La democracia desde la práctica zapatista1
Por Odín Ávila Rojas2
En homenaje a Paulina Fernández Christlieb†
Poesía perdóname por haberte ayudado a comprender que no estás hecha sólo de palabras.
-Roque Dalton, Historias y poemas de una lucha de clases-
Repensar la democracia desde una realidad histórica diferente a la genealogía griega ateniense y el modelo liberal de las sociedades latinoamericanas contemporáneas es uno de los retos que, sin proponérselo, han puesto a discusión los zapatistas o neozapatistas en los espacios públicos, sociales, políticos e incluso académicos. Pero, aún más importante es mirar hacia la reconstrucción
1
El presente artículo es una versión actualizada de un texto de mi autoría titulado: “La experiencia zapatista: análisis sobre sus prácticas democráticas” (2018), publicado en la Revista de Ciencias Sociales, ds-fcs, vol. 31, núm. 42, pp. 195-211. También es resultado de una reflexión posterior al libro que escribí este año 2020. editado por Quinto Sol, titulado El indígena desde el zapatismo: un caso de centralidad política del indio.
2 Mexicano. Doctor en Ciencias Sociales (uam-Xochimilco). Maestría en Estudios Latinoamericanos (unam) y licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública (unam). Profesor de pregrado, posgrado e investigador en Ciencias Políticas de Tiempo Completo en la Universidad del Cauca. Integrante del Grupo de Investigación giaprip de cipol-Unicauca. Investigador junior por Colciencias. Investigador (sni-Conacyt). Autor de los libros: El indígena desde el zapatismo: un caso de centralidad política del indio (2020), editado por Quinto Sol en México, y El indianismo vs Vivir Bien. La disputa vigente del indio en Bolivia (2020), publicado por la Universidad del Cauca en Colombia. Última publicación: Anticolonialismo: pensadores negros e indios en América Latina (2021).
Correos electrónicos: odinavila@unicauca.edu.co; avilaodin@gmail.com.
democrática hecha por ellos mismos, producto de su propia práctica cotidiana y determinada por su sentido comunitario frente al
sistema capitalista actual (Harvey, 2020).
Si se toma como referencia el levantamiento de 1994 para ubicar el nacimiento de la propuesta democrática zapatista, entonces
puede decirse que, desde ese año a la fecha, han surgido en América Latina y el resto del planeta Tierra una importante cantidad de
trabajos, escritos e investigaciones sobre el concepto y el proyecto
político de la democracia de los rebeldes del sureste chiapaneco
(Ávila, 2020). Pocos son los estudios sobre el zapatismo que tienen como preocupación central explicar las prácticas y dinámicas
que hacen funcionar la experiencia de su ejercicio democrático en
términos de reflexión de una teoría política.
Por lo tanto, en este trabajo, la dinámica comunitaria zapatista
puede comprenderse como aquellos flujos en los que circula la
politización de los sujetos en términos colectivos, es decir, donde
intercambian voluntades, pensares y acciones para encontrarse o
desencontrarse en la discusión con el fin de establecer determinados acuerdos sobre la dirección del entramado comunitario (vv.
aa. del Equipo Enlace, 2004: 65).3
Precisamente, la idea de este texto es tratar de aproximarse a
explicar y analizar la dinámica comunitaria zapatista con base en
las siguientes preguntas: ¿cómo se desarrolla su dinámica democrática?, ¿qué tipos de prácticas sustentan y hacen posible la forma
de hacer política de los zapatistas?, ¿cuáles son los pisos organizativos de las autoridades rebeldes? y, por último, ¿cuál es el alcance práctico y el horizonte del mandar-obedeciendo en la actualidad? Las preguntas anteriores se sintetizan en este texto en tres
ejes: 1) autonomía y organización de las autoridades; 2) prácticas
y mecanismos de representación; 3) el aprendizaje político rebelde
3 Para un mayor detalle véase vv.aa. de Equipo enlace; Para comprender las autonomías:
una aproximación desde tres experiencias indígenas en Chiapas, México, Enlace, comunicación y capacitación A. C., 2004. La importancia de la obra citada reside en que nutre el
concepto desde las experiencias de tres casos en proceso, que plantean la dinámica comunitaria en torno a la idea autonómica del autogobierno, la autogestión y la identidad
cultural; por lo tanto, su enfoque ayuda a un acercamiento a lo comunitario en el sureste
mexicano, teniendo presente lo estatal como límite subalterno.
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y la “Escuelita Zapatista” y, posteriormente, 4) conclusiones: los
retos de la materialización de la democracia zapatista.
1. Autonomía y organización de las autoridades
La autonomía y la organización de las autoridades en las comunidades zapatistas se fundamenta en la soberanía territorial y en
la idea de autogobierno; por ello, la organización política y administrativa del gobierno autónomo zapatista se compone por tres
conjuntos de autoridades que ejercen sus funciones en sus respectivos niveles de gobierno —comunidad, municipio y zona—,
sin que esto quiera decir que haya límites o fronteras territoriales
absolutos entre uno y otro ámbito”,4
según identifica Paulina Fernández Christlieb (2010) en su trabajo al interior de las comunidades. Confirma este dato el teniente insurgente Moisés (2006) en
la “Digna Rabia”,5
al explicar que estos niveles gubernamentales
también son colectivos democráticos: “las Bases de Apoyo Zapatista o Pueblo; los Municipios Autónomos Rebeldes o marez, y
Las Juntas de Buen Gobierno”. A esto debe agregarse otro piso político y social: los Caracoles.
De esta manera, son cuatro en total las entidades que hacen
funcionar la relación entre quienes mandan obedeciendo y el
resto, que obedece mandando. Cuando Marcos (subcomandante
4
Cfr. Marco Estrada Saavedra, La comunidad armada rebelde y el ezln, México, El Colegio
de México, 2007. Según la versión de Marcos Saavedra, una de las tesis principales sobre la
lucha de los zapatistas consiste en verlos como un factor que ha contribuido al desgarramiento social en las comunidades, en especial, las pertenecientes a la zona de Las Cañadas,
cuya población es mayoritariamente tojolabal.
