Bifurcación o encrucijada en la historia política. Apuntes para el análisis de coyuntura en Colombia

En Colombia asistimos a una coyuntura, que mediáticamente se la nombra como electoral. Ciertamente, no podemos reducir las connotaciones de esta coyuntura a la circunscripción electoral, pues, como hemos dicho antes, en los espesores de la coyuntura y en los espesores del presente se esconde, para decirlo metafóricamente, la complejidad misma del contexto y de la historia. Otra interpretación podría abordarse circunstancialmente, diciendo que se trata de una coyuntura donde se disputa la posibilidad de la paz.



Apuntes para el análisis de coyuntura en Colombia

Bifurcación o encrucijada en la historia política

Raúl Prada Alcorez

 Bolpress

16 junio, 2022

 

En los espesores de la coyuntura podemos encontrar las claves para comprender la singularidad misma toda la coyuntura. En los espesores del presente podemos encontrar las claves para comprender la singularidad de la historia, usando este término de historia como concepto perentorio para expresar tanto la memoria social y la imposibilidad de representar la simultaneidad del tejido del espacio tiempo. Lo que queremos decir es que lo que aparece no agota lo que se oculta, para decirlo de ese modo. Obviamente no se trata de un encubrimiento, ni ocurre que el substrato histórico se oculta, sino que no es visible, no es evidente, ni perceptible a una mirada ligera. Tampoco se trata efectivamente de una mirada superficial, pues comprendemos la metáfora de que lo más profundo es la piel, sino que aludimos a una mirada circunscrita a los límites que le impone la ideología, la máquina de la fetichización, que también podemos nombrar como el substrato miserable de los prejuicios. Entonces cuando hablamos de espesores nos referimos a esta complejidad, a las dinámicas de la complejidad, a la simultaneidad dinámica, a las composiciones de las singularidades, en distintos planos de intensidad, en fin, a los perfiles singulares, que aparecen como síntesis toda la coyuntura.

 

En Colombia asistimos a una coyuntura, que mediáticamente se la nombra como electoral. Ciertamente, no podemos reducir las connotaciones de esta coyuntura a la circunscripción electoral, pues, como hemos dicho antes, en los espesores de la coyuntura y en los espesores del presente se esconde, para decirlo metafóricamente, la complejidad misma del contexto y de la historia. Otra interpretación podría abordarse circunstancialmente, diciendo que se trata de una coyuntura donde se disputa la posibilidad de la paz, en una formación social colombiana, que ha sido atravesada por lo que hemos llamado la guerra permanente. Esta apreciación es más adecuada y menos mediática, puesto que se sitúa en la historia del conflicto de la lucha armada y de la lucha de clases, que hacen de contextos variados y en constante desplazamiento en la formación social colombiana. Sin embargo, no agota, de ninguna manera, las otras posibilidades de interpretación de la coyuntura y del presente colombiano. Por así decirlo, se juegan más cosas, se juegan otras posibilidades, otras aperturas y otros desenlaces, en un momento que puede convertirse en un punto de inflexión histórica.

 

Hay que remontarse a los momentos constitutivos de las formaciones sociales abigarradas, como lo decía René Zavaleta Mercado. Uno de esos momentos en la historia de los ciclos largos, medianos y cortos, es el momento constitutivo de la república barroca, después de las guerras de independencia. Visto en perspectiva, se trata del Virreinato de Nueva Granada, administración colonial que se derrumbó ante los levantamientos anticoloniales, que se dieron desde el levantamiento panandino y la sublemación indígena y mestiza en Nueva Granada. Desde entonces se anuncia la crónica de una muerte anunciada de la Corona española, en el continente conquistado por su armada y su ejército de conquistadores, acompañado por su ejército de evangelizadores y por el conglomerado de comerciantes, de empresas y empresarios, de ese capitalismo barroco, que se inaugura precisamente con la conquista del continente de Abya Ayala, conquista seguida por las olas de colonización que devienen después. Usando una adecuada configuración conceptual histórica, dada por Marie-Danielle Demélas, diremos que la invención política de las repúplicas criollas fue la forma de continuar la inauguración de la modernidad barroca. También, de manera temprana, las formaciones sociales continentales se vieron atravesadas por las contradicciones de la modernidad y del sistema mundo capitalista naciente. La herencia colonial institucional y el barroco de la formación social entraron en concurrencia de contrastes y contradicciones. El peso institucional de la flamante república fue absorbida por el campo gravitatorio del mapa institucional colonial. En principio, las flamantes repúblicas se circunscribían a la Constitución; en consecuencia, se limitaba a la ilusión jurídico-política, sostenida apenas por la premura en construcción de la institucionalidad republicana, todavía en ciernes. En esta provisionalidad republicana, en un campo gravitatorio institucional colonial, emergieron rápidamente las contradicciones inaugurales, que van a atravesar la historia de las formaciones sociales continentales. Contradicciones que no se han resuelto hasta ahora, este presente, dilatado en más de dos décadas en pleno siglo XXI.

