La revolución de las mujeres kurdas en la palabra de una de sus referentes: Elif Kaya
El pueblo kurdo, uno de los pueblos originarios de Medio Oriente, con más de 45 millones de personas, habita un territorio que abarca regiones de cuatro países: Irán, Irak, Siria y Turquía. Es un lugar estratégico para el control de la región, lleno de riquezas como petróleo y agua. Por eso hay muchos intereses en juego, y una intensa disputa en la que están involucradas las principales potencias mundiales. En la última década, el movimiento de liberación kurdo promovió un proceso revolucionario profundo, que tiene como protagonistas a las mujeres kurdas organizadas.
El lugar protagónico de las mujeres fue impulsado muy especialmente por su líder Abdullah Öcalan, al que nombran como Apo (tío), quien lleva 23 años encarcelado y aislado -desde el 15 de febrero 1999 -, en la isla de Imrali. Elif Kaya, del Movimiento de Mujeres Libres de Kurdistan y de la Academia de Jineolojî, tiene una larga trayectoria en la lucha revolucionaria. Ha vivido 15 años de prisión, donde supo transformar la resistencia en las cárceles en escuelas de vida. En un diálogo reciente, nos acerca a la Revolución de Kurdistan, a través de su experiencia de vida.
-¿Cómo fue tu incorporación al Movimiento de Mujeres Libres de Kurdistan?
-Yo conocí al Movimiento a partir de las problemáticas de la identidad étnica. Después que se formó la República de Turquía, se empezó a aplicar una política muy fuerte de asimilación. Estaba prohibido hablar kurdo, llevar símbolos culturales, incluso la vestimenta tradicional. Las bases militares y los centros educativos jugaron un importante papel en las políticas de asimilación. Yo fui al colegio en el campo y al secundario en la ciudad, en nuestro propio ámbito cultural. No viví la contradicción que genera tener una diferente etnia, hasta terminar el secundario. En la región donde crecí, no se vivía fuertemente la conciencia de la identidad étnica. La parte política de la identidad étnica se había borrado, aunque se la vivía culturalmente. Cuando fui a la Universidad en Ankara, viví esa condición de ser “el otro”. La primera contradicción que vivimos era la étnica, porque había políticas de negación de nuestra existencia.
-¿Sentiste discriminación por ser mujer?
-Desde chiquita me encontré con los códigos patriarcales. Por ejemplo, eran las mujeres las que hacían las tareas de la casa, y a veces no se permitía que salgan afuera. Mandaban a los niños a la escuela, pero no a las niñas. Para llegar a la escuela, yo resistí contra mi familia. Ir a la escuela parecía una manera de liberarse. Las primeras que fuimos a la escuela en mi familia fuimos mi tía paterna y yo. Cuando fui a la Universidad, me di cuenta que ir a la escuela tampoco resolvía los problemas patriarcales.
-¿En qué incidió la formación del movimiento en la situación de las mujeres?
-La existencia del Movimiento de Liberación de Kurdistán nos mostró que había otra opción, que era la resistencia contra las políticas de negación política y desvalorización cultural. Cuando comencé a participar, lo más importante era la conciencia de la identidad étnica y de clase. Estoy hablando de los años 80 y 90. Después nos dimos cuenta que el sistema patriarcal no solamente existe afuera, sino que adentro de nosotros también. Por un lado habíamos ido construyendo una lucha autónoma de las mujeres, pero sentíamos la opresión y la discriminación de los compañeros con quienes estuvimos luchando contra el sistema más grande. Si se mira desde el presente, una piensa que todo ocurrió de un día para el otro, pero no es así. Por ejemplo, en el año 1993, un grupo en una Conferencia llegó a la conclusión de que las mujeres no tendrían que estar en los frentes, porque son débiles, emocionales. A muchas las enviaron a las casas, a hacer trabajo político en las ciudades, y el resultado fue que muchas cayeron presas.
-¿Cómo se pasó de una sociedad con tanta opresión patriarcal, a la Revolución de las Mujeres?
