenina.



¿De dónde viene la idea de que las mujeres chismosean?

Silvia Federici

Lobo Suelto

 

Sobre el significado de “gossip” 

Rastrear el origen e historia de las palabras que se suelen emplear para definir y degradar a las mujeres es un paso necesario para poder entender cómo funciona y se reproduce la opresión de género. En este contexto, la historia de la palabra gossip es emblemática. Gracias a ella podemos entender dos siglos de ofensiva contra las mujeres en los albores de la Inglaterra moderna, momento en que un término que habitualmente se refería a una relación de amistad íntima entre mujeres pasó a referirse a una conversación vacua y difamatoria, es decir, a una conversación que tiene el potencial de sembrar discordias, lo opuesto a la solidaridad que implica y genera la amistad femenina. Atribuir un significado denigrante al término que designaba la amistad entre mujeres sirvió para destruir la sociabilidad femenina que había prevalecido en la Edad Media, cuando la mayor parte de las actividades que realizaban las mujeres eran de carácter colectivo y, al menos en las clases bajas, las mujeres formaban una comunidad estrechamente unida, que originó una fuerza de la que no se encuentra parangón en la era moderna.

Con frecuencia se encuentran huellas del uso de esta palabra en la literatura de la época. Derivada del inglés antiguo, de los términos God [dios] y sibb [pariente], gossip significaba originalmente “padrino” o “madrina”, aquella persona que tiene una relación espiritual con el niño que se va a bautizar. Sin embargo, con el tiempo el término se empezó a emplear con un significado más amplio. En los inicios de la Inglaterra moderna, gossip se refería a las acompañantes en el parto, más allá de la matrona. También pasó a designar a las amigas, pero no tenía connotaciones despectivas necesariamente.[2] En todo caso tenía una fuerte connotación emocional, que podemos reconocer cuando vemos la palabra en acción, señalando los lazos que unían a las mujeres en la sociedad premoderna de Inglaterra.

Encontramos un particular ejemplo de esta connotación en un misterio del ciclo de Chester, una dramatización religiosa inglesa, que sugiere que gossip era un término que indicaba un fuerte apego. Los misterios eran producidos por los integrantes de los gremios, quienes intentaban elevar su estatus social en la estructura de poder local mediante la creación y financiación de estas representaciones teatrales.[3] Se dedicaban de este modo a ensalzar las formas de comportamiento bien vistas socialmente, satirizando las que debían ser condenadas. Eran críticas con las mujeres fuertes e independientes y especialmente por la relación que tenían con sus maridos, porque según las acusaciones preferían a sus amigas antes que a aquellos. Como describe Thomas Wright en A History of Domestic Manners and Sentiments in England during the Middle Ages  (1862),[4] con frecuencia se las representaba llevando vidas separadas, muchas veces “reunidas con sus comadres en las tabernas para beber y divertirse”. De este modo, en uno de los misterios del ciclo de Chester, en el que Noé apremia a personas y animales para que suban al arca, su esposa aparece sentada en la taberna con sus comadres. Y cuando su marido la llama, ella se niega a irse, aunque esté subiendo el nivel del agua, “mientras no le permita llevarse a sus comadres con ella”.[5] Según cuenta Wright, estas eran las palabras que el autor del misterio (quien obviamente la desaprueba) pone en boca de ella:

Sí, señor, iza las velas,

avante y rema al grito del mal,

porque no cabe duda

de que no me iré de este pueblo,

que aquí tengo a mis gossips, que lo sepas,

no voy a mover un dedo.

¡Por San Juan que no se van a ahogar

y sus vidas voy a salvar!

¡Ellas me quieren bien, por Dios!

Así que déjalas subir a tu barco,

y si no rema ahora hacia donde quieras

y búscate una nueva esposa.[6]

En la representación, la escena concluye con un enfrentamiento físico en el que la esposa le pega al marido.

Según explica Wright, “la taberna era el punto de reunión de las mujeres de los estratos medios y bajos donde se reunían para beber y chusmear”. Añade que “las reuniones de comadres en las tabernas fueron el tema de muchas canciones populares de los siglos XV y XVI, tanto en Inglaterra como en Francia”.[7] Cita como ejemplo una canción, que posiblemente sea de mediados del siglo XV, en la que se describe uno de estos encuentros. Las mujeres “que se encuentran casualmente” deciden ir “donde tienen el mejor vino” y van de dos en dos para no llamar la atención y para que no las descubran sus maridos.[8] Una vez allí, elogian el vino y se quejan de su situación matrimonial. Luego se van a casa, cada una por una calle diferente, y “les dicen a sus maridos que estuvieron en la iglesia”.[9]

