Masacre en Puerto Leguizamo, un falso positivo a manos del Ejército.
Frente a estos hechos, que claramente evidencian el regreso de los falsos positivos, Emmanuel Rozental, hace una recopilación de la barbarie, en donde a partir de los relatos escritos a mano por las victimas sobrevivientes, hace no solo la reconstrucción de esta masacre, en la que participaron personas del Ejército Nacional disfrazadas de guerrilleros, sino también, un análisis de contexto frente a la estrategia de terror y guerra que abandera el gobierno nacional, en contra del pueblo colombiano.
La siguiente es una trascripción, que nos permitimos compartir y que esperamos sirva, para comprender el plan de muerte, que el estado y el gobierno nacional, viene implementando, con el respaldo de los medios que se sirven y sirven para la propaganda, replicando y obedeciendo discursos mentirosos de seguridad y democracia.
Emmanuel Rozental: Empiezo por citar un apartado de uno de los testimonios escritos a mano por los sobrevivientes de la vereda Bajo Remanso en Puerto Leguizamo, Putumayo, escritos el mismo 28 de marzo de la masacre, que no se nos puede olvidar “llego un grupo del ejercito disfrazado, disparando y masacrando a la población civil”
Dos hechos.
El primero, COBARDÍA:
7:15 de la mañana, 28 de marzo. 25 hombres del ejército nacional, llegan a la vereda Bajo Remanso, del municipio de Puerto Leguizamo, Putumayo. Ahí se celebra un festival para recaudar fondos para la comunidad, porque el estado no aporta nada, solo guerra y miseria.
Está terminando la fiesta, quedan pocos comuneros y comuneras en la fiesta, pero muchos que han participado en la vereda.
Las comuneras y los comuneros vieron a estos soldados, vestirse de un camuflado, cambiarse el uniforme militar de soldado del ejército colombiano, ponerse un buzo negro y cubrirse la cara con un pasamontaña. Entren gritando insultos y dicen que pertenecen al Carolina Ramírez de las FARC. Empiezan a disparar sus armas, obedeciendo órdenes contra la gente y contra los ranchos. Matan sin piedad. No se sabe exactamente cuántos son, inicialmente se reportan 11. Hablan las comunidades en sus notas y testimonios de 18 muertos y muchos desaparecidos porque tiraron cadáveres al rio. Rematan a los heridos y a otros los abandonan para dejarlos morir.
Grita ¡auxilio! El gobernador indígena de la comunidad, mientras corre hacia una cancha y se desangra. Sin ayuda alguna. La comunidad huye, se escapa. Los heridos que sobreviven son señalados por los asesinos como terroristas.
Tanto los cuerpos de las y los asesinados, como los victimarios, son recogidos en helicópteros del ejército que aterrizan luego, llegan también lanchas artilladas del ejército. Algunos comuneros y comuneras, piensan que se va a iniciar un combate peor, porque no vieron a los soldados vestir el camuflado de los guerrilleros. Pero no hay combates. El ejército, el presidente Duque, el ministro de defensa, presentan de inmediato los hechos como un “éxito de guerra” contra “bandidos narco-cocaleros” y felicitan a los cobardes asesinos bajo su mando. Un montaje burdo se desarrolla según el cual A: “hubo un combate del ejecito contra narco-cocaleros de la guerrilla, del frente Carolina Ramírez de las FARC”.
B: Los muertos, incluido el gobernador indígena asesinado, un joven de 16 años, el presidente de la junta de acción comunal, son “narco-terroristas y bandidos y estaban armados”. Según cuentan familiares del gobernador y de las víctimas: “no tenían armas, se las pusieron los soldados disfrazados de guerrilleros al lado de los cuerpos cuando ya se quitaron las capuchas y caminaban entre los muertos y moribundos, sonriendo y conversando mientras los recogían los helicópteros”.
C: Dicen haber incautado material de guerra que exhiben como siempre, como nunca en mesas con manteles blancos. Incluyen dinero, celulares, mucho armamento y también balas.
D: Hay soldados en cama de hospital. Obviamente simulando haber sido heridos en combate y recitando un guion prefabricado de como los bandidos les dispararon y ellos tuvieron que defenderse. Claro, no se ve ninguna herida, ni se ven heridos.
Las denuncias, testimonios, videos, evidencias de las y los sobrevivientes y organismos de DDHH, recogidos en tiempo real son reducidas a “una versión que debe investigarse” y se van a contrastar con el montaje del ejército, del presidente Duque, del ministro de defensa, con el apoyo cómplice de la fiscalía y de las autoridades que incluye al alcalde local, al gobernador del departamento, a los medios de paga y a todo el andamiaje de terror y propaganda del gobierno y el estado.