5 El Festival Mundial de la Digna Rabia fue un evento que reunió a una parte importante de
las resistencias definidas como anticapitalistas dispersas en varias regiones del planeta Tierra, con el objetivo de establecer un diálogo recíproco entre ellas. Su convocatoria estuvo a
cargo del ccri-ci del ezln el día 15 de septiembre de 2008. El tema del primer festival es
“Otro Mundo, Otro Camino: Abajo y a la Izquierda”. Se celebró en tres sedes. Del 26 al 29
de diciembre en el Lienzo Charro de Los Reyes Iztapalapa, Ciudad de México. El 31, en el
“Corazón Céntrico de los Zapatistas delante del Mundo”, Chiapas y del 2 al 5 de enero de
2009, en el Cideci, en San Cristóbal de las Casas. Entre las características del festival se incluyeron: debates sobre los procesos políticos, económicos y sociales, tanto a nivel nacional
como internacional, análisis, conferencias, agenda cultural, área de exhibición de artículos
de interés, guardería, zona de alimentos y, en general, intercambio de experiencias sobre las
diversas maneras de construir la autonomía.
Formas de autogobierno comunitario
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insurgente) pregunta a Moisés (teniente coronel) cómo está organizado el Ejército Zapatista, éste le responde lo siguiente:
Primero están pues nuestros compañeros y compañeras de los pueblos, que son las bases de apoyo. Y de ahí es, ahí democráticamente,
pues, eligen un responsable local, que es quien controla, pues, las
comunidades. O sea cada pueblo tiene sus responsables locales, tanto hombres y mujeres. De ahí… esos compas que fueron elegidos
sus responsables locales cada pueblo buscan otro responsable que le
llamamos regional, o sea quien controla ya ahora sí varios pueblos.
De ahí… sale así los compañeros que son los comandantes y comandantas que son los que controlan varias regiones. Pero su trabajo pues los compañeros comités, los comandantes y comandantas,
prácticamente es la que controlan toda la zona, las cinco zonas que
hay, que es Garrucha, Realidad, Morelia, Oventic, Roberto Barrios;
entonces, así como está eso, son ellos los que controlan todo, cada
zona, cada quien con sus comités, los comandantes y comandantas. Además de ahí eso, los compañeros comités, comandantes y
comandantas, lo que hacen entonces es que tienen que ver ya un
suplente de ellos, para que entonces, como en este caso que estamos
hablando de nuestros compañeros caídos, ya hay quien sustituye.
Antes de eso entonces hay un candidato, que son los que empiezan y
eso a ver si pasan, pues, a ser suplentes…” (Marcos, subcomandante
I., y Moisés, teniente coronel, 2011: 4).
Las autoridades correspondientes a las bases de apoyo se conforman por cientos de colectivos, los cuales, a su vez, están integrados por las familias trabajadoras y productoras de los recursos
de subsistencia que, al mismo tiempo, son la manutención material de la resistencia zapatista. Esto no significa que los representantes en el resto de los niveles organizativos de la política no participen en el proceso; al contrario, realizan labor en la milpa, en la
recolección de cosecha, en la elaboración de tejidos y, en general,
brindan ayuda constante la comunidad, método por el cual son
elegidos por la colectividad para acceder a cargos representativos.
Las bases de apoyo del ezln se organizan en poblados, comunidades o parajes, y digamos quien está a cargo de ellos, quien se
responsabiliza de ellos es un responsable local… lo hacen así por la
conciencia, por la necesidad, porque solamente así puede hacer el
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trabajo, o un plan pues de trabajo, o el trabajo pues de la lucha. No
hay ningún pago de eso pues (Marcos, subcomandante I., y Moisés,
teniente coronel, 2011: 4).
Al fin de cuentas, los cientos de colectivos son los que activan
la dinámica para exigir la obediencia de los otros niveles de autoridades zapatistas, porque son planificadores y evaluadores de los
proyectos a desarrollar en las regiones. Pueden verse como un tipo
de regulador de la politización desde lo social a través de prácticas
cotidianas. Cada autoridad es pueblo, al igual que debe reproducir
esos saberes indígenas y prácticas que permiten la conservación
comunitaria con respecto a la naturaleza.
Cuando una sociedad elige una tecnología, no sólo decide un conjunto de procedimientos y artefactos, responde también una serie
de preguntas importantes respecto a su proyecto existencial: ¿qué
problemas les parecen más urgentes que deben ser atendidos?, ¿a
qué parte de la colectividad desea favorecer?, ¿cómo será el orden
social?, ¿qué tipo de relación se establecerá con el medio ambiente?, ¿qué tipo de consenso se producirá?, ¿cuáles son sus valores y
principios importantes?, y desde luego, ¿puede haber la capacidad
de construir un proyecto político que sea común para todos los
integrantes que viven en esa sociedad especifica?…
Estas preguntas ilustran cómo el entramado comunitario, al
elegir su propio gobierno, también discute el horizonte, el proyecto y la materialización de la forma política-social que va a configurar su organización de vida; por lo tanto, las bases zapatistas
son las rectoras del proceso que va a orientar lo político. He ahí su
trascendencia democrática.
La voz de los pueblos, además de representarse en lo local,
también lo hace en lo regional, es decir, en los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (marez), los cuales surgen con la
necesidad de llevar a cabo los Acuerdos de San Andrés después de
la respuesta negativa del gobierno federal. Pueden señalarse tres
líneas discursivas que sostienen la legitimidad de los marez en
la movilización zapatista, con respecto a su enlace con la historia
nacional:
Formas de autogobierno comunitario
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Primero se identifican los municipios rebeldes con los municipios
libres por los que combatieron Emiliano Zapata y Ricardo Flores
Magón, así como con la construcción de México como nación independiente; segundo, reivindican el derecho del pueblo mexicano
a crear sus propias formas de gobierno, tal como está establecido
en el artículo 39 de la Constitución: Nuestros Municipios Autónomos son legales, están amparados en el artículo 39 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que es la máxima
ley de los mexicanos y dice que el pueblo tiene en todo momento derecho a decidir su forma de gobierno; y tercero, se inscriben
en la constitución de los municipios autónomos en la lucha por la
democracia y por nuevas formas de relación entre gobernantes y
gobernados, exponiendo la dicotomía que existe entre las autoridades indígenas y las formas antidemocráticas del mal gobierno
(López Monjardin y Rebolledo, 1999: 120-121).
