Memoriando
Del marxismo ausente
Colectivo Híjar
A raíz del señalamiento del Comandante Germán de las Fuerzas de Liberación Nacional sobre el abandono del marxismo por el Subcomandante Insurgente Marcos, se abre la oportunidad de discutir los marxismos en situaciones de crisis concretadas en la historia de México. Al no ocurrir sino aisladas consideraciones como la de Gilberto López y Rivas homenajeando el aniversario de la fundación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el marxismo queda reducido a círculos académicos y a su presencia simbólica en organizaciones políticas y sociales, salvo aquellas que han conmemorado, por ejemplo, un aniversario de Engels. No tuvo resonancia alguna el 150 aniversario de la Comuna de París ni el centenario del levantamiento en Cronstadt donde la asamblea de los trabajadores exigió representación en el Soviet con el apoyo de los marinos de la base naval soviética. La discusión de la democracia socialista resultó interrumpida en el momento en que había que contener a toda costa los ataques contra el primer socialismo de la historia.
Marx y Engels advirtieron la importancia del “asalto al cielo” concretado en la Comuna de París y sus resonancias en Europa con carácter internacionalista y construcción de leyes en defensa de los trabajadores dispuestos a defender y organizar sus centros de trabajo. Las masas insurrectas asumieron como dirigentes principales a Bernstein y Blanqui, promotores del movimiento agitatorio como tal ante la minoría marxista, previendo la necesidad de largo plazo orientado por comisiones con dirección política democrática centralizada. Desde entonces y hasta ahora, los marxistas resultan disminuidos ante las insurrecciones y sus estructuras organizativas de democracia directa.
La historificación de estas situaciones permite superar la consideración dogmática, religiosa al fin, del marxismo. De aquí resulta su reducción a la lucha de clases y a la privatización de los medios de producción por la burguesía en detrimento de los trabajadores como sujetos de la extracción de plusvalía y como ejército industrial de reserva sin más recursos que su propia fuerza de trabajo. La construcción de los estados-nación sobre estas bases, hace de los anarquistas la tendencia principal en los proyectos si no revolucionarios, sí autogestivos y autonomistas frente al poder del Estado. Son anarquistas asumidos como dirigentes internacionalistas por las policías europeas, quienes difunden y publican en México el Manifiesto Comunista y organizan cooperativas, reformas inquilinarias, viviendas con servicios compartidos, cajas de ahorro, todo lo cual alarma a los grandes empresarios dependientes de grandes capitalistas europeos y estadounidenses que no dudan en propiciar la violencia represiva replicada en las huelgas históricas de Río Blanco y Cananea, posibles gracias al trabajo constante del periódico Regeneración del Partido Liberal Mexicano con un programa histórico de avanzada. Las insurrecciones de Julio López en Chalco, de Alberto Santa Fe en Puebla y Tlaxcala impresionado por las reformas de Albert Owen en Texas adonde fue enviado por el gobierno de Benito Juárez, resultan parte de lo que Marx y Engels llaman “comunismo tosco” que al rechazar la propiedad privada en general, ocultan la de los medios de producción que para el marxismo es el obstáculo principal para construir el socialismo.
De aquí, que a diferencia de Europa y Rusia donde marxismos y anarquismos discutieron en sus periódicos y libros, afectaron los parlamentos y opusieron a las persecuciones policíacas la organización internacional de los trabajadores, en América no hay sino en contadas ocasiones, discusiones del marxismo a cambio de su influencia en las organizaciones político-militares. Raúl Fornet Betancourt llama a esto “marxismo transformado” que describe desde los anarquismos decimonónicos y magonistas, hasta el Che y lo generado por la revolución cubana en Centro y Sudamérica. Editoriales de vanguardia política como La Casa del Mago en Guadalajara y Huasipungo Tierra Roja, se han propuesto dar a conocer documentos programáticos y análisis históricos y políticos de las organizaciones armadas, sobre todo, las derivadas del ejemplo del asalto al cuartel de Ciudad Madera el 23 de septiembre de 1965. Los testimonios de sobrevivientes, las derivaciones regionales dispuestas a la integración para la lucha armada, resultan de procesos penosos y constantes de crítica económico-política y de las perspectivas de la lucha armada contra el capitalismo. No menos de cuatro Encuentros en la sierra de Durango dieron lugar a la Liga 23 de Septiembre con un nombre aprobado para distinguirla de frentes y coaliciones. De otra manera, la respuesta en principio defensiva contra los crímenes de Estado, da lugar en la capital de México, Guadalajara, Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Sinaloa, Chihuahua, Baja California, Sonora, Puebla, Tlaxcala, Estado de México, Tamaulipas, Veracruz, a procesos de organización de la lucha armada sobre todo después de las masacres de Tlatelolco y el 10 de Junio que probaron la protección de las fuerzas armadas del Estado a grupos especiales y paramilitares con el Estado Mayor Presidencial y la Dirección Federal de Seguridad como operadoras político-militares.