La representación de misterios y moralidades corresponde a un periodo de transición en el que las mujeres seguían teniendo un grado considerable de poder social, pero su posición social en las zonas urbanas se fue volviendo más inestable conforme los gremios (que patrocinaban la producción de esas obras teatrales) empezaban a excluirlas de sus filas y establecían límites, hasta ese momento inéditos, entre el hogar y el espacio público. Por eso no sorprende que en esas obras se representara a las mujeres como pendencieras, agresivas y dispuestas a enfrentar a sus maridos. Una muestra típica de esta tendencia era la representación de la “batalla por los pantalones” en la que la mujer aparece como un ama que azota a su marido, montada a horcajadas sobre su espalda, representando una inversión de papeles con la que se pretendía avergonzar a los hombres por permitir que sus mujeres estuviesen “encima”.[10]

Estas representaciones satíricas, expresión de un sentimiento misógino cada vez más extendido, fueron determinantes para la política de los gremios, que pretendían convertirse en un coto exclusivamente masculino. Pero la representación de la mujer como una figura fuerte y autónoma también capturaba la naturaleza de las relaciones de género de la época, ya que las mujeres no dependían de los hombres para sobrevivir, ni en las zonas rurales ni en las urbanas; tenían sus propias actividades y compartían buena parte de su vida y su trabajo con otras mujeres. Cooperaban entre sí en todos los aspectos de la vida: cosían, lavaban la ropa y daban a luz rodeadas de otras mujeres, mientras excluían rigurosamente a los varones de la habitación en la que estaba la parturienta. Su estatus legal reflejaba esta mayor autonomía. En la Italia del siglo XIV, las mujeres todavía podían ir por su cuenta al juzgado a denunciar a los hombres que las atacaran o agredieran.[11]

Sin embargo, ya en el siglo XVI, la posición social de la mujer había empezado a deteriorarse. La sátira fue dando paso a lo que se podría describir, sin caer en la exageración, como una guerra contra las mujeres, especialmente contra las de las clases más bajas, que se evidenciaba en que cada vez se recriminaba más a las mujeres que fuesen scolds [protestonas, peleadoras…] o esposas dominantes, y en que se incrementaran las acusaciones de brujería.[12] De forma paralela a estos acontecimientos, empezamos a ver cambios en el significado de gossip, que pasa a designar a las mujeres que mantienen una conversación frívola.

El significado tradicional, no obstante, perdura. En 1602, cuando Samuel Rowlands escribió Tis Merrie When Gossips Meete, una pieza satírica en la que se habla de tres mujeres londinenses que pasan las horas en una taberna hablando sobre los hombres y el matrimonio, gossip todavía se emplea para designar la amistad femenina con el sentido implícito de que “las mujeres podían crear sus redes sociales y su propio espacio social” y enfrentarse a la autoridad masculina.[13] Pero conforme avanzó el siglo, se fue imponiendo la connotación negativa del término. Como ya mencioné, esta transformación fue de la mano del reforzamiento de la autoridad patriarcal en la familia y de la exclusión de las mujeres de los oficios y los gremios,[14] lo que, sumado a los procesos de cercamiento, produjo la “feminización de la pobreza”.[15] Con la consolidación de la familia y de la autoridad masculina dentro de ella, representando al poder del Estado sobre la esposa y los hijos, y con la pérdida del acceso a los anteriores medios de subsistencia, se socavó tanto el poder de las mujeres como la amistad femenina.

Así, si en la Edad Media tardía todavía se podía representar a la esposa desafiando a su marido o incluso peleándose con él, ya a finales del siglo XVI cualquier demostración de independencia o crítica hacia el marido por parte de la mujer podía acarrear un severo castigo. La obediencia era la principal obligación de la esposa –como no dejaba de inculcar la literatura de la época–, impuesta por la Iglesia, la ley, la opinión pública y, definitivamente, por los crueles castigos dictados contra las “peleadoras”,[16] como el scold’s bridle, también llamado branks [bozal o máscara infamante], un sádico artilugio hecho de metal y cuero que desgarraba la lengua cuando la mujer intentaba hablar. Se trataba de una estructura de hierro que se cerraba en torno a la cabeza y que tenía una brida, con unas dimensiones de unos cinco centímetros de largo y dos y medio de ancho, que se introducía en la boca de la mujer y quedaba encima de la lengua, presionándola; a menudo la brida estaba tachonada de púas que herían la lengua de la castigada en cuanto la movía, con lo que se le impedía hablar.

