Defender Shengal con espíritu de guerra
Esta era de genocidio, que alcanzó su punto máximo en los años de la Primera Guerra Mundial, fue llamada Aghet (calamidad) por los armenios, Sayfo (la espada) por los asirios y Ferman (edicto islámico) por los yezidíes.
Un elemento del genocidio fue la masacre física; el otro, la deportación. Hoy en día, el número de armenios, asirios y yezidíes que viven en Bakur (Kurdistán del Norte, sudeste de Turquía) es tan pequeño que resulta insignificante. El número de la diáspora asiria es muchas veces mayor que el que vive en sus antiguas tierras. Del mismo modo, el número de armenios deportados y dispersos por el mundo es más del doble de los que viven en Armenia. Lamentablemente, estos dos pueblos indígenas, que conocen estas tierras donde surgieron las primeras civilizaciones como sus patrias, se han convertido en gran medida en diásporas.
Sería lo mismo para los yezidíes si no fuera por Shengal (Sinjar) y Shekhan. A partir de la década de 1830, los yezidíes del noreste de Anatolia se vieron obligados a emigrar a Armenia, Georgia y Rusia, mientras que a partir de la década de 1970 los de las regiones de Mardin y Urfa fueron dirigidos sistemáticamente a Alemania, dejando a Bakur casi completamente desprovisto de yezidíes. (Hoy se estima que el número de yezidíes que viven en Alemania ha alcanzado los 150 mil).
Los yezidíes también se han enfrentado a numerosos fermanes en las montañas de Shengal, pero no han abandonado estas áridas tierras, que son una garantía de su existencia. Hay una gran comunidad yezidí que, desde las tiendas de campaña donde viven desde hace años, han resistido los ataques genocidas de ISIS al igual que resistieron los ataques del régimen del partido Baath, el cual ordenó verter hormigón en sus manantiales para secarlos. El objetivo del 73º ferman era completar el genocidio yezidí, dispersar a los últimos miembros de la comunidad que vivían en la línea entre Shengal y Shekhan, y expulsarlos de Kurdistán. Si bien la parte de ISIS en esta política fue la masacre física y la esclavización de las mujeres como “botín de guerra”, las fuerzas de la modernidad capitalista asumieron la misión de distribuir a los sobrevivientes en lugares a miles de kilómetros de distancia.
Los estados occidentales abrieron sus puertas de par en par en nombre de sus políticas supuestamente humanistas y de ayuda, y provocaron que la diáspora yezidí creciera aún más. Cuando el gobierno canadiense anunció en un gran gesto que otorgaría derechos de residencia a 1.200 yezidíes, esto se presentó como una política ejemplar de refugiados. En una visita a Francia, Nadia Murad, quien escapó de las garras de ISIS, le pidió al presidente Macron que aceptara más refugiados de Shengal. Ninguno de estos estados charlatanes, que se comportan como si su intención fuera proteger al pueblo yezidí y sus creencias, ha hecho el más mínimo esfuerzo para garantizar que los yezidíes puedan vivir en sus propias tierras en paz y seguridad. Todo lo contrario…
Frente a los ataques genocidas (y las políticas de deportación relacionadas), la única forma en que los yezidíes pueden continuar viviendo en sus tierras es adquiriendo capacidades de autogobierno y autodefensa. El enfoque, hasta la fecha, del Movimiento de Liberación de Kurdistán y el apoyo que ofrece al pueblo yezidí de Shengal, siempre ha estado en este marco y en línea con esta realidad. La intención básica tanto de los poderes estatales regionales (incluido el PDK -Partido Democrático del Kurdistán-), como de las fuerzas extranjeras lideradas por Estados Unidos, el Reino Unido y Alemania ha sido devolver a los yezidíes al statu quo anterior a 2014. El acuerdo del 9 de octubre de 2020 es la expresión más concreta de ello.
Los ataques de limpieza y ocupación dirigidos a Shengal por parte de las fuerzas armadas iraquíes, deben evaluarse en este contexto. Estos ataques no solo se llevan a cabo a través de la cooperación entre el Estado turco fascista, sus títeres, el PDK, y algunos elementos sunitas en Irak. En un panorama más amplio, las políticas de genocidio desarrolladas e implementadas por las fuerzas de la modernidad capitalista en la Mesopotamia, han sido efectivas durante los últimos 200 años.
La única manera de resistir estas políticas es insistir en la autodeterminación, el autogobierno y la autodefensa. Esta es la postura representada por Dayê Kînî (una mujer yezidí que dijo públicamente recientemente que las mujeres de su comunidad nunca se darán por vencidas). Hay que considerar que, objetivamente, la migración masiva convocada por algunas organizaciones de la diáspora yezidí y sus representantes sería un movimiento para completar el genocidio, aunque esa no sea su intención. Los llamados en esta línea a las potencias internacionales, terminan sirviendo a políticas genocidas.
Los poderes que ayer dejaron a los yezidíes indefensos ante el genocidio a manos de ISIS, están cooperando hoy para completar lo que el grupo terrorista dejó inconcluso. Es una tontería esperar ayuda de quienes son parte los ingenieros de este plan. Lo que hay que hacer es defender la autonomía de Shengal con espíritu de guerra. No hay otra manera.
Meral Çiçek / Yeni Özgür Politika / Medya News / Traducción y edición: Kurdistán América Latina