Editoriales mayores por sus alcances como Juan Pablos editores, han dado a conocer a Gramsci y Trotsky, a la par de las publicaciones trotskistas y de editoriales como Era, Joaquín Mortíz y Planeta. Una importante masa de testimonios y crónicas da lugar a seminarios y talleres en donde crecen tesis profesionales como las de Adela Cedillo e Yllich Escamilla que procuran avanzar en la historia de la lucha armada. Medios de comunicación alternativos y de alta eficacia como Desinformémonos dan cuenta constante de los crímenes de Estado, de las resistencias de familiares y comunidades organizadas con influencia en aparatos de Estado, para poner al día en libros y reportajes sus testimonios esclarecedores. Se trata de contradecir la reducción a “guerra sucia” de la confrontación entre el Estado y las organizaciones político-militares porque desde Yanga en el virreinato organizando a los cimarrones, logró consolidar una especie de comuna tolerada por el virreinato. La revolución de Independencia, el triunfo del liberalismo contra los conservadores y las invasiones yanquis y francesa, es inconcebible sin la presencia guerrillera constante, en parte activa contra el porfiriato y renovada con la Revolución Mexicana. Es necesaria la tarea marxista de integrar la historia de México y América como lucha de clases entre los estados-nación y sus constituciones combatidas, en ocasiones con éxito, por organizaciones político-militares libertarias y socialistas.
La consolidación del Estado posrevolucionario en México, da lugar a interesantes ideologías reformistas con pretensiones de incorporar el ejemplo del socialismo soviético. La formación del Partido Comunista Mexicano bajo la vigilancia de la COMINTERN empeñada en la defensa de la Unión Soviética con la formación de frentes amplios y frentes populares que cuentan con el encabezado por Lázaro Cárdenas como el más duradero y eficiente, exigen deslindes como el que hace Agustín Cueva para contradecir la sumisión de los comunistas al stalinismo. La construcción de un importante movimiento obrero-campesino, la defensa proletaria organizada por sindicatos de vanguardia como el de Electricistas, el apoyo a la lucha contra las dictaduras y la construcción de organizaciones culturales y políticas contra el fascismo y el nazismo, cuentan con la participación de comunistas tan destacados como Julio Antonio Mella y Siqueiros, Tina Modotti y los dirigentes obreros y campesinos como José Guadalupe Rodríguez, fusilado por las fuerzas federales sin legalidad alguna. Cueva señala la aportación masiva del marxismo a la construcción de una cultura popular y nacional distinta al espiritualismo racista de Vasconcelos y a los indigenismos contradichos por José María Arguedas con la afirmación de la gran diversidad de las diferentes comunidades y con la enorme aportación de José Carlos Mariátegui y la revista Amauta al destacar la posesión de la tierra y las contradicciones de sus formas de propiedad comunitaria como raíz por transformar. Las vanguardias latinoamericanas por la praxis estética en toda América, critican los indigenismos paternalistas y constructores del folclorismo para destacar la urgencia anticolonial presente en manifiestos como el de la Antropofagia brasileña y su proclama “tupi or not tupi, es la cuestión”, recomendando tragarse toda la cultura para al fin y al cabo desechar lo no nutritivo.
Lombardo Toledano, fundamental para la organización de la gran Central de Trabajadores de México (CTM), proclama la Constitución de 1917 como proclama socialista para saltar a la definición del Estado mexicano cardenista como fascista por su control de la economía. El PCM responde de manera superficial siempre y envía a sus cuadros a participar en la Mesa Redonda de Marxistas Mexicanos convocada por Lombardo para dar lugar al Partido Popular que divide a los comunistas y anula del todo al Partido Laborista de Morones. La llamativa figura del pueblo es discutida en imágenes por los muralistas organizados por José Vasconcelos para pintar en la Escuela Nacional Preparatoria hace 100 años. La crítica a la religiosidad es atinada como carga de la pesada cruz por Alva de la Canal, por la Virgen de Guadalupe como madre mestiza y colorida y como fiesta en Chalma con danzantes tan grotescos como el que lleva el rostro del autor Fernando Leal ostentando una bocaza dientona. Esta inclusión de lo grotesco, lo feo, incorporará el sarcasmo y la ironía como gran recurso comunista contra las solemnidades de Estado. Roque Dalton es figura principal de esta tendencia que construye el Libro rojo para Lenin con fichas revolucionarias de variada procedencia para dar lugar a un marxismo enriquecido con todas las tendencias revolucionarias incluyendo las de la praxis estética.
