Comunas rurales y urbanas: potencialidades y límites de la experiencia de autonomía del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (mst)1
Alexander Maximilian Hilsenbeck Filho2
Luciana Henrique da Silva3
“La organización no puede ser una especie de Dios en la tierra. Toda
organización es un medio para alcanzar un fin. Cuando se convierte en
un fin en sí, tiende a perder el sentido. Y ahí surge el fetichismo de esas
personas que hablan de partido con “p” mayúscula, olvidando que éste
es un instrumento de la historia, que puede ser tanto un instrumento de
realización como todo lo contrario. Eso depende de la relación de fuerzas
entre clases sociales”.
Mauricio Tragtenberg
1
Texto traducido por Edith Espinosa.
2
Entre otras cosas, profesor de Ciencias Políticas y Cultura Brasileña en la Facultad Cásper
Líbero, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad Estatal de Campinas (con una tesis
sobre los dilemas y desafíos del mst), maestro en Ciencias Sociales por la Universidad
Estatal Paulista (con una disertación sobre la praxis del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional). Agradezco las charlas de tragos y goles con Paulo Albuquerque, Soraia Soriano,
Fabinho, Zé da Mata, entre otros ex integrantes e integrantes del mst que mucho ayudaron
a la comprensión del proceso de construcción y actual situación de la lucha por la tierra,
aun cuando la responsabilidad de eventuales y probables equívocos sea totalmente nuestra.
Correo electrónico: a.hilsenbeck@gmail.com
3
Posdoctorante en Ciencias Políticas por la Universidad Estadual de Campinas, asentada
en el Proyecto Emergente de Desarrollo Sustentable Milton Santos. Actualmente, imparte
clases en el curso de Ciencias Sociales de la Universidad Estatal de Mato Grosso do Sul.
Posee experiencia en educación del campo, cooperación, asociaciones y políticas públicas
para asentamientos rurales. Correo electrónico: lucianahds@gmail.com
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Autonomía e institucionalización de las luchas
Al hablar de “autonomía” englobamos un sinnúmero de experiencias que, a pesar del léxico común, denotan prácticas y contenidos
bien variados y distintos. En México, “autonomía” puede referirse
a comunidades y territorios autogobernados, mayoritariamente
indígenas y rurales, que rechazan las relaciones y loa servicios del
Estado, así como las elecciones parlamentarias del modelo democrático-burgués, ejerciendo otros modelos de justicia, seguridad,
educación, representación y salud. En Brasil, la actual trayectoria
de la autonomía en las luchas sociales —nada raro— sigue caminos distintos, propios del tipo de inserción de las luchas políticas,
económicas y sociales del país. Es cierto que las luchas no son modelos para ser copiados y que deben considerarse los contextos,
las geografías y los calendarios distintos en que se desarrollan; con
todo, tampoco significa limitarlas a contextos específicos o evitar
comparaciones entre experiencias diferentes, lo que impediría la
construcción de puentes teóricos y prácticos. Al reflejarnos en y
reflexionar sobre las experiencias autónomas de resistencia al sistema capitalista, ya sea en Brasil, Argentina, México o Kurdistán,
encontramos que la lucha por la autonomía se presenta como una
batalla para superar la explotación económica, la alienación cultural y la organización política heterogénea; se trata de luchas que
ocurren dentro y fuera del proceso de trabajo, que se desarrollan
en las principales experiencias de vida de la clase trabajadora.
En Brasil, desde la victoria electoral del Partido de los Trabajadores (pt), el gobierno federal observó por lo menos una década
de gran consenso entre las distintas clases sociales, lo que incluyó
a los movimientos sociales.4
Con todo, el intento de conciliación
4 Tal consenso tuvo su rompimiento más visible con las manifestaciones de junio y julio
de 2013, inicialmente de carácter más autónomo, por la reducción de las tarifas del transporte colectivo (para el análisis sobre las movilizaciones de junio y julio de 2013, véase el
dosier de la Revista Lutas Sociais, núm. 31. Disponible en: http://revistas.pucsp.br/index.
php/ls/issue/view/1313). No obstante, una muestra de las fisuras que ya se presentaban en
el campo de la izquierda puede ser vista en los primeros meses de 2013, con la lucha de los
asentados en Milton Santos que, para mantener la posesión de sus tierras, se enfrentaron al
gobierno federal de Dilma (pt), llegando a ocupar el Instituto del ex presidente Lula, hecho
que provocó que los asentados sufrieran duras críticas desde el ámbito gubernamental, incluso desde el propio mst. Para un relato más detallado de lo ocurrido en la lucha de Milton
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entre capital y trabajo mostró sus debilidades, verificándose un
incremento de luchas sociales y de huelgas por fuera de las estructuras organizativas de los sindicatos y los movimientos. Esa creciente insatisfacción culminó en las llamadas “jornadas de junio”
de 2013 y puso en evidencia ciertos límites de la conciliación entre
clases. Es importante considerar que la hegemonía ejercida por el
pt, sobre todo durante la gestión de Lula, implicó la convergencia
de ciertos elementos clásicos conceptualizados por Gramsci. Es
decir, no sólo se dio por la fuerza, sino también por el consentimiento, lo que, en este último caso, significa que tal sustentación
supuso utilizar tanto propaganda y disputas ideológicas, como
elementos materiales y la inserción en estructuras gubernamentales. Aun así, sería un error analítico y político responsabilizar de
tal situación solamente a la gestión petista, pues en mayor o menor medida éste es un hecho que puede observarse en otros países de América Latina, especialmente en aquellos con gobiernos
oriundos de “izquierda”. Creemos que se trata de una forma de
respuesta y de reorganización del Estado y el sistema capitalista,
siendo la movilización social y sus agentes una parte importante
de los protagonistas.5
En lo que concierne específicamente al mst,
eso sucedió, por ejemplo, con la convergencia de prácticas, intereses y acuerdos entre el movimiento, los poderes públicos y las
empresas del agronegocio (Hilsenbeck Filho, 2013).
Como ya fue apuntado por el colectivo Jóvenes en Resistencia
Alternativa y Bajo Tierra Ediciones en la presentación del libro
Autonomía y emancipaciones. América Latina en movimiento, de
Raúl Zibechi (2008), los movimientos sociales emancipatorios
padecen enormes limitaciones y contradicciones, sobre todo en
lo que respecta al tema del poder estatal y la relación de los movimientos con éste: “Sin embargo, esta tensa relación se ha complejizado y ha entrado en crisis, aún más si el poder se viste de
Santos, consúltese el capítulo del libro de Hilsenbeck Filho (2015), disponible en línea).
5 Las prácticas instituidas y las relaciones entre Estado, empresas y movimientos sociales
fueron bastante problematizadas por el Colectivo Passa Palavra. Véase, por ejemplo, Estado
e Movimentos Sociais (2012), disponible en: http://www.passapalavra.info/2012/02/52448)
y Entre o fogo e a panela: movimentos sociais e burocratização (2010), disponible en: http://
www.passapalavra.info/2010/08/27717
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izquierda, y enfrenta entre sí a derechas e izquierdas políticas, dejando a los movimientos en un escenario que no controlan y en
el que las simplificaciones políticas no son buenas compañeras”
(Zibechi, 2008: 12).
Como señalamos, los movimientos sociales no recorren trayectorias uniformes, ni en el sentido de la autonomización ni en
el camino inverso de mayor sujeción al Estado. Los caminos están
circunscritos a las correlaciones de fuerza existentes, a las coyunturas nacionales e internacionales y a los objetivos estratégicos
de las luchas emprendidas. Estas cuestiones tampoco siguen una
trayectoria lineal; por el contrario, acostumbran a tener avances,
retrocesos y recorridos elípticos en su caminar. Para Zibechi, tanto el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (mst)
como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (ezln), por
ejemplo, son movimientos antisistémicos que construyeron experiencias importantes de autogestión. Se puede afirmar que, en
ese camino, en algunos aspectos y en ciertos momentos de su
historia, ambos se distanciaron de algunas cuestiones. En especial, en el contexto de la campaña electoral de 2006, el ezln optó
por no apoyar a Andrés Manuel López Obrador del Partido de la
Revolución Democrática (prd), lanzando, como contrapartida,
la VI Declaración de la Selva Lacandona y La Otra Campaña. Con
éstas buscó profundizar la construcción de experiencias autónomas de autogobierno y autogestión que ya existían en sus territorios liberados, apartándose de la lucha política-electoral —lo
que también provocó un relativo aislamiento de los zapatistas
respecto a la izquierda política mexicana e internacional—, surgiendo los Caracoles y las Juntas de Buen Gobierno (Hilsenbeck
Filho, 2007; Brancaleone, 2015). Por su parte, desde sus orígenes,
el mst se constituyó ligando la lucha por el acceso y la conservación de la vida en la tierra a la lucha parlamentaria y electoral,
con la intención de obtener recursos e influir en las políticas públicas. La estrategia del mst —en consonancia con el Proyecto
Democrático Popular (pdp) y otras organizaciones como la Central Única de Trabajadores (cut) y el Partido de los Trabajadores
(pt)— consistía en: 1) construir un amplio movimiento popular
Comunas rurales y urbanas
309
que reuniera a “los millones de explotados e interesados en los
cambios de la sociedad” y 2) la acción de un Estado democrático y popular que fuera responsable de implementar esos cambios “con todo lo que representa de poder (Ejecutivo, Legislativo,
Judicial, seguridad y poder económico) y fuera el instrumento
fundamental de implementación de las propuestas”. Este Estado
debería ser diferente del actual “administrado democráticamente, con amplia participación de las masas y buscando siempre el
bien común” (Cuaderno de Formación, 1998: 27).
De esa forma, coincidimos con Galvão (2009: 11) cuando
afirma que:
Ese debate no puede ser traducido en términos dicotómicos, en
una polarización entre autonomía versus institucionalización.
