El Chubutazo y la sociedad en movimiento: ¿Cómo se ganó?
La Vaca
Desinformémonos
24 diciembre 2021
Chubut acaba de hacer lo que Mendoza logró en diciembre de 2019. Frente a una Ley pro minera apoyada y festejada por el gobierno nacional, por el gobierno provincial, por el aparato judicial y el policial, por el sistema mediático y el lobby de las corporaciones, la sociedad ganó las calles y logró lo impensable: que la misma Legislatura que aprobó esa Ley (14 votos a 11) la derogase una semana después.
¿Cómo se llegó a semejante triunfo de una comunidad, por un tema que es a la vez ambiental, social, productivo, político y cultural? Algunas claves: lo asambleario, la horizontalidad de las decisiones, la convicción y el conocimiento preciso (desde lo legal hasta lo científico) que se fue adquiriendo con el correr del conflicto de estos años.
Puede pensarse incluso en lo que acaba de ocurrir. ¿Dónde radica una idea genuina de democracia? ¿En los oscuros arreglos de un puñado de políticos que se creen con poder de decidir sobre la sociedad, o en la capacidad de esa sociedad de expresarse en la calle? Lo hizo además no solo como protesta sino con propuestas y resultados claros, como el del plebiscito de Esquel en 2003 (81% de votos contra la instalación de la megaminería) o los proyectos de Iniciativa Popular (que obliga a debatir la continuidad o no de la megaminería), sistemática e inconstitucionalmente ninguneados por el aparato político.
Estas acciones muestran a una comunidad siempre alejada de la violencia, no de la firmeza. Las vecinas y vecinos señalan la presencia de infiltrados policiales que agitaron el clima y serían los responsables de los incendios, como medio de criminalizar la protesta y justificar la represión. Del otro lado, se considera que algún sector de manifestantes pudo haber actuado de ese modo. En ningún caso se menciona el contexto de violencia institucional al que el gobierno viene sometiendo a la población con atrasos en los sueldos estatales, prepotencia en los manejos y desmanejos políticos, formas de represión y control social denunciadas en plena pandemia no como parte de un tema sanitario sino de un disciplinamiento de las críticas, y abusos policiales que alcanzaron hasta estos días de protestas con detenciones arbitrarias y golpizas a manifestantes y periodistas. De esa violencia de las instituciones no se suele hablar, ni se la suele denunciar, pero forma parte del trasfondo de todo lo que ocurre.
Otros elementos para explicar el Chubutazo: la participación de distintas generaciones, de distintos sectores sociales, y de todos los territorios de la provincia. La autonomía con respecto al Estado y a los partidos políticos. La ausencia de líderes (el protagonismo es social), la capacidad de interacción, la creatividad, la circulación permanente de mensajes, informaciones, acciones, palabras, imágenes y hechos que arraigaron en la sensibilidad social, y en la comprensión de todo lo que está en juego.
A todo eso puede agregarse la falta concreta y que empieza a ser dramática de agua en una provincia enormemente rica y empobrecida por los desastres financieros propiciados por la llamada “clase dirigente”, que destroza la economía, el trabajo, y también los territorios y bienes comunes.
También forma parte de este contexto el desembozado accionar de las corporaciones, que calculan tantas ganancias potenciales a partir del extractivismo, que siguen instaladas en Chubut hace décadas intentando torcer la voluntad de la gente. También es desembozada la acción de parte de la clase política, simbolizada en el gobernador Mariano Arcioni, que llegó a lo que los editorialistas llaman “esferas de poder” oponiéndose a la megaminería, pasando luego a proponer exactamente lo contrario, según la vieja teoría criolla sobre los panqueques. Son muchas las explicaciones, en una provincia que nunca dejó de estar movilizada y atenta la las maniobras de quienes gobiernan. Tanto, que pudieron desbaratarlas, una vez más.
En este trabajo de Francisco Pandolfi, algunas voces que pueden brindar pistas sobre el triunfo del que también llaman “Chubutaguazo”, y que simbolizan lo que pueden las comunidades frente a fuerzas que se supone mucho mayores.
