Movimientos sociales
Recuperar la comunidad
Con motivo del ciclo Comuna, comunidad, común celebrado este frío otoño con motivo del 150 Aniversario de la Comuna de París, el colectivo Malatextos convocó una sesión de debate en el centro social Katakrak, para compartir nuestra preocupación por la comunidad en tiempos del colapso. No se trataba de dejarnos invadir de nostalgia por el hito de aquella remota comuna parisina ni lamentar sus fracasados ecos revolucionarios, sino de reflexionar de manera colectiva —desde cierta perspectiva comunera—, sobre la perdida de comunidad como uno de los factores de la desmovilización social que percibimos tanto en la sociedad en general como en Navarra.
Son muchas las causas que apuntamos para explicarnos la perdida de tejido comunitario, desde la crisis de los relatos emancipatorios a la virtualización de las relaciones, pero lo cierto es que la comunidad tradicional desaparece y las comunidades activistas no alcanzan a reemplazarla. Y, frente a la amenaza del colapso climático en marcha, asociado a las crisis económicas y políticas de carácter global, nuestras sociedades cada vez mas individualistas, especialmente sus sectores más vulnerables, quedan a la intemperie. ¿Cómo contribuir a revertir esta situación?
Quizá el impulso de una nueva comunidad activista sea una de las claves: basada en la afinidad amistosa pero abierta y hospitalaria, arraigada pero simultáneamente multicultural, construida a través de redes tan diversas como autónomas pero siempre comprometidas con tareas concretas vinculadas a derechos básicos, buscando el común denominador y no la confrontación.
En un clima de franco repliegue social, todavía asediadas por la pandemia y sus devastadoras consecuencias, somos conscientes de que nadamos a contracorriente y no tenemos ni la solución ni menos la salvación. Pero lo que sí nos han posibilitado estos encuentros entre activistas a pie de calle es, al menos, señalar un puñado de intuiciones como vías a explorar.
Entre los planteamientos generales estamos de acuerdo que hay que hacer un esfuerzo por re-definir la comunidad actual que necesitamos, entendiendo que lo comunitario será alma y motor de la sociedad del presente y del futuro inmediato. Por otra parte resulta necesario estimular y defender algunas cuestiones básicas en el ámbito público como son el diálogo, la participación, la equidad, la justicia o la cooperación, esperando al mismo tiempo que la política institucional no devore lo social. Necesitamos en cualquier caso partir de una nueva síntesis teórica y práctica, entre el ecologismo, el feminismo y el antirracismo, sabedores de que no habrá una única perspectiva sino una multiplicidad de enfoques complementarios.
En cuanto a las iniciativas prácticas tenemos bastante claro que nada puede hacerse sin descentralización y autoorganización desde abajo y que, contrapunto imprescindible, hay que equilibrar los ámbitos virtuales privilegiando los presenciales. También es preciso conservar lo que de comunal genuino quede en el ámbito rural y potenciarlo en el urbano, ya sea en el movimiento vecinal, el educativo o en el ecológico-alimentario, o por la vivienda y el trabajo, sin olvidar los cuidados. Pero esta atención solo tiene sentido luchando por derechos básicos con un enfoque no meramente reivindicativo ni cortoplacista, desterrando toda forma de racismo, xenofobia o clasismo -sabiendo de la dificultad de articular comunidades mestizas- para que rebrote una solidaridad sin fronteras. Por último, consideramos importantes los puntos de referencia orientativos que nos pueda proporcionar el estudio y la formación, los medios sociales o los centros sociales autogestionados, nodos de irradiación comunitarista.
No sabemos todavía si esta era del colapso del Antropoceno, la edad del ser humano, nos traerá un regreso al autoritarismo y la guerra entre pobres o, como aventuran pensadores como John Bellamy Foster y Brett Clark, el paso de la edad del Capitaliano, marcada por el capitalismo, a la Comuniana, derivada de la instauración del común, el comunal y la comunidad. Lo que sí tenemos cada vez más claro es que, pese a la dificultad a la hora de abordar una amenaza tan etérea y multifactorial, frente a la resignación y la desunión, debemos entender el momento actual como la oportunidad para transformar desde la vida cotidiana, tarea que empieza por alcanzar unos mínimos comunes básicos de carácter global. Y, ante todo, una certeza: solo en la lucha y desde el activismo social, podremos construir comunidad.
Si estas intuiciones han de resultar válidas será también porque estamos dispuestos/as a re-constituirnos, a nivel personal, como nuevos sujetos políticos; tarea exigente que requiere reflexión, escucha, creatividad, experiencia, resiliencia y generosidad y, para superar la desigualdad, salir de la comodidad de nuestro status social de clases privilegiadas. Son por ello necesarias otras formas de actuación que arranquen no de lo que reclamamos sino de los compromisos vitales asumidos en primera persona, así como de su propagación como invitación honesta al conjunto de la sociedad —en primera instancia a nuestra juventud precaria y sin futuro— a recuperar y reinventar la comunidad activista.
¿Nos creemos estas conclusiones tentativas y exploraremos estas líneas de acción? ¿Son meras reflexiones teóricas o estamos dispuestos/as a aplicarlas aquí y ahora? ¿Estamos esperando a que alguien mueva ficha o emprenderemos el camino de la comunidad activista ya mismo? ¿Cuál es el próximo paso que vamos a dar en nuestros grupos para comunalizarlos en red? ¿Y el qué voy a dar? Quizá aportar cara a cara, sin prisas, amistosamente, en una modesta reunión en una sala cualquiera sin calefacción sea la semilla que necesitamos para empezar…