Caminar Montevideo

Pudimos ver un estrecho corredor de una vivienda muy precaria en un barrio de la periferia de Montevideo, el mismo había sido levantado quitando sus baldosas para hacer aparecer la tierra. En ese minúsculo espacio alguien cantó de júbilo porque ahora sí era el momento de plantar las primeras semillas en esa pequeña y valiente huerta urbana.



Imagin-acción

Caminar Montevideo

 

Sandra Petrovich

 

Estamos en Montevideo de paso, un concierto de grillos en una calle del barrio lo convierte puntualmente en un campo migrando a la ciudad. La vereda en la calle de los grillos cantores luce con pastos crecidos en los bordes y entre los adoquines.

Más abajo en el parque hay gente que acampa, viejos sillones, algún fogón. Por las noches vagan hombres, algunos llevan mochilas sobre sus espaldas, discuten, gritan, a veces corren. Así toda la noche hasta que se hace silencio por algunas horas. La circulación de coches no cesa, con mayor o menor intensidad según los momentos del día. Montevideo luce tapada de automóviles, las casas tienen rejas y cercos electrificados en algunos casos. Es otoño en un día húmedo, gris. Las hojas amarillentas de los árboles y algunos pétalos rosa caen lentamente como copos de nieve. Aparte de una combativa movilización de los trabajadores de «Pedidos Ya», la ciudad está sumida en sus desplazamientos rutinarios, en su incertidumbre cotidiana, algunos barrios son apacibles otros menos, cuesta imaginar la alegría colectiva pero la ciudad tiene un corazón que bate al ritmo del tambor los fines de semana en muchos barrios. Entonces sentimos que aún está viva.

Pero más allá de estas imágenes cargadas de una poética casi sutil, tenemos la contra imagen de la misma ciudad, la que vive y late igualmente a la par de los desmanes policiales, de las viviendas precarias, soledad, exclusión, tristeza, de los crímenes del narco, de la trata.

El viernes 8 de abril se produjo un hecho represivo en un centro estudiantil en el barrio del Cerro, en donde efectivos policiales irrumpieron violentamente en el instituto de la UTU llevándose detenido a dos estudiantes y dirigiéndose en tono amenazante a los profesores presentes. Los jóvenes fueron liberados posteriormente. Esta es la anti poesía montevideana, algo que poco a poco también forma parte, se integra entre luces y sombras a una realidad fisurada y violenta. Realidad que se esconde, se calla, Montevideo se muestra en las pantallas de la televisión como una carta postal. Nadie sabe lo que se macera en sus silencios. ¿De qué están hechos esos largos paréntesis en donde a veces la comunidad parece aletargada, dormida, entre marchas y concentraciones con poca convocatoria en la calle? ¿Cuál es el mensaje que se está enviando desde las intervenciones represivas hacia ciertos sectores de la sociedad? Todo cuanto acontece pasa como hechos insignificantes, puntuales. Nombrar las cosas se va volviendo complejo, mientras tanto en nuestro andar vamos buscando pero sobre todo vamos encontrado cosas, acontecimientos, contradicciones, diferencias. El andar caminando también nos convierte en testigos, nos informa, nos abre hacia un afuera que las pantallas no muestran.

Mientras caminamos nos preguntamos: ¿sobre qué laureles duerme la cúpula sindical del PIT-CNT o qué hacer ahora, cuando toca comenzar todo de cero nuevamente? Echarse andar, caminar, juntarse con otros y por ejemplo poner los cuerpos en estado de resistencia frente a los recortes de los derechos elementales en el trabajo, salud, vivienda, educación, pensiones.

«Un andar es siempre un poco errático en el tiempo y en el espacio, lo impredecible muchas veces prevalece sobre lo probable». David Le Breton.

La ciudad tiene sus cavernas, sus laberintos en donde perderse para hacer posible el encuentro. En estos días en una foto compartida pudimos ver un estrecho corredor de una vivienda muy precaria en un barrio de la periferia de Montevideo, el mismo había sido levantado quitando sus baldosas para hacer aparecer la tierra. En ese minúsculo espacio alguien cantó de júbilo porque ahora sí era el momento de plantar las primeras semillas en esa pequeña y valiente huerta urbana.

Montevideo cercada por largas filas de coches en la rambla y en las avenidas, en donde las luces encandilan sumen a la ciudad en una casi oscuridad y en solitarias sus veredas. Toda una invitación a subvertir la rutina y la sumisión. Caminar, echarse a andar, salir al encuentro para tramar y entramarse.

«El caminante es un hombre del intersticio y del intervalo, de lo que está entre las cosas, pues al tomar las rutas secundarias se sitúa en la ambivalencia de estar a la vez dentro y fuera, aquí y allí». David Le Breton.