Cuba 2021: el año del shock

El país estrena calendario con la economía bajo mínimos, sin ningún Castro en el poder, con una emergente izquierda crítica y con las primeras protestas en las calles



Cuba 2021: el año del shock

 
Frank García Hernández
 
 
Miércoles, 05 Enero 2022 07:43

 

El país estrena calendario con la economía bajo mínimos, sin ningún Castro en el poder, con una emergente izquierda crítica y con las primeras protestas en las calles

El 1 de enero de 2021 Cuba no solo conmemoró el 62 aniversario del triunfo de la Revolución; sin saberlo, comenzaba a vivir un año que dejaría una marca en su historia y un shock en su clase trabajadora.

La sociedad cubana, acostumbrada a vivir los procesos políticos con suma lentitud, enfrentó en solo un año la sucesión de graves escenarios que oscilaron desde una fallida reforma económica, pasando por la finalización del mandato de Raúl Castro al frente del Partido Comunista –y por tanto el retiro del último Castro–, hasta la mayor protesta social desde el triunfo de la Revolución.

Este crítico contexto tiene lugar en la Cuba que arribó al 2021 hundida en una crisis económica solo superada por la gravedad de los años noventa. Tras desaparecer la Unión Soviética y el llamado Campo Socialista del Este Europeo, el país caribeño perdió el 85 % de sus socios comerciales. Sin embargo, entonces sólo era cuestión de reorientar su mercado exterior. Ahora la situación es más compleja: Cuba depende mayoritariamente del turismo y la industria del ocio ha colapsado a nivel internacional. Para que el Producto Interno Bruto cubano del 2020 creciera solo un 1%, se necesitaba la llegada de 4,5 millones de turistas extranjeros. Contrario a ello, en 2020 Cuba recibió poco más de 1,3 millones de visitantes extranjeros y en el año que concluye han arribado a la isla no más de 500.000 turistas. Sumado al incremento de las sanciones de Estados Unidos, más una inflación no prevista por el Gobierno, la economía cubana ha colapsado: en 2020 el PIB cayó un 11% y en 2021 descendió otros dos puntos porcentuales, desplomándose un 13%.

Pero al impacto de la caída del turismo se agregó un paquete de antipopulares medidas económicas aplicadas por el Gobierno desde el primer día de 2021. La llamada Tarea Ordenamiento empezaba el mismo día que se conmemoraba el 62 aniversario del triunfo de la Revolución y el año en que se cumplían seis décadas exactas de la adopción del socialismo y la derrota de Estados Unidos en Bahía de Cochinos.

1 de enero. Tarea Ordenamiento: inflación para condimentar la escasez

El 16 de julio de 2020, el presidente cubano Miguel Díaz-Canel anunció en cadena nacional que el país comenzaría a vivir una serie de profundas reformas económicas. Cinco meses más tarde, junto a un silencioso Raúl Castro, en la noche del 10 de diciembre de 2020, Díaz-Canel realizó otra aparición en cadena nacional, informando que el 1 de enero de 2021 sería implementado un paquete de medidas económicas llamado Tarea Ordenamiento.

Básicamente las reformas de la Tarea Ordenamiento tendrían como objetivo principal unificar la tasa cambiaria oficial. Desde 1994 en Cuba circulaban de manera oficial dos monedas con dos cotizaciones diferentes. El peso convertible (CUC) equivalía a un dólar y cada CUC se cotizaba a 24 pesos moneda nacional. La tasa cambiaria de un CUC por un dólar solo era empleada para transacciones entre empresas estatales. A su vez, la mayor parte de las tiendas estatales ofrecían sus productos en CUC, aunque el salario se recibía en pesos moneda nacional.

Pero la Tarea Ordenamiento no solo llegaba con la unificación de la tasa cambiaria. Para unificar las monedas desapareciendo el CUC, el Gobierno había planificado una “inflación nominal”, lo que se traducía en un alza considerable de los precios del servicio público y en casi todas las ofertas estatales. Solamente en La Habana el transporte público ascendió un 500%. El ajuste golpeó incluso los precios de los comedores para familias de alta vulnerabilidad económica. El impacto de la Tarea Ordenamiento generó tal descontento que algunos analistas preveían protestas en febrero o marzo.

