¿Qué sucede en Ucrania? Una guerra contra los pueblos
Tratar de comprender el conflicto bélico desatado en Ucrania exige dejar de lado maniqueísmos político-ideológicos que no vienen al caso en ningún sentido, y que solo echan más bruma sobre un escenario profundamente complejo. Es irresponsable seguir por este camino que se impone tanto en los grandes medios de comunicación como en las redes sociales.
La única certeza es el escenario altamente complejo del conflicto en Ucrania, el mismo que involucra varios niveles de disputa, varios escenarios de conflicto y un conjunto de relaciones sociales que se entrecruzan. No es, así, fácil organizar toda esta trama de relaciones para su comprensión y aún más difícil es asumir una posición lo más honesta posible, a no ser el rechazo incondicional a la guerra.
Alcanzo a observar cuatro niveles de disputa que se implican entre ellos, los que paso a describir muy brevemente:
- El nivel ontológico que atañe al análisis crítico de la propia condición del ser humano. La particular especie animal que se debate entre lo que desde el psicoanálisis se conoce como la pulsión de vida y la pulsión de muerte o, desde otra referencia teórica, entre la fina línea que separa al hombre lobo del hombre de Hobbes y al hombre virtuoso y puro de Rousseau. En momentos como el que vivimos, marcados por la carrera bélica de armas nucleares y de destrucción masiva del período de la Guerra Fría y las intervenciones militares del siglo XXI dominadas por el desarrollo de armas fortalecidas con la Inteligencia Artificial, la robótica, las neurociencias, y las armas químicas, parecería que la naturaleza humana se inclina hacia el polo de su dialéctica determinado por la pulsión destructiva del ser humano sobre su propia especie, sobre el resto de las especies animales y sobre el mismo planeta. Al menos eso se manifiesta en los grupos de poder que han expropiado el destino de la humanidad. Grupos, corporaciones, gobiernos y líderes globales que parecen estar atrapados en la pulsión de muerte y destrucción. De otra manera no se entiende que, después de haber vivido el holocausto de la Segunda Guerra Mundial, durante aproximadamente 80 años se hayan dedicado a producir armas de destrucción planetaria y digan que son armas disuasivas; menos se explica que, como respuesta a la actual guerra en Ucrania, se promueva fortalecer de inmediato la carrera armamentista. Solo el primer ministrito alemán Olaf SchÖl, inyectará 100.000 millones de dólares en fortalecer su defensa militar.
- El nivel civilizatorio que exige un análisis crítico del cambio que ya se anunciaba desde el siglo pasado y que responde al proceso de desgaste de toda curva civilizatoria y su inminente caída en la barbarie, según el esquema teórico propuesto por Elias. En las últimas décadas se han hecho presentes muchos signos que indican procesos de diferenciación e integración decrecientes empujados por las múltiples crisis del proyecto moderno (crisis ecológica, social, cultural, crisis de los paradigmas modernos, crisis del sistema económico, crisis del sistema político, crisis ético-ideológica), que ha ido desestructurando instituciones claves de la actual curva civilizatoria como el Estado nacional, la familia nuclear, el matrimonio heteronormado, el trabajo asalariado, el mercado, etc. etc. En este proceso de desarticulación y transformación de los procesos sociales y psicológicos organizadores del mundo moderno, la violencia en sus múltiples formas se ha agudizado. Corrupción institucional, crecimiento de zonas grises donde opera todo tipo de criminalidad, violencia estatal, violencia corporativa, violencia social, violencia política, violencia económica, violencia extractiva con las obvias consecuencias, desplazamientos forzados, exclusión y expulsión social, etc. etc. El signo más claro de este proceso es la profunda crisis que debilita los tejidos sociales de la sociedad norteamericana donde se sostiene el imperio occidental, así como la debilidad de Europa producto de su sometimiento incondicional a la política anglosajona.
- El nivel de lo que muchos llaman el Estado profundo o poder transestatal y transnacional ligado a grupos político-económicos globales que han operado desde la sombra y cuya injerencia sobre los estados nacionales hoy apenas se vuelve medianamente visible para toda la sociedad. Hablamos por ejemplo del grupo Bilderberg, el Foro Económico Mundial, integrados por corporaciones financieras, mediáticas, energéticas, armamentísticas, farmacéuticas, tecnológicas y ciertos jefes de gobierno que tienen un poder inmenso para imponer políticas globales que redirigen el rumbo de la vida social en el planeta, muchas veces en articulación con la propia Naciones Unidas. Una trama de poder que escapa a las fronteras de los estados nacionales y a los intereses de los mismo, en beneficio y fortalecimiento de lo que se llama la corporocracia global.