-Una ventaja muy grande, fue tener un líder como Abdullah Öcalan. En 1993 se toma la decisión de formar el Ejército de Mujeres. Es un movimiento revolucionario contra esa mentalidad que ve a la mujer como inferior. El Movimiento de Mujeres empieza desde la fundación del PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistan). Muchas mujeres, por ejemplo Sakine Cansiz y otras compañeras, cayeron presas, pero no tenían una organización autónoma sino que estaban en el PKK. La primera organización autónoma de mujeres se formó en 1987, la Unión Patriótica de Mujeres de Kurdistán (YJWK). No se puede distinguir, como si fueran dos movimientos que se formaron en diferentes momentos. El PKK y el Movimiento de Mujeres Kurdas se desarrollaron en conjunto. Es la misma base de resistencia y tienen argumentos similares. Yo me incorporé en 1993. Al empezar a participar políticamente estaba en la Universidad, tratando de entender esa contradicción de la identidad.
-¿Cómo es la relación entre la guerrilla y el pueblo?
-La decisión de fundar un Ejército de Mujeres afecta a las mujeres en la sociedad, tiene esa dialéctica. Cuando se crea una guerrilla autónoma de mujeres, esto se refleja en el espacio civil donde las mujeres empiezan su organización autónoma. Lo que se aplica en la guerrilla sirve como un ejemplo para el resto del pueblo. No hay una relación directa y jerárquica entre la guerrilla y el pueblo. La guerrilla es un ejemplo ideológico, no es un órgano jerárquico.
-¿Qué significa para ustedes la resistencia desde las cárceles?
-La cárcel es un espacio de lucha para nosotras. Lo que pasaba afuera repercutía en la cárcel, y la resistencia en la cárcel alimentaba la lucha afuera. Es un espacio de educación, formación y concientización. Aunque en el trascurso del tiempo cambió la estructura de la cárcel, antes del año 2000 nos encontrábamos cientos de mujeres presas, y organizábamos formaciones como si fuera una academia. También era un lugar donde nos sanábamos, porque había mucha tortura y muy fuerte. Las mujeres que llegaban a la cárcel habían pasado una tortura tremenda. Hubo mujeres que fueron detenidas estando embarazadas, y tuvieron que parir a sus hijos en prisión. Durante mi estadía, dos mujeres tuvieron que dar a luz a sus hijos en prisión, en condiciones muy difíciles y exigentes. Amarraron con esposas el pie de la mujer a la cama, en la sala de partos, y parió así. Había mujeres que llegaban con sus hijos, algunas después de haber sido violadas durante la tortura.
-Ustedes supieron convertir las cárceles en lugares de formación política, de cuidado de las compañeras.
-La organización dentro de la cárcel servía como un espacio de sanación. No solamente se trataba de una concientización política, sino también de pensar cómo vivir. Las prisiones, como se lee literalmente, son “casas de castigo”. Estábamos ahí para ser castigadas. En lugares así, lo más importante es existir con la fuerza del sentido. Empiezas a ver que “probablemente hice algo que le molestó al sistema”, y empiezas a entender tu legitimidad. Estar ahí por luchar contra un sistema cruel, te muestra que lo que haces es legítimo. Cuando empezaron a participar más mujeres en el Movimiento, esto se reflejó en las cárceles. Empezaron a construir más prisiones para mujeres, para aniquilar la fuerza que genera el Movimiento autónomo de mujeres.
-¿Qué valor tiene en su proyecto político la Libertad?
-El objetivo principal del Movimiento es la libertad. La historia es larga, pero las propuestas se fueron desarrollando paso a paso. La libertad tiene capas, parecido al desarrollo de la lucha, capa por capa. Alcanzar la libertad parece un trabajo arqueológico. Llegamos a esta consigna: “jin, jiyan, azadi” (mujer, vida, libertad), buscando arqueológicamente cuál es la capa en el fondo. Es difícil tener libertad en un lugar donde hay poder, dominación y jerarquía.