Para compensar este alza de precios, la Tarea Ordenamiento también comprendía sustanciales incrementos salariales. Sin embargo, esta sería una solución con una vida efectiva de no más de dos meses. La gran inflación generada por la Tarea Ordenamiento agravó el impacto del desabastecimiento que vive la clase trabajadora debido a la caída del turismo y las sanciones estadounidenses. Finalmente, tras un año de descalabro económico, ante el parlamento, Díaz-Canel ha reconocido en público este diciembre que el paquete de medidas con las cuales se estrenó el 2021 había fracasado: “A la Tarea Ordenamiento hay que ordenarla”.

27 de enero y 27 de abril: la oposición cultural genera pequeñas crisis políticas

Si el 27 de noviembre de 2020 más de 300 personas se sentaron frente a las puertas del Ministerio de Cultura –provocando que el viceministro Fernando Rojas se viera presionado a dialogar con intelectuales y artistas vinculados con la oposición–, para el 27 de enero de 2021 tuvo lugar otra protesta menor ante la misma institución.

Esta vez, el propio ministro de Cultura, Alpidio Alonso saldría a encontrarse con los manifestantes. Contrario al diálogo logrado el 27 de noviembre, el funcionario derribó de un manotazo el celular de un periodista que lo grababa discutiendo con los manifestantes. Lo que en otro país hubiera sido un cotilleo de prensa amarillista, en Cuba provocó la suficiente tensión política como para que las autoridades cortaran el internet. Los hechos no se limitaron al altercado violento entre un ministro y un joven periodista: fuerzas policiales cargaron contra las decenas de personas que se manifestaban pacíficamente frente al Ministerio de Cultura, arrestándolas a todas durante casi 24 horas.

Exactamente tres meses después, tendría lugar otra pequeña crisis política a nivel nacional, pero esta vez de mucha mayor relevancia que los sucesos del 27 de enero. El 27 de abril, Luis Manuel Otero Alcántara –un disminuido artista de la plástica devenido en opositor político– comenzó una huelga de hambre y sed. El ayuno, depuesto a mediados de mayo, provocó aisladas protestas en la capital del país.

Desde el 27 de noviembre, fecha en la cual podemos enmarcar el inicio de una crisis política que sigue abierta, las protestas en las calles no se han detenido. En un país donde ni siquiera existe una ley de manifestaciones y toda disidencia es entendida como contrarrevolucionaria, resulta un fenómeno político novedoso que cada tres meses –con mayor o menor envergadura– estallen protestas, generando un ambiente de tensión política a nivel nacional.

15 al 17 de abril. Cómo el VIII Congreso del Partido Comunista terminó siendo el primero sin ningún Castro

El único que pudo detener las reformas económicas iniciadas por Raúl Castro en 2011 fue el mismo Raúl Castro en abril de 2021. En el VIII Congreso del Partido Comunista, cuando se esperaba el salto hacia la implantación de un modelo económico muy similar al “socialismo de mercado chino”, Raúl Castro, empleando términos como “restauración capitalista”, arremetía contra “quienes sueñan (…) con la privatización masiva de la propiedad del pueblo sobre los principales medios de producción”.

Raúl advertía además que “el egoísmo, la codicia y el afán de mayores ingresos provocan en algunos el aliento para desear (…) un proceso de privatización que barrería los cimientos y las esencias de la sociedad socialista”. El ala prochina que se venía consolidando con fuerza en la dirección del Partido y el Gobierno sufriría otro golpe: una de sus principales figuras, Marino Murillo, quien además había sido el regente de la Tarea Ordenamiento, fue expulsado del Comité Central.

También en el congreso, Raúl Castro trazó la línea de cuál sería la política ante otras posibles manifestaciones opositoras: “La calle es de los revolucionarios”, sentenciaba el saliente secretario general del PCC. La orientación sería cumplida con rigor por Díaz-Canel cuando estallaron las ya hoy históricas protestas del domingo 11 de julio.

