Solidaridades afectivas

El uso ritual de la bandera de la «Virgen de las barricadas» fue imagen emblemática elevada a una manifestación simbólica de la lucha que tuvo lugar en Oaxaca durante 2006. La ciudad ocupada por manifestantes se organizó en una verdadera comuna urbana. Partiendo de una huelga masiva de maestros, la ocupación de Oaxaca se convirtió en el terreno de una serie de experimentos sociales de autogestión y autonomía urbana. Con una máscara de gas lacrimógeno y un vestido con neumáticos en llamas es emblema de la creencia colectiva en una presencia sagrada que apoya al pueblo de Oaxaca en su lucha. Un imaginario compartido, al conectar una imagen sagrada con las experiencias de una ciudad que vivía cotidianamente en las barricadas.



Umbrales de emancipación

Solidaridades afectivas

Stavros Stavrides

 
 

Las aspiraciones a una sociedad emancipadora no pueden sostenerse sólo con un razonamiento crítico. El anhelo de un futuro diferente necesita conectarse con una recuperación crítica de las solidaridades afectivas. ¿Puede la gente sentir esperanza sin la alegría que esa esperanza conlleva? ¿Puede la gente rebelarse sin sentir la ira que provocan las injusticias cotidianas?

El culto neoliberal a la individualidad suele alabar las respuestas afectivas como genuinas y auténticas sólo para descartar las que se basan en la reflexión crítica y el cuestionamiento de los valores dominantes. El narcisismo y el egoísmo se elevan a expresiones genuinas de un yo que se niega a someterse a la crítica reflexiva. Y el razonamiento racional se toma como un intento casi totalitario de controlar el comportamiento y promover la homogeneización.

La ideología neoliberal invierte la realidad: la homogeneización se impone a los miembros de esta sociedad precisamente mediante los mecanismos que se presentan como fuente y garantía de la diversidad. La cultura consumista desarrolla explícitamente patrones de comportamiento y la explotación cotidiana (elevada eufemísticamente como la oportunidad de encontrar un camino hacia el éxito) desarrolla patrones casi inevitables de trayectorias vitales. La racionalidad distintiva del capitalismo se toma como un conjunto de leyes naturales: no tiene sentido cuestionar dichas leyes, como no tiene sentido cuestionar la ley de la gravedad. Pero para beneficiarse al máximo de esta condición es necesario «ser uno mismo». Necesitas, dicen, confiar en tus emociones y seguir tus deseos.

No basta con oponer a esta ideología una reivindicación del pensamiento racional. No basta con explicar e interpretar. Tenemos que reclamar el poder que tienen las emociones para dar forma y sostener el reparto de la alegría liberadora. Como sugiere convincentemente Rita Segato, la compasión y la empatía son prácticas y sentimientos que no ayudan a la reproducción del capitalismo. Estos enfoques afectivos se oponen a la «pedagogía de la crueldad» dominante (un término de Segato) que banaliza la violencia y hace que las personas sean incapaces de reaccionar tanto emocional como activamente ante las injusticias infligidas a los que no tienen poder.

En lugar de un énfasis excesivo en la liberación individual basada en la aceptación total de las respuestas afectivas individuales, las solidaridades afectivas pueden construir imaginarios compartidos de afecto que apoyen experiencias de solidaridad y cuidado mutuo. Estos imaginarios desviados pueden formarse a través de prácticas que coordinan las respuestas y los sentimientos de las personas (que a menudo implican la asociación de los cuerpos). Una posible fuente de esta coordinación afectiva liberadora, es la recuperación del poder de los rituales para promover la solidaridad afectiva. Basta pensar en un ejemplo relacionado con la historia reciente del movimiento en México: el uso ritual de la bandera de la «Virgen de las barricadas». Esta fue una imagen emblemática de la Virgen elevada a una manifestación simbólica de la lucha que tuvo lugar en Oaxaca durante 2006. De agosto a noviembre de ese año, la ciudad fue ocupada por manifestantes y se organizó en una verdadera comuna urbana. Partiendo de una huelga masiva de maestros contra una reforma educativa neoliberal, la ocupación de Oaxaca se convirtió en el terreno de una serie de experimentos sociales de autogestión y autonomía urbana.

Con una máscara de gas lacrimógeno y un vestido adornado con neumáticos en llamas, la Virgen de las Barricadas es emblema de la creencia colectiva en una presencia sagrada que apoya al pueblo de Oaxaca en su lucha. Parece que se ha desarrollado un imaginario compartido, al conectar una imagen sagrada con las experiencias de una ciudad que vivía cotidianamente en las barricadas.

La solidaridad afectiva parece estar en la base de estos símbolos que no representan simplemente valores o mensajes relacionados con la lucha, sino que en realidad aluden a sentimientos y creencias compartidos, a emociones compartidas y a llamamientos al compromiso mutuo.

Los mismos sentimientos y expectativas elevan la imagen del Santo Niño de la APPO (Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca) a símbolo afectivo. El niño Cristo con un sombrero con una estrella roja y representado en un carro de supermercado con piedras y petardos (un accesorio típico de las manifestaciones de aquellos días) se convierte en un defensor del pueblo y en un reaseguro afectivo de una causa justa. Lo que parece estar presente en tales creaciones colectivas es la producción de un terreno emocional común mediante el uso ritual de símbolos religiosos transformados. Los imaginarios de afecto se desarrollan así mediante la aparición de referencias colectivas que conectan en la práctica creencias, experiencias y emociones compartidas.

Seguramente podemos aprender mucho de las formas de organización de la ciudad ocupada de Oaxaca a través de las prácticas de compartir, incluyendo las asambleas y la rotación en las tareas (atención a las barricadas, distribución de alimentos, recogida de basura, educación, etc.). Pero también debemos prestar atención a las prácticas de solidaridad que desarrollan emociones emancipadoras de unión, plantando así las semillas de un imaginario radical de afecto.