El primer registro de este instrumento de tortura se encuentra en Escocia en el año 1567, y fue diseñado para castigar a las mujeres de clase baja consideradas gruñonas, peleadoras o alborotadoras, de las que a menudo se sospechaba que practicaban la brujería. También se obligaba a llevarlo puesto a las esposas que eran consideradas brujas, arpías o peleadoras.[17] Con frecuencia el instrumento era llamado gossip bridle [brida del chisme], lo que atestigua el cambio de significado que experimentó el término. Con la cabeza y la boca encerradas en semejante jaula, las mujeres acusadas podían sufrir la cruel humillación pública de ser paseadas de ese modo por el pueblo –una posibilidad que debía aterrar a las mujeres–, para demostrar lo que les podía pasar a quienes no fuesen sumisas. Es significativo que este mismo castigo se emplease en Virginia, Estados Unidos, para controlar a los esclavos hasta el siglo XVIII.

Otra de las torturas a las que se sometía a las mujeres asertivas-rebeldes era el cucking stool o ducking stool [taburete de sumersión],[18] que también se empleaba para castigar a las prostitutas y a las mujeres que participaban en las revueltas contra los cercamientos. Consistía en atar a la mujer sentada en una silla “para sumergirla en un estanque o río”. Según D. E. Underdown, “a partir de 1560 se empiezan a multiplicar los indicios de la adopción de este castigo”.[19]

El delito de scolding [vituperar] también llevaba a las mujeres ante la justicia, que les imponía multas, mientras los curas bramaban contra la lengua de las mujeres durante sus sermones. De las esposas, se esperaba especialmente que estuviesen calladas, que “obedeciesen a su marido sin objeciones” y “le tuviesen un temor reverencial”. Por encima de todo, se les ordenaba que convirtiesen a su marido y su hogar en el centro de todas sus atenciones y que no perdiesen el tiempo en la ventana o en la puerta. Incluso se las desalentaba a visitar demasiado a sus familias una vez casadas y, ante todo, a pasar tiempo con sus amigas. En 1547, “se proclamó la prohibición de que las mujeres se reunieran para murmurar y charlar” y se ordenó a los maridos que “guardasen a sus esposas en casa”.[20] La amistad femenina fue uno de los objetivos de la caza de brujas, como demuestra el hecho de que en el transcurso de los juicios, las acusadas eran obligadas a denunciarse unas a otras bajo tortura: las amigas entregaban a sus amigas, las hijas a sus madres.

En este contexto, gossip pasó de indicar amistad y afecto a significar denigración y ridículo. Aunque se empleara con su significado original, tenía nuevas connotaciones; en el siglo XVI designaba a un grupo informal de mujeres que imponía un comportamiento socialmente aceptable mediante la censura particular o los rituales públicos, lo que implica que la cooperación entre mujeres se estaba poniendo al servicio del mantenimiento del orden social.

 

Gossiping y la formación del punto de vista femenino

Gossip se refiere en la actualidad a una conversación informal en muchos casos dañina hacia las personas objeto de ella. Principalmente es una conversación que obtiene satisfacción de la crítica irresponsable a otras personas; es la circulación de información que no está destinada a oídos públicos pero es capaz de arruinar la reputación de alguien y, sin duda, es “una conversación de mujeres”.

Quienes “chismosean” son las mujeres que supuestamente no tienen nada mejor que hacer y tienen peor acceso al conocimiento y la información real, además de una incapacidad estructural para articular un discurso racional y basado en los hechos. Así pues, el chisme constituye un elemento fundamental en la devaluación de la personalidad y el trabajo de las mujeres, especialmente del trabajo doméstico, que presuntamente es el terreno ideal para que florezca esta práctica.

Como ya vimos, esta concepción del término gossip surge en un contexto histórico concreto. Si se contempla desde la perspectiva de otras tradiciones culturales, esta “charla intrascendente entre mujeres” tendría en realidad un aspecto muy diferente. En muchos lugares del mundo, a las mujeres se las consideró históricamente como las tejedoras de la memoria: quienes mantienen vivas las voces del pasado y las historias de la comunidad, quienes las transmiten a las generaciones futuras y, al hacerlo, crean una identidad colectiva y un profundo sentimiento de cohesión. También son ellas quienes legan el conocimiento y la sabiduría adquirida, ya sea sobre los remedios medicinales, los problemas del corazón o la comprensión del comportamiento humano, empezado por los varones. Cuando se denomina gossip a esta producción de conocimiento se está contribuyendo a la degradación de las mujeres –es la continuación de la construcción estereotípica de la mujer como un ser propenso a la maldad, que envidia el poder y la riqueza de los demás y que está dispuesta a prestar oídos al diablo–. Es así como se silenció a las mujeres y, hasta el día de hoy, se las excluye de muchos de los lugares donde se toman las decisiones, se las priva de la posibilidad de definir su propia experiencia y se las obliga a sobrellevar la imagen misógina o idealizada que los hombres tienen de ellas. Pero estamos recuperando nuestra sabiduría. Como dijo una mujer hace poco en un encuentro sobre el significado de la brujería, la magia es que “nosotras sabemos que sabemos”.

Tinta Limón