(Por Francisco Pandolfi para www.lavaca.org) Una procesión de alegría. De abrazos y alaridos. De bombos y redoblantes. De banderas y pancartas. Cambia el nombre de la ciudad, la geografía, pero la esencia es la misma. En cada localidad chubutense, cientos, miles de personas caminan pausadamente, como quien busca que la movilización sea eterna. Abuelas, adultos, jóvenes, infancias. Parejas, amistades, familias enteras. Ríen al grito de “si este no es el pueblo, el pueblo dónde está”. Cantan: “Luche, luche, luche y que se escuche”; agitan, que “el pueblo, unido, jamás será vencido”. Hasta reapareció el “que se vayan todos”. No es para menos. Esta fue una semana histórica que dejará un precedente para todo el país, que se suma al de Mendoza en 2019. La misma Legislatura provincial que el miércoles pasado había habilitado la megaminería, derogó la ley por unanimidad a causa de la presión popular. Y como las victorias se celebran, hay fiesta en todo Chubut.
Conocimiento y expectativas
La resistencia de la provincia a la megaminería lleva casi 20 años. La batalla inicial se ganó en Esquel, el primero de los reiterados NO es NO. Viviana Moreno integra la asamblea del No a la mina de Esquel y le cuenta a lavaca cómo creció aquella semilla: “Nuestro camino está basado en el conocimiento que tenemos sobre de qué se trata la megaminería; sabemos bien claro a qué nos oponemos, y por qué nos oponemos. La difusión de la información es permanente y la sostuvimos durante todo este tiempo; el crecimiento de la concientización nunca se detuvo”. Esto incluye, por ejemplo, la creación de la página noalamina, publicación de manuales como Hablemos de megaminería, libros infantiles, documentales, charlas en barrios y escuelas y todo lo que con mayúsculas puede entrar en el terreno de la Comunicación.
¿Cuál fue la receta para derribar la ley en menos de una semana? “El trabajo horizontal, que no es nada fácil. Somos muchas comunidades, identidades e idiosincrasias diversas que debemos consensuar. La asamblea potencia, no hay nada más enriquecedor que lo que se define ahí; más numerosa y heterogénea, más rica es, porque si miramos desde distintos ángulos, es más fácil tomar decisiones acertadas. El consenso lleva tiempo, pero se llega porque tenemos un objetivo común que es la defensa del agua”.
Esa defensa fue total. La sintetiza Viviana: “Superó todas mis expectativas; lo que más me sorprendió fue la gran manifestación en una ciudad extractivista como Comodoro Rivadavia, que vive del petróleo. Hasta ahora no habíamos tomado dimensión de cuánta gente defiende los recursos naturales”.
“La democracia está en la calle”
Comodoro Rivadavia es la ciudad de Chubut con mayor población. Allí vive Silvia de los Santos, abogada, integrante de la Unión de Asambleas de Comunidades de Chubut (UACCh). Dice que jamás vio algo igual. “No es habitual que en nuestra ciudad haya columnas de tres cuadras, marchando día a día. Somos la capital nacional del petróleo, la mayoría de las familias vive de esa actividad o tiene algún familiar vinculado a alguna empresa. Es muy difícil que la gente salga a la calle, ya que acá siempre hubo empleo cuando en otros lados no. Sin embargo, la faltante de agua es en toda la provincia. Incluso, acá en Comodoro hace pocos días no hubo agua durante una semana en algunos barrios, y está habiendo cortes programados por la escasez”.
Silvia también es parte de la Red de Abogados por la Soberanía Alimentaria. Dice estar agotada, pero feliz. Todavía el cansancio lo siente en el cuerpo y en la mente. “Pasamos muchos días de angustia, muy terribles. Resistimos en asambleas horizontales, que son transgeneracionales porque hay desde mayores de 80 hasta los más jóvenes. Convocamos a la gente a que se sume y así lo hizo, con carteles, movilizando con sus hijos, llevando los carritos de bebé, con sus perritos, saliendo a defenderse”.
Concluye: “Demostramos que la democracia está en la calle, no en los poderes, y que los pueblos tenemos el potencial de definir nuestro propio destino, incluso ante la dictadura extractivista impuesta por los grupos económicos”.