Sin embargo, lo que trascendió al mundo fue el retiro de Raúl Castro de la dirección máxima del PCC. Junto a Raúl abandonaban la dirección del partido otras de las dos últimas figuras de la vieja guardia revolucionaria: el comandante Ramiro Valdés y el entonces segundo secretario del PCC, Ramón Machado Ventura. Por primera vez desde 1959 ningún Castro ocupaba un puesto político en la dirigencia del Partido y el Gobierno. A pesar de que Raúl Castro continúa tutelando las decisiones políticas a nivel nacional, con el VIII Congreso nominalmente concluía una etapa histórica.

El nuevo Buró Político elegido en el cónclave partidista tenía otro rasgo que define el actual escenario: ninguna personalidad, ni grupo político ejerce una hegemonía en el partido. Aunque Díaz-Canel resultó electo secretario general del PCC, está lejos de controlar las decisiones partidistas o gubernamentales. Como contraparte a Díaz-Canel llegaba al Buró Político un personaje que, por su poca visibilidad, pero conocida fuerza política, hasta el momento era prácticamente un mito. Ascendía a la dirección del Partido el general López Callejas, quien controla el largo brazo empresarial del ejército cubano y además fue yerno de Raúl Castro.

21 de Junio. Cuba no quiere dólares o de cómo surge la moneda digital del mercado negro cubano

Al desabastecimiento que vive la clase trabajadora se suma otra impopular medida económica del Gobierno cubano: el establecimiento de tiendas donde solo se puede comprar con tarjetas respaldadas en divisas extranjeras. Una importante cantidad de los productos básicos ofertados por el Estado se concentraron en las llamadas Tiendas en Moneda Libremente Convertible (MLC). Esta situación se agravó cuando en marzo de 2021 el Gobierno cubano emitió un decreto anunciando que los bancos no aceptarían más dólares en efectivo. Fundamentalmente, la sorprendente medida estuvo provocada porque los principales socios comerciales de Cuba y el Club de París –con quien en 2016 La Habana contrajo una deuda millonaria–, no quieren aceptar dólares del Gobierno cubano. El motivo es la persecución financiera de Estados Unidos contra quienes acepten dólares del Gobierno de La Habana. A ello se le sumó que Rusia y China, otros dos principales acreedores de Cuba, desmontan el uso del dólar en sus respectivas economías. Paradójicamente el Gobierno cubano se encontró ante un exceso de dólares. 

El impacto de esta medida provocó el nacimiento de una moneda virtual en el mercado negro cubano: el MLC o dólar digital. La principal entrada de remesas al país se hacía desde Estados Unidos. Washington prohíbe las transacciones hacia Cuba incluso por Western Union, de modo que los dólares de los emigrados cubanos llegaban a la isla en efectivo. Al no ser aceptados por los bancos cubanos, los dólares en efectivo provenientes de la diáspora perdieron valor de uso, desplomándose en el mercado negro.

Sin embargo, aumentó el valor de uso de los dólares en las tarjetas MLC, naciendo esta vez –además de la cotización estatal de un dólar por 25 pesos cubanos– otras dos tasas de cambio: el dólar en efectivo en el mercado negro equivalente hoy a 70 pesos cubanos; y un dólar digital –llamado popularmente MLC–, cotizado al cambio de 80 pesos cubanos. En la práctica, se quebraba así la principal meta de la Tarea Ordenamiento: unificar la tasa cambiaria.

El nacimiento de una volátil “criptomoneda” regulada solo por el mercado negro impactó aún más en la crisis de la economía familiar. Ahora el sector de la clase trabajadora que no recibe remesas también debe comprar dólares digitales con la finalidad de poder adquirir en las tiendas MLC productos básicos como pollo, aceite o jabón. Paradójicamente, al MLC o dólar digital el Gobierno cubano lo puede controlar de una sola manera: desapareciendo las tiendas en moneda libremente convertible. Sin embargo, aunque las tiendas MLC son extremadamente impopulares –incluso entre quienes apoyan al Gobierno– estas han logrado captar algún porcentaje considerable de divisas; y eso ha compensado levemente el grave impacto de la bancarrota del turismo en Cuba.