 

Para resumir, pues ahora, en este ensayo, no pretendemos un análisis histórico exhaustivo, sino tan sólo presentar configuraciones y perfiles históricos, que nos ayuden a vislumbrar la composición de las singularidades de las formaciones sociales, en los espesores del presente, diremos que no solamente la arquitectura de las flamantes instituciones republicanas, improvisadas en el momento y mantenidas en la duración temporal, cayeron en las deformaciones que impone el campo gravitatorio de la institucionalidad colonial, preservadas en las prácticas, ligadas al barroco sistema mundo capitalista, naciente en el sur del planeta. Se impusieron como prácticas económicas, hegemónicas y dominantes, en los circuitos de los recursos comerciales y en los modos productivos de las formaciones sociales republicanas del continente. Sin embargo, a pesar del campo gravitatorio de la institucionalidad colonial, no desaparecieron las multiplicidades de resistencias anticoloniales, de las resistencias culturales, de las resistencias comunitarias, de las resistencias sociales, que desordenaron los mapas institucionales, heredados de la colonia y preservados en la colonialidad republicana. Por otra parte, en las primeras etapas de la mundialización se hicieron presente las formas convocantes y críticas del iluminismo. En este sentido, asistimos al nacimiento de las utopías políticas, también a la emergencia de imaginarios de esa modernidad temprana, donde todos los sólido se desvanece en el aire. La ciencia se convirtió en el referente prestigioso de la objetividad, del conocimiento y del saber. Este iluminismo se enfrentó a los oscurantismos variados, ateridos y anclados, heredados de la colonia, de la contrarreforma católica. Los contrastes y las luchas ideológicas no se dan de manera pura, clara y desenvuelta, sino, debido a la correlación de fuerzas, a los obstáculos ideológicos y epistemológicos, derivan en perfiles singulares barrocos. Estos perfiles son las expresiones conservadoras de la guerra entre liberales y conservadores, en las iniciales etapas republicanas de la formación social colombiana.

 

Las guerras intestinas, la guerra civil entre los regionalismos, aparecieron proliferantes y persistentes a lo largo de la historia. Más tarde, el acuerdo entre liberales y conservadores, para gobernar de manera rotativa, fue la búsqueda de una paz, requerida por el propio desenvolvimiento económico del modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente inaugural. Quizás podamos hablar del primer acuerdo de paz en una ya intermitente historia de acuerdos de paz, que no logran realizar su objetivo primordial, que es precisamente la paz. En aquel entonces tampoco se logró la paz perpetua, menos permanente, ni tampoco la paz incipiente, puesto que la paz convivió  con el tejido de la guerra y, al revés, simultáneamente, también, es certero decir, la guerra fue latente en la filigrana de la paz. La guerra volvió descarnadamente en toda su desnudez, la guerra reapareció en la forma dilatada de la guerrilla. Después de un periodo de convulsiones bélicas se volvió a buscar la paz en otro acuerdo de paz. Los guerrilleros depusieron las armas, pero no se tardó mucho tiempo para encontrarlos abatidos por las balas. No se cumplió el acuerdo de paz, se rompió ante la intensidad desbordante de la lucha de clases, en el desenfreno de las pretensiones de dominación y control perpetuos y absoluto de la burguesía gamonal. La Constitución Política de 1991 fue el resultado jurídico-político del acuerdo de paz. A pesar de contar con una Constitución avanzada, al estilo de lo que se viene en llamar el constitucionalismo latinoamericano, altamente participativo y consensuado, abriendo el reconocimiento de los derechos de las naciones y pueblos indígenas, esta Constitución no se realizó, ni se respetó. La Constitución no se cumplió, salvo en esporádicas excepciones que confirman la regla.