La falta de agua no es exclusiva de Comodoro, al contrario. Es un denominador común en todo Chubut, que desde agosto de este año se encuentra en emergencia hídrica. Así y todo, el gobierno provincial comandado por Mariano Arcioni, con la venia del Ejecutivo nacional, buscó habilitar una actividad que consume grandes cantidades de agua y puede reducir caudales de ríos o eliminar cursos de agua, cosa que ya se comprueba en diferentes zonas de la provincia.
La zonificación votada por el Poder Legislativo avaló la megaminería en la meseta central, donde la empresa canadiense Pan American Silver ya se preparaba para activar el Proyecto Navidad de explotación de plata, cobre y plomo.
Meseta: “Ya no tenemos agua”
Yala Laubat es una aldea rural dentro de la localidad de Lagunita Salada, en el departamento de Gastre (que con Telsen, iban a ser las dos zonas habilitadas a la megaminería). Viven 60 personas divididas en 18 familias y se emplaza a solo 30 kilómetros de donde la compañía extranjera tenía sus máquinas listas para comenzar a trabajar formalmente, aunque ya desde hace años vienen haciendo operaciones de exploración y cateo, el paso previo a la explotación. Allí vive Mabel, docente. Está recién operada, pero igual se puso una faja y salió a festejar: “Quienes vivimos en la meseta estamos muy agradecidos a todo el pueblo, por el no rotundo. Si ganamos es porque la gente está concientizada de lo que es vivir sin agua”.
Su comunidad lo sabe bien. “Hace 10 meses se secó el pozo que nos abastecía, de sólo 8 metros de profundidad. Ya no tenemos agua. Es desolador lo que vivimos, muy triste, no tenemos lo más importante para la vida. Cuando nos traen, es de comunidades cercanas, pero no nos alcanza; estamos condicionados a usar pocos litros por día. No podemos producir nada, varias familias tienen huertas, quintas, animales, ¿cómo hacemos para pensar el futuro?”.
El colmo se dio hace veinte días. “Se rompió un camión cisterna que vendría a traernos agua y el mismo vicepresidente de la comuna de Lagunita Salada, Carlos Milanahuel, llamó a Pan American Silver para que pagara el flete. Estamos indignados. Le piden que nos traiga agua a la empresa que viene a sacárnosla”. La bronca, la resignifica en esperanza: “Solo nos queda seguir resistiendo en el lugar, denunciando y difundiendo lo que nos pasa. Me impactó mucho ver estos días a muchos niños conscientes de lo que están defendiendo, con lemas en carteles, remeras, en sus manitos, defendiendo su propio futuro”.
“La lucha no tiene dueño”
Las y los trabajadores también jugaron un rol importante en dar vuelta la historia. Tomás Montenegro es el secretario general de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) Chubut. Describe una de las causas principales del triunfo: “No hay persona ni partido que puede adjudicárselo, porque la lucha no tiene dueño. Hicimos una pueblada inmensa, porque si sacás el porcentaje de gente movilizada respecto a la cantidad de habitantes, te das cuenta que la concurrencia fue tremendamente alta. Llegamos hasta acá por la conciencia colectiva construida en estas dos décadas”. La conexión con el pasado reciente es inevitable: “A 20 años de que la Argentina gritara ‘que se vayan todos‘, en muchos lugares se volvió a cantar lo mismo, como rechazo a la dirigencia política que nos trajo hasta aquí, sin escuchar y avasallando nuestra voz”.
En el transcurso de esta semana hubo hitos que cuenta Tomás: “Los pesqueros, por ejemplo, pararon el puerto de Rawson hasta que no cayera la ley, eso fue muy significativo. Más allá de diferencias entre sindicatos, unificamos acciones con la CTA Autónoma y la CGT del Valle, porque la minería nos afecta a todos por igual”.
Cuatro grandes gremios (Petroleros, Construcción, Camioneros y Comercio) se manifestaron a favor de la zonificación minera. Lo explica Montenegro: “Los pactos de la mesa chica de dirigentes no representan a sus afiliados, como por ejemplo ocurrió en Comercio, donde muchos empleados salieron a manifestarse en contra”. Un caso emblemático fue el de las acciones de protesta de empleadas y empleados del supermercado La Anónima.