11 de julio: las protestas más grandes desde el triunfo de la Revolución

Las protestas que tuvieron lugar en Cuba el 11 de julio visibilizaron a nivel internacional que el país caribeño vivía no solo una crisis económica, sino también política. A la luz de hoy, la pregunta “¿por qué sucedió el 11 de julio?” debería ser sustituida por “¿cómo no sucedió antes el 11 de julio?”.

Al crudo desabastecimiento se había unido el duro impacto de la Tarea Ordenamiento y su correspondiente inflación descontrolada; la concentración de productos básicos en las tiendas MLC; cortes prolongados de electricidad provocados por la drástica disminución de las pocas toneladas de petróleo que ha podido comprar Cuba durante la crisis y una grave escasez de medicamentos en un momento donde el coronavirus había alcanzado en la isla su más alto nivel.

Si bien a lo largo del 2020 Cuba había manejado con éxito la pandemia, el 10 de julio de 2021 el Ministerio de Salud cubano informaba que en el país, solo en 24 horas, se habían registrado 6.750 nuevos contagios de coronavirus. La ola de covid-19 había golpeado a tal punto que el Gobierno envió brigadas de médicos a ciudades donde el sistema de salud local había colapsado. Ante esta situación, las autoridades decidieron internar en los hospitales solamente a los contagiados de covid-19 con riesgo de fallecer. Esta decisión golpeó fuerte en el imaginario de la sociedad cubana que siempre se había sentido protegida por el sistema de salud. De este modo, la mayoría de quienes contraían el coronavirus pasaban la enfermedad recluidos en sus casas. La escasez de medicamentos provocada por el bloqueo estadounidense agravaba la situación de quienes contrajeron el coronavirus y no fueron internados en hospitales.

Al mismo tiempo, la oposición cubana lanzó una campaña desestabilizadora en redes sociales, responsabilizando al Gobierno por el desabastecimiento de medicamentos y la escasez de balones de oxígeno en los hospitales. Bajo el hashtag #SOSCuba se logró construir un estado de inseguridad que en cierto modo sirvió para estimular las protestas.

En medio de este escenario de crisis, la popularidad del presidente Díaz-Canel comenzó a caer perceptiblemente. Sin embargo, similar a las burocracias de los países exsocialistas, la dirección del Partido Comunista no percibía el deterioro político del presidente. Este alejamiento de la realidad provocó que Díaz-Canel –emulando a Fidel Castro durante los disturbios del 5 de agosto de 1994– se personara en las protestas que tenían lugar en San Antonio de los Baños, la ciudad donde comenzaron los sucesos del 11 de julio. Sin embargo, el resultado fue muy diferente al que tuvo Fidel Castro en 1994: Díaz-Canel fue recibido con abucheos, a la vez que le lanzaban botellas plásticas.

Cumpliendo la orientación de Raúl Castro en el VIII Congreso del Partido, al regresar de las protestas en San Antonio de los Baños, Díaz-Canel llamó a que “los revolucionarios y comunistas salieran a la calle (…). La orden de combate está dada”. El llamamiento de Díaz-Canel aumentó el descontento de muchos que saldrían a protestar, pues vieron en el mensaje del presidente una convocatoria al enfrentamiento entre cubanos. De ese modo, “la orden de combate” movilizó tanto a “revolucionarios y comunistas”, como a cientos de personas que se unieron a las protestas en las calles.

En La Habana, el grueso de las protestas se concentró en una marcha pacífica que recorrió cinco kilómetros, transitando por los principales municipios de la capital y llegando a reunir alrededor de 3.000 participantes. La marcha terminó siendo reprimida en las inmediaciones de la Plaza de la Revolución, lugar donde residen los principales órganos del poder ejecutivo.