Antes que nada es necesario explicar lo que se entiende por institucionalización. Ella comprende tanto la constitución de nuevas
instituciones (que tienden a la burocratización a medida que se
consolidan) como la participación en instituciones ya reconocidas
por el sistema político. En ese sentido, todo movimiento social crea
instituciones y/o se relaciona con las instituciones políticas existentes, aunque lo haga en formas y grados variados. El aspecto que
nos parece central es la discusión sobre la autonomía, para verificar si la relación con otras organizaciones y la participación en los
espacios institucionalizados de la política implica el abandono de
su plataforma reivindicativa y existe el riesgo de cooptación. Eso
no significa asociar automáticamente participación y cooptación.
La participación no es eficaz por sí misma, ni, de manera opuesta,
la causa de todos los males. Por otro lado, el rechazo a la participación no es sinónimo de sectarismo y aislamiento. Es necesario
evaluar la coyuntura en que se produce.
No es posible asociar inmediatamente participación con
cooptación o pérdida de autonomía. De hecho, si pensamos en
el mst y sus relaciones con el Estado y demás entidades políticas,
comprobaremos que sus tácticas y estrategias responden a determinadas coyunturas de gobiernos más o menos represivos, con
modos más o menos sutiles y eficaces de asimilación y recuperación de sus formas de lucha, a lo que corresponden cambios en las
políticas económicas y agrarias.
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310
Paradójicamente, la victoria de la estrategia del Proyecto Democrático Popular en 2002, con la elección de Luiz Inácio Lula da
Silva como presidente de Brasil, generó nuevos desafíos para la
organización del mst, porque los gobiernos del pt que le sucedieron intentaron modificar el sentido de la política sobre la reforma
agraria, enfatizando la necesidad de estructurar los asentamientos
ya existentes en detrimento de la creación de nuevos asentamientos. De este modo, se abría considerablemente la negociación para
discutir políticas públicas, convenios, acciones y programas destinados a las áreas de asentamiento, mientras recrudecía el diálogo
sobre las ocupaciones y los nuevos despojos de tierras.
Según el análisis de Soraia Soriano, ex dirigente del mst y entonces habitante de la Comuna de la Tierra Nueva Esperanza I, en
São José dos Campos (interior de São Paulo), el acuerdo con los
gobiernos del pt ya apuntaba a que las tácticas de las organizaciones de lucha en el campo habían llegado a un límite, dado que la
decisión tomada por el gobierno no fue a favor de los movimientos sociales del campo y su propuesta de reforma agraria. No se
avanzó en este punto ni con un gobierno de derecha ni con uno
izquierda. En su perspectiva,
Lo que está sucediendo hoy, para los movimientos sociales, es que
con el neoliberalismo, las conquistas sociales, o serán migajas o no
serán. Este análisis que al principio parece desmotivante, viene a
fortalecer una estrategia más a largo plazo, posibilitando un proceso de construcción más planeado y realista; sin embargo, parece también tener cierta ambigüedad y trae algunas consecuencias
para la forma de conducir este proceso bastante complicado (Soriano, 2007).
Aun así, una de las características antisistémicas de la estrategia del mst con relación al Estado tiene que ver con el hecho
de que no tiene por objetivo la toma del poder estatal, optando
por construir (por vías diversas) otras formas de sociabilidad,
muchas veces incentivadas por la acción directa y las prácticas
autonomistas, y procurando atender las demandas de sus bases
(simultáneamente con el hecho de oder ampliar las percepciones,
Comunas rurales y urbanas
311
las perspectivas sociales y las políticas de acampados, asentados y
militantes).
Es en tal sentido que en este trabajo analizaremos algunas experiencias desarrolladas por el mst para la construcción de autonomía y de formas políticas y de sociabilidad anticapitalistas,6
destacando las Comunas de la Tierra y las Comunas Urbanas. Así,
reflexionaremos sobre los avances, los obstáculos y los retrocesos
de tales proyectos, con la finalidad de que puedan servir como
elementos para una acumulación más amplia —en sus potencialidades y límites— de las luchas sociales de cuño emancipatorio,
pues las luchas no son propiedad de dirigentes, partidos o movimientos, y su memoria (es decir, sus contenidos y experiencias de
radicalidad) merece ser preservada a fin de mantener la posibilidad de que se desarrolle en luchas futuras, aunque lo haga en otras
geografías y calendarios.
Comunas de la tierra
A partir de 1990 en Brasil se intensificaron la reestructuración
productiva y las nuevas formas de acumulación flexible (que eliminaron muchos puestos de trabajo, sobre todo de operadores industriales, registrándose un recorte de 38.1% de los empleos formales entre 1990 y 1997); así se redujeron cuadros administrativos
y gerenciales y el sector terciario pasó a ser el principal empleador
de mano de obra urbana. En ese momento, a inicios de esta década, el mst vio la necesidad de fomentar el sistema cooperativista
de asentados, para incentivar y centralizar la organización de la
producción y de los créditos en los asentamientos rurales, como
una forma de garantizar la permanencia de los asentados en el
lote y la propia sobrevivencia del movimiento. Con este propósito se formó una estructura organizativa compleja que, en cierta
medida, reproducía la estructura organizativa del mst, es decir,
cooperativas de base en los asentamientos, vinculadas a cooperativas regionales que, a su vez, estaban incluidas en las coopera6
Basándonos en la discusión acumulada por el Grupo de Trabajo Clacso, “Anticapitalismos y sociabilidades emergentes”.
P ro cesos de l a reproducción colectiva
312
tivas estatales y en una instancia superior como organizaciones
nacionales, a través de la Confederación de las Cooperativas de
Reforma Agraria (Concrab) y la Asociación Nacional de Cooperación Agrícola (anca). En este contexto, la introducción de políticas de corte neoliberal en el país provocó la ampliación de la
base social potencial del mst, que intensificó el trabajo de base7
que ya se realizaba en las periferias de las ciudades. Éste consistía,
también, en intentar romper el aislamiento de las luchas del campo y en combatir ideológicamente el proceso de criminalización
desencadenado por el gobierno federal, inicialmente de Fernando
Collor de Mello y, luego, de Fernando Henrique Cardoso (FHC).
A diferencia de lo que sucedía en la década de 1980, muchos de
los trabajadores movilizados por el mst habían perdido su vínculo
con la tierra, o nunca lo construyeron, y no querían regresar al
campo. Por esta razón, se pensaron otras formas de organización,
pues en los asentamientos no todos se interesaban en la reforma
agraria. Entre estas iniciativas figura la creación del Movimiento
de los Trabajadores Sin Techo8
y de las Comunas de la Tierra y las
Comunas Urbanas.
La propuesta de las comunas de la tierra derivó del debate al
interior del mst, en un intento por imaginar formas alternativas a
los modelos de asentamiento ya existentes. Entre los principales
problemas encontrados en el modelo tradicional de los asentamientos estaban: la distancia de la ciudad, que se reflejaba en el
derrame de la producción —lo que impedía que ésta fuera vendida directamente a los consumidores— y en el acceso a servicios
básicos como salud y educación. A su vez, esto resultaba en mayor
dificultad de acompañamiento por los militantes del movimiento, que además de las actividades de organización interna de esas
áreas debían organizar la articulación externa, principalmente en
7 El trabajo de base consiste en conversaciones informales y reuniones realizadas por militantes para organizar a los interesados en un lote de Reforma Agraria para la ocupación.
También es realizado en los campamentos y asentamientos para difundir las líneas políticas
del mst. En este caso estamos utilizando la primera acepción del término.
8
El Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (mtst) fue creado con fuerte influencia
directa del mst en 1997, en el municipio de Campinas, estado de São Paulo. Para más información véase la tesis de Débora Goulart (2011), así como su texto en esta compilación.
Comunas rurales y urbanas
313
las ciudades. Por otro lado, la división y la construcción de viviendas en los lotes después de la regularización de la tierra por el
gobierno, también eran vistas como un obstáculo para la organización interna, pues propiciaba una tendencia al aislamiento y no
promovía la organización comunitaria. La infraestructura —electrificación, vías de circulación interna, abastecimiento de agua,
etc.— se volvía más difícil de garantizar para todos, debido a los
costos de implantación y las dificultades topográficas, entre otras,
lo que hizo que muchas veces los asentados buscaran soluciones
individuales a esos problemas.
Delwek Matheus, integrante de la dirección del mst e ideólogo
del proyecto de las comunas de la tierra, consideraba que éstas
no serían un modelo de asentamiento, sino más bien una concepción de la reforma agraria cuya perspectiva era superar los
modelos de asentamiento establecidos por el Estado a partir de
una lógica pautada en la autonomía política y económica de la
comunidad.
Según Sandro Barbosa de Oliveira (2013: 62-63):
El proyecto Comuna de la Tierra fue concebido a partir de las
luchas de los trabajadores por el control de la producción en un
intento por evitar la expansión del capital en el campo […] viabilizar una producción autónoma próxima a los centros urbanos y
resignificar la producción y la ocupación de asentamientos en una
concepción distinta de la que era entendida como rurubana. […]
Uno de sus objetivos era viabilizar el retorno y la inserción en el
campo de trabajadores decepcionados de la vida y el desempleo
en las periferias de las ciudades. Sólo que éste ya no era un retorno
a un campo totalmente ruralizado, sino inserto en el área urbana
como alternativa al desempleo.
En este caso, es notorio el origen de las familias, oriundas sobre
todo de los suburbios y las periferias de grandes ciudades; éstas
habitaban los centros urbanos en condiciones precarias de trabajo
y vivienda, siendo remotos sus orígenes rurales (Goldfarb, 2011).
Así, uno de los objetivos de las comunas de la tierra era posibilitar
el retorno de los trabajadores urbanos al campo; tal reinserción
sería una alternativa a la situación de desempleo o empleo preca-
P ro cesos de l a reproducción colectiva
314
rio y a las viviendas insalubres de las periferias y las calles de las
grandes ciudades.