Los marez se han encargado de ser una instancia política y
administrativa que responde a la necesidad de organizar autoridades en las regiones, cuya autonomía depende de una importante
población indígena y por supuesto identificada con la resistencia
zapatista. Aracely Burguete agrega: “se observa en los municipios
autónomos… una diversidad de denominaciones y se nombran
bajo distintas figuras: municipios rebeldes, municipios autónomos en rebeldía, consejos municipales autónomos, ayuntamientos
autónomos, pueblos autónomos, etcétera” (Burguete, 2002: 292).
Cabe señalar que:
la importancia de llamarse municipios —indígenas, rebeldes o
autónomos— radica en el puente que se construye a través de los
nombres, las historias y los proyectos entre las bases de apoyo zapatistas y el resto de los mexicanos: los mestizos, los campesinos y
los citadinos, los que también reivindican el municipio libre. Si se
hubiera legislado y se hubieran modificado las políticas públicas
según lo acordado en San Andrés, los municipios autónomos zapatistas podrían haber iniciado una ruta hacia la institucionalización.
Sin embargo, lo que les dio visibilidad y presencia pública en 1998
fue la traición del gobierno a la palabra empeñada y la intensificación de la guerra: la masacre de Acteal y su secuela de millares
de refugiados en el municipio de Chenalhó; el estrechamiento del
cerco y las incursiones militares contra las comunidades; el des-
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pliegue y multiplicación de los grupos paramilitares y la ofensiva
del gobierno estatal y federal contra los municipios rebeldes (Burguete, 2002: 122).
La municipalidad zapatista opera por medio de órganos gubernamentales denominados Consejos Autónomos,6
los cuales
tienen la responsabilidad de velar por el desarrollo de los proyectos
de bienestar, salud, tierra y educación a favor de las comunidades.
Asimismo, su integración consta de representantes pertenecientes
a cada región autónoma. También existen otras funciones históricas; por ejemplo, la ayuda a las oleadas de refugiados y perseguidos e incluso la defensa de aquellas víctimas del paramilitarismo
chiapaneco, sin importar de qué comunidad sean originarias.
Los marez y las comunidades en conjunto forman el tercer nivel representativo: las Juntas de Buen Gobierno,7
que son la forma
de gobierno que han decidido construir las comunidades para articular de manera horizontal las decisiones de lo local y lo regional
con lo comunitario, emitiéndose un despliegue de mando autónomo, aun con respecto al Comité Clandestino Revolucionario del
ez. En palabras de Marcos:
El ezln habla por los de abajo, por los gobernados, por los pueblos
zapatistas que son su corazón y su sangre, su pensamiento y su camino. Nosotros estaremos pendientes de defenderlos, que para eso
somos el Ejército Zapatista, el Votán-Zapata, el guardián y corazón
del pueblo. Así que desde ahora ya no seré vocero de los municipios autónomos rebeldes zapatistas. Ellos ya tienen quien hable, y
bien, por ellos. En mi carácter de mando militar de las tropas za6 También debe señalarse que los Consejos Autónomos tienen como finalidad denotar la
autosuficiencia, autodesarrollo, compromiso con el entorno y con la colectividad. Consúltese Jorge Fuentes Morúa, “La larga marcha hacia la autogestión indígena”, en Guillermo Michel (coord.), Caminos del zapatismo: resistencia y liberación, México, Redez, 2005,
pp. 58-59.
7 Según Miguel A. Ramírez, las Juntas del Buen Gobierno han constituido un paso importante para el proyecto autonómico zapatista, porque la creación de estas instancias de
mando-obediencia ha respondido a la necesidad de satisfacer la representación y la organización concreta de cada uno de los niveles del autogobierno comunitario que hacía falta
en etapas anteriores del zapatismo. Véase el texto de este autor, La autonomía y La Otra
Campaña van. El movimiento Zapatista y sus impactos en la transición procedimental de la
democracia y cambio social, México, Ediciones Palabra y Utopía, 2008.
Formas de autogobierno comunitario
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patistas, les comunico que, a partir de ahora, los Consejos Autónomos no podrán recurrir a las fuerzas milicianas para las labores de
gobierno. Deberán… esforzarse en hacer como deben hacer todos
los buenos gobiernos, es decir, recurrir a la razón y no a la fuerza
para gobernar (Subcomandante I. Marcos, 2003a).
Las Juntas del Buen Gobierno, a pesar de la pobreza extrema
y las limitantes políticas de los primeros años, demostraron ser
impulsoras de áreas y problemáticas a las que, con la entrada de las
corrientes neoliberales al Estado moderno, las instituciones mexicanas dejaron de asistir en beneficio de la sociedad. Para tratar de
contrarrestar lo anterior, los zapatistas han generado sus propias
soluciones, en las que la salud, la educación y el trabajo son piezas
fundamentales en la toma de decisión comunitaria. Por ejemplo:
En el terreno de la salud, cientos de promotores y promotoras se
preparan en anatomía, fisiología y sintomatología, en tratamientos
y, sobre todo, en medicina preventiva y colectiva. Hay talleres de
vacunación que atienden enfermedades parasitarias y respiratorias; casas de salud comunitarias provistas de botiquines con las
medicinas básicas, tanto de patente como herbolaria. Existe una
clínica-hospital con quirófano, consultorio dental, laboratorio de
análisis clínicos, un área de oftalmología y otra de ginecología,
laboratorio de herbolaria, farmacia y cuartos de hospitalización.
También están las clínicas municipales —una con consultorio
dental, laboratorio de análisis clínicos y ambulancia— que ofrecen consulta gratuita y, cuando hay, la medicina también es gratis.
