La extrema derecha europea se resitúa después de la guerra de Ucrania
Durante casi un lustro, la alianza de los Gobiernos ultraconservadores de Polonia y Hungría ha supuesto un verdadero quebradero de cabeza para Bruselas por sus reiteradas violaciones de los principios democráticos. Ambos Ejecutivos se han cubierto mutuamente las espaldas, dificultando que las instituciones europeas les impusieran las sanciones más dolorosas. Sin embargo, la invasión de Ucrania ha minado esta entente, y Polonia canceló la semana pasada una cumbre de los países centroeuropeos en Budapest. Las grietas en el eje Varsovia-Budapest ejemplifican hasta qué punto la guerra de Ucrania ha sacudido el universo del populismo de ultraderecha en Europa.
Hasta hace un mes, el presidente ruso, Vladimir Putin, era visto por la mayoría de estos grupos como un referente por su defensa de los valores tradicionales y el patriarcado, por su hostilidad a los derechos homosexuales y al multiculturalismo, y por el hostigamiento de los movimientos islamistas en Siria. Además de una afinidad ideológica, el líder ruso se había dedicado a estimular la emergencia de estos grupos, ya sea promocionándolos a través de sus medios de comunicación internacionales, como Russia Today o Sputnik, o incluso financiando las campañas de algunos de ellos.
Según la Comisión Europea, la intención de Putin era sembrar “la polarización y la división en las sociedades europeas” a través del apoyo a estos grupos, o de ayudar a la elección de líderes como Donald Trump. Es decir, se proponía desestabilizar a Occidente para que los rusos se convencieran que la democracia era un mal negocio.
“Con excepción de los que ya eran rusófobos, como los polacos, la mayoría de la extrema derecha europea se ha alejado de Putin y ha condenado la guerra. Ahora bien, de momento, no apoyan todas las medidas de los Gobiernos occidentales”, explica Forti
Alguno de estos partidos, como el neerlandés Forum para la Democracia (FvD) o el sector más identificado con Trump en EEUU, ha mantenido su apoyo granítico a Putin incluso después de la invasión. Pero representan una excepción. “Con excepción de los que ya eran rusófobos, como los polacos, la mayoría se han alejado de Putin y han condenado la guerra. Ahora bien, de momento, no apoyan todas las medidas de los Gobiernos occidentales, como el envío de armas”, explica el historiador Steven Forti, especializado en el estudio del populismo.
Cada partido ha intentado buscar el grado justo de su viraje. Si es demasiado suave, se arriesgan a perder apoyo popular en favor de los partidos centristas, habida cuenta de la amplia solidaridad hacia el pueblo ucraniano en la mayoría de países europeos. Pero si es demasiado brusco, podrían hacer el ridículo. Esto es lo que le pasó al italiano Matteo Salvini, líder de la Lega, que se desplazó a la frontera entre Polonia y Ucrania, y fue recibido por un alcalde que le regaló la misma camiseta con la efigie de Putin con la que él se paseaba hace unos años atrás.
“No está claro cómo les afectará la guerra a nivel electoral. Imagino que dependerá de cómo sea el contexto nacional, de cómo lo hizo el Gobierno, cómo ha sido su oposición …”, sostiene Forti, que recuerda que en muchos países, como Francia, la política exterior no suele condicionar los votos. Precisamente, la candidata presidencial de Reagrupación Nacional, Marine Le Pen, que se prepara para la segunda vuelta, en 2014 recibió un crédito ruso de 9 millones de euros, condenó enseguida la agresión rusa de Ucrania, y ha intentado evitar este asunto en su campaña para centrarse en cuestiones como la inflación, el paro o de tipo identitario.
Al primer ministro húngaro, Viktor Orban, le funcionó su estrategia de una calculada ambigüedad respecto a Ucrania, y hace dos semanas logró una cómoda reelección. Presentando su postura como “neutral”, aprobó el primer paquete de sanciones contra Rusia preparado por la Unión Europea, pero se ha negado a permitir el paso por su territorio de cargamentos de armas occidentales destinadas al ejército ucraniano, o una ampliación de las sanciones que incluyan el gas o petróleo rusos, de los que es muy dependiente. Para Orban, la tarea de resituarse era más fácil que para sus correligionarios, pues cuenta con un dominio casi absoluto de los medios de comunicación en Hungría.
En el Parlamento europeo hay dos grupos políticos con casi idénticas posiciones ultraconservadoras en temas morales, hostiles a la inmigración y a una mayor integración europea, pero con visiones divergentes respecto a la Rusia de Putin
La posición respecto a Rusia ya era un factor que dividía a la ultraderecha europea incluso antes del inicio de las hostilidades en Ucrania. De hecho, en el Parlamento europeo hay dos grupos políticos con casi idénticas posiciones ultraconservadoras en temas morales, hostiles a la inmigración y a una mayor integración europea, pero con visiones divergentes respecto a la Rusia de Putin. La alianza Conservadores y Reformistas Europeos, que incluye a VOX y a Ley y Justicia, en el Gobierno en Polonia, es de orientación atlantista, mientras que Identidad y Democracia, de Le Pen y Salvini, habían tejido una estrecha relación con Putin.
No obstante, según Forti, esto podría cambiar. “La guerra podría acabar facilitando la unificación de la extrema derecha europea, sobre todo, si aquellos partidos o movimientos que eran cercanos a Putin se alejan definitivamente de su órbita. Se desdibujaría aquello que dividió sus diversas familias”, asevera Forti. Un escenario de futuro parecido es el que planteaban recientemente David Engels y Krzysztof Tyszka-Drozdowski, un pensador de ultraderecha francés y otro polaco, en una tribuna publicada en el semanario francés radical Valeurs Actuelles.
Según estos intelectuales, Ley y Justicia y la figura más fuerte de ultraderecha en Francia salida de las urnas, ya sea Le Pen o Eric Zemmour (cuya avanzada se desinfló antes de llegar a los comicios), deberían ser el eje de la unificación de esta familia ideológica en toda Europa. Su fórmula se basa en “una equidistancia entre Oriente y Occidente”, entre la OTAN y Rusia. El signo de la evolución de la guerra en Ucrania y el consiguiente reposicionamiento de las principales formaciones de extrema derecha acabaran determinando la reconfiguación de este espacio político y su futura fortaleza.