La comuna de la tierra permitiría iniciar un proceso de “recampesinización” de la población. Por este motivo, poseería algunos elementos diferenciadores en relación con los asentamientos
antiguos, en los que se enfatizaba la valorización de la “comunidad”, buscando la construcción de un espacio social y político común. De este modo, la forma de propiedad de la tierra sería uno
de los elementos fundamentales, pues no estaría en posesión del
Estado, sino que, más bien, sería socializada (en grupos, comunidades o núcleos), esto es, en una forma comunitaria que promoviera la convivencia social y política de los asentados. De acuerdo
con Soriano (2007):
El significado y el contenido de esta estrategia local de organización y resistencia priorizan algunos elementos básicos, que son:
1) posibilitar la elevación del nivel de conciencia a través de luchas
concretas y de la organización de las familias, apuntando a la necesidad de un proyecto más consistente, que permita a las familias
permanecer en el medio rural después de la conquista de la tierra;
2) ampliar la participación de las familias en la planeación, la implementación y la decisión a partir de las necesidades colectivas; y
3) establecer un control político y geográfico, posibilitando que en
la fase de asentamiento el proyecto y la propuesta se consoliden de
facto, evitando el oportunismo de toda especie. Para eso, las familias son organizadas en núcleos y funcionan como una microrresistencia dentro del todo del asentamiento y de la organización.
A diferencia de los asentamientos tradicionales, en los que la
posesión de la tierra, esto es, la concesión real de uso del área, está
a nombre del propietario individual y la división se realiza en lotes
particulares, en el proyecto de las comunas de la tierra el área total
estaría a nombre de la entidad colectiva, es decir, se constituiría
como cooperativa o sociedad de producción, para procurar el desarrollo de bases asentadas en cooperación colectiva (Goldfarb,
2011).
La propuesta de la comuna de la tierra se presentaba como un
proyecto productivo de cooperación y preservación del medio
Comunas rurales y urbanas
315
ambiente a partir de comunidades de economía campesina cercanas a los grandes centros urbanos. Así, incluía la cuestión del modelo de producción, buscando una menor dependencia del Estado
y del modelo convencional, a través de otros modos de beneficiamiento, de industrialización de la producción y de la búsqueda
de nuevos mercados, por ejemplo, la producción orgánica (y en
cierta medida agroecológica), con el objetivo de volver menos dependientes del modelo tradicional de producción a los asentados,
con fuerte uso de insumos y fertilizantes agrícolas industriales.
De este modo, se optaría por la fertilización verde y medidas de
control de plagas, empleando elementos abundantes en la localidad, como ceniza, orina de vaca, entre otros, que, combinados
en determinada proporción, sirven como abono y previenen el
ataque de pequeños insectos, además de garantizar la autosustentación de plantas y semillas, incluyendo la generación de una
fuente de energía propia.
Por otro lado, esta concepción implicaba otras cuestiones polémicas, como la reducción del tamaño del lote sin considerar lo
establecido por el módulo fiscal.9
Esto se justifica en que se podía
atender a mayor cantidad de familias y en que, en tanto el asentamiento se encontraba cerca de los grandes centros, ello facilitaría
el flujo de la producción, generando mayor renta para los asentados en estos lugares que para aquellos que se encontraran alejados
de ciudades y centros urbanos.
Así, se enfatizaba mucho la relación del campo con la ciudad
estaba. La tarea de las comunas sería articular la lucha por la tierra con las demás luchas de la clase trabajadora, mientras que los
asentados, además de cultivar la tierra, tendrían que contribuir en
las huelgas y las luchas de los movimientos sociales urbanos que
tuvieran lugar cerca de su asentamiento. También se facilitaría el
acceso de otros sectores de la sociedad, como estudiantes y profe9 El módulo fiscal es determinado por el gobierno considerando la cantidad de tierra necesaria para garantizar la manutención de una familia e incluye determinados criterios
técnicos, entre ellos: fertilidad del suelo, disponibilidad de agua, distancia recorrida para
el flujo de la producción..
P ro cesos de l a reproducción colectiva
316
sores universitarios y de centros de investigación, quienes podrían
prestar servicios de asesoría y asistencia técnica.
En el proyecto de las comunas de la tierra del mst, a pesar de
todo, el Estado todavía tiene un papel central en el desarrollo
de los asentamientos, pues, según Delwek Matheus, existe necesidad de una serie de servicios fundamentales para el nuevo modelo tecnológico de la reforma agraria, por ejemplo, investigaciones
agropecuarias, asistencia técnica y de extensión rural.10
Después de la victoria presidencial de Lula se abrió la posibilidad de una mayor intervención del mst en algunas políticas
públicas destinadas a los asentamientos, principalmente porque,
de los 29 superintendentes regionales del Instituto Nacional de
Colonización y Reforma Agraria (incra) en los estados, nombrados por Miguel Rosseto (ministro del Desenvolvimiento Agrario)
al inicio del gobierno de Lula, 26 contaban con aval o ya habían
sido ligados a entidades del mst, la Pastoral y la Confederación
Nacional de Trabajadores de la Agricultura (Contag). La medida
buscaba mantener un canal de diálogo con el mst y disminuir las
tensiones en el campo.11
Conforme a Aly Júnior (2011: 294),
La discusión sobre los pds [Proyectos de Desarrollo Sustentable],
en este Estado [São Paulo], tuvo inicio con la demanda presentada por el mst luego del inicio de la gestión del gobierno de Lula,
en 2003. El Movimiento demandó que en la creación y desarrollo
de los asentamientos se trabajara una nueva concepción, que fuera
más allá de la producción en lotes individuales, que afirmara un
modelo que cuestionara el modelo de producción agrícola basado
10 Es un hecho que los problemas no terminan con la conquista formal de la tierra, al contrario, presentan un nuevo grado de desafíos y contradicciones, como destaca Soraia Soriano (2007): “Al entrar en la fase de asentamiento diversos problemas sociales y económicos
del medio rural, que antes eran secundarios, como vivienda, agua, luz, producción, educación, salud, créditos, proyecto de repartición de lotes, pasan a partir de entonces a ser
considerados prioridades inmediatas. Esto requiere, por parte de las familias asentadas del
mst un amplio debate interno sobre cómo organizar colectivamente todos estos aspectos,
canalizándolos hacia un modelo de asentamiento que ofrezca condiciones para garantizar
de facto la continuidad de las familias en el campo, en este momento de resistencia”.
11 Demétrio Weber, “Para Rosseto las indicaciones no van a acentuar conflictos”, Estado de
São Paulo, 9 de abril de 2003, p. A7.
Comunas rurales y urbanas
317
en la revolución verde (basado en monocultivos intensivos, insumos químicos y ahorrador de fuerza de trabajo) y que impactara
sobre el medio ambiente y los recursos naturales.
La experiencia de las comunas de la tierra o Proyectos de Desarrollo Sustentable como fueron denominados por el incra,
12 se
extendió especialmente en las regiones próximas a centros metropolitanos, como Grande São Paulo, Ribeirão Preto, Vale do
Paraíba y Campinas, sesultando en ocho Comunas de la Tierra,
localizadas estratégicamente cerca de las principales carreteras del
Estado de São Paulo: Anhanguera, Dom Pedro I, Bandeirantes,
Dutra (que une a São Paulo con Río de Janeiro).
Como vimos, además de las cuestiones de tipo económico una
de las diferencias de las comunas de la tierra es que su localización estratégica permitiría la rápida movilización de los asentados
y buscaría potencializar las relaciones sociales y de producción a
partir de bases más relacionadas con el comunitarismo, así como
propiciar el estrechamiento de vínculos de los asentados tanto con
la división más directiva y militante del mst, como con las otras
luchas sociales de la clase trabajadora, específicamente en el ámbito urbano.13 Luego, el proyecto de comunas de la tierra reuniría
12 Los pds fueron creados por la Ordenanza Interministerial núm. 1, del 24 de enero de
1999, del Ministerio de Desarrollo Agrario y el Ministerio del Medio Ambiente, a partir
de las demandas presentadas por el Consejo Nacional de los Seringueiros y otros movimientos sociales de la región amazónica que buscaban “compatibilizar el desarrollo de actividades productivas con la conservación de recursos naturales” (Aly Jr., 2011: 293). En
São Paulo, el incra utilizó la propuesta para atender las demandas del mst. Uno de los
elementos fundamentales de la propuesta consiste en la producción de alimentos mezclada
con la producción vegetal, por medio de la implantación de sistemas agroforestales (saf)
además del manejo de estas áreas para la extracción de esencias, óleos, maderas, palmito,
etcétera (julio de 2006).
13 De acuerdo con Soriano (2007), para comprender el cambio cualitativo que se dio en este
nuevo modelo de asentamiento denominado comuna de la tierra, es necesario describir
mínimamente cómo eran los antiguos asentamientos rurales, cómo estaban organizados y
cuál era la práctica de la militancia. El proceso natural de construcción de los asentamientos anteriores se daba a partir de la intervención del Estado; el incra llevaba preparado
un modelo de cada lote individual y su tamaño (cantidad de tierras para cada familia), sin
consultar ningún proyecto o ponerlo a debate con la comunidad asentada, lo que de por
sí conllevaba diversos problemas. En ese momento, inicio de la década de los noventa, el
mst aún no había formulado ningún tipo de proyecto específico con las familias, las cosas
sucedían espontáneamente y lo que ocurría era que, definidos los límites geográficos y
el proyecto por otros, las familias encontraban en la práctica, límites difícilmente supe-
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características (de modo distinto al de los asentamientos tradicionales), que intentaban construir espacios colectivos favorables
a sociabilidades emergentes que promovieran nuevas formas de
politización, organización y sociabilidad colectivas, reuniendo aspectos de lo urbano y lo rural en un mismo espacio.