Sin embargo, mientras tenía lugar la marcha pacífica, en la periferia de la capital y otras zonas del país ocurrían violentos enfrentamientos entre oficialistas y manifestantes. Al mismo tiempo, en la marcha que tenía lugar en La Habana, no pocos manifestantes eran arrestados sin mayor causa que participar de las protestas. Actualmente, la cifra extraoficial de detenidos el 11 de julio supera las 500 personas y no se tiene acceso a un dato aproximado de la cantidad de heridos. Cinco meses después del 11 de julio un número indeterminado de manifestantes continúan presos.

Finales de julio. Emerge una nueva izquierda crítica

La crisis generada por las protestas del 11 de julio aceleró la radicalización política de la juventud, estimulando la consolidación de una nueva izquierda crítica cubana. Las posturas ideológicas de este emergente sector político compuesto por intelectuales, medios de prensa y colectivos estudiantiles, oscilan desde el anarquismo, pasando por el socialismo republicano, hasta posiciones cercanas al trotskismo. Con una base mayoritariamente joven y un estado organizativo aún embrionario, de manera general la izquierda crítica plantea que el Gobierno cubano se ha alejado o incluso abandonado la construcción de una sociedad socialista. Al mismo tiempo, la izquierda crítica cubana tiende a identificarse con las protestas del 11 de julio, entendiendo que los reclamos de los manifestantes guardan un carácter popular, aunque no orgánicamente socialista.

7 de agosto. Luz verde para las pymes

Uno de los reclamos que se escucharon entre los manifestantes del 11 de julio era la expansión del sector de la economía privada; algo paradójico, partiendo de que la mayor parte de quienes protestaban eran trabajadores de bajos ingresos, residentes en barrios de alta vulnerabilidad económica. Aunque la ley que regularizaba y expandía a las pequeñas y medianas empresas ya estaba proyectada por el Gobierno para ser aplicada en 2021, fue evidente que las protestas del 11 de julio aceleraron su aprobación. Sin embargo, a tono con el discurso de Raúl Castro en el VIII Congreso del Partido Comunista, la expansión del sector privado fue de mucha menor fuerza que la esperada y Cuba postergó un poco más la implementación del camino chino.

Septiembre y octubre. Renfacimiento, ascenso y caída de la oposición (ya no tan) cultural

Tras el 11 de julio, la idea de que otras manifestaciones eran posibles quedó en el imaginario político de algunos sectores de la sociedad. El 23 de septiembre, desde las redes sociales, el joven dramaturgo Yunior García convocaría a realizar una marcha pacífica contra “la violencia política”. Para ello, como hecho inédito, había presentado una solicitud formal ante el Gobierno de La Habana.

Con el fin de organizar la marcha, Yunior García –quien provenía del frente de oposición cultural 27N– fundó la agrupación Archipiélago, logrando capitalizar parte del descontento surgido tras el 11 de julio. Sin embargo, la consigna lanzada por Archipiélago no movilizaba a las mayorías, quedando limitado su impacto en un sector de la intelectualidad crítica y la oposición en general. Yunior García olvidaba que el principal reclamo de los manifestantes el 11 de julio fue “alimentos y medicamentos”: necesidades objetivas y no una consigna política abstracta.

A los pocos días de lanzada la convocatoria, Yunior García aceptó la alianza del Consejo para la Transición Democrática, organización que había presentado abiertamente un programa neoliberal. La decisión de Archipiélago de unirse con el CTD provocó que de una manera u otra, colectivos y figuras de la izquierda crítica cubana le fueran retirando el apoyo político a Yunior García.

12 de octubre. El Gobierno niega el permiso a manifestarse. Comienza el enfrentamiento mediático y el nacimiento de un enemigo interno

El 12 de octubre el Gobierno cubano hizo pública su negativa a permitir la marcha convocada por Yunior García, la cual debía tener lugar el 15 de noviembre. El principal argumento esgrimido por las autoridades fue que Archipiélago no solo pedía el fin de la violencia política, sino también la “caída de la dictadura”. Posteriormente, en el II Pleno del Partido se iniciaba una campaña mediática contra la marcha del 15 de noviembre, la cual básicamente caía sobre Yunior García. La protesta y su principal convocante pasaron de ser un fenómeno político limitado a las redes sociales y algunos espectros políticos y la intelectualidad, a transformarse en el principal enemigo interno del momento. La prensa oficial logró construir la idea de que, contrario al llamamiento de Archipiélago, la manifestación del 15 de noviembre se limitaría a una sucesión de hechos violentos.