Finalmente, los grandes debates. El de Antonio Caso contra Lombardo exigiendo la enseñanza de las ciencias en la Universidad contra el espiritualismo. Perdió la batalla y fue expulsado para dejar como huella el lema y el escudo vigente de la UNAM. Diego Rivera en fallido debate contra Manuisky, delegado de la COMINTERN en el PCM; ya trotskista contra Siqueiros que le asesta once calificativos como “Picasso en Azteclandia” y “turista mental”, todo para culminar por intervención de un sindicato de artesanos en un acuerdo final auspiciado por la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, para criticar el control oficial de Diego sobre los muralistas y fundar un taller de arte popular. Ilustrativas las razones de la disputa entre Siqueiros y O’Gorman por el uso de materiales y las tecnologías industriales sin llegar al punto de la liberación de las fuerzas productivas.
Punto culminante es la discusión del althusseriano Raúl Olmedo sobre la inexistencia de un método general del marxismo. Un seminario sobre Materialismo y Empiriocriticismo de Lenin fundamenta con precisión el punto grave publicado en la revista de la facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y en el libro de Olmedo, El antimétodo: introducción a la filosofía marxista, editado por Joaquín Mortíz en 1980. Agustín Cueva responde cuando organizaba los materiales para su historia del capitalismo en América Latina, historia urgida de una estructura incluyente y totalizadora opuesta a las tendencias monográficas.
Adolfo Gilly envió al Subcomandante Marcos el ya célebre texto de Carlo Ginzburg sobre el paradigma indiciario, fundamental para abrir vías no racionalistas y reivindicadoras del saber ágrafo. Recibió como respuesta la burla con el apodo de llamarlo Güili. Lenkersdorf por la vía lingüística, deja el problema del tojolabal donde no hay manera de aludir a la propiedad privada. Aportaciones como ésta, la de Andrés Aubry con su título “Tierra, territorio, terruño” están en espera de ser incorporadas al marxismo anticolonial, crítico y revolucionario. Los restos de Louis Althusser y su bienvenida a la crisis poststalinista para proponer la filosofía como “lucha de clases en la teoría” para establecer “líneas de demarcación” entre las ideologías para construir “la filosofía como arma de la revolución”, todo lo cual exige lo que hizo Rafael Guillén en su tesis de licenciatura en Filosofía: incorporar la microfísica del poder de Foucault en instituciones como la escuela, la familia, las iglesias, los clubes. Arraigar en los usos y costumbres, las lenguas y los símbolos de las comunidades indígenas, exige no desechar al marxismo sino llevar la lucha de clases y la apropiación burguesa de los medios de producción hasta la crítica del Estado, la nación y los lugares comunes que reaccionan violentamente ante la crítica. La construcción del Viejo Antonio y Durito, como ha explicado Ezequiel Maldonado, plantea a la dialéctica como discusión entre lo simple y lo complejo, esa frase que Salvador Cayetano Carpio, el legendario Comandante Marcial de las FPL de El Salvador, tomara del primer párrafo de la obra de Von Clausewitz sobre la guerra.
El sujeto de la historia, el pueblo, la guerrilla, la acumulación capitalista, las subjetividades, exigen de los marxistas un tratamiento actualizado como el que de manera constante discuten los marxistas argentinos como Óscar del Barco del grupo Pasado y Presente que tanto contribuyó con sus publicaciones a la formación marxista a fines del siglo pasado; la réplica de León Rozitchner, marxista ejemplar involucrado con el psicoanálisis para poder explicar las subjetividades en situaciones extremas.
Esta es la masa de problemas a tratar por el marxismo del siglo XXI en condiciones de minoría y de ausencia de movimiento obrero y campesino ante un imperio poderoso descrito por Negri y Hardt y un “precariado” reciente, como llama Adrián Sotelo a los sometidos a migraciones forzadas en busca de trabajo y buen vivir que no encuentran en parte alguna.