Por lo tanto, para Delwek Matheus (2007), al interior del mst el
proyecto de comunas de la tierra se inserta en una concepción de
reforma agraria en disputa con otros proyectos relacionados con el
modelo de desarrollo económico y social en el país. Con todo, por
lo que apuntan las actuales estrategias políticas del propio mst, la
opción de posibles nuevas bases sociales colectivas y autónomas,
con posesión colectiva de la propiedad vía comunas de la tierra,
parece haber cedido espacio a una visión más pragmática de la
propiedad y el acceso a financiamientos públicos. Eso se puede
percibir en la declaración del dirigente nacional del movimiento,
Gilmar Mauro, quien señaló que el gobierno de Geraldo Alckmin
(psdb en el estado de São Paulo), estableció la mejor ley de tierras de Brasil, por permitir que los asentados contaran con una
“concesión” (en vez de “permiso”) de uso de la tierra, lo que daría
mayor seguridad para la transmisión hereditaria de la misma. En
el discurso del dirigente del mst cabe destacar que esta misma ley
(construida por el mst en contubernio con el gobierno estatal del
psdb, para beneficiar a cerca de 7 000 familias en todo el estado de
São Paulo) posibilitaría que otro miembro de la familia que resida
en el asentamiento accediera a créditos rurales y participara en
programas del gobierno.14El gobernador subrayó la evidente caída
del número de ocupaciones de tierra, gracias a las negociaciones
entre el gobierno y el movimiento: “São Paulo es tierra de la seguridad jurídica, fuimos de 125 invasiones a 25 el año pasado, redurables. Otro problema central era que el método de dirección y participación se daba de
forma centralizada en uno o dos liderazgos de masas, quienes realizaban diferentes debates
conforme la coyuntura inmediata. Sin embargo, iban a hacer lo mismo en otros lugares o
acumulaban diferentes tareas, lo que imposibilitaba su participación en la construcción de
un proyecto estratégico y de contenido.
14 Estadão, 14 de enero de 2016, “Líder do mst diz que São Paulo fez ‘melhor lei de terras’ e provoca Dilma a fazer o mesmo”. Disponible en: <http://m.politica.estadao.com.
br/noticias/geral,alckmin-sanciona-nova-lei-de-terras-e-diz-que-assentados-nao-tem-filiacao-partidaria,10000007076>.
Comunas rurales y urbanas
319
jimos en una quinta parte las ocupaciones. No son incompatibles
esas cosas, necesitamos tener un poco de paciencia, dialogar con
todas las partes” (Matheus, 2007).
Se percibe entonces que la asociación del mst con el gobierno
estatal del psdb se configura en una coyuntura de profunda disminución de las acciones de enfrentamiento directo por el derecho a
la propiedad, como son las ocupaciones. Además, como demuestran diversos estudios, ello permite la constitución de espacios
útiles para la experimentación de sociabilidades emergentes y antagónicas a las formas tradicionales de explotación, dominación
y opresión capitalista, racial, generacional y de género (Machado,
2009; Gonçalves, 2005). La politización en la fase de campamento
supone un “[…] periodo que se caracteriza principalmente por las
ocupaciones de latifundios como forma de presión política, fase
de objetivos comunes y de fuerte unidad y articulación con otras
organizaciones del campo y la ciudad”, en contraposición a la institucionalización de la “fase de asentamiento, en que las familias
pasan a ser reconocidas oficialmente por los órganos de gobierno,
periodo de extrema vulnerabilidad a la cooptación y el cambio de
proyectos” (Soriano, 2007).
Se evidencia, por lo tanto, una distinción entre —al menos—
dos momentos bien delimitados en la lucha del mst: 1) el de la
conquista de la tierra, pautado por la acción directa y la crítica a
la propiedad privada, que requiere estrechar la solidaridad para la
resistencia; y 2) el de la institucionalización de los asentamientos,
en que la lucha pasa a esferas de negociación que tienen lugar en
gabinetes y se caracteriza por garantizar la pequeña propiedad de
la tierra. Así, mientras en la fase de ocupación, “en la correlación
de fuerzas entre las clases sociales del campo, la burguesía agraria
y los movimientos sociales, la lucha es más radical y contundente, en esta nueva fase de asentamiento, la lucha se torna dispersa,
pulverizada, a pesar de que los actores sean los mismos” (Soriano,
2007). Ésta fue una de las contradicciones esenciales que el proyecto de Comunas de la Tierra buscó superar.
Tal interrelación del mst con el Estado y los programas de gobierno fue bien sintetizada por Soraia Soriano (2007): “Todo lo
P ro cesos de l a reproducción colectiva
320
que lleva años construyéndose, el Estado lo destruye con pequeñas
acciones. Ya sea con la asistencia técnica […] o con labores asistenciales”. Dichos acuerdos no se limitaron a este caso en particular,
sino que incluyeron a gobiernos de otros estados e incluso a empresas privadas, así como disputas por los mercados. Ello demuestra que se priorizó la estrategia política del “diálogo” en detrimento
del “conflicto”, en una “reforma agraria del consenso”, que englobó
a empresas, movimientos sociales y gobiernos (Hilsenbeck Filho,
2013). De esa forma, se evidencia un visible agotamiento de las
acciones más radicales y propositivamente antisistémicas en favor
de otro perfil de luchas por mejoras de infraestructura, comercio, herencia de la tierra, acceso a fondos públicos. Asimismo, este
otro perfil supone el enlace entre organismos de Estado, bases de
asentados y cooperativas de producción, en un delicado proceso
que implica, incluso, a empresas transnacionales del agronegocio. Esto parece generar niveles de dependencia y organización
heterogénea en la propia construcción de determinado proyecto
de reforma agraria y, de modo más amplio, en las perspectivas
antisistémicas de emancipación y construcción de otra sociedad,
mostrando límites e imposibilidades de realización cuando el foco
del mst pasa a residir prioritariamente en la vía sindical de intereses que lo acercan más a la lógica de gestión capitalista.
Claro que, desde su formación, el mst siempre buscó equilibrar sus aspiraciones más revolucionarias y anticapitalistas con los
límites sindicales (atender las necesidades inmediatas de su base,
negociando con quien fuera, partido o gobierno). A pesar de todo,
cuando existe una lucha reivindicatoria, en las negociaciones de
gabinete con secretarios, ministros y empresarios, la principal
forma de acción, en detrimento de las ocupaciones y las acciones
directas, incide directamente en la politización de las bases, así
como en las perspectivas —o en la falta de ellas— de construcciones alternativas a la lógica sistémica dominante. El horizonte
al que apunta esta situación fue analizado por el propio Gilmar
Mauro (en otra ocasión y coyuntura):
¿Cómo se da el proceso de formación política? En la lucha política,
no hay otra forma. Tú no haces formación política si no es den-
Comunas rurales y urbanas
321
tro del contexto de la lucha de clases. Entonces, si el asentado sólo
participa de la lucha reivindicatoria por créditos y no se involucra
en el contexto de la lucha de clases en el lugar que vive, obviamente su conciencia será aquella de la lucha reivindicatoria” (Mauro,
2008: 98).
Al involucrarse únicamente en las luchas reivindicativas (por
más importantes que sean, sobre todo en una situación inmediata
de sobrevivencia), trabadas en gabinetes y escritorios, se restringe
la capacidad de creación de formas alternativas de organización,
producción y sociabilidad.15 Regresaremos a esa cuestión, pero
antes, verifiquemos el proceso de construcción y desarrollo de la
experiencia de comuna urbana del mst.
Comunas urbanas
Como vimos, las comunas de la tierra del mst procuraron ser formas de resistencia a las dolencias de las ciudades capitalistas para,
sin negar lo urbano, reinventar la vida rural en las proximidades
de la vida urbana, conjugando relaciones sociales entre campo y
ciudad. La Comuna Urbana, a su vez, tiene como proyecto funcionar como forma de resistencia de un asentamiento en la propia
ciudad. “Se presentó como la primera experiencia de vivienda urbana del mst en Brasil, al buscar aproximarse a las luchas urbanas
y probar una experiencia de actuación urbana alejada del medio
rural, pero insertada en el proyecto de Comunas de la Tierra”
(Oliveira, 2013: 46).
La Comuna Urbana Dom Hélder Câmara fue una iniciativa
del mst para la construcción de un asentamiento urbano. La idea
surgió a partir del contacto de militantes del mst con familias que
habitaban Vila Esperança, una favela de casas de madera localizada en los márgenes de la línea del tren que liga la periferia con el
centro de la ciudad de Jandira, región metropolitana de São Paulo.
Estas familias habían ocupado el área en el año 2000, momento
15 Obviamente, estamos tratando un aspecto de esa compleja situación, que incluye también las condiciones concretas de la lucha por la permanencia en la tierra, además de conferir un peso relevante a caminos y puentes construidos por la dirección y la militancia del
movimiento, y a la reproducción de los anhelos de la base asentada.
P ro cesos de l a reproducción colectiva
322
a partir del cual fueron constantemente amenazadas de desalojo
por la Compañía Paulista de Trenes Metropolitanos (cptm). En
2005, las familias fueron violentamente desalojadas. Inicialmente,
la Pastoral de Vivienda de la Iglesia católica procuró asistir y articular a las familias junto con la Pastoral de la Tierra y algunos
movimientos sociales. El mst utilizó entonces la táctica de ocupación de terrenos para presionar a los órganos públicos y al poder
estatal a fin de solucionar la demanda de las familias.