- En el nivel más visible de la geopolítica se puede observar un claro deslizamiento del poder occidental nortatlántico hacia el eje euroasiático. Con el paso de siglo se hizo claro el despegue del capital asiático con la China como punta de lanza del capitalismo del siglo XXI, país que ya se ha convertido en la potencia económica- tecnológica en avance en desmedro del viejo imperialismo anglosajón. Ucrania es el escenario de este conflicto de reorganización del capitalismo mundial, donde se puede ver la ruptura del mundo unipolar instaurado tras la caída de la ex Unión Soviética. Este cambio coincide con la crisis civilizatoria, por lo cual la reorganización del capitalismo estará marcada por la transformación civilizatoria, lo que abre la pregunta de la propia subsistencia del capitalismo como sistema imperante, pues nada asegura que no estamos a las puertas de otro sistema socio-económico organizador de otra civilización.
Así, el conflicto no es Rusia-Ucrania. Ucrania es el escenario del conflicto entre los EEUU y sus aliados anglosajones y europeos (la OTAN) y Rusia en cuyo trasfondo se dibuja la China como clara contraparte al poder occidental y sobre todo estadounidense. En este conflicto China se ha pronunciado en contra de las sanciones a Rusia, que es parte de la guerra de occidente contra el país eslavo, lo cual deja ver que se trazan dos bloques que muestra las tensiones entre la política occidental de sostener el mundo unipolar y la política euroasiática de dar paso al mundo multipolar.
Durante los 30 años de poder unipolar del occidente nortatlántico y sus aliados, es innegable que la OTAN ha avanzado para presionar militarmente las fronteras de Rusia, inobservando los reclamos de la Federación e incluso posiciones dentro de la propia Europa para establecer una nueva arquitectura de seguridad que responda a las nuevas circunstancias geoestratégicas pos caída del bloque del este. De hecho, tras la desaparición del Pacto de Varsovia, la OTAN no tenía razón de existir, a no ser para dirigir todas las invasiones militares a Medio Oriente a nombre de combatir el terrorismo y llevar paz, democracia y libertar a pesar de los “efectos colaterales”, tal cual ahora lo hace Rusia con Ucrania. No se puede decir que no había problemas de “terrorismo” en los países intervenidos, aunque ciertamente se sabe que en la existencia de los “terrorista”, incluidos los del Estado Islámico, mucho tuvo que ver la propia política del pentágono. Se conoce las articulaciones de los señores de la guerra anglosajones con muchos de los “terroristas” que ayudaron a crear. Igual no se puede negar que en el este Ucrania se llevaba desde el 2014 una brutal agresión de grupos nacionalistas-nazis apoyados por el gobierno ucraniano y ciertos sectores del poder occidental en contra del pueblo del Donbás, por ejemplo, el batallón AZOV. La vara con que occidente mide estas acciones militares es siempre a su favor. Hay una hipocresía evidente cuando no se quiere reconocer las propias acciones bélicas imperiales y lo que quizás presenciamos ahora es una guerra de dos hegemonías en decadencia que quieren sostenerse a como dé lugar, en una especie de añoranza del siglo XX y su Guerra Fría en pleno siglo XXI de ascenso indiscutible de la China, y el escenario civilizatorio incierto que abre este ascenso.
Detrás de las retóricas justificativas de las guerras militares imperialista se encuentran varios conflictos. Existe de hecho un enjambre de guerras que envuelven y contextualizan la actual guerra militar en Ucrania: Haré un recorrido muy escueto sobre estas guerras.
Una guerra energética en su punto álgido por el control de recursos estratégicos (gas, petróleo, minerales y granos). Ucrania es un país rico en gas, petróleo y granos además se encuentra cerca de zonas también ricas como el Mar Negro. A los 10 días del conflicto el petróleo subió a 130 dólares el barril y amenaza con subir a 150, en una peligrosa similitud a los años 70 de la crisis del petróleo. Detrás de esta guerra están los conflictos depredadores de las corporaciones extractivas y sus negocios espurios que tranzan o se imponen a gobiernos y organizaciones políticas.