Cuentan con un laboratorio de herbolaria y casa de alimentos conservados, para mujeres yerberas, hueseras y parteras capacitadas
(Martínez Veloz, 2009).8
Las políticas estructuradas en los marez y las bases de apoyo
son impulsadas por las Juntas del Buen Gobierno, no sólo orientándolas a los rubros de la salud, sino a plantear alternativas con
respecto a otras carencias en la vida al interior de las comunidades
en resistencia, tales como:
8 Los datos mencionados, fueron extraídos de la siguiente fuente periodística: Jaime Martínez Veloz, “ezln: primer sexenio de Las Juntas de Buen Gobierno”, La Jornada, 31 de julio
de 2009. Disponible en: http://www.jonada.unam.mx/2009/07/31/index.php?section=opinion&article=016a1pol
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En el campo de la educación, cientos de delegados y promotores
y promotoras de educación, en centros de capacitación, donde
se estudia producción, educación, política, artística, cultura, lectura-escritura, salud, deportes, matemáticas, historia e idiomas
(español y lengua indígena materna), materias elaboradas por
educadores y educadoras de los municipios autónomos rebeldes
zapatistas (marez), más de 200 escuelas comunitarias en resistencia; más de 10 secundarias, donde se estudia lenguaje y comunicación, matemáticas, ciencias sociales, ciencias naturales, humanismo (filosofía del zapatismo), lengua materna y producción, y como
parte de la graduación se hacen tareas de agroecología, educación
en primarias, apoyo a oficinas de comercialización, trabajo en farmacias. En el área productiva se crearon bodegas de abastecimiento que atienden cientos de tienditas comunitarias, zapatistas y no
zapatistas; cooperativas autónomas de café orgánico, bordados, artesanías; talleres de tecnología en zapatería; se creó una casa editorial: Ediciones Autónomas en Rebeldía, con publicaciones propias;
un sistema de medios de comunicación autónomo, con estación de
radio regional transmitiendo en la frecuencia de 6.0 megahertz en
la banda de los 49 metros de onda corta, Radio Insurgente, la voz
de los sin voz. Voz oficial del ezln, cuya programación abarca temas de salud, educación autónoma, derechos y trabajo colectivo de
las mujeres, cuentos para niñas y niños, campañas contra el alcoholismo, comunicados del ezln, audioteatros sobre la resistencia
y la autonomía, barra de noticias que se escucha en Guatemala, el
Salvador, Nicaragua y el resto de Centroamérica (Martínez Veloz,
2009).
Entonces, las Juntas del Buen Gobierno, como forma de mando, imprimen una dinámica de defensa del proceso autonómico
zapatista, el cual consiste en implementar mecanismos de ejercicio democrático como “el asambleísmo, la rotatividad, la destitución de cargos y la deliberación colectiva”9
en niveles no sólo hacia
adentro de los pueblos zapatistas, sino además en la articulación
decisoria entre los cientos de familias que integran los marez, al
9
Tales mecanismos y dinámicas comparten determinados rasgos con la lógica comunitaria
de los pueblos indígenas en Bolivia y otros lugares en Latinoamerindia.
Formas de autogobierno comunitario
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sumárseles las jbg10 y los Caracoles, que dan vida a la movilización
de los herederos del Votán-Zapata en el sureste mexicano.
Los antecedentes de las jbg y los Caracoles son los órganos
políticos llamados Aguascalientes, cuya función era enlazar a la
sociedad civil con el ezln por medio del diálogo. Desde 1994, con
la creación del primer Aguascalientes llamado “Guadalupe Tepeyac”, a 2005, puede decirse que hubo una reorganización geopolítica e institucional de los entramados políticos zapatistas. Fue un
proceso que no se dio de la noche a la mañana, sino una transición
interna basada en el ensayo/ error, pero también en las respuestas
políticas de algunos sectores de la esfera civil hacia el zapatismo.
Debe recordarse que la forma de gobierno por la que han optado los zapatistas no plantea un funcionamiento profesional del
mando en términos del liberalismo moderno. Al contrario, quienes ocupan los cargos lo hacen de manera gratuita y además sujetos al trabajo comunitario, de la misma forma en que la supervisión cotidiana de las bases colectivas está presente para ser la voz
y el eco de la reciprocidad entre representación y participación.
Además, ningún miembro de la comunidad está exento, o debe
estarlo, de la responsabilidad de asumir un cargo político en el
transcurso de su vida. Esta situación es reproducida en cada una
de las jbg, con sus respectivos nombres, que son:
La Junta de Buen Gobierno Selva Fronteriza (que abarca desde Marqués de Comillas, la región de Montes Azules, y todos los municipios fronterizos con Guatemala hasta Tapachula), se llama “Hacia la Esperanza”, y agrupa a los municipios
autónomos de General Emiliano Zapata, San Pedro de Michoacán, Libertad de los Pueblos Mayas, Tierra y Libertad; La Junta
de Buen Gobierno Tzots Choj (que abarca parte de los territorios
donde se encuentran los municipios gubernamentales de Ocosingo, Altamirano, Chanal, Oxchuc, Huixtán, Chilón, Teopisca,
Amatenango del Valle), se llama “Corazón del Arcoíris de la Esperanza” (en lengua: Yot’an te xojobil yu’un te smaliyel) y agrupa a los municipios autónomos de 17 de Noviembre, Primero de
Enero, Ernesto Che Guevara, Olga Isabel, Lucio Cabañas, Miguel
10 Abreviación de Juntas del Buen Gobierno.
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Hidalgo, Vicente Guerrero; La Junta de Buen Gobierno Selva
Tzeltal (que abarca parte de los territorios donde se encuentra el
municipio gubernamental de Ocosingo), se llama “El Camino del
Futuro” (en lengua: Te s’belal lixambael) y agrupa a los municipios
autónomos de Francisco Gómez, San Manuel, Francisco Villa, y
Ricardo Flores Magón; La Junta de Buen Gobierno Zona Norte
de Chiapas (que abarca parte de los territorios en donde se encuentran los municipios gubernamentales del norte de Chiapas,
desde Palenque hasta Amatán), se llama “Nueva Semilla Que Va a
Producir” (en tzeltal yach’il ts’ unibil te yax bat’p´oluc; y en chol:
Tsi Jiba Pakabal Micajel Polel) y agrupa a los municipios autónomos de Vicente Guerrero, Del Trabajo, La Montaña, San José en
Rebeldía, La Paz, Benito Juárez, Francisco Villa, y por último; La
Junta de Buen Gobierno Altos de Chiapas (que abarca parte de
los territorios donde se encuentran los municipios gubernamentales de los Altos de Chiapas y se extiende hasta Chiapa de Corzo,
Tuxtla Gutiérrez, Berriozábal Ocozocuautla y Cintalapa), se llama “Corazón Céntrico de los Zapatistas Delante del Mundo” (en
lengua: Ta olol yoon zapatista tas tuk’il sat yelob sjunul balumil),
y agrupa a los municipios autónomos de San Andrés Sakamchén
de los Pobres, San Juan de la Libertad, San Pedro Polhó, Santa
Catarina, Magdalena de la Paz, 16 de Febrero, y San Juan Apóstol
Cancuc (Marcos, subcomandante I., 2003).