Este cobarde operativo de terror, anticipa convertir la verdad de los sobrevivientes, de la gente que estaba ahí, que sufrió la balacera, que vio a los soldados cambiándose, que vio como murieron sus amigas, amigos y familiares, que vio como les pusieron armas, que vio como los que acababan de matarlos, herirlos o tirarlos al rio, se subieron al helicóptero, que vio como manipularon el sitio de la masacre, recogiendo las víctimas y metiéndolas a helicópteros; que vio, que fue testigo, que fue víctima de este acto de cobardía, absolutamente sínica. La verdad oficial PREFABRICADA, es una orden, desde el más alto nivel, que activa los dispositivos de terror, encubrimiento y propaganda.
El ministro de defensa o el ministro de las masacres, los montajes y la mentira, el ministro de los falsos positivos, dio su versión como un logro.
El horror al que son sometidas las víctimas en un resguardo indígena, en una vereda, escogidas para una masacre en un costoso operativo pagado con recursos públicos y planificados al más alto nivel para hacer propaganda de guerra; lejos de conmover, generando la empatía espontanea que surge de ponernos en el lugar de ellas y de ellos desangrándose por balas del ejército disfrazado de guerrilla, se distorsiona inmediatamente -y hasta ahora mismo- en dudas, silencios y esperas en esta sociedad enferma de complicidad. Es menospreciada como siempre la verdad de las víctimas, porque las víctimas no son gente de bien, sino, “indios” y campesinos del Putumayo; de quienes se puede dudar. Y se duda. Y se asume que mienten, porque todo el que no sea, alto funcionario, rico, empresario o de medios de paga, es, en principio, “un sucio mentiroso”. Son apenas habitantes del remoto e incivilizado olvido.
La ira, el dolor, el horror se canalizaron de inmediato como posibilidad para conseguir votos en la campaña electoral, se aprovechó para la campaña electoral esta masacre, cuando un principio fundamental, venga de donde venga el pronunciamiento, es que, lo que hay que hacer es denunciar al asesino, denunciar al opresor, al tirano, a los cobardes y ponerse del lado de las victimas a cambio de nada, ni siquiera de votos.
El fraude que acaba de suceder en las elecciones recientes, empieza a taparse en cortinas de humo, de guerra, supuestas y cobardes, contra supuestos “narco-cocaleros” que son víctimas inermes, civiles en una fiesta para recaudar fondos, para hacer lo que el estado no hace, porque no tiene tiempo para gastar plata en obras mínimas de educación, salud y comida, porque la plata se la está gastando en hacer operativos de masacres contra “indios” en territorios remotos. Se silencian irrelevantes las hermosas, dignas, valientes denuncias inmediatas, de ira y dolor en audio, en texto, escritas a mano de sobrevivientes en el infierno. La ira solidaria se nos ahoga. El cálculo y la complicidad del desprecio se afianza.
Segundo hecho: SUPREMACÍA.
El jueves 10 de marzo del 2022, tres días antes de las elecciones al congreso en Colombia y de las consultas presidenciales, el presidente Duque se reúne con el presidente Biden, por invitación de Biden, en Washington. Que el presidente saliente con el mayor nivel de rechazo en toda la historia de Colombia –de por sí ya un logro- haya sido invitado a la Casa Blanca, como anticipo a las elecciones, es de por sí, e independientemente del motivo de la visita, un contundente mensaje de apoyo irrestricto del gobierno de los Estados Unidos, a este régimen ilegitimo, corrupto y asesino.
Biden, designara a Colombia –así lo anuncia, ese es el propósito principal de la visita- como un “aliado extra OTAN”. Colombia ha sido un socio global de la OTAN desde el 2017, gracias a los acuerdos de Juan Manuel Santos, con su contra parte Donald Trump, recién firmado el acuerdo de paz. Y es, también Colombia, el principal aliado militar de los Estados Unidos en América Latina, donde solo Brasil y argentina, tienen el estatus de ser aliados extra OTAN. ¿para qué sirve ser aliado extra OTAN? Para acceder a material de guerra, privilegios en contra de tecnología espacial y para realizar proyectos militares cooperativos, pero, además, reciben prestamos –claro- con deuda pública, de recursos de los y las victimas en los territorios como los de la masacre del Putumayo y tantas otras; y todos estos préstamos son para equipos y materiales de investigación de guerra y seguridad -la seguridad del orden mafioso, fascista, mentiroso y asesino que sigue recaudando todas las riquezas del trabajo y de los territorios para bolsillos privados-.