 

Ante el avance violento de la frontera hacendada contra los territorios de las economías campesinas, se desató una guerrilla campesina, la autodefensa, que se fue convirtiendo en la guerrilla más larga de la historia de Colombia. Quizás en la historia compleja del ciclo reciente de la formación social, que fue el espacio de la administración del Virreinato de Nueva Granada, después la geografía política de la Gran Colombia, para terminar dividiéndose en lo que se puede nombrar como “republiquetas”. Hay que también tener en cuenta los mapas territoriales donde se dio lugar la de formación misma de la guerrilla campesina. La burguesía gamonal, empujada por las estrategias del lado oscuro del poder, optó por el paramilitarismo, parte de ella por el narcotráfico, en contra de la guerrilla. Como por contagio, la misma guerrilla terminó absorbida por las lógicas perversas del lado oscuro del poder. Casi medio siglo de guerrilla campesina, comandados por el Partido Comunista de Colombia o por lo que se transformó el Partido Comunista, en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), derivó en un desenlace inconcluso, que obligó a una resolución de el conflicto bélico. Perdiendo poco a poco terreno la guerrilla, ganando poco a poco el terreno el ejército. A pesar de qué la misma perduración por más de cuatro décadas de la guerrilla ya es, en sí misma, una victoria militar, aunque no, de ninguna manera, una victoria política. La opción para las FARC y también para el Estado colombiano, aparecía como un nuevo acuerdo de paz. En este contexto se ingresó a lo que se viene en conocer como la los diálogos de paz. Los diálogos de paz derivaron en el Acuerdo de Paz, Acuerdo garantizado por otros estados, que se involucraron en la búsqueda de la paz, así como la intervención de la ONU. Sin embargo, cuando se votó el Acuerdo de Paz en el referéndum ganó, por un margen estrecho, la negativa al Acuerdo de Paz. Esto debido a varios factores. Si nos detenemos en el análisis de la distribución geográfica de la votación donde ganó el Acuerdo de Paz, fue en las zonas de guerra, donde la gente estaba cansada y era víctima de la guerra; en cambio, donde ganó la negativa al Acuerdo de Paz corresponde a las zonas que no eran propiamente las que padecieron la guerra. Parte de estas zonas son controladas y dominadas por el paramilitarismo. El paramilitarismo, usando su control territorial, impuso un terrorismo desenvuelto, para obligar a una votación negativa. Esta explicación parcial nos muestra, de todas maneras, las grandes dificultades, los obstáculos, impuestos por la violencia paramilitar y política, contra el Acuerdo de Paz. Obstáculos impuestos por los dispositivos de poder, sobretodo de la burguesía gamonal, así como de la burguesía mafiosa y de los servicios secretos norteamericanos, que en su momento incentivaron la proliferación del paramilitarismo y el narcotráfico para combatir a la guerrilla campesina.

 

Ante estos resultados tan alarmantes y deprimentes salen los jóvenes colombianos a defender el Acuerdo de Paz, a defender la posibilidad institucional la paz, a exigir que se cumpla el Acuerdo de Paz, tal como han firmado las partes involucradas, los estados garantes y el propio Estado colombiano, durante el gobierno de Juan Manuel Santos Calderón. Desde el Acuerdo de Paz se tienen cerca de 1400 muertos, dirigentes sociales, dirigentes indígenas, defensores ambientales y defensores de los derechos de las naciones y pueblos indígenas, asesinados. No hay que ser muy ducho para darse cuenta que detrás de todas estas matanzas está el paramilitarismo uribista, está la burguesía mafiosa, que está en contra el Acuerdo de Paz, Acuerdo de Paz que atentaría al perfil de sus dominaciones perversas. Este es el contexto complejo de la coyuntura, herencia de otros contextos en la historia reciente, en la historia larga, mediana y corta. Esta es la configuración de los perfiles políticos en la coyuntura del momento presente, la herencia de otras coyunturas, acumuladas en los espesores del presente colombiano, cuando se da la coyuntura electoral.

 

Descripciones coyunturales.

¿Qué se juega en las elecciones del 19 de junio en Colombia?

El que ganó la primera vuelta de las elecciones, Gustavo Francisco Petro Urrego, viene de una tradición de izquierda, como se acostumbra decir, tanto desde la perspectiva mediática como desde el sentido común político. Ha sido alcalde y ha tenido una buena administración en la alcaldía de Bogotá. Al parecer, buscando boicotear su gestión, afectados precisamente por su empatía con la urbe bogotana, los dispositivos de judicialización del poder han terminado obstaculizando su administración y la proyección de su gestión; cómo se dice vulgarmente, se desencadenó la guerra sucia por parte del conservadurismo gamonal.