Las jbg tienen un vínculo íntimo con los Caracoles; al igual
que se complementan entre sí, nacen de la mano y comparten la
organización de la representatividad junto con otros pisos creados
con anterioridad por el entramado comunitario. Bien explica Gloria Muñoz Ramírez:
Con la inauguración de los Caracoles y las Juntas de Buen
Gobierno no se cerró (¿o se abrió?) un ciclo iniciado siete meses
atrás, el primero de enero de 2003, cuando en la ciudad de San
Cristóbal de las Casas, la Comandancia General del Ejército Zapatista dio a conocer su postura frente al poder político nacional, su
decisión de hacer realidad los Acuerdos de San Andrés, que traicionaron los tres poderes de la nación, y su plan de seguir tejiendo re-
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des con las luchas y resistencias que encabezan otros pueblos, tanto
de México como de otras partes del Mundo (Muñoz, 2003: 252).
Debe comprenderse a los Caracoles como los espacios y territorios en donde se desempeñan las jbg; por lo tanto, son el nivel
que materializa el imaginario democrático en el que se enlaza la
representación de la comunidad y la obediencia de las autoridades
para hacer cumplir los proyectos sociales de la misma colectividad.
Pablo González Casanova conceptualiza los Caracoles como
aquel
nuevo estilo de ejercer el poder de comunidades entramadas en la
resistencia y para la resistencia, en que sus comandantes se someten a las comunidades para construir y aplicar las líneas de lucha
y organización, sin que por eso dejen de decir su palabra ni unos
ni otras, pero siempre con respeto a la autonomía y dignidad de
personas y pueblos, que ven en cualquier actitud paternalista y en
cualquier generosidad humanitaria no sólo algo parecido a las acciones cívicas de los enemigos sino a las acciones equivocadas de
los amigos, hermanos y compañeros que no han comprendido la
importancia que tiene la solidaridad (González Casanova, 2003).11
Los Caracoles combinan e integran en la práctica la construcción del poder realizada por las redes de pueblos autónomos y la
integración de órganos de poder como autogobiernos, en los que
hay una lucha por plasmar una alternativa que sea capaz de trascender la municipalidad impuesta por la lógica de lo estatal-nacional, de tal manera que fomente la creación de municipios autónomos rebeldes que fortalezcan la potencialidad de resistencia de
los pueblos y su capacidad de creación de un sistema alternativo.
Ambas políticas, de construcción y de integración del poder, se dimensionan a partir de su identidad y con el imaginario que vincula lo comunitario con el territorio. Así, se fomenta “una política de
resistencia y de creación de comunidades y redes de comunidades
11 El autor sugiere comprender a los Caracoles como la concreción que interrelaciona la
idea de poder colectivo con la de territorialidad y la forma de hacer comunidad. Para saber más, véase Pablo González Casanova, “Los caracoles zapatistas. Redes de resistencia
y autonomía (ensayo de interpretación)”, 2003. Disponible en: http://www.jornada.unam.
mx/2003/09/26/per-texto.html
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que hagan del fortalecimiento de la democracia, de la dignidad y
de la autonomía la base de cualquier proyecto de lucha” (González
Casanova, 2003).
2. Prácticas y mecanismos de representación
La tarea de los zapatistas en su práctica democrática ha sido abarcar a los cientos de familias que conforman desde cada uno de los
niveles organizativos y bases sociales, hasta los diferentes cargos
y rincones decisorios, en los que los sujetos zapatistas participan
de manera constante y mediante una relación directa entre representantes y representados. Por ejemplo, pueden observarse una
serie de prácticas sociopolíticas que imprimen a las comunidades
del sureste rebelde chiapaneco una condición democratizadora a su autodeterminación. Tal reproducción de praxis política
tiene su fundamento en la concreción de valores éticos y en la
articulación de la idea de cooperación solidaria con la de participación. Por lo tanto, el asambleísmo, el consenso, la distribución equitativa de responsabilidades, la rotatividad y alternancia
de autoridades, junto con el trabajo colectivo, son los rasgos que
hacen funcionar la dinámica de estructuración de la politización
del zapatismo. Por ejemplo, el asambleísmo zapatista puede leerse como una “forma de diálogo. Habla la autoridad para anunciar
la razón de la reunión. Puede iniciar su anuncio, `oj kal awab `yex
chab` ´oxe kúmal, les voy a decir, ustedes escucharán algunas palabras. Siguen las palabras que explican la razón de la asamblea.
Al haberlas escuchado, responde la comunidad” (Lenkersdorf,
2008: 75).
Si bien esta práctica puede rastrearse siglos atrás en el modelo
ateniense, en la realidad del sureste chiapaneco, y por parte de los
rebeldes herederos de Votán-Zapata, se recodifica en clave amerindia, como una actividad deliberativa que permite discutir los
asuntos que involucran a la totalidad social en la toma de decisión;
sólo que a diferencia de los atenienses clásicos, éstos han extendido el espacio y tiempo de la asamblea a cada rincón, sin excluir
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a ningún habitante de la comunidad de la participación política
en ella.
Debe considerarse que la sociedad griega ateniense era clasista,
sexista y racista, por lo que el papel de las mujeres en el asambleísmo dependía de las figuras masculinas de autoridad. En contrasentido a este modelo democrático directo, el zapatismo plantea
un tipo de asamblea en el que su construcción se desarrolla a cargo de sujetos plurales, con una visión del mundo y del cosmos que
pone en diálogo a la humanidad con la naturaleza.