En el contexto de la guerra OTAN-Rusia, que ahora mismo se está dando en territorio ucraniano, generando masacre, muerte y desplazamiento por la invasión a Ucrania, ordenada por el otro imperio de Putin -en ese contexto- Biden, afianza a esta, la colombiana, la conocida como la democracia genocida, garantizando que siga sometido por la vía del terror, este pueblo, nuestro pueblo para que el estado colombiano, proteja la expoliación de riqueza, recursos, trabajo, territorios y la guerra en beneficio del capital colonial.
Este anuncio de ser socio extra OTAN, que se da con un abrazo en Washington, entre Biden y Duque, tres días antes de las elecciones, es un contundente mensaje de respaldo abierto y directo del presidente demócrata al orden narco-fascista, mafioso, asesino y mentiroso de Colombia. Ninguno de estos términos es despectivo, todos describen sencillamente, el régimen que nos somete.
El ejercito de los falsos positivos, de las mafias como las nombró en la interceptación telefónica el ex general Barrero, conocido como “el padrino”, mafias para encubrir los falsos positivos consolidando alianzas con narcotraficantes y masacrando civiles y líderes sociales, protegiendo mega proyectos y empresas extractivistas que amenazan, desplazan y destruyen pueblos y territorios, que junto con la policía nacional, masacran a quienes se movilizan en protestas pacíficas, como acaba de suceder en la ciudad de Bogotá, donde las y los indígenas, más de cuarenta niñas y niños que habitan el parque nacional desde hace meses para exigir sus derechos, fueron desplazados y hay más de treinta heridos y heridas de gravedad por parte del Esmad.
Esta es la fuerza pública más grande y poderosa del continente, que arma civiles y paramilitares, como la gente de bien de Cali que disparo contra la Minga, hiriendo, entre otras, gravemente a Daniela Soto, para matar, despojar y someter pueblos. Esta fuerza pública será mantenida con el apoyo de la mayor alianza militar del planeta, la OTAN, por la fuerza, el orden colonial y de miseria, por ganancias desde esto que llaman Colombia y que no es más que un proyecto de terror y de sangre para que se enriquezcan los mismos de siempre. El mensaje de Biden, es terror y guerra para mantener el orden que existe y seguirlo llamando democracia.
Mas allá y mucho más acá de por quién votar en estas elecciones, necesitamos asumirnos con realismo y valor, más acá del entusiasmo de ilusiones y deseos compartidos de promesas inalcanzables. Tenemos que darnos cuenta –como lo decía- claramente, por ejemplo, Carlos Gaviria, que no basta con que en las elecciones gane o el pacto histórico o un candidato que saque del poder a los de siempre, para que se acaben los falsos positivos, la guerra, el hambre, el racismo, la injusticia social y todos los males que este aparato de terror sostiene. No cambia esto con un resultado electoral, ni con un nuevo gobierno.
El operativo-masacre, contra los pobladores del Bajo Remanso, ordenado desde la presidencia de la república, la incorporación a la OTAN del aparato de terror mafioso-extractivista mal llamado fuerza pública de Colombia, que ahora, a nombre de defender la amazonia, acaba de encarcelar y ultrajar a un gobernador indígena del resguardo La Esperanza, en San Vicente del Caguan y, Artemisa, el operativo militar para “supuestamente defender los bosques”. Con este acto, comete otro falso positivo, otra vez, señalado apenas el 06 de abril, por el ministro de defensa Diego Molano y por el presidente Iván Duque, como otro “éxito”, cuando en realidad, están expulsando de los territorios de la Amazonia y de la Macarena, a los pueblos, para entregárselos a petroleras, mineras, industrias turísticas, oleoductos, corredores del narcotráfico y otros negocios. Van a matar la Amazonia y a despojar a sus pueblos a nombre de “protegerla” y Duque, seguramente saldrá de la presidencia de la republica a un gran cargo en Naciones Unidas u otra instancia multinacional a representar la defensa del territorio con estas mentiras.
Las ordenes imperiales-coloniales, que da a sus elites narco-mafiosas que se enriquecen siendo serviles, nos llegan a nosotros y a nosotras, como le llegaron al Remanso, como guerra y, nos llegan convirtiéndonos en cómplices, reclutándonos para ser el eslabón más bajo de esta guerra contra la vida y la libertad que nos tiene matándonos entre hermanas y hermanos.
O nos organizamos de todas las maneras y en todos los ámbitos para acabar con este estado sometido y criminal que llega hasta nuestras puertas y a veces entra a nuestros hogares, o seguimos sometidas y sometidos, con todas las complicidades a la normalidad del desprecio y de la complicidad para la venta.
Por: Programa de Comunicaciones-CRIC.