Gobierno Autónomo Awajún. El imparable crecimiento de las autonomías de abajo

Indigna que la prensa de izquierda y de arriba, se desborde de titulares cada vez que un caudillo progresista gana elecciones sólo para administrar el modelo, ya que no podrá hacer cambios estructurales, como lo han demostrado todos los gobiernos recientes de esa tendencia. Pero no escriben una sola línea cuando pueblos enteros toman el camino de la autonomía.
En realidad, no creen que las y los de abajo podamos tomar nuestro destino en propias manos, y sólo confían en que algunos especialistas con vocación de caudillos puedan hacerlo. Contra toda evidencia.



Gobierno Autónomo Awajún. El imparable crecimiento de las autonomías de abajo

Raúl Zibechi

A mediados de diciembre quedó conformado el Gobierno Territorial Autónomo Awajún, a través del cual 70 mil pobladores de la selva del norte del Perú buscan “visibilizar el sistema de autogobierno y gestión del territorio”, para asegurar su existencia como pueblo (https://bit.ly/3sAbWNO).

En la elección del primer pamuk (jefe) del nuevo gobierno participaron mil líderes y lideresas awajún, con el objetivo de frenar la expansión del modelo que amenaza destruir la Amazonia y sus propios territorios, que abarcan tres millones de hectáreas a lo largo de 23 cuencas y afluentes del río Amazonas. Los territorios awajún se sitúan en el norte entre los departamentos de Loreto, San Martín, Amazonas y Cajamarca.

En 2015 se había formado el Gobierno Territorial Autónomo de la Nación Wampis, siendo seis pueblos los que han emprendido procesos de autodeterminación (Kandozi, Kukama Kukamiria, Chapra y Shawi, además de wampis y awajún).

Se trata de un largo proceso organizativo de pueblos, cuya última etapa detonó en 2009 a raíz del Baguazo, el violento ataque armado del Estado contra el bloqueo de carreteras, puentes y pozos petrolíferos de wampis y awajún que se saldó con 33 muertos y cientos de heridos.

La resistencia de los pueblos amazónicos se intensificó porque entre 2004 y 2009 la lotización de la Amazonia pasó del 15 al 72% de la superficie de esa región, o sea 49 millones de hectáreas[1]. En esos años el gobierno de Alan García estaba dispuesto a desarrollar proyectos mineros y de hidrocarburos que ponían en riesgo de sobrevivencia de los pueblos amazónicos.

En 2008 se crearon comisiones de lucha que convocaron un “paro amazónico” que movilizó cuatro mil indígenas con sus lanzas y rostros pintados que tomaron el Oleoducto Norperuano, la Central Hidroeléctrica el Muyo y varios puentes de la región. El parlamento de Lima derogó los cuatro decretos presidenciales que suponían la enajenación de los territorios de los pueblos.

Pero el gobierno desconoció los acuerdos y volvió a la carga. En mayo volvieron a tomarse oleoductos y puentes, pero esta vez se movilizaron cinco mil indígenas, cuatro mil de ellos bloqueando la estratégica carretera Fernando Belaúnde, cerca de la ciudad de Baguá, durante 55 días. Cuatro departamentos comenzaron a sufrir desabastecimiento de combustibles y alimentos.

El extenso paro se mantuvo gracias a las comisiones de lucha distritales y provinciales apoyadas en comunidades y clanes familiares, pero también participaron colonos, comerciantes y transportistas, en general mestizos, en un amplio proceso de “organización étnico-territorial, desde los clanes activando comités comunales, hasta los consejos y proclamación pública de los sabios y las sabias waymakus[2].

El 5 de junio militares armados con fusiles AKM, helicópteros artillados y blindados, atacaron a los miles de amazónicos que resistieron en la carretera, mientras la población reaccionaba en las ciudades y comunidades cercanas. La represión y el estallido social que la sucedió, desencadenó una violencia en la que murieron cinco indígenas, cinco civiles y 23 policías, y hubo 200 heridos, la mayoría indígenas.

La orden fue dada por la ministra del Interior Mercedes Cabanillas y el primer ministro Yehude Simon, quien había dirigido la revista Cambio, portavoz del guerrillero Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA), apenas dos décadas antes.

El movimiento amazónico triunfó al derogarse los decretos, y fue tan profundo que involucró a 200 grupos de delegados comunales, movilizó a cinco mil jóvenes awajún y wampis, integrantes de un número similar de familias, “equivalente a la mitad del total de familias indígenas en el territorio ancestral”, lo que da una idea de la masividad de la lucha[3].

Los pueblos decidieron rechazar la venganza. “No hay que buscar venganza matando, hay que buscar solucionar el problema y sancionar a los responsables”, señala un informe del taller intercultural juvenil awajún y wampis[4]. Pero la fisura y la desconfianza con el Estado peruano no dejaron de crecer.

En los años posteriores a la masacre, las 166 comunidades amazónicas de la región Alto Marañón iniciaron un proceso que las llevó a superar la cooptación de dirigentes y organizaciones enteras, la división promovida por el Estado y los partidos, desembocando en el autogobierno wampis primero, y ahora en el awajún.

El objetivo es oponerse a las megaobras y a la destrucción del bosque tropical. “La globalización está impactando mucho. Carreteras están pasando, colonos están tratando de ingresar, ilegalidades están entrando, nuevas enfermedades… Todo esto nos preocupa mucho y entonces, ¿quién ordena la casa? Es el gobierno autónomo”, señaló el abogado awajún Gil Inoach, elegido pamuk este mes de diciembre (https://bit.ly/3JkhnGI).

Con apoyo de organismos internacionales realizaron un mapeo de sus espacios históricos y culturales, que les ayudó a reconocer la gestión local que siempre han desarrollado y que mantiene  el equilibrio ecológico de la selva. Saben de las autonomías que se están construyendo en el mundo, debatieron y aprobaron los estatutos del gobierno con gran protagonismo de los sabios y sabias, de mujeres y jóvenes “en debate con los cuestionamientos provenientes, frecuentemente, de los profesores awajún”[5] que, al parecer, son los más influenciados por el Estado.

No fue un camino sencillo. Once años después del Baguazo o masacre de Bagua, más de cien mil indígenas amazónicos de varios grupos han formado, y están en proceso de formar, sus gobiernos autónomos. Aún falta mucho. Por ejemplo, más mujeres en cargos de gobierno; menos dependencia de las ONGs y más claridad en cuanto a sus relaciones con el Estado y los organismos internacionales. El tiempo será el encargado de decantar avances y tareas pendientes.

Indigna que la prensa de izquierda y de arriba, se desborde de titulares cada vez que un caudillo progresista gana elecciones sólo para administrar el modelo, ya que no podrá hacer cambios estructurales, como lo han demostrado todos los gobiernos recientes de esa tendencia. Pero no escriban una sola línea cuando pueblos enteros toman el camino de la autonomía.

En realidad, no creen que las y los de abajo podamos tomar nuestro destino en propias manos, y sólo confían en que algunos especialistas con vocación de caudillos puedan hacerlo. Contra toda evidencia.


[1] Marlene Castillo Fernández, Pueblos awajún y wampis, antes y después del Baguazo, CooperAcción, 2021, p. 37.

[2] Ídem p. 49.

[3] Ídem p. 61.

[4] Ïdem p. 63.

[5] Ídem p. 98.