 

Algunos perfiles de los candidatos en las elecciones de 2022

Gustavo Petro, del Pacto Histórico, nació en Bogotá. Es economista, formado en la Universidad Externado de Colombia. Fue militante de la guerrilla del M-19. Ejerce el cargo de senador desde 2018;  fue alcalde de Bogotá desde 2012 hasta 2015. Así mismo, fue concejal de la ciudad de Zipaquirá. Cofundó el partido político Alianza Democrática M-19, cuando se desmovilizó la guerrilla del M-19. También fue asesor de la Gobernación de Cundinamarca, formó parte en varias ocasiones de la Cámara de Representantes.

En las presentes elecciones, es su tercer intento por acceder a la Casa de Nariño. Petro encabeza una coalición progresista de izquierda, que persigue, de acuerdo a su programa, hacer “girar la economía alrededor de la vida” y “profundizar la democracia”. Plantea la creación de un Ministerio de Igualdad, lograr el cincuenta por ciento de representación femenina en las instituciones públicas. Busca una transición energética, que pase de una “economía extractivista a una economía productiva”, sustituyendo la la energía fósiles y  optando por la descarbonización.

Francia Elena Márquez Mina nació en la vereda Yolombó, corregimiento del municipio de Suárez del departamento del Cauca. Es, según su propia descripción, la primera mujer “negra, afrodescendiente, oriunda de las regiones más empobrecidas” de Colombia. La candidata a vicepresidenta, Francia Márquez, es conocida  como  activista medioambiental y  feminista, reconocida internacionalmente. Ella denunció la explotación minera indiscriminada cuando era representante legal del Consejo Comunitario del corregimiento de La Toma de Suárez, en el Cauca. Francia es técnica agropecuaria del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA),  estudió Derecho en la Universidad Santiago de Cali.

Rodolfo Hernández Suárez, de la Liga de Gobernantes Anticorrupción, es catalogado como populista de derecha. De profesión ingeniero civil. Nació en el departamento de Santander. Estudió en la Universidad Nacional. Es empresario y dirige la empresa HG Constructora. En su trayectoria política fue concejal de Piedecuesta, en Santander. En 2016 fue elegido alcalde de Bucaramanga. El perfil de Rodolfo Hernández no corresponde a la pasarela política. Considerando sus propuesta de gobierno, es clasificado como un populista de derecha, el “Trump colombiano”, un outsider millonario. Está investigado por presunta corrupción en un contrato millonario de tecnificación de basuras, que habría sido adjudicado a la empresa Vitalogic a cambio de una coima de 100 millones de dólares. Entre sus propuestas destaca el diseño de un plan de ahorro e inversión en vivienda, incentivos a la habilitación del suelo; así como inversiones en ciencia y tecnología, para mejorar la competitividad de la industria de medicamentos. “Cero impunidad” en el combate a la corrupción, a través de un fondo de recompensa. Propone una “Colombia como Estado social de derecho”, “a la altura del siglo XXI”. Tambien propone que el cincuenta por ciento de los cargos públicos sean asignados a mujeres; busca reforzar la educación de mujeres de zonas rurales. Su candidata a la vicepresidencia es Marelen Castillo, especialista en liderazgo y gestión administrativa.

Federico Andrés Gutiérrez Zuluaga, apodado “Fico”, de la Coalición Equipo por Colombia, es candidato de derecha. Fue alcalde de Medellín (2016-2019). Profesionalmente es ingeniero civil de la Universidad de Medellín; también obtuvo una especializada en Ciencias Políticas, en la Universidad Pontificia Bolivariana. Ha sido consultor en seguridad urbana en México y Argentina. Fue concejal de Medellín durante siete años y medio, así como presidente del Concejo de Medellín (2008). A pesar de ser un candidato de derecha, no quiere que se lo caracterice como tal. En su programa de gobierno propone “cárcel, muerte política y pérdida de investidura” para los funcionarios culpables de corrupción. Aspira a crear leyes antimafia y una “Unidad Nacional Contra Atracos”.