Pese al cerco mediático
Claudia Barrionuevo es la Secretaria Adjunta de la CTA Autónoma. Tiene la voz ronca. “La voz que me queda de gritar hasta el hartazgo, por la bronca contenida, por el dolor, por la represión. Ahora hay que festejar, pero mañana ya hay que seguir trabajando, siempre en estado de alerta”, detalla desde Trelew, una ciudad con antecedentes de rebelarse ante las injusticias. Sin embargo, Claudia asegura que en las últimas horas se dieron las movilizaciones más masivas de la historia. “Y también fueron las más grandes de toda la provincia”.
¿Cómo se ganó? “Además de la masividad, tuvimos una reacción inmediata. Y la represión no asustó a la gente, al contrario, produjo mucha más bronca y necesidad de estar poniendo el cuerpo”.
¿Cómo se organizó? “Cada asamblea tiene sus representantes, cada ciudad también; las decisiones se llevan a una multisectorial, donde también participamos el resto de las organizaciones. Ahí se terminan aunando las estrategias de lucha”. Aclara: “La multisectorial no discute los mandatos de las asambleas, sino que organiza cómo llevarlos adelante”.
En cuanto a la relevancia de las y los trabajadores, Claudia desarrolla, sobre lo micro y lo macro: “Fue clave la participación de todos los actores de la sociedad. Desde los comerciantes que en sus negocios prohibieron el ingreso de los legisladores que aprobaron la zonificación, como los empleados que se pronunciaron en contra de sus propios gremios que estaban a favor del extractivismo; hasta los sindicatos que no pertenecían a ninguna de las centrales y que igual estuvieron en la calle unificando un grito de ‘no a la mina’. Pese al cerco mediático que tuvimos a nivel nacional, mostramos dignidad y entereza, fue impresionante”.
Las nuevas amenazas y la ola
Desde Rawson, la capital de la provincia y foco de las movilizaciones más gruesas, habla con “las emociones a flor de piel” Pablo Palicio Lada, integrante de la UACCh (Unión de Asambleas Ciudadanas Chubutenses) y referente histórico que arrancó con la militancia antinuclear en el siglo pasado.
Todavía sigue emocionado “por la ola imparable en cada ciudad, marchando dos veces por día cuando era necesario, sin que nunca decaiga la intensidad; por ver tanta gente que nunca había visto en la calle, por sentir que cuando las papas quemaron, el pueblo estuvo de pie”.
Pablo considera que la conquista se basa en que tras la victoria de Esquel en 2002, se multiplicaron las semillas. Y que hoy en cada barrio de la provincia hay alguna consigna alusiva a la defensa del agua; que muchísimos autos llevan calcomanías con lemas sobre la conciencia ambiental; que en múltiples negocios en vez de carteles con ofertas, se avisa que el agua no se vende, que se defiende. “La fuerza que emergió en estos días nadie la imaginaba. Fuimos una marea de personas y emociones, poniéndole límites a los corruptos y a los autócratas. A ellos, todo les volvió como un boomerang. Pero no podemos relajarnos, hay que celebrar y ponernos los guantes de nuevo, porque ya amenazan con nuevas cosas, como la idea de hacer un plebiscito por la zonificación. Arcioni debe entender que ya fue plebiscitada a través de toda la gente que salió a la calle”.
Chubut está quebrada por donde se la analice, pese a tener solo 500 mil habitantes y ser la cuarta provincia exportadora. Hay algo que ha madurado en esa sociedad, que plantea Pablo, iluminando un camino para el resto de los pueblos: “Cuando se toman las riendas para ser protagonistas del propio destino, suceden este tipo de cosas. Cuando se aguanta una represión como la que jamás vi en vida, que parecía una guerra con policías disparando a quien se le cruzara, suceden este tipo de cosas. Cuando nos empiezan a tener miedo, porque no tenemos miedo, la fuerza popular se hace imparable. Así construimos el Chubutazo”.