Después de realizar una serie de acciones, se consiguió que el
poder público municipal liberara un terreno y aprobara un crédito para la construcción de las viviendas. Una de las características
más peculiares e interesantes de la construcción de la comuna urbana fue el hecho de que se organizó a partir de un diálogo que
consideró saberes técnicos (del colectivo de arquitectura Usina) y
los saberes de los futuros moradores, una forma de organización
popular que implicó la consulta y la proyección de otras formas
de relación social y del uso del espacio residencial, sometiendo a
cuestionamiento la propia lógica de ingeniería urbana reproducida en las ciudades capitalistas.16
Inicialmente, las viviendas tendrían el formato estándar de la
Compañía de Desarrollo Habitacional y Urbano (cdhu), lo que
desentona con la perspectiva de organización comunitaria de relaciones más colectivas y espacios comunes; tampoco considera
16 Para algunos relatos y análisis sobre esa experiencia de proyecto colectivo de construcción véase, entre otros: Janaína Stédile, Projetando utopias. A Comuna Urbana Dom Helder Câmara. Disponible en: https://upcommons.upc.edu/revistes/bitstream/2099/14897/1/138_143_Janaina_Almeida_Stedile.pdf; y, Coletivo Usina, “Comuna
Urbana Dom Helder Câmara. Apresentação do Projeto: Princípios, métodos, atividades e
propostas”, en Pedro Fiori Arantes, Flávio Higuchi Hirao y Kaya LazariniI, Metodologia de
projeto arquitetônico participativo em empreendimentos habitacionais autogeridos em São
Paulo. A experiência recente da assessoria técnica Usina junto aos movimentos populares de
sem-terra, 2010. Disponible en: http://www.usinactah.org.br/files/CEVE_Usina.pdf. Asimismo, el trabajo de Sandro Barbosa de Oliveira (2013) aborda las particularidades de la
reproducción social mediante la producción del espacio desde la experiencia de la comuna urbana, a través de su construcción. En este sentido, analiza los procesos de trabajo y
urbanización con la intención de comprender las dificultades y las potencialidades de la
autogestión en la producción habitacional, considerando la experiencia del mst entre 2008
y 2012.
Comunas rurales y urbanas
323
espacios de participación popular en las decisiones y la gestión de
la construcción de las casas.
El proyecto de comuna urbana pasó, entonces, a dar respuesta
a varias motivaciones: religiosa (en la construcción de una comunidad), de los habitantes (concretizar el sueño de poseer una casa
y vivir en un lugar digno), del Colectivo Usina (llevar a cabo un
proyecto habitacional participativo, viabilizando viviendas con
un formato más colectivo) y del mst (organizar trabajadores de la
ciudad de modo colectivo), que se articularon incluso en la definición de “comuna”: “Ese sincretismo entre la vida cotidiana de la
comunidad, la mística religiosa y la organización política estuvo
siempre presente en todo el proceso y en la definición que cada
uno de los agentes daba al significado de ‘Comuna’: para unos, sinónimo de comunidad; para otros, de comunión; y, para algunos,
de comunismo” (Usina, 2011).
Con la asesoría de los trabajadores de Usina se logró una combinación de saberes populares y académicos, con miras a diseñar
un proyecto colectivo de construcción de casas en un espacio que
se pretendía distinto de la lógica segregacionista e individualista
de la región, en tantyo se preocupaba por la calidad del material
utilizado en las edificaciones, las condiciones de trabajo, los usos
dados a la vivienda, la forma del sistema constructivo, etc. Esto
posibilitó la discusión política de diversas cuestiones que iban más
allá de la vivienda, articulando la propia lógica de organización de
los espacios, formas de trabajo y relaciones de producción, con
el objetivo de crear lugares habitables en los que convergierantrabajo, educación, cultura, recreación, sustentabilidad ambiental,
relaciones sociales comunitarias y calidad de vida urbana.
Como los trabajadores de la usina (planta hidroeléctrica), el
objetivo era mantener la congruencia entre la materialidad física
del espacio de vivienda y el pretendido objetivo de nuevas relaciones sociales que no reprodujeran la fragmentación y el individualismo propios de los conjuntos habitacionales ya existentes.
Como afirma la arquitecta Janaína Stédile:
P ro cesos de l a reproducción colectiva
324
La prevalencia del espacio compartido sobre el espacio privado fue
la gran directriz de ese proyecto, y esa opción está expresada en el
diseño del conjunto habitacional sin muros, en las plazas de escala
urbana, en la multiplicidad de espacios de uso común, en la ausencia de una figura de lotes individuales y en la implantación basada
en los núcleos de trabajo (en Usina, 2011).
De acuerdo con la arquitecta Isadora:
hay toda una cuestión por entender que estamos haciendo ese
proceso junto con la comunidad, y la comunidad va a ser parte
desde el comienzo hasta el final —ella construirá también aquello.
Entonces hay dos aspectos de esto: primero un proceso de desalienación de la obra, porque si ellas están construyendo, ellas tienen que saber lo que están construyendo. Y no sólo saber, sino
decidir al respecto. De ahí que no es sólo una cuestión de decisión sobre el espacio, sino de técnicas, materiales, que van a usar
después en el proceso de la obra. De ahí el entendimiento de la
arquitectura por parte de la Hidroeléctrica— que no separa el proyecto de la obra, o sea, no separa a quien piensa de quien hace. […]
Es un intento de invertir las pirámides jerárquicas y papeles […] No
solamente de invertir, sino de ir y volver (Oliveira, 2013: 130-131).
En el análisis de Oliveira (2013), la experiencia de organización política y espacial del mst en la Comuna Urbana Dom Hélder Câmara habría resultado (a pesar de sus límites y contradicciones) en un “hacerse” colectivo de clase, oponiéndose al proceso
de urbanización segregador e individualizante propio de la estructura capitalista más tradicional. Además, se trataba de un proyecto arquitectónico innovador y complejo, con espacios sociales
variados que mezclaron la vivienda con la búsqueda de lo social,
del encuentro, la reunión, el ocio, la simultaneidad de lo urbano.
Se procuró una forma colectiva y autogestionada en su construcción, mas, como advierte uno de los arquitectos de la usina, “denominarlos como autogestivos no significa que en ellos exista la
autogestión plena, o incluso una superación de la heteronomía”
(Arantes, 2002: 167).17
17 Para profundizar en las críticas referentes a los límites de las experiencias de esfuerzos
colectivos autogestionados por, entre otras razones, basarse en el uso de trabajo gratuito,
reduciendo consecuentemente el costo de reproducción de la fuerza de trabajo y el nivel de
Comunas rurales y urbanas
325
La constitución del esfuerzo autogestivo para la construcción
de las viviendas fue “la salida encontrada de manera colectiva
por los participantes para acceder al financiamiento público y no
volverse prestatarios o endeudados. En ese aspecto, el financiamiento condiciona la forma productiva de la vivienda” (Oliveira,
2013: 135) y, en el caso del financiamiento de la comuna urbana,
se combinaron recursos de todos los entes de la Federación: Prefectura de Jandira (gestionado inicialmente por el pt y después
por el psdb), Gobierno del Estado de São Paulo (psdb) y del gobierno federal (pt).
Las barreras y los límites encontrados, como la urgencia de vivienda, la reproducción de relaciones heterogéneas y de relaciones
de producción predominantes en la sociedad capitalista, el componente de trabajo no remunerado en la producción colectiva,
etc., perjudicó el desarrollo de ese proyecto político y social, y la
pretendida construcción de la autogestión productiva y territorial
se limitó a la gestión de coordinación asumida por la Cooperativa
Treme Treme y el mst, con base en la cooperación, que se transformó en conducción pragmática de la obra. Las contradicciones de
esa cooperación se presentaron como barreras para la superación
de las relaciones de producción típicamente capitalistaa, aspecto
que impidió avanzar en la socialización de la producción” (Oliveira, 2013: 225).
Aun así, a pesar de que “la Comuna intentó orientar la vida
social siguiendo otra perspectiva, reprodujo la vida cotidiana de
las relaciones de producción que predominan en la sociedad […]”
(Oliveira, 2013: 23); no obstante, se desarrollaron formas alternativas de relaciones y construcción de espacios “basándose en las
actividades culturales, educativas y políticas del mst y sus aliados, lo que provocó que la experiencia de la Comuna sintetizara
el intento del mst-urbano de reinventarse frente a las necesidades
impuestas por la realidad urbana” (Oliveira, 2013: 221).
De este modo, el proceso de construcción de la comuna urbana
también significó la tentativa de crear espacios diferenciados y de
la contradicción entre capital y trabajo, véase Barros, Bergmamim y Rizek (2003) y Francisco de Oliveira (2003, 2006).
P ro cesos de l a reproducción colectiva
326
apropiarse de modo antisistémico de otras dimensiones de la vida,
como los proyectos de educación, mediante la constitución de una
“ciranda” para la concepción de lo que debía ser una estancia infantil;18 la conformación del Núcleo Audiovisual y Documental de
la Comuna; y, también del ámbito cultural, por medio de la Escuela de Samba Unidos da Lona Preta y de la Comuna do Samba,
experiencia que detallaremos un poco más adelante, por su potencialidad para la construcción de sociabilidades alternativas.19
La Escuela de Samba Unidos da Lona Preta fue creada en el
asentamiento Comuna de la Tierra Irmã Alberta en 2005 y, a partir de su reformulación, operó a lo largo de tres años en la fase de
construcción de la Comuna Urbana Dom Hélder Câmara.
Unidos da Lona Preta surgió como propuesta de inserción del
sector de cultura en las actividades orgánicas del mst, realizando tareas de formación y politización, participando en marchas
y manifestaciones del movimiento. En 2008 cambió de sede la
Escuela de Samba para la comuna urbana, en la que regularmente se llevaban a cabo ensayos de batería, formándose una “roda”
de samba, denominada Comuna do Samba. Ésta también inició
un proceso de formación, que incluía samba, política y literatura,
con jóvenes de diversos asentamientos del mst, así como con militantes de otras organizaciones y vecinos de la comuna urbana.
De esta manera se retomó una de las características originales del
samba, como articulador de la cultura negra y la clase trabajadora
brasileña, “por ser la representación de una de las más profundas
raíces de resistencia de matriz africana que incidió en la formación del pueblo brasileño, posibilitando dicha resistencia al reunir
personas en torno al samba como forma de lucha, para protestar,
18 La ciranda infantil del mst fue creada en 1987, y atendió necesidades prácticas de los
asentados, sobre todo de las madres, de participar en los espacios formativos y de lucha
del movimiento, como marchas, actos políticos, etc., permitiendo que los infantes permanecieran en un espacio seguro y educativo. Con el transcurso del tiempo, la ciranda pasó
a tener una propuesta pedagógica más sólida y la formación política se convirtió en una
de sus actividades principales, además de seguir siendo un espacio educativo y de juegos.