En la lucha contra el narcotráfico, propone sustituir cultivos ilícitos apuntando al desarrollo agrario, promover el concepto de la adicción como un problema de salud pública. Planea apoyar a los guerrilleros desmovilizados, empero dice que, de todas maneras, combatirá a las disidencias. Busca para Colombia un crecimiento económico del 5 por ciento del PBI hasta 2026, en un “entorno fiscal y monetario responsable”, con austeridad en el gasto público y lucha contra la evasión fiscal. También apuesta a la estrategia “Colombia sin hambre”, garantizando tres comidas diarias a los más pobres. Entre sus metas de género está la lucha contra la violencia hacia la mujer, la mejora en la atención a las víctimas, así como de la comunicación para prevenir el acoso y la explotación sexual. Su compañero de fórmula, para la vicepresidencia, es el médico Rodrigo Lara, especialista en Gobierno y Gestión Pública, además de ser exalcalde de Neiva, la capital del sureño departamento del Huila. Hizo campaña en el pasado con los  excandidatos presidenciales Sergio Fajardo y Antanas Mockus.

 

Resultados de la primera vuelta

En la primera vuelta electoral a pesar de qué Gustavo Petro fue el primero de la votación con más del 40%, sin embargo, no llegó al 50% más uno, tal como establece la ley para acceder a la presidencia. Lo que equivale a pugnar en una segunda vuelta, en el balotaje. La compulsa electoral se dará entonces entre Gustavo Petro y Rodolfo Hernández, quien sacó un 28% de la votación. Según declaraciones del tercero,  Federico Gutiérrez, quien obtuvo el 23% de la votación, apoyaría a Rodolfo Hernández. Evaluando las tendencias de la intención de votos, hay que tener en cuenta que en la segunda vuelta no se puede estimar, mecánicamente, una suma de votos, en este caso de los del segundo y del tercero, puesto que, considerando la estructura de la votación, el cuadro estadístico electoral no es aritméticamente el resultado de los que apoyan a un candidato, sumando los votos de otro candidato que apoya al segundo, sino que depende del comportamiento de los que votaron por los candidatos.

La campaña de Rodolfo Hernández hizo hincapié en la lucha contra la corrupción, atacando a la casta política y, entre la casta política, atacó al uribismo, a los que gobernaron el país. En consecuencia, el apoyo de Federico Gutiérrez es, por lo menos, complicado, para los que votaron por Rodolfo Hernández, atendiendo sobretodo a su liga contra la corrupción. Por eso, en este caso, puede tratarse de una suma que reste. Esta parecer ser la explicación que podemos dar en relación al comportamiento de las estadísticas de las encuestas electorales, que miden las tendencias de la intención de voto. En principio se hizo hincapié, a través de los medios de comunicación, que hay un empate técnico entre Gustavo Petro y Rodolfo Hernández. Pero, en la medida que ha ido pasando el tiempo, ha disminuido la intención de voto por Rodolfo Hernández, en tanto que ha ido subiendo, paulatinamente, la intención de voto por Gustavo Petro. Esto quiere decir que parte de los votantes de Rodolfo Hernández no van a votar por su propio candidato, puesto que recibe un apoyo que ha sido criticado por el propio Rodolfo Hernández. Este es un comportamiento que hay que tener en cuenta en la estimación, especulativo o no, de los resultados electorales en Colombia para el 19 de junio.

Mediáticamente, se dice que estas elecciones se dan en el contexto caracterizado por una marcada polarización, por el descontento social, derivado de la inequidad y la pobreza, además de demandas para reducir la inseguridad en las ciudades y la violencia en las zonas rurales, donde operan grupos armados ilegales dedicados al narcotráfico.

 

¿Qué son las elecciones?

¿Qué son las elecciones? ¿Una compulsa de votos entre candidatos y partidos adversarios? ¿Expresan las elecciones las contradicciones profundas, que anidan en las misma formación social? Ciertamente no se puede homogenizar todos los casos electorales, ni en la coyuntura, ni el historia, ni en el continente, ni el  orbe mundial. Sin embargo, no se puede afirmar que las elecciones expresan, de manera directa, la lucha de clases, la lucha de los pueblos por su emancipación, menos la lucha de las naciones y pueblos indígenas contra la colonialidad persistente. Los partidos no encarnan a las clases y a los pueblos de manera directa; en todo caso, lo hacen de manera indirecta. No solamente hay mediaciones entre las referencias evocativas de los discursos políticos y los dispositivos políticos, sus prácticas, sus formas de gobierno, sino también se trata de otros planos de intensidad, de otros campos. Hay que distinguir el espesor de las fuerzas concurrentes y los campos sociales, donde adquieren connotaciones institucionales y discursivas, del campo propiamente político, sobretodo cuando se trata de la concurrencia electoral. Obviamente no hay que desatender la compulsa electoral, pues forma parte del juego político, de aquel juego que legitima a los gobiernos de turno, más aún, termina legitimando al Estado, a la máquina institucional abstracta del poder. Empero, no hay que creer que las elecciones, los resultados electorales, los desenlaces electorales, resuelven los grandes problemas heredados por un país, a pesar de las promesas que puedan dar los candidatos, incluso si tienen buenas intenciones.