15 de noviembre. De cómo el Gobierno y la derecha derrotaron la marcha del 15N

El lunes 15 de noviembre Cuba vivió un clima de tensión nacional que se había sentido desde el domingo 14. El Partido Comunista había orientado crear grupos que defendieran las instituciones, fábricas y empresas de posibles agresiones. Por su parte, Yunior García amanecía cercado, no solo por las autoridades, sino también por militantes del Partido Comunista y simpatizantes del Gobierno quienes hacían actos políticos frente a la casa del coordinador de la marcha del 15 de noviembre. Al mismo tiempo, desde el día 14 y durante todo el día 15, connotados opositores eran detenidos en todo el país o se les prohibía salir de sus casas.

Si bien es cierto que el Gobierno creó el clima necesario para disuadir a la casi totalidad de posibles manifestantes, también fue evidente que Archipiélago no comprendió cuáles habían sido los factores movilizantes del 11 de julio. Las protestas del 11 de julio fueron esencialmente un reclamo al Gobierno pidiendo mejoras en las condiciones de vida y no exigiendo derechos políticos. El mismo carácter elitista de Archipiélago y la hegemonía de la derecha establecida finalmente, provocó la incapacidad para entender que los reclamos del 11J fueron exigencias económicas en bienestar de las mayorías. Dos días después del 15 de noviembre, Yunior García, quien había sostenido el clásico discurso “no soy de izquierdas, ni de derechas” decidió abandonar el país y comenzó un periplo político reuniéndose en España con el Partido Popular o el opositor venezolano Leopoldo López. El último intento de protestas en las calles había sido derrotado por el Gobierno y liquidado por la derecha.

Posible final de un largo año

Cinco aspectos políticos han caracterizado el 2021 como un año meridiano en la historia de Cuba. El principal de ellos fue que, por primera vez, un importante sector de la sociedad cubana asumió la protesta en las calles como una práctica política viable. De esta manera, sucedieron una serie de manifestaciones que tuvieron su máximo exponente en el 11 de julio y su última representación el 15 de noviembre.

El segundo rasgo distintivo fue la implementación de un paquete de medidas económicas impopulares que reforzó el impacto de la crisis en la clase trabajadora, creándose así un clima de tensión política. La tercera característica –la cual engloba la segunda y define a la primera– fue que en 2021, Cuba alcanzó el punto más bajo de su crisis económica en 30 años, y la peor durante la pandemia. A modo de componente histórico, está como cuarto punto, el final de los Castro en la dirección del país, al concluir Raúl su mandato al frente del Partido Comunista. Al mismo tiempo, como quinto punto, destaca la emergencia de una izquierda crítica cubana con un discurso contrario al Gobierno. Si bien todo este escenario se encuentra dentro de la pandemia del coronavirus, la covid-19 es una herencia del 2020.

El 2022 cubano podría estar marcado por una leve, aunque casi imperceptible recuperación económica. Esta mejoría sería producto del discreto aumento de la visita de turistas a la isla caribeña y la posible comercialización internacional de las tres vacunas contra la covid-19 patentadas por Cuba.

A la estabilidad económica ayudaría también la progresiva disminución del coronavirus que disfruta Cuba, producto de la vacunación masiva contra la Covid-19. Para el 30 de diciembre pasado, el Ministerio de Salud informaba que de los 11.330.000 habitantes que componen el país caribeño, 8.944.229 habían recibido tres dosis de las vacunas cubanas contra el coronavirus.

“Nadie sabe cómo será el 2022”, dijo el presidente cubano en su mensaje de fin de año, recordando además que “el gran desafío pendiente es la recuperación económica”. Esta vez Díaz-Canel tiene razón: más allá de la inestable situación internacional y el bloqueo estadounidense, la posibilidad de otro 11 de julio depende de los dirigentes cubanos.

 

——————————————————

Frank García Hernández es sociólogo e historiador cubano.