Lo anterior conlleva la necesidad de generar acuerdos intersubjetivamente en un sentido más incluyente, en el que las diferentes voces integrantes de la comunidad sean escuchadas para
hacer vivir el nosotros comunitario. Esto se denomina “consenso”,
una vía política que no trata de marginar ni someter a la minoría
a la regla de la mayoría. Por el contrario, “hay una multitud de
opiniones que se intercambian y no coinciden. Hay un hablar y
escuchar entre todos los asambleístas. Cada uno quiere hacer su
proposición y escuchar cómo lo entienden los otros y qué dicen
ellos” (Lenkersdorf, 2008: 75), con el fin de superar el disenso por
medios dialógicos.
Por esa razón, las autoridades comunitarias se eligen de manera consensual y con mecanismos que sujetan a los representantes
a la voluntad colectiva. Esto se apoya en la distribución equitativa
de responsabilidades, la rotatividad y la alternancia de las autoridades como mecanismos para regular el abuso de poder en los
municipios, localidades, relaciones interfamiliares e, incluso, en el
establecimiento de la justicia entre las comunidades.
Entonces, puede decirse que el valor del trabajo y los sistemas de elección de los representantes adquieren una dimensión
colectiva, al convertirse tanto en el medio como en el fin para
conseguir el bienestar común. Cualquier persona que quiera
ser autoridad debe tener una trayectoria basada en su labor cotidiana en las milpas, frijoleras, los potreros y, en general, las
actividades de subsistencia propias de la comunidad; o por lo menos, antes de esto, nadie puede ser tomado en cuenta para ocupar
un cargo de representación popular.
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El komon `a` tel (trabajo colectivo en tojolabal) puede presentarse en los siguientes casos:
El trabajo de los comuneros en un proyecto particular de la comunidad; el trabajo de familiares y vecinos en la milpa de uno de
ellos. Así se ayudan mutuamente uno tras otro, y el trabajo de los
comuneros que han colectivizado sus milpas y, de este modo y a
la vez, se preocupan por el bienestar de todos y cada unos de sus
socios (Lenkersdorf, 2004: 206).
Una vez que es elegido un compañero de la comunidad para
hacerse responsable de los asuntos comunes, tiene la tarea de obedecer las exigencias y materializar las decisiones tomadas en las
asambleas. Si sucede lo contrario, se aplica la revocación de mandato y se propone por vías asambleístas la sustitución por otro
compañero que tenga mejor disponibilidad para servir y que haya
demostrado honradez y eticidad en su labor cotidiana. Por esta
razón, los periodos de gobierno son limitados; pero, sobre todo,
tienden a fomentar la rotatividad para evitar la formación de una
clase monopolizadora del control de las relaciones políticas.
No hay que olvidar que la construcción de proyectos autónomos en las poblaciones indígenas asocia lo democrático con los
trabajos colectivos porque, como bien expresa Lenkersdorf:
otro es el pensamiento… los comuneros se consideran libres por
no preocuparse, principalmente de sus intereses individuales, sino
por dedicarse al fomento de sus hermanas y hermanos. Este pensamiento presupone otro principio de organización social: el bien
común es la base de bienestar de todos y cada uno… (Lenkersdorf,
2004: 207).
Cabe señalar que la dinámica de las prácticas democráticas
zapatistas puede rastrearse muchos siglos atrás en las sociedades mesoamerindias y, con el paso del tiempo, ha ido reactualizándose. Un ejemplo es “la república de indios en el siglo xvi”
(Lenkersdorf, 2010: 225-228), en la que algunos pueblos de Chiapas desarrollaron el sistema de cargos para hacer una distribución
equitativa de los recursos comunitarios, a pesar de la dominación
Formas de autogobierno comunitario
446
y presión de los cabildos implantados por las instituciones de la
Nueva España.
El aprendizaje político rebelde y la “Escuelita Zapatista”
La Escuelita Zapatista se desarrolló a lo largo del año pasado y los
primeros días del presente en las instalaciones de la Unitierra en
San Cristóbal de las Casas, al igual que en las distintas comunidades zapatistas del sureste de Chiapas. Fue impartido el primer
grado del curso titulado “La libertad según l@s zapatistas” durante
los siguientes tres periodos: el primero abarcó del 12 al 16 de agosto de 2013; el segundo se llevó a cabo del 25 al 29 de diciembre de
2013 y, el tercero del 3 al 7 de enero de 2014.12
Este evento, lejos de ser un encuentro puramente intelectual
o un escenario para escuchar hablar a algunos de los dirigentes y
académicos de las izquierdas autodenominadas críticas y antisistémicas, fue planteado, más bien, como una iniciativa de diálogo e
intercambio de experiencias y aprendizajes o desaprendizajes políticos entre los compañeros de las bases zapatistas pertenecientes
a cada uno de los cinco Caracoles y a una variedad amplia de invitados provenientes tanto de México, como del resto del planeta
Tierra.
“La Escuelita Zapatista”, más allá de ser un espacio rebelde de
producción de conocimiento, significó, en sí misma, una expresión democrática de los saberes y anhelos que surgen en la lucha
social y que, a lo largo del tiempo, han sido hilvanados a consecuencia de la histórica alianza entre pueblos indígenas, sujetos
mestizos e izquierdas latinoamericanas. Por eso, el reglamento del
primer día de “La Escuelita Zapatista” es el de “cumplir todos los
días…”, refiriéndose así a que precisamente el tema de la disciplina
es una condición política y social necesaria para poder construir
12 Hubo otros eventos que acompañaron tanto antes como después el proceso de “La Escuelita Zapatista”. Por lo tanto, debe consultarse el siguiente enlace para cualquier aclaración,
calendarización y detalles de las fechas: Moisés, subcomandante I., “Nuevas fechas para la
Escuelita Información de videoconferencias y otras cosas”, 2013. Disponible en: http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2013/07/18/nuevas-fechas-para-la-escuelita-informacion-de-videoconferencias-y-de-otras-cosas/
La democracia desde la práctica zapatista
447
la autonomía como un proceso educativo y democrático, es decir,
no es una decisión impuesta, sino más bien de autoconciencia.