En el campo político, los resultados electorales pueden marcar diferencias en la historia política, iniciar otra etapa política, pero esto no significa que hay trastocamientos históricos, sobretodo relacionados a las estructuras de poder, que atraviesan a la formación social. Si entendemos que una formación social responde a dinámicas sociales, en un complejo articulado de planos de intensidad, entonces, lo que ocurre en el campo político, en el plano de intensidad político, sobre todo en la concurrencia electoral, en el mapa estadístico, que miden de manera muy indirecta las fuerzas concurrentes, no deja de incidir en el conjunto articulado de los planos intensidad de la formación social. En el mejor de los casos, puede producir desplazamientos, cambios de ritmos, modificaciones de perfiles, no solamente políticos sino también sociales. Sin embargo, está lejos de ser lo que se consideró en la modernidad una revolución. 

Hay que acordarse que incluso las revoluciones en la modernidad, si bien cambiaron el mundo terminaron hundiendose en sus contradicciones y, paradójicamente, restauraron lo derribado, repusieron el Estado después de haberlo destruido,  se encaminaron a una regresión y después a una decadencia. Visto desde el ciclo largo, se puede decir que las revoluciones formaron parte de los círculos viciosos del poder. Este es el problema, el círculo vicioso del poder, el círculo vicioso de las dominaciones, que tienen que ver con el Estado, que tienen que ver con las estructuras de poder y las estructuras sociales, que consolidan las desigualdades, las discriminaciones y las violencias inherentes, que tienen que ver con los diagramas de poder y las cartografías políticas. No se sale de ese círculo vicioso del poder mediante las elecciones.

 

Crítica de la modernidad

Hay que tener en cuenta que para salir del ciclo vicioso del poder, que se manifiesta circularmente, círculo que se encuentra en el campo social, en el campo político, como figura manifiesta, se requiere destruir los cimientos de las estructuras de poder, estructuras profundas que sostienen esta viscosidad del poder. Esto implica  derrumbar, desmantelar y diseminar todos los nudos de todos planos de intensidad, articulados e integrados, que hacen al mundo efectivo donde se da lugar el círculo vicioso del poder. No es suficiente una postura,  intencionadamente crítica y denunciativa electoral. Tampoco ha sido suficiente, como hemos observado y experimentado en la historia política de la modernidad, el acontecimiento de las revoluciones, que han resultado paradójicas, puesto que la revoluciones, si bien se han desenvuelto en distintos planos de intensidad, por ejemplo, en los  planos de intensidad sociales, en el plano de intensidad político, en el plano de intensidad cultural, no han transformado el sistema mundo capitalista.  En la medida que han dado lugar a la  interpelación y a la demolición, la revoluciones modernas, han alumbrado una utorpía. La interpelación del iluminismo, desde la crítica que ha  adquirido cierta connotación, labrada filosóficamente,  como crítica de la economía política, después critica de la modernidad, se han removido los espesores de intensidad del mundo efectivo, empero, el sistema mundo moderno no se ha transformado, aunque se haya desplazado. Si bien se han trastocado distintos planos de intensidad, entre ellos el plano de intensidad político y el plano de intensidad ideológico, no se han trastocado todos los planos de intensidad articulados, toda la integralidad de lo que podemos llamar el mundo efectivo; es decir, han quedado pendientes el resto de los planos de intensidad, articulados en la integración del mundo efectivo. Se mantiene incolumne aquello que llamamos modernidad. Modernidad que es posible por los substratos de la civilización moderna, que hacen de condición de posibilidad históricas y culturales. La modernidad es paradójica. Se tiene, por un lado, una modernidad iluminista, crítica, pero, por otro lado, se tiene una modernidad oscurantista, por así decirlo, que se da en la modernidad tardía. Aunque también tenemos modernidades light, por así nombrarlas. Esto ocurre en la medida que se restringe su configuración a la mera interpretación económica,  por ejemplo, del desarrollo. Modernidad light moviéndose solo en algunos planos de intensidad. Esta interpretación circunscrita se refugia en este recorte de realidad arbitrario, pretendiendo circunscribir la realidad a algunos planos de intensidad. Olvidándose de qué la realidad efectiva tiene que ver con integralidad de los planos y espesores de intensidad. Integralidad no solamente mundana, sino planetaria.