-¿Y cómo se llegó históricamente a esa conciencia?
-Según el pensamiento de Abdullah Öcalan la primera oprimida fue la mujer, y su opresión marcó el primer momento en la historia donde se perdió la libertad. Para tener libertad social hay que tener libertad de las mujeres. También entendimos que la libertad de la mujer no se puede lograr como libertad individual, porque el ser humano es un ser social y comunicativo. Entonces a la libertad no se puede llegar sola. Si no cambiamos a los hombres, las mujeres tampoco vamos a llegar a la libertad. Por esta razón se dice que la libertad social pasa por la liberación de las mujeres. Para la libertad se necesita una lucha colectiva, y la libertad en sí tiene características colectivas. También hay que considerar que concentrarse mucho en lo colectivo, no debe dejar atrás la libertad individual. En las sociedades de Medio Oriente, muchas veces la colectividad se sobrepone a la libertad individual, y en las sociedades occidentales es al revés: se concentra en la libertad individual y se ignora lo colectivo. Lo importante es equilibrar bien la libertad individual y colectiva. Por eso es necesario tener espacios en donde las diferencias se puedan expresar libremente. Ésta es la esencia del Confederalismo Democrático, nuestra propuesta política: crear espacios de organización en donde cada diversidad o diferencia se exprese libremente.
-Ha habido debates históricos entre mujeres guerrilleras en Abya Yala, sobre asumir o no la maternidad en el contexto de la lucha revolucionaria. ¿Cómo lo piensan ustedes?
-Lo que voy a decir son mis opiniones personales, resultado de una experiencia colectiva. El poder y la dominación están en todo tipo de relaciones, y donde más se ve es en las relaciones entre la mujer y el hombre, en especial en las relaciones sexuales. El sistema patriarcal desarrolló una perspectiva y cultura de sexualidad que cosifica a la mujer y ve al hombre como el sujeto principal. En los primeros años del Movimiento había casamientos y relaciones afectivas. Pero después se pensó que sin analizar esa relación entre mujer y hombre, sin cambiar las características de esa relación que se vuelve una relación de poder, no se puede desarrollar una lucha. Por eso se propone la Teoría de la Separación (del desvínculo), que tiene tres pilares importantes: hay que poder soltarse de estos tres brazos: “el de la mamá, el del marido, y el del Estado”
-¿Qué significa este desvínculo en lo cotidiano?
-No estamos hablando de una separación solo física, sino también de la mentalidad y de la cultura que genera ese vínculo. Porque nuestros gustos, deseos, criterios de aceptación y rechazo fueron determinados por la cultura patriarcal. En los ámbitos en los que comparten mujeres y hombres, el hombre termina siendo quien determina los criterios, incluso la sexualidad, y la mujer termina no pudiendo contar con su fuerza, ni expresar su voluntad. Muchas veces nos preguntan si está prohibido tener relaciones sexuales en nuestros ámbitos. Nosotras no lo vemos como una prohibición, sino que lo consideramos como un proceso de poder buscarse a sí misma. Tener hijos, hijas, es importante. Pero tener hijos, criarlos en estas condiciones, es difícil. Ni siquiera hay condiciones. En Kurdistán, el contexto cultural y social es importante. Hay gente que no quiso matrimonio o tener hijos. Hay algunas que viven con su pareja fuera del matrimonio, pero no es muy común. Se ve más en las nuevas generaciones.
-¿Cómo surge la necesidad de un pensamiento y una ciencia nacidos desde las mujeres?