Esta idea refuerza el postulado de “atribuir a la escolarización la
función de transformar la sociedad y la mentalidad, la identidad y
la conciencia etnonacional” (Baronnet, 2012: 37).
Debe señalarse que “La Escuelita Zapatista”, como parte integral del proyecto histórico y político del neozapatismo, representa
una suerte de respuesta desde la propia práctica a los análisis e
investigaciones que se hacen en los burós universitarios de aquellas instituciones de estudios superiores y posgrados en Francia,
Estados Unidos, España y otros tantos países de América Latina
y, en general, del mundo entero. Por ejemplo, los zapatistas no
necesitan que un sociólogo francés, como el internacionalmente
conocido Yvon Le Bot, a pesar de la importancia de su trabajo, les
diga qué es o no es su movimiento y sus correspondientes procesos políticos.
Con “La Escuelita Zapatista”, el zapatismo recordó a la sociedad civil nacional e internacional que la lucha social es un proceso
de aprendizaje político. Es decir, que aquella sociedad que no se
conoce a sí misma, con grandes dificultades puede generar sus
propias formas de organización colectiva. Por eso, es importante
que las distintas clases, sectores y grupos con una condición subalterna tengan un conocimiento profundo de sus respectivos modos de organizarse, exponer sus repertorios, estrategias, tácticas,
prácticas y, sobre todo, que puedan analizar, entender y asimilar
las coyunturas para así, plantear en conjunto una ruta democrática de reformar o incluso, en casos como el mexicano, transformar
de raíz las estructuras, las instituciones y redefinir las relaciones
estatales.
Por lo tanto, en este sentido la idea de “La Escuelita” no fue una
escuela de cuadros militantes del ezln ni tampoco un honoris causa para académicos de izquierda; ni mucho menos fue convertir
en revolucionarios zapatistas en automático a quienes tienen otros
tipos de experiencia social y política en México, América Latina y
el resto del planeta Tierra. Más bien, “La Escuelita” fue una especie
Formas de autogobierno comunitario
448
de encuentro entre el decir de los dirigentes y el quehacer de las
bases sociales, producidos bajo la lógica del mandar-obedeciendo.
Estas relaciones de mando-obediencia hacen que, mediante
mecanismos y prácticas, las bases sociales puedan regular y sujetar la voz de quienes, en un momento dado, son representantes
u ocupan un cargo comunitario. Aquí los rebeldes tienen mucho
que decir, incluso más que sus propios mandos superiores. Precisamente, en “La Escuelita Zapatista”, los distintos intelectuales,
académicos, estudiantes, líderes de organizaciones sindicales y
otros simpatizantes del “abajo y a la izquierda” entraron como
alumnos. La idea consistió en cambiar la figura del gran sabio,
del líder soberbio, por la humildad y la paciencia, además de propiciar la valoración del otro como compañero de la lucha social.
A cada uno de los participantes de “La Escuelita Zapatista”
se les asignó un “votán o votana”, es decir, un guardián y apoyo
solidario, con la finalidad de hacer de la actividad de estudio un
proceso colectivo y de intercambio de experiencias sociales. Incluso, podía verse a intelectuales de la talla de Paulina Fernández
Christlieb, Pablo González Casanova, Adolfo Gilly, Raquel Gutiérrez Aguilar, Fernanda Navarro, Raúl Zibechi y Carlos Antonio
Aguirre Rojas, entre otros académicos, estudiar con sus correspondientes votanes en una condición de iguales. Este aprendizaje
significó no sólo comprender aquello que no se enseña por lo regular en las universidades y posgrados, sino también un esfuerzo
para desaprender ciertas prácticas soberbias en la generación de
conocimientos en las ciencias humanas.
A manera de síntesis, “La Escuelita Zapatista, muy otra, pero
muy otra”, como dijo el comandante Tacho, es un modo de hacer
y practicar las relaciones de mando-obediencia en un proceso de
aprendizaje democrático, abierto y en diálogo, que se trabaja en la
cotidianidad de lo colectivo. En este sentido, la educación zapatista es un ejercicio democrático, porque discute y consensa qué tipo
de conocimiento es útil o no para el entramado comunitario. Aquí
es donde se hacen visibles los frutos de la resistencia durante años.
¿Cuáles son esos frutos? La dignidad, el autogobierno, la organización política de la autonomía, los esfuerzos por materializar su
La democracia desde la práctica zapatista
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proyecto político en México; y, sobre todo, que los subcomandantes (Marcos y Moisés) mantuvieron un silencioso respeto durante
los días de clase en “La Escuelita”, para permitir que hablaran los
compañeros de las bases zapatistas de su propio proceso y realidad
política.
3. Conclusiones: el papel de los zapatistas en la lucha por
la democracia actual
En conclusión, el movimiento zapatista o neozapatista,
desde su emergencia pública en 1994 contra el régimen priísta
hasta su lucha acompañada de un proyecto de izquierda con un
discurso antisistémico, se ha convertido, sin duda, en uno de los
pilares más importantes en la construcción de espacios democráticos de México durante las últimas décadas, porque dicha
experiencia pedagógica ha logrado, a pesar de la militarización,
la pobreza en sus comunidades y el desprestigio mediático, hacer un esfuerzo de practicar los derechos, la representación y la
participación democrática de forma directa, colectiva, autónoma
y consensuada en los territorios donde se organizan las comunidades con el ezln en los Caracoles, las Juntas del Buen Gobierno
y las Bases de Apoyo zapatistas.
Además, es importante señalar que los zapatistas han tenido
un papel de denuncia con la idea de que los derechos y la práctica
democrática de este país no pueden ser posibles si no se combaten antes las causas fundamentales de la exclusión (el racismo y
el clasismo), las desigualdades, la injusticia, la explotación y las
diferentes formas de opresión que, históricamente, han impedido
tanto al indígena como al resto de la sociedad mestiza mexicana
materializar su propio proyecto democrático de nación, basado en
la defensa de la soberanía y en la inclusión de toda la población
mexicana en la participación efectiva y la toma de decisiones del
país.