La interpretación restringida se circunscribe dentro de limitaciones acotadas, cayendo en notorias contradicciones.  Se hace evidente la paradoja de la revoluciones, que cambian el mundo pero se hunden en sus contradicciones. Se requiere de la crítica de la modernidad, tal como la han intuido y empezado a la elaborar Horkheimer y Adorno.  Iluminismo del iluminismo, crítica de la crítica. Deconstrucción crítica continuada por la crítica de la filosofía,  la crítica del epistemología, correspondiente a las teorías nómadas. ¿Dónde apunta todo esto? Apunta precisamente a deconstruir todo lo que cabe en la cultura moderna, comprendiendo, en toda su complejidad,  la civilización moderna. Cuando se hace la crítica de la modernidad lo que se está desplegando no es solamente un iluminismo del iluminismo, sino que se está tocando fondo, se está trastocando el fondo, los substratos de la civilización moderna. Se requiere tener conciencia de que el problema radica en la civilización moderna. Civilización donde todo lo sólido se desvanece en el aire; esta vertiginosidad de las transformaciones tecnológicas y económicas. Esta modernidad que, sin embargo, a pesar de mostrar  transformaciones, lo que ha evidenciado es el desenvolvimiento de la violencia descomunal, que implica el costo del desarrollo capitalista y de la acumulación ampliada de capital. Violencia desmesurada del colonialismo. Oleadas de colonialismo que desata la conquista del continente de Abya Yala y el vaciamiento del África subsahariana. Substrato de la colonización que despliega demoledoramente la esclavización generalizada,  la conversión del humano no solamente en mercancía sino en nada.  No se trata solamente del fenómeno de la cosificación, sino de la inhumanización. La conformación del proletariado se inaugura con en esta deshumanización generalizada, la esclavización generalizada. El proletariado va a vivir su propia metamorfosis.

La crítica de este nacimiento de la modernidad revela que la civilización moderna tiene que ver con el colonialismo, tiene que ver con esa violencia descomunal, desenvuelta mundialmente, tiene que ver con la  ilusión del desarrollo.  Ilusión de la modernidad, ilusión de la economía, que es, efectivamente una ideología. Ideología del desarrollo. Fetichismo de la mercancía, fetichismo dinerario, fetichismo del capital. Esta ideología de la economía oculta de que, en realidad, no hay con exactitud desarrollo, propiamente dicho, sino destrucción planetaria; no hay exactamente ganancia, lo que arroja la contabilidad capitalista, sino, más bien, pérdida, costos que se transfieren a la naturaleza y que no se reponen. Lo que hay es una acumulación ampliada de capital, cuantificada estadísticamente, valorización dineraria, contabilizada aritméticamente.

La crítica de la modernidad implica la deconstrucción integral de la cultura y de la civilización modernas. También implica la diseminación integral del mapa institucional del sistema mundo capitalista, de sus dispositivos y máquinas de poder y de funcionamiento. La crítica de la modernidad es la condición de posibilidad intelectual de la diseminación de la civilización moderna. Solo así se puede salir del círculo vicioso del poder.

Sin embargo, como hemos dicho antes, no se puede obviar lo que ocurre en el campo político, lo que ocurre, por ejemplo, en una elección particular, singularizada por su presencia en un contexto “polarizado”. Cierto, hay elecciones y elecciones, unas son más importantes que otras, unas pueden tener más consecuencias que otras. En el contexto de las limitaciones que tienen estas elecciones, limitaciones de las que hemos hablado, no podemos desentendernos de lo que ocurre. Si bien se tiene una posición antielectoral, como la que tiene los y las libertarias, una posición ácrata, un gesto transgresor anarquista, esto no quiere decir que se tenga que desentenderte del análisis, así como de la valorización del evento electoral, de la evaluación que se puede hacer de las elecciones. No se puede cerrar los ojos a lo que está ocurriendo en Colombia.       

Las elecciones del 19 de junio en Colombia pueden convertirse en un punto de inflexión en el campo político. Desde la perspectiva de la historia política, en una formación social atravesada por la guerra permanente,  en un país donde la burguesía gamonal se ha impuesto a sangre y fuego, donde el pacto entre liberales y conservadores ha sellado la dominación de la burguesía gamonal y, recientemente, de la burguesía mafiosa, institucionalizando la dominación en la arquitectura estatal, establecida como república barroca, la situación electoral, donde se disputa la presidencia de la nación, entre la figura de un connotado político de izquierda y una construcción mediática y forzada por la casta política gobernante y la burguesía gamonal, sobre todo teniendo en cuenta los distintos rostros del uribismo, la victoria de Gustavo Petro puede implicar un punto de inflexión, un punto de bifurcación en la historia política.