Una guerra comercial visible en los “problemáticos” acuerdos entre Rusia y Europa en varias ramas, pero sobre todo en los acuerdos comerciales energéticos cuyo símbolo fue el gasoducto Nord Stream 2. Acuerdos problemáticos para EEUU que amenazaban las buenas relaciones comerciales e influencia sobre sus aliados europeos, que empezaban a abrir relaciones hacia el eje euroasiático. Con esta guerra y la propaganda anglosajona, EEUU recupera su influencia en Europa. Los europeos vuelven a estar bajo la directriz de la OTAN, es decir de la política del pentágono y con ello reestablecen y establecen acuerdos comerciales no tan beneficiosos para los europeos, pero justificados en la alianza contra la “invasión de Putin”. El gas estadounidense es al menos un 40% más caro que el gas ruso para los europeos. De paso, como dato, el hijo de Biden, Hunter Biden fue director de Burisma Holdings, la principal operadora del gas natural en Ucrania propiedad del oligarca ucraniano Mykola Zlochevsky ex ministro de Ecología y Recursos Naturales e implicado en actos de corrupción.
Una guerra tecnológica/cibernética donde se prueban armas con las nuevas tecnologías de la Inteligencia artificial y la robótica. Los grupos de hacker de lado y lado ejecutan ataques cibernéticos. De lado de occidente Anonymous declaró la guerra cibernética contra Rusia y atacó los sistemas informáticos de instituciones gubernamentales y medios de comunicación rusos. Por su parte, el grupo de hackers rusos conocidos como Killnet llamó a no creer en las noticias falsas y ha proclamado su lucha contra la diseminación de dichas noticias e inhabilitó el sitio web de Anonymous. Las gigantes tecnológicas occidentales Facebook de Meta Platforms, SpaceX, YouTube, Google, Twitter y Alphabet han declarado la guerra informática prohibiendo a los medios respaldados por Rusia obtener ingresos por publicidad en sus plataformas, o definitivamente cerrándoles. Mientras dan plataforma a todos los medios y mensajes que respaldan al gobierno de Ucrania y al eje occidental.
Una guerra de la Información en los massmedia que se consolidó en la intervención militar a Irak en el contexto de la “lucha contra el terrorismo”. Todas las grandes corporaciones mediáticas de occidente -vinculadas a otros grandes negocios como farmacéuticas, armamento, petróleo, minería, etc., se concentran en grandes corporaciones financieras como Black Rock- construyen un discurso único sesgando, muchas veces falso, empobrecido de clara propaganda occidental y en el caso actual de propaganda contra Rusia. Esta vez, este tipo de propaganda a construido discursos racistas, xenófobos que rayan en juicios fascistas, como aquellos que se han escuchado en los últimos días sobre la intervención militar en Ucrania: “un país europeo casi civilizado diferente a los países del tercer mundo de los pueblos bárbaros donde es justo intervenir para civilizarles”. O aquello de los refugiados ucranianos y sus diferencias con los refugiados sirios, afganos, yemenitas, africanos, en fin, los que no son “civilizados, de ojos azules, europeos”. Un discurso abierta y cínicamente racista y colonial inaceptable para la cuna de la “democracia, la igualdad y la razón”. Del lado de Rusia, con muchos menos medios que los occidentales, también intentan justificar la intervención militar en Ucrania como algo necesario para defender su territorio y a los pueblos del Donbás. Lo cierto es que en esta guerra informática no solo que la “verdad” pierde, porque en un conflicto político militar no hay verdad, lo que creo que se pierde es la propia razón de ser de los medios de información, pierde la información y la libertad de información a nombre de la propaganda político-militar. En esta ocasión ha sucedido algo extremo que es el cierre de la emisión de Rusia Today en varios países de occidente, que ya tuvo una respuesta similar en el lado ruso y su zona de influencia, con lo cual perdemos la capacidad de organizar una comprensión autónoma. Esta quizás es una de las guerras más importantes en este escenario de gran guerra geopolítica y transformación civilizatoria.