Por lo tanto, en sus esfuerzos significativos por plantear una
estrategia de democratización del país, los zapatistas han propuesto como alternativa la constitución de un sujeto democrático, a
Formas de autogobierno comunitario
450
partir de la articulación de aquellas clases, grupos y sectores históricamente subalternizados y excluidos por la modernidad capitalista, los procesos de construcción del proyecto estatal moderno e,
incluso, en últimas fechas, por la modernización producida por el
poder financiero. Sin embargo, a pesar de los importantes aportes
democráticos de los zapatistas, como la recuperación del valor de
la práctica directa de la representación y la participación, hay que
analizar otra serie de cuestiones y procesos actuales que no han
sido considerados aún, por lo menos, por los mismos zapatistas,
en los que la práctica no solamente se hace más difícil, sino que
también se complejiza en el conjunto de las relaciones de la sociedad mexicana en pleno siglo xxi.
Una de las cuestiones que el zapatismo ha enfrentado como
reto en la construcción democrática, además de la lucha contra
el régimen, el sistema político, los partidos y las instituciones que
han legitimado y permitido fraudes electorales, el abuso de poder y las prácticas corruptas, así como el ascenso de gobiernos
priístas, panistas y perredistas a nivel local, regional y nacional,
ha sido, también, la dificultad para interpretar la lógica real bajo
la cual se compone y construye la voluntad colectiva en una sociedad como la mexicana, que ha sido profundamente hundida en la
violencia sistemática, la fragmentación y la individualización de
sus relaciones sociales, contrarias a la reciprocidad y la complementariedad que pueden tener lugar, de manera más probable, en
los entramados comunitarios indígenas.
Asimismo, es importante mencionar que los zapatistas no han
podido plantear una estrategia de organización y una convocatoria de acción colectiva capaz de concentrar una fuerza política mayor que proyectos como el postulado por Andrés Manuel
López Obrador (AMLO). Desde una idea nacionalista y de reconstrucción de soberanía sin la transformación de raíz de las
condiciones neoliberales a las que ha sido sometido México, éste
llamó a la población mexicana a votar por él el 1° de julio de 2018.
El candidato del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena)
a la presidencia obtuvo la victoria con más de 53% de los votos,
superando al resto de los candidatos del pri, el pan, el prd y otros
La democracia desde la práctica zapatista
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partidos minoritarios. Las razones por las que la población votó
por AMLO son variadas y están relacionadas con la necesidad del
mexicano de sobrevivir a la acumulación de agravios, crisis económicas y despojos de derechos y recursos que han sustentado, de
alguna manera, la soberanía de la nación mexicana.
Pero también la sociedad mexicana se identificó con AMLO,
una figura caudillesca y presidencialista nacionalista y keynesiana, asociada con ciertos elementos discursivos de una izquierda
mestiza sistémica, porque, en el fondo, los pueblos indios en este
país no han dejado de ser identificados como menores de edad y
como sujetos incapaces de luchar por su propio proyecto político.
La razón de la exclusión del indio en la sociedad nacional, se debe,
en gran parte, a que todavía persisten patrones coloniales, racistas
y clasistas en la cultura y la mentalidad del mexicano, que hacen
que rechace el proyecto y las distintas maneras de manifestar la
indianidad.
Por ello, hay que explicar que la sociedad mexicana prefiere a
un líder carismático que habla sobre los indígenas desde su capital
intelectual mestizo, pero que no busca dar centralidad política a
los indios como sujetos de su proyecto; al contrario, el indio tiene
lugar en su idea de nación en función de la capacidad que tenga
para adaptarse y renunciar aquellos elementos que lo constituyan
de manera autónoma como su propio sujeto. Por eso, en términos
ideológicos y culturales, la sociedad mexicana e incluso la izquierda, no han logrado superar o resolver los elementos racistas y clasistas en sus relaciones sociales y políticas, no sólo con los pueblos
indígenas, sino también al interior de la propia sociedad mestiza.
Por ejemplo, más allá del debate sobre si el gobierno de López
Obrador es de izquierda o no, los zapatistas tienen que entender
la complejidad de la correlación de fuerzas que desempeñan este
tipo de progresismos neoliberales y la postura de éstos en el contexto nacional e internacional de la pandemia de Covid-19. Por
un lado, los rebeldes tienen que replantearse su estrategia política
y social en los márgenes de la hegemonía que se encuentra en disputa a nivel global y de la economía política que se reorganiza con
base en el valor de intercambio que genera el Big Data, la inteli-
Formas de autogobierno comunitario
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gencia artificial y el conocimiento e información relacionados con
el virus u otras amenazas biológicas.
Por otra parte, los zapatistas tienen que hacer un cálculo político a nivel nacional frente al clima ideológico del actual contexto
en el que prácticamente cualquier crítica, subversión y denuncia
sobre el gobierno de AMLO es visualizada como una postura golpista, conservadora y de derecha. Hay que señalar, precisamente, que un número importante de casos de los autoritarismos en
América Latina han llegado democráticamente y que en la actualidad, en el contexto de la pandemia, se vive una tendencia hacia el
establecimiento de medidas y políticas que afectan la libertad individual y colectiva, y que gobiernos supuestamente de izquierda,
como el ejercido por López Obrador, no han tenido una postura
crítica frente a ello.
Por ello, finalmente, los neozapatistas tienen que repensar su
papel y estrategia en la lucha por la democracia en los tiempos
actuales, en los que el común denominador de la población mexicana identifica a dicho proceso más con el gasto del presupuesto
nacional para enriquecer a los grupos de poder que con un horizonte de representación y participación colectiva y solidaria. En
este sentido, es importante mencionar que los zapatistas, a pesar
del panorama apocalíptico y desolador, expresan una resistencia
que se opone a la pérdida de los fragmentos de soberanía y que
todavía pueden ser rescatados y no ser vendidos al mercado internacional del despojo de las grandes potencias de Europa y Asia,
entre otros países, con empresas e instituciones trasnacionales que
participan a nivel global. Además, su lucha es contra el ciberleviatán que se ha producido a lo largo de estos años y que ahora, con
la pandemia, legitima con pasos firmes su autoritarismo global.