Lugares comunes. A propósito de Ciudad Princesa de Marina Garcés
En la primavera de 2018 se publicó Ciudad
Princesa, último libro de la filósofa Marina
Garcés (Barcelona, 1973). Manteniendo la
reflexión en torno a las posibilidades de lo
común como forma de vida y de pensamiento
que ha caracterizado las obras de esta autora
(En las prisiones de lo posible (2002); o Un
mundo común (2013)), Ciudad Princesa toma un
camino alternativo y a la vez complementario a
los anteriormente trazados para ponernos frente
a una nueva protagonista: la ciudad habitada y
apropiada; la ciudad de Barcelona.
Estructurado en tres partes –“Poner el cuerpo”,
“Tomar la palabra” y “Nacer al mundo”– el
libro discurre a través de un marco temporal y
espacial delimitados de manera muy precisa.
Del 28 de octubre de 1996, con la ocupación
del Cine Princesa al 1 de octubre de 2017,
el día en que tuvo lugar el referéndum por la
independencia de Cataluña, la autora nos toma
de la mano para guiarnos a través de una serie
de acontecimientos que han marcado el devenir
y el pulso de la ciudad de Barcelona –y, de
alguna manera, también el de otras ciudades–
hasta nuestros días.
El recorrido, o mejor todavía, el paseo a través
de las calles de Barcelona al que Marina Garcés
nos invita es a la vez personal y colectivo. En
él, las capas de recuerdos, de memorias y
de experiencias de la autora se confunden y
entremezclan con los de otros compañeros y
acompañantes que en uno u otro momento
también sintieron la necesidad de hacer suya
una calle, un edificio abandonado, un local o
un proyecto para abrir así un espacio para el
nosotros. Un nosotros que atraviesa el libro de
parte a parte y un nosotros que nos recuerda,
continuamente, que la experiencia de habitar la
ciudad es la experiencia de encontrarse con el
otro, la posibilidad de establecer un diálogo –no
exento de tensión– con aquello que nos excede y
complementa.
Es tal la importancia de la primera persona que
su presencia se deja sentir incluso en la propia
escritura. Ciudad Princesa es un libro de ensayo,
o, al menos seguro, es un libro de pensamiento.
Pero de un pensamiento personal y situado; un
pensamiento que siendo profundamente próximo
es capaz de tender puentes hacia situaciones y
contextos más lejanos.
Explícita o implícitamente, en las páginas de
Ciudad Princesa resuena un toque de atención a
la disciplina arquitectónica. Barcelona convertida
en materia de este libro sirve para recordar que
la ciudad es ese punto de encuentro donde
todavía es posible tejer alianzas y movimientos
comunes; pero sobre todo el caso concreto de
Barcelona sirve para recordar la importancia
de las ciudades en tanto que unos entes en
continúa transformación, los cuales nunca
pueden dejar de ser pensados y repensados.
Las palabras que Marina Garcés dedica a
su ciudad no esconden una dura crítica a un
modelo urbano dolorosamente transformado
en marca. Aquí, Ciudad Princesa se encuentra
con toda una colección de relatos a partir de
los cuales es posible reconocer y reivindicar a
esas otras ciudades y barrios superpuestos que
aún formando parte del denominado modelo
Barcelona no parecen tener cabida en él. Los
textos de los periodistas Jaume Fabre y Josep
Maria Huertas Clavería; los barrios de barracas
de Paco Candel, allá Dónde la ciudad cambia
su nombre (1968); o los libros Barcelones
(1992) de Manuel Vázquez Montalbán, La
ciudad mentirosa (2007) de Manuel Delgado
y Paseos con mi madre (2001) del escritor
Javier Pérez Andújar constituyen esa tradición
de voces lúcidas, alternativas y disonantes que
desde una posición desplazada del centro han
sabido cuestionar el devenir de una ciudad tan
paradigmática como lo es Barcelona.
Otro punto compartido por estas voces, que
nuevamente impulsa un llamamiento hacia
la arquitectura, es la propia posición de los
autores en un lugar totalmente ajeno a la
disciplina. Siendo filósofos, siendo antropólogos,
periodistas, historiadores o escritores… estos
autores consiguen hacer de la ciudad su objeto
de pensamiento, ofreciéndonos nuevas miradas
que no pueden seguir siendo ajenas al quehacer
de las prácticas arquitectónicas y urbanas.
Barcelona y su modelo siguen ejerciendo
un influjo magnético en numerosos cursos y
escuelas de arquitectura del mundo, pero no
deberíamos acoger las “bondades” de este
modelo sin atender también a todas las voces
críticas que habitando –o intentando habitar–
ese modelo, nos demuestran los estragos que la
mercantilización de una ciudad trae consigo.
Tras la lectura de Ciudad Princesa la expresión
“lugares comunes” quedó flotando en el aire.
Una expresión que desde su doble sentido invita
a reflexionar sobre la propia idea de ciudad.
Primero como una realidad siempre a la mano,
como ese cliché, esa experiencia recurrente que
acostumbramos a dar por sentado; y por otro
lado, la ciudad como ese lugar de lo común,
un común que es a la vez material –en tanto
que espacio físico compartido– y simbólico,
que solo pensado, transformado y re-apropiado
colectivamente puede tomar sentido.