19 Para una discusión sobre la formación de grupos de teatro por el mst, y el uso de esta
forma de arte en el proceso de lucha y sociabilidad, véase el capítulo del libro disponible en
línea (Hilsenbeck Filho, 2012).
Comunas rurales y urbanas
327
denunciar las desigualdades y las condiciones de vida” (Oliveira,
2013: 213).
Los ensayos, las formaciones y la “roda” de samba realizadas
en la comuna urbana posibilitaron enlaces entre militantes de tres
comunas de la tierra de la Regional da Grande São Paulo del mst
y con militantes de otros grupos y colectivos, lo que permitió, de
acuerdo con el maestre de batería de Unidos da Lona Preta, Tiarajú D’Andrea (2009), que se construyeran nuevas relaciones sociales y sentimientos de pertenencia, como politización a partir del
arte y desde un arte politizado.
Tal refuerzo de las relaciones sociales y la creación de nuevos
vínculos a partir del arte tuvo como base el trabajo colectivo y formativo (por ejemplo, la elección de la temática para los desfiles, la
construcción de la trama narrativa para los “samba-enredos”, etc.),
y permitió que la experiencia de Unidos sirviera de fuente e inspiración para otros colectivos, como la Batucada Carlos Marighella
en São Paulo, el Cordão Boca de Serebesqué, el Bloco Unidos da
Madrugada, el Bloco da Abolição y el Bloco Saci do Bexiga, impulsando no sólo un proceso cultural de resistencia, sino también
impregnando de este carácter los actos políticos de diversos movimientos sociales en la ciudad, que expresan en la “batucada” una
de sus características festivas y de fortalecimiento.
Autogestión de la sujeción: el emprendedurismo de las
luchas sociales
Para un movimiento social de base rural, la cuestión de la reforma
agraria fue y continúa siendo un elemento central de articulación
entre sus tácticas y sus objetivos estratégicos. Sin embargo, a lo
largo de tres décadas las perspectivas con relación al tipo de reforma agraria se modificaron y adoptaron diferentes formas, aun
cuando siguieran las banderas de lucha del mst. Además de examinarlas, destacaremos que este proceso de cambio se tradujo, en
la práctica, en el progresivo abandono de su principal táctica: la
ocupación de tierras y la formación de territorialidades propias,
los campamentos. Tal situación contrasta con la perspectiva de
P ro cesos de l a reproducción colectiva
328
desarrollo económico y social de los asentamientos conquistados,
que se realiza, sobre todo, por medio de asociaciones, acuerdos, y
convenios con el gobierno, pero no excluye que sean pactadas con
sectores del empresariado rural, esto es, con grandes empresas nacionales y transnacionales del agronegocio, propiciando la participación de estos actores sociales en convenios públicos-privados
(Hilsenbeck Filho, 2013).
Esta situación se profundizó con los sucesivos gobiernos federales del pt, que concentraron su atención en precarios (aunque
importantes) proyectos de producción y distribución de productos agrícolas de los asentamientos, tanto como en la implementación de programas enfocados en la asistencia social al campo
y en intentos de vincular la producción de la agricultura familiar
con los grandes conglomerados agropecuarios, conformando lo
que debería ser, en palabras de la presidenta Dilma Rousseff, “una
nueva clase media del campo”. Así, la reforma agraria pasa de ser
el objetivo central para atacar la concentración de tierras mediante la expropiación de latifundios, a ser un plan de desarrollo rural
de combate a la pobreza.
En la práctica, de todos los gobiernos petistas, el de Dilma presentó los peores índices de expropiación de tierras y creación de
nuevos asentamientos, siendo apenas superado por el gobierno
de Temer. Si en los gobiernos del pt la estrategia política tornó
obsoleta la reforma agraria por la simbiosis o integración entre
la agricultura familiar y las haciendas del agronegocio —que se
apropiaron de una de las banderas ideológicas de la izquierda—,
en el periodo de Temer la cuestión agraria desapareció de la agenda del gobierno, que no instaló a ninguna familia en 2017 y redujo
aún más el presupuesto destinado a la reforma agraria, además
de registrarse un número creciente de casos de violencia contra
militantes en el campo.
El paradigma del capitalismo agrario se concretó en el campo
brasileño, cuya solución a la cuestión agraria fue la integración de
los “agricultores familiares” (o de algunos sectores y cooperativas)
al mercado, vía políticas públicas (Fernandes, 2010; 2011), dejando en la miseria a gran parte de los trabajadores rurales.
Comunas rurales y urbanas
329
Claro que tal situación no sucedió simplemente por la pura
subjetividad o voluntad de los liderazgos y las bases mismas del
mst, o por la presencia de tal o cual partido en el gobierno federal. Estructuralmente existen otras determinaciones que componen los elementos de esta realidad objetiva impuesta —en cierta
medida— al mst, aunque los caminos difícilmente son unívocos
y sus sentidos suelen corresponder a elecciones políticas. Para algunos intelectuales, militantes y dirigentes del mst, esta situación
responde, en gran medida, a las transformaciones económicas
de Brasil y los proyectos asistencialistas del gobierno federal, que
hicieron que la base social del mst ya no estuviera dispuesta a
enfrentar las duras condiciones de vida y las privaciones bajo las
lonas negras de las ocupaciones. Cabe recordar que uno de los estímulos principales de las ocupaciones era la conquista de la tierra
y, con la política de los sucesivos gobiernos del pt (sobre todo
de Dilma y posteriormente de Temer) de no crear nuevos asentamientos, se perdió este elemento motivador. A su vez, la falta
de ocupaciones disminuyó la presión sobre el gobierno federal,
dando lugar, en la práctica, a un círculo vicioso que desarticula
una de las principales formas de presión del mst y de potenciales
espacios antisistémicos.
El crecimiento de la base social asentada pasa a ser un elemento central, así como el aumento de políticas públicas dirigidas a los
asentamientos. Esto provocó un distanciamiento entre acampados y asentados en lo que a condiciones materiales de existencia se
refiere y, aunado a la reducción de nuevos asentamientos, colocó
a los acampados en una situación de vulnerabilidad muy grave,
pues la base social del mst pasó de estar conformada mayoritariamente por acampados a ser constituda por asentados; ello haría
que determinadas opciones políticas privilegiaran la consolidación de los asentamientos en vez de realizar nuevas ocupaciones y
crear más asentamientos, lo que refuerza el hecho de que no hay
un desplazamiento de la dirección del movimiento hacia la satisfacción de las necesidades y anhelos de su base social.
A lo anterior se suma el propio desenvolvimiento capitalista en
el campo, especialmente del agronegocio. La agricultura familiar
P ro cesos de l a reproducción colectiva
330
fue subordinada al complejo agroindustrial denominado agronegocio (en el que la agricultura es una rama de la propia industria),
al implantarse: la necesidad de comprar insumos agrícolas, el establecimiento de la cantidad de venta de la producción y la estipulación del valor pagado, la restricción de determinados cultivos y
la promoción de otros (monocultivos) que serán financiados por
las políticas públicas etc., subordinando el trabajo del agricultor
familiar al capital.
A ello se suma el proceso de inversión de la relación campo-ciudad en un país que en las últimas décadas presenció un rápido proceso de urbanización (Graziano Da Silva, 2013), lo que
también se aplica a la base social del mst, puesto que, como explica el proyecto de comuna urbana, una parte importante de las familias eran oriundas o habitaban exclusivamente en las periferias
urbanas. Asimismo, debemos aún considerar ciertas condiciones
coyunturales, como la variación del valor alcanzado por las commodities agrícolas, que en los últimos años incrementó la especulación de terrenos y colocó al agronegocio como uno de los pilares
económicos indispensables para los sucesivos gobiernos federales
(incluidos aquellos gestionados por el pt).
Así, podemos identificar elementos de reflujo de la perspectiva
radical de los movimientos de lucha por la tierra en Brasil, vinculados a la transformación de los productos agrícolas en commodities y activos financieros de fondos de inversión, y el surgimiento
de traders, que controlan prácticamente todo el mercado. Ello dio
como resultado la proletarización (rural y urbana) de los pequeños agricultores y la pérdida de autonomía, con la subordinación
a las pocas y gigantescas organizaciones capitalistas.
Es precisamente en estas condiciones estructurales y coyunturales que la política de financiamiento, los acuerdos y los pactos
con el gobierno y las empresas transnacionales ganó cuerpo en
las prácticas del mst. También en este momento la concepción
de “agricultura familiar” obtuvo más aportes gubernamentales.
Tras haber sido implementada estratégicamente por el gobierno
de Fernando Henrique Cardoso, será en los distintos gobiernos
Comunas rurales y urbanas
331
del pt que adquiera mayor relevancia financiera.20 Según el propio
mst, el principal programa gubernamental (en volumen de recursos) orientado a la agricultura familiar, el Programa Nacional de
Agricultura Familiar (Pronaf), no atiende las necesidades de los
asentados. Entonces ¿qué tipo de producción está financiando el
Pronaf y a qué tipo de agricultor familiar está apoyando? Hasta
70% de los recursos fueron destinados solamente a tres productos: maíz, soya y café, declinando otras culturas tradicionales de
la alimentación brasileña, como la mandioca, el frijol y el arroz.
El aumento constante de los recursos provenientes del Pronaf fue
aprovechado por (nada raro) un agricultor familiar más capitalizado, localizado al sur del país y productor de commodities agrícolas. Es ésta la categoría social que los gobiernos del pt fortalecieron con su principal política pública para la agricultura familiar.