-Desde la niñez, hay una búsqueda de romper con las relaciones opresivas de la sociedad, las relaciones patriarcales. Las escuelas se consideraban un lugar donde liberarse, de escape de estas relaciones patriarcales, como el lugar de búsqueda de la libertad por la mentalidad de la modernidad capitalista. La emancipación se percibía de manera individualista, y mayormente se la asociaba con la independencia económica. En la lucha lo que vimos -no solamente yo sino muchas otras compañeras- es que la emancipación no es un proceso individual. Empezamos a entender la vida desde la colectividad. Cuando hay un problema, buscamos soluciones colectivas, con la solidaridad. Todo eso lo aprendimos luchando. Una de las cosas más importantes que fuimos entendiendo, fue que la educación que nos dan es occidental y positivista. Es una perspectiva que obstruye conectarnos con nuestra propia raíz y cultura. La lucha nos ayudó a conectarnos con nuestras raíces, y a buscar respuestas a la pregunta de quiénes somos. La mayoría de los conceptos que hoy usamos, se han desarrollado gracias al pensamiento y las ideas de las mujeres. Por ejemplo, la moral y la justicia, la cultura. Es la mujer la que le dio su color a estos valores. Cuando hablamos de la libertad, volvemos al pasado y preguntamos “¿cuándo y dónde hemos perdido nuestra libertad?”. Las investigaciones que se han hecho sobre la era neolítica, prueban que no ha sido siempre así. En las primeras sociedades no había jerarquía, ni opresión, ni dominación. Si ponemos nuestra atención sobre la cultura agrícola que sigue hasta el día de hoy, continúa habiendo elementos, aunque muy pequeños, que siguen vivos. Volvamos a nuestra pregunta del inicio: ¿cuándo y dónde hemos perdido? Si encontramos una respuesta correcta a esta pregunta, podremos encontrar buenas soluciones. Nuestras investigaciones nos han enseñado que la pérdida de libertad empezó con el desarrollo de la civilización y del Estado. Abdullah Öcalan nombra a este período como la “primera ruptura sexual”. Es a partir de este momento que el poder del hombre se desarrolla contra la mujer. La cultura alrededor de la mujer cambió poco a poco con la dominación del hombre. La sociedad no fue construida de la noche a lamañana, y tampoco puede ser destruida en un día. La sociedad se ha construido gracias a la cultura de la mujer, pero todo ha sido tergiversado. Es por ello que hubo una gran guerra de miles de años contra las mujeres.
-¿Qué saberes incorporan desde las experiencias ancestrales de las mujeres?
-Esta realidad ha sido expresada claramente en la mitología. También en la religión, la filosofía y la ciencia vemos huellas claras. Para entender cómo hemos perdido la verdad de la mujer, la mitología, el lenguaje y la literatura oral son fuentes de mucha riqueza. Si desarrollamos una ciencia con una nueva mirada y un nuevo método podremos responder a las preguntas ¿quiénes son las mujeres? ¿qué es la libertad? Debido a esto nació Jineolojî. Hay gente que pregunta por qué una nueva ciencia. Otras dicen que ya existen epistemologías feministas, por qué necesitamos una nueva ciencia. Hay muchos debates importantes para que Jineolojî pueda encontrar un mejor camino. Si sólo definimos Jineolojî como una ciencia de la mujer, esta definición se queda a medias. No debemos tomarla de manera estrecha. Es cierto que es la ciencia de la mujer, pero al mismo tiempo es la ciencia de la vida, de la convivencia libre, de la revolución de la mujer… Aunque toma a la mujer como centro, no es sólo la ciencia de un género. Si podemos revelar la realidad de la mujer, podemos revelar la realidad de la vida y de la convivencia libre. Con Jineolojî podemos revelar la historia de las mujeres y conocer la cultura que la humanidad desarrolló con ella, podemos leer e interpretar la historia de otra manera y llegar a verdaderos resultados. Sin duda el tema fundamental es la dominación del hombre sobre la mujer. La mayoría de los problemas vividos por la sociedad tienen su origen en ello. Es por eso que Jineolojî trabaja en torno al equilibro que ha sido roto entre la mujer y el hombre. El trabajo no es solo investigar, sino también buscar soluciones. Necesitamos desarrollar una vida libre e igualitaria. Si no nos podemos conocer a nosotras mismas, si no podemos definirnos a nosotras mismas, entonces no podemos desarrollar la libertad. Brevemente lo que podemos decir es que, para la revolución de la mujer necesitamos nuevos saberes y una nueva ciencia.