Una guerra económica marcada por las sanciones que se aplican desde la pos guerra de mediados del siglo XX. Cuba, Irán, Venezuela son los casos más conocidos del siglo pasado, que han sido objeto de este tipo de guerra económica, financiera y comercial. El bloqueo económico que busca la bancarrota de los gobiernos adversarios con los “lamentables daños colaterales” a sus pueblos. En este conflicto el eje occidental ha impuesto lo que dicen es la “madre de todas las sanciones” a Rusia. El símbolo de esta sanción es la suspensión del gasoducto ruso-alemán y la expulsión de 7 bancos rusos del sistema SWIFT, a esto se acompaña un conjunto de prohibiciones comerciales, el cierre del espacio aéreo de los aliados occidentales a aviones rusos, confiscación de capitales rusos, suspensión de visados a ciertos personajes destacados del gobierno de Putin, sanciones deportivas, etc. Rusia responde también con sanciones parecidas en lo que le es posible por su desventaja económica y comercial con occidente. Sin embargo, como Rusia no es un pequeño país y en los últimos años ha establecido relaciones comerciales con varios países de los cinco continentes, las sanciones que se le aplican tienen un efecto rebote para toda la economía global. A esta particularidad, se suma que el gigante asiático, la India, países de AL y África, e incluso algunos países de la propia Europa no acogen la sanción.
La guerra financiera se centra fundamentalmente en la disputa por la vigencia del dólar como moneda de intercambio global. Desde hace algunos años China y Rusia han intentado establecer otro sistema y referencia de intercambio financiero que los independice de la hegemonía financiera de Estados Unidos que se lleva el enorme negocio de las transacciones financieras planetarias y además lo usa como arma de guerra. A partir de los años 70 del siglo pasado, el dólar no tiene respaldo en producción ni en oro, se ha respaldado en la “confianza” de sus alianzas militares y su fuerza nuclear, de ahí tan importante sostener la vigencia de la OTAN. La creación de las criptomonedas también ha generado amenazas sobre el dólar y todas las monedas fiat, que además desde la pandemia han perdido valor por la impresión de monedas nunca antes registradas, con el fin de sostener la economía pospandemia. Rusia empezó a deshacerse de dólares y a comprar mucho oro desde el año 2019, para depender menos de la moneda estadounidense, lo que en esta situación le ayuda en algo a soportar las sanciones. Al salir Visa y MasterCard de Rusia, está última se abre a utilizar el sistema China Unión Pay, con lo cual el país asiático se fortalece.
Una guerra cultural subyace como telón de fondo, que es fundamental para entender este conflicto y sobre todo las grietas que abre a futuro. Esta es quizá la primera guerra a las puertas de Europa occidental después de 1945 y por ello la alarma que se ha levantado en todo el “mundo civilizado”. El conflicto en la ex Yugoslavia no ponía en debate el uso de las armas nucleares, no había la Rusia de Putin (aclaro que Putin de ninguna manera representa una alternativa a la ferocidad capitalista, es parte del mismo sistema corrupto y en decadencia) que desafíe el triunfo global de occidente tras la caída de la Unión Soviética, no aparecía el nuevo “enemigo” que justifique la expansión de la OTAN hacia el este. Aún no había empezado las oleadas de refugiados de medio oriente por las invasiones de los aliados occidentales y su lucha contra “el terrorismo”. Después de 30 años de intervenciones militares en Medio Oriente -con el costo humano, social y cultural que tuvieron y con los millones de refugiados que inundaron e incomodaron a Europa, que se sentía amenazada por el riesgo que suponía la entrada de pueblos con formas religiosas y políticas extrañas a la civilización y la democracia occidental- la respuesta tan distinta que Europa ha dado a los refugiados ucranianos, considerados diferentes a los afganos, sirios, palestinos, yemitas, libios, nigerianos, etc. pone en tela de juicio su humanismo universal y sus principios democráticos. La cara vergonzosa del occidente ha salido a la vista de la opinión púbica global para mostrarnos su doble rasero, el particularismo provinciano de la cuna de la civilización moderna. La libertad de expresión de sus medios de comunicación lo ha dicho con toda claridad “los refugiados ucranianos no son lo mismo que los “otro”, son blancos, ojos azules, casi civilizados, casi europeos, hay que recibirlos sin restricción.” La Universalidad de la Europa occidental se ha quebrado, todo el resto de pueblos que salen de la órbita del occidente blanco son “otro tipo” de humanos que no requieren la misma política, por eso podemos ser invadidos, asesinados, sancionados, arrinconados, expropiados, somos homo sacer, pueden matarnos y nadie es sancionado por ello.
El mundo definitivamente no será igual después de la pandemia y de esta guerra. En el escenario que se abre los pueblos de todas las culturas que somos los que sufrimos las guerras decimos NO A LA GUERRA IMPERIAL, CAPITALISTA, PATRIARCAL, venga de donde venga; del occidente o del oriente; de los Estados y/o de las corporaciones; de los gobiernos y/o de los grupos fascistas.