Algunos autores (entre ellos, Bernardo, 2012) defenderán que la
base del enfriamiento del radicalismo y el anticapitalismo del mst
se encuentra en las políticas públicas para la agricultura familiar,
impulsadas como estrategia de los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso y desarrolladas por los gobiernos del pt, lo que llevó
a que el mst se transformara más propiamente en un sindicato de
asentados rurales.
Lejos de ser políticas públicas neutras, la lógica con que fueron
desarrolladas proviene de los centros de pensamiento del capitalismo mundial, por ejemplo, el Banco Mundial. En cada país y
contexto en que se insertaron fueron experimentadas y mejoradas, sin que necesariamente se presentara una contradicción, pues
eran implementadas con los movimientos sociales. El hecho de
que estas políticas sean atravesadas por la participación y las iniciativas de los movimientos populares sólo refuerza el propósito
de sus diseños institucionales, que hace coincidir el discurso y el
encuadramiento disciplinario en un intento por gestionar el antagonismo entre los anhelos antisistémicos de las luchas sociales y la
propia reproducción del capital.
20 En detrimento de una conceptualización más clasista, como la de campesino. Para esta
discusión entre los términos agricultura familiar y agricultura campesina, véase Bernardo
Mançano Fernandes (2010, 2011).
P ro cesos de l a reproducción colectiva
332
Este tipo de emprendimiento de las luchas sociales ha sido sugerido en los informes del Banco Mundial a los Estados-nación
y a los poderes regionales y locales, en una confluencia retórica
entre Estado, empresas, sociedad civil organizada y movimientos
sociales, a través de mecanismos de control social, transparencia,
responsabilidad, participación social, lucha contra la corrupción,
protagonismo social y ciudadano, proactivismo, empoderamiento, asociación, diálogo, políticas públicas, iniciativas no gubernamentales, cooperación, democratización, autonomía, etc. Estas
recomendaciones, diseñadas por los think tanks del pensamiento
hegemónico liberal, se constituyen como formas de gestión y racionalidad política y social, asumiendo aspectos específicos en los
programas de gobierno (tanto de derecha como de izquierda). No
por casualidad, y a modo de ejemplo, según la diplomacia brasileña de Itamaraty, la mercancía que el Estado brasileño negoció
para exportar al Estado colombiano es exactamente una forma de
tecnología social de pacificación de los conflictos agrarios, basada en el Programa de Adquisición de Alimentos (paa), una de
las políticas públicas formulada en conjunto con los movimientos
sociales más relevantes de los últimos tiempos (a pesar de la cantidad siempre escasa), que garantiza la compra de una parte de
lo producido por los asentamientos y los agricultores familiares.
Según lo citado por Clóvis Rossi en el diario Folha de São Paulo,
informa el Itamaraty:
“La contribución brasileña se concentra sobre todo en la transferencia de la tecnología social del Programa de Adquisición de
Alimentos, que tiene como objetivos principales fortalecer la agricultura familiar y promover el acceso a la alimentación a las poblaciones en situación de vulnerabilidad alimentaria.” Parece una
contribución técnica, pero también es política, quizá por encima
de todo. Al final, la guerra en Colombia nació en el campo y fue
trabada en buena medida en torno a la cuestión de la tierra. Tanto
es así que uno de los puntos principales del acuerdo con las farc
Comunas rurales y urbanas
333
giró exactamente en torno al problema agrario, que implica reasentamientos, posesión de la tierra y afines.21
El capitalismo no sólo reprime a las luchas sociales; si bien es
cierto que también lo hace, una de las formas con que consigue
aumentar su productividad es con la “recuperación”, “asimilación”
e integración de las reivindicaciones contrarias a él, extirpando
sus cualidades más radicales. Esa característica plástica y ubicua
de ese sistema social le permite adaptarse y crear nuevas bases de
dominación a partir de demandas históricas de la clase obrera,
como participación, decisión y autonomía, que estuvieron presentes en las luchas sociales autonomistas de las décadas de 1960 y
1970 (Bernardo, 2009).
En ese sentido, la distribución puntual y localizada de tierras,
aunada a políticas de planificación, concesión de crédito, asistencia técnica, integración al mercado, participación en consejos y
reuniones regulares con secretarios y ministros, sería el nuevo
consenso práctico actual, en tanto objetivo estratégico y estructural establecido entre capital y gobiernos, englobando también a
los movimientos sociales. Aun cuando puedan variar en grados e
intensidad, e incluso en una coyuntura más favorable para el capital, éste puede hacer uso de viejas formas de represión y despojo.
La reforma del órgano responsable de la reforma agraria (incra)
y la “política de emancipación de asentamientos” propuestas por
el gobierno de Dilma, así como el actual Programa Nacional de
Crédito Latifundista,22 que resucitó al Banco de la Tierra en el
gobierno de Temer, son otros ejemplos más de ese circuito de la
política de conciliación, de emprendimiento de las luchas sociales.
Mientras tanto, la correlación de fuerzas se inclinó negativamente
para la clase trabajadora y, en cambio, se avanzó más rápidamen21 “Em busca do ‘país que falta’”, Folha de São Paulo, 08 de octubre de 2015. Disponible en:
http://www1.folha.uol.com.br/colunas/clovisrossi/2015/10/1691569-em-busca-do-paisque-falta.shtml También podríamos citar la tentativa del gobierno de Chiapas, en México,
de replicar el programa brasileño “Hambre cero”, precisamente en el estado donde hay una
ruptura institucional desde hace décadas por la resistencia autónoma de las comunidades
zapatistas, que se niegan a aceptar cualquier tipo de ayuda o programa gubernamental.
22 pncf, por sus siglas en portugués [N. de la T.]
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te en contrarreformas que atacaban, principalmente, los derechos
sociales.
En el caso de la política emancipatoria, se vende la idea de
que los asentados pueden convertirse en agricultores familiares
“emancipados”, es decir, con derecho a endeudarse y a vender sus
tierras en el mercado, promoviendo que las tierras de la Unión
sean trasladadas a los grandes propietarios, estimulando el proceso concentrador, lo que —no sin razón— fue sugerido por la
Confederación Nacional de la Agricultura (que congrega los intereses de latifundistas y del agronegocio) y homologado por el
Ministerio de Desarrollo Agrario y el incra. Cabe recordar que
la “emancipación de los asentamientos” ya estaba prevista en el
Estatuto de la Tierra hecho por los militares en 1964, y fue utilizada por el gobierno de Fernando Henrique Cardoso en el año
2000 a través del Programa de Consolidación y Emancipación de
Asentamientos Resultantes de la Reforma Agraria, como producto de un acuerdo entre el psdb y el Banco Interamericano de Desarrollo (bid), bajo la tutela del Banco Mundial. Esta conversión
de la reforma agraria en política de mercado vuelve a encontrar
eco en los gobiernos del pt, siendo una característica el fortalecimiento de políticas públicas para la agricultura familiar y que ello
camine de forma paralela al retroceso de la reforma agraria y la
lucha por nuevas tierras.
Por otro lado, la Política Nacional de Crédito Latifundista,
también creada por el Banco de la Tierra, pretende destensar el
conflicto entre los demandantes de tierra, organizados por sindicatos y movimientos sociales, y los propietarios de las mismas.
Las entidades representantes de los trabajadores pasan a registrar
y organizar a los interesados en participar en el programa, a realizar las acciones necesarias con los posibles compradores y a proporcionar la documentación necesaria para que el Estado pueda
realizar la compra de las tierras; se trata, en realidad, de un financiamiento, que deberá ser cubierto por los trabajadores después
de cinco años. Este programa, también conocido como “reforma
agraria de mercado”, fue duramente criticado, sobre todo, por la
mala calidad de las tierras y la alta especulación de su valor, así
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como por el impacto del endeudamiento y la concentración de
tierras sobre los trabajadores (Martins, 2004). En otro sentido, se
han ampliado considerablemente los acuerdos con empresas para
la asistencia técnica, la educación y la inversión en las áreas de los
asentamientos rurales. Tales inversiones, generalmente, son realizadas con la intención de disminuir las tensiones provocadas por
la lucha por tierras en las regiones donde surgen asentamientos
(Santos, 2016).
Con los cambios en el contenido de la cuestión agraria, se creó
una situación paradójica para las luchas en el campo. En el momento en que se produce la integración de la producción agrícola
con la industria a través del agronegocio, la lucha contra la propiedad agraria y de posesión individual de la tierra podría (potencialmente) adquirir un contenido más (y no menos) radical. Pues tiene la capacidad de afrontar directamente estructuras del capital.
Paradójicamente, cuando se presenta ese potencial transformador
de la lucha anticapitalista, la lucha por la reforma agraria ha retrocedido, reduciéndose el número de acciones para la conquista
de tierras. Esto es aprovechado por los gobiernos, que apuntan
el discurso y la táctica de fragmentar y dividir a, supuestamente,
fortalecer algunos asentamientos y cooperativas en detrimento de
los demás sectores acampados, sin tierras, ribereños, indígenas,
quilombolas, etc. Si actualmente las luchas de izquierda, incluso
las del mst, se limitan al aspecto económico y reivindicativo (lo
que no elimina su importancia) a través de negociaciones gubernamentales que pasan por acuerdos y alianzas empresariales, en
las que escasean las confrontaciones políticas y sistémicas, tendremos ante nosotros el canto de sirena de las instituciones mediadoras del orden, que privilegia la lucha corporativa, limitándose a
contenidos políticos y reivindicaciones en el marco de lo que se ha
convenido considerar posible, es decir, en el marco de las posibilidades de un proyecto gubernamental de gestión del capital, aunque la barbarie que construye cotidianamente parezca ser cada vez
más imposible de gestionar (Hilsenbeck Filho, 2013).