Esta evaluación de la coyuntura política no puede dejar de tener en cuenta, en la historia reciente, el discurso sinuoso de los “gobiernos progresistas”, gobiernos de características neopopulistas, que se reclaman del socialismo del siglo XXI, incluso del socialismo comunitario. Éstos “gobiernos progresistas” han desplegado manifiestamente el recurso sinuoso del círculo vicioso del poder de manera rápida y asombrosa. Varias veces hemos repetido esa apreciación de Marx sobre la repetición histórica, cuando dice que la historia no se repitió dos veces, si ocurriera, acontece una como tragedia y otra como farsa. Nosotros, recurriendo a esta referencia, dijimos que incluso la historia puede repetirse tres veces, aunque una como tragedia, otra como farsa y otra como comedia. Hemos ido más lejos en estas apreciaciones, cuando vimos que incluso se puede repetir más veces, con la repetición en forma de comedia grotesca; eso es lo que ha pasado con los “gobiernos progresistas”.

Una primera anotación al respecto tiene que ver con que estos “gobiernos progesistas” han hecho hincapié, remarcado, insistido y continuado, con el modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente. Una segunda anotación tiene que ver con el teatro político, incluso con el teatro grotesco político, cuando, a diferencia de los populismos de mediados del siglo XX, los gobiernos neopopulistas optaron por un espectáculo mediático, dejando de lado los desplazamientos y las transformaciones políticas. Lo único que han hecho es cambiar de nombres al mismo Estado nación, a la misma decadencia, en plena crisis múltiple del Estado nación, llevándola, de manera desmesurada, a una mayor decadencia. A una demoledora y desmesurad crisis descomunal. La corrupción institucional y la corrupción galopante, han sido dos las prácticas ordinarias de la actualidad de estos gobiernos. Un balance de los “gobiernos progresistas” no solamente nos ha llevado a la paradoja de el conservadurismo y progresismo, sino a la constatación de qué los contrastes políticos no solamente son simétricos, sino complementarios, que los aparente enemigos y antagónicos políticos son, en realidad, cómplices del círculo vicioso del poder.

Ahora bien, después de este balance, atendiendo a los desenlaces, las movilizaciones en Sudamérica han continuado haciendo temblar y removiendo las estructuras de los Estado nación, sus estructuras de poder y sus dispositivos de dominación. En Chile y en Colombia se han dado movilizaciones de magnitud interpeladora, qué incluso han ocasionado desplazamientos políticos significativos. En el caso de Chile abriendo un proceso constituyente, dando lugar a un nuevo gobierno progresista; en Colombia incidiendo en un nuevo panorama político electoral. No se puede equiparar estos últimos eventos políticos, incluso el gobierno progresista de Gabriel Boric, en el contexto del proceso constituyente y la elaboración de la Constitución, por parte de la Convención, así como la victoria política aunque insuficiente de Gustavo Petro, en la primera vuelta electoral, con lo que ha ocurrido antes, en el desenvolvimiento dramático de los “gobiernos progresistas” anteriores. Ciertamente, puede repetirse la historia, con sus propias singularidades, esta es una probabilidad y también una posibilidad, pero no hay que desatender las diferencias, en lo que podemos llamar el aprendizaje de los pueblos movilizados. Ya es una experiencia para los pueblos movilizados el desenlace de los “gobiernos progresistas” anteriores. Al respecto se nota cierta cautela de los nuevos actores políticos a no repetir esta historia. Desde la perspectiva de este ensayo, perspectiva crítica, no caemos en el ilusionismo electoralista y en la ideología política de la promesa; tenemos en cuenta los grandes desafíos en el momento y en los espesores del presente, en la complejidad misma de la coyuntura, dejando claro que para salir del círculo vicioso del poder hay que clausurar la civilización moderna. Hay que cerrar no solamente el ciclo largo vigente de la hegemonía actual del capitalismo, sino clausurar toda la genealogía de los ciclos largos del capitalismo, e ingresar radicalmente a otros horizontes histórico-político-culturales, que comprenden la complementariedad ecológica e integración corpórea al mundo efectivo, la realidad efectiva de los ciclos vitales planetarios. Esto equivale al reinsertarse en estos ciclos vitales, dando lugar a la apertura y a la liberación de la potencia social creativa.