Podemos percibir, por tanto, que existe un importante contenido político y económico en los programas gubernamentales,
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pues la competencia por recursos limitados, el incentivo (velado)
a la cultura de las commodities, la retórica burocrática de edictos
y rendición de cuentas, la adaptación de la militancia a las luchas
de gabinete, el predominio de los intereses inmediatos de la base,
la carencia de acciones políticas de carácter más radical y combativo, la escasez de experiencias antisistémicas, intervienen en las
formas organizativas de ese campesinado y en la propia estructura
del movimiento social.
Como hemos visto, considerar la existencia y la importancia
de la relación entre el movimiento social y el Estado no significa
dejar de problematizar y sacar conclusiones de lo inferido. ¿Hasta
qué punto el mst no pierde su capacidad de autonomía política y
operativa? ¿En qué momento los valores emancipatorios pueden
quedar más enrarecidos en nombre de un pragmatismo que busca
desarrollar económicamente los asentamientos? ¿En qué medida
las relaciones del movimiento con el gobierno pueden profundizar esa pérdida de autonomía o la consolidación del pragmatismo
de la “política de lo posible”? La postura “defensiva” del mst para
preservar las conquistas de los asentamientos ¿puede ampliar el
aislamiento político de los sectores más anticapitalistas al interior del propio movimiento? Al emprender este camino, ¿corre
el mst riesgo de verse enredado en un círculo vicioso de lucha
económico-reivindicativa, en el que se le escape la capacidad de
influir en el diseño fundamental de esa relación, siendo, por lo
tanto, organizado de forma heterogénea a partir promotores de tales ingenierías de control social, como el Banco Mundial? ¿Podrá
el mst superar esta fase y retomar los procesos de organización y
articulación de las luchas sociales en el campo, considerando el escenario político y económico de Brasil? (Hilsenbeck Filho, 2013).
Nuevos caminos para los mosaicos de resistencias
Estos procesos de recuperación, de asimilación de las luchas, a
menudo son sutiles, pero no por ello menos contundentes. De forma lenta, pero gradual y consistente, las energías contestatarias
al sistema se trasladan a espacios administrativos, integrándose
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al circuito productivo del capital (Bernardo, 2009). Esta modificación —de la disolución para la integración— se logra sin enfrentamiento abierto y sin la politización que los espacios de lucha posibilitan, sustituyéndolos por negociaciones y acuerdos de gabinete
con entidades de orden superior. Se impone la necesidad cada vez
mayor de especializarse en los discursos de esa ingeniería social,
desarrollando dentro de los movimientos las relaciones y técnicas
necesarias para acceder a recursos, captar préstamos, invertir, etc.,
lo que cobra un lugar central en la vida ordinaria de los propios
movimientos. Este proceso ocurre en detrimento de los aspectos
contestatarios, horizontales y autónomos, porque el propio diseño
social de tales estructuras no lo permite. De forma gradual y sin
grandes conflictos externos, una nueva gestión se va imponiendo
a los movimientos sociales, casi como un recorrido “natural”, presentado como el único posible.
Tal lógica gerencial y participativa termina integrando la acción política de los movimientos sociales, llevando paradójicamente a la autogestión de la sumisión, al empoderamiento para
gestionar nuestra propia dominación, a una victoria de Pirro:
Lo que se presenta como una victoria para nuestras organizaciones, en la perspectiva de la lucha de clases, es una derrota. […] Esa
alineación política no ocurre sin consecuencias: se operan cambios
decisivos en las formas organizativas y en el plano de luchas de las
organizaciones, en la formación de la conciencia de sus militantes
y en la postura que la organización tomará en el momento de ascenso. En este momento, las “fuerzas acumuladas” no actuarán en
la perspectiva de ruptura (Carta de los 51, 2009).23
La dialéctica de los conflictos sociales hace que toda lucha se
desarrolle en el marco de experiencias contradictorias, en que las
pautas, las demandas y las conquistas materiales de los trabajadores pueden ser permeadas por el refuerzo simultáneo de la hegemonía del capital. Esta característica dual y contradictoria de las
luchas, de ruptura e integración al sistema, no es una peculiaridad
de la coyuntura brasileña, menos aún del mst, sino, por el contra23 En este documento, más de medio centenar de militantes sociales discuten el motivo que
los llevó a salir de sus organizaciones, entre ellas el mst.
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rio, un rasgo general de las luchas dentro del capitalismo y uno de
los riesgos de la acción colectiva, autónoma y autogestiva. Siendo
así, la cooptación de las luchas se desarrolla y gana espacio no sólo
en Brasil, con sus especificidades y variaciones, sino que da cuenta
de una tendencia mundial. Una de las cuestiones que se impone
preguntar es cómo la izquierda posibilitó y permitió tal situación
de dominación por dentro. ¿Qué acarreó, en buena parte de sus
organizaciones, la retirada de sus características y experiencias
más revolucionarias y autónomas? Lo más grave de todo esto, tal
vez ni siquiera es el hecho de que la izquierda no haya conseguido
una salida consistente a todo esto, sino que no consigue, y a veces
no muestra interés en explicar cómo y por qué estas situaciones
ocurrieron y continúan reproduciéndose en diversas luchas alrededor del mundo, optando por reproducir el desgastado teatro de
las disputas electorales como forma de control de fragmentos del
poder de Estado.24
Es cierto que las determinaciones estructurales, políticas e
históricas se relacionan con las coyunturas y también con cuestiones tácticas y estratégicas de las luchas concretas de los movimientos sociales. Mauro Iasi (2013) entiende que la estrategia
del Proyecto Democrático y Popular (pdp) —que estuvo en el
centro de la creación de diversas organizaciones en la época de la
redemocratización brasileña y fue dirigida por décadas por organizaciones como el pt y el mst— viene a ser la estrategia determinante de nuestro tiempo, pues estaría presente en la casi totalidad
de organizaciones del campo de la izquierda brasileña (incluso en
el campo autonomista). Uno de los fundamentos de la estrategia
democrática y popular sería, en la perspectiva defendida por Iasi,
vincular en el contenido de las acciones de reivindicaciones populares una solución socialista o revolucionaria. “Lo que se quiere
24 Es cierto que desde la salida de Dilma del gobierno federal y el encarcelamiento de Lula,
el mst ha denunciado este golpe y comenzado una campaña para la liberación de Lula
y, también, ha realizado ocupaciones de tierras de amigos del presidente Temer, lo que
modifica un poco la coyuntura de esa relación entre Estado y movimientos sociales, pero
sin alterar sustancialmente los mecanismos estructurales aquí analizados de recuperación
utilizados por las luchas sociales e inclusión de los movimientos en formatos de emprendedurismo y autogestión de la sujeción.
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decir es que utilizar contenido revolucionario, o incluso de ‘revuelta popular’, en las reivindicaciones democráticas es una de las
marcas principales de la estrategia democrática y popular” (Lage y
Massatelli, 2016). Tal aspecto, que se remonta a la formación de la
socialdemocracia, sería para esos dos autores:
el punto clave del debate estratégico que hay que considerar: los
límites de la táctica están dentro de los límites de la estrategia socialdemócrata de nuestro tiempo. Y, además del pt, el Movimiento
de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (mst) es un gran ejemplo de
cómo se ha operado esta estrategia con tonalidades radicales. Fue
el mst el que más claramente forjó un “ejército popular”, como
sujeto revolucionario para una reivindicación dentro del orden
burgués, la “reforma agraria”. Su infeliz desenlace reformista es ya
conocido por todos (Lage y Massatelli, 2016).
A pesar de que actualmente el mst venga caracterizándose más
por los límites de un tipo de sindicalismo reformista, no se trata
de un círculo cerrado y no debemos perder de perspectiva el otro
lado de ese proceso dialéctico, en que:
La misma realidad que transforma grandes movimientos de renovación social en grandes máquinas conservadoras, la misma
realidad que transforma ideologías de cambio social, que le quita el contenido revolucionario y la transforma en mera discusión
de texto, esa misma realidad crea lo opuesto, la antiburocracia. La
misma realidad que crea el proceso de burocratización crea la reacción a ese proceso. Y estar vivo significa estar abierto y atento a
las reacciones a ese proceso (Tragtenberg, 1991).
Lo que motiva que no encaremos la situación actual con tonalidades más marcadas por fatalismos e imposibilidades, pues la misma realidad que genera tales situaciones y retrocesos en las luchas
posee su contraparte dialéctica. Y el proceso actual de fragmentación y quiebra de caminos, tácticas y estrategias, ese momento de
frustración y desilusiones, no se constituye como un tiempo homogéneo, al contrario, convive con el proceso inverso, de construcción
de nuevos caminos, que (y, como dice un antiguo militante que
terminó por salir del mst) reúne los pedazos y se transforma en
un mosaico de resistencias. Para ello, es fundamental que cuestio-
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nes estratégicas de las luchas de izquierda no permanezcan aisladas
dentro de un pequeño grupo de dirigentes, al contrario, es primordial que las experiencias de nuestras —hasta aquí— derrotas, de
intentos de construcciones antisistémicas sean ampliamente discutidas, para no iniciar siempre desde cero, en una tarea de Sísifo,
y que esos anhelos y las experiencias de otras relaciones humanas
posibles no sean ignoradas en la construcción selectiva de la historia oficial. En este sentido, parece absurdo que una experiencia de
enormes potencialidades antisistémicas del mst sea todavía muy
poco conocida y difundida: el intento de construcción en el estado
de Paraná —entre 1998 y 2002— no de un asentamiento, sino de
una ciudad de los Sin Tierra. Aunque derrotadas en partes, no
realizadas con todo su potencial, el rescate de esas aspiraciones y
experiencias antisistémicas, aprender de sus potencialidades y límites, de sus aciertos y equívocos, de los problemas concretos enfrentados, de los modos de organización autónomos y progresistas
creados, de las sociabilidades emergentes inauguradas, de las formas de negación práctica e ideológica de los pilares del Estado y
del sistema, todo ese rescate se hace fundamental para mantener
viva la llama de utopía de otro mundo posible y, en la misma medida, también componer partes de los fragmentos y “resquicios”
que pueden formar el mosaico de resistencias para las actuales y
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