¿Ascenso de una nueva derecha y reconfiguración de la izquierda?
Desde Abajo
Viernes, 17 Junio 2022 16:30
Las elecciones presidenciales en Colombia del pasado 29 de mayo y sus resultados, son el punto culmen de diversas transformaciones de larga duración, gestadas y desarrolladas no únicamente en el ámbito de la política colombiana, también por la forma acelerada en que ha cambiado el juego electoral de las democracias a nivel mundial en las dos primeras décadas del siglo XXI.
Son cambios que invitan a que el análisis de estos comicios integre algunas de estas transformaciones de la política subnacional y nacional, vistas de forma interactiva y en permanente comunicación con algunas de las dinámicas globales. Tomando en cuenta estos particulares procedemos a continuación con algunas pistas de análisis que puntualizarán lo novedoso y las continuidades presentadas en estas elecciones.
La jornada electoral terminó con dos hechos políticos sobresalientes: 1) Gustavo Petro dobló la votación de cuatro millones de votos que había obtenido en la primera vuelta presidencial de 2018 contra Iván Duque, con ello un candidato de izquierda, por primera vez en la historia del país, ganaba la primera vuelta presidencial. 2) Rodolfo Hernández superó en votación a Federico Gutiérrez, el candidato que aglutinaba a todos los partidos del establecimiento y que representaba, implícitamente, al oficialismo del gobierno de Duque.
Estos hechos cambiaron el panorama que varios analistas y organizadores de las campañas políticas habían previsto para la segunda vuelta. En lugar de ser una reedición del 2018, en la cual el Centro Democrático y la Colombia Humana de Gustavo Petro se disputaron la presidencia, los resultados recientes auguran una segunda vuelta inédita con dos candidatos que reivindican una idea de cambio del país y que representan una ruptura contra el establecimiento, puesto que no recibieron el apoyo del expresidente Álvaro Uribe ni de los partidos políticos tradicionales.
Si bien, la configuración políticamente disruptiva de la segunda vuelta es relevante para el futuro del país, la atención mediática ha tendido a soslayar e invisibilizar varios procesos que pueden permitir comprender ciertas características. De hecho, es posible trazar algunos escenarios prospectivos frente a los resultados del próximo 19 de junio, en que se conocerá el nombre del nuevo presidente.
¿Estamos ante el fin del división político de la guerra y la paz?
Estas elecciones marcan el final de procesos en los que el recrudecimiento del conflicto armado y la negociación con los actores armados tuvieron un papel decisivo en las elecciones presidenciales, por lo menos en las últimas tres décadas.
La importancia de la paz y la guerra se remonta a la campaña de Belisario Betancur y su propuesta de negociaciones de paz con las guerrillas en los años ochenta, así como a la campaña de comienzos de los noventa que estuvo caracterizada siniestramente por la irrupción sanguinaria del narcotráfico y su influencia en las elecciones de 1994. La paz seguiría en vigencia con la disputa por quién realizaría la negociación entre las campañas de Andrés Pastrana y Horacio Serpa en 1998, pasando por las elecciones de 2002 y 2006, cuya victoria fue de Álvaro Uribe, quien abanderó el discurso de la Seguridad Democrática en un contexto álgido del conflicto armado y tras los fracasos en las negociaciones con las Farc de la administración de Pastrana.
Este discurso de la seguridad democrática alcanzó tal popularidad que, incluso, propició la llegada de Juan Manuel Santos a la presidencia en 2010, aunque este gobierno terminó por distanciarse de su padrino político y del uribismo, y logró conducir al país hacia los Acuerdos de Paz con las Farc en La Habana (Cuba) en 2016. Santos defendió la bandera de la paz en las elecciones de 2014 frente al candidato del uribismo –Óscar Iván Zuluaga– para alcanzar su segundo mandato. Ya en 2018 el uribismo estaba nuevamente fortalecido y con la principal bancada en el Congreso conquistó la presidencia con Iván Duque, toda vez que promovía un discurso de ‘paz con legalidad’ que no era otra cosa que la de hacer trizas los Acuerdos de Paz. Paradójicamente, estas fueron las elecciones más pacíficas de las últimas décadas.
Las elecciones de 2022 rompen con la continuidad de la agenda en campañas orientadas hacia la paz y la guerra, dos asuntos recurrentes en la agenda electoral. Aunque estos temas fueron discutidos, en general en los debates y en las propuestas de las campañas que fueron a urnas el 29 de mayo existieron posturas similares y con algunos matices respecto de respetar el tratado de paz con las Farc y asegurar su cumplimiento, así como en buscar las posibilidades de conseguir una salida negociada con el Ejército de Liberación Nacional (Eln).
En este sentido, estas elecciones mostraron un acuerdo sobre la necesidad respetar lo acordado, a diferencia de las elecciones de 2018, en las que el Centro Democrático tenía una postura crítica respecto al Acuerdo y privilegiaba la salida militar al conflicto armado. En la campaña en curso, el único que continúo con la tesis de desconocer el conflicto armado y verlo como una amenaza terrorista fue Enrique Gómez, un candidato que, como su partido Salvación Nacional, se quedó anclado en el pasado. Lo anterior muestra, al menos en el marco de esta elección, unos compromisos básicos pero fundamentales respecto al cumplimiento del Acuerdo y a futuras negociaciones de paz. Esto no es un hecho menor, ya que el gobierno del presidente Duque en sus cuatro años hizo varios intentos por sabotear e incumplió los acuerdos y priorizó la respuesta armada estatal, más que propiciar espacios de diálogo con los grupos armados.
Izquierdas y derechas: las múltiples caras del discurso anti-establecimiento
Históricamente, el discurso anti-establecimiento y contra los partidos tradicionales fue bandera de la izquierda, por estar marginada del poder nacional, pese a ganar elecciones en ciudades como Pasto, Bogotá y Cali. En este orden, la creciente impopularidad y descontento frente al gobierno Duque se hizo cada vez más visible y fueron los grupos de oposición los que potenciaron esa opinión, principalmente, el senador de la Colombia Humana Gustavo Petro, así como integrantes de la Alianza Verde y el Polo Democrático Alternativo.
Si bien el discurso anti-establecimiento también había sido propiedad de sectores de izquierda y centro izquierda, esto también reflejaba una asimetría de poder electoral reflejada en que estos movimientos, a lo largo de la historia, habían tenido una representación política minoritaria en el Congreso de la República.
Ahora bien, la correlación de fuerzas con estas diferencias se ha expresado en lo que se conoce con las populares expresiones de la aplanadora de gobierno o el pupitrazo para aprobar proyectos de ley o rechazar mociones de censura sin consultar o incluso, en algunas ocasiones, dejando en el ostracismo a los partidos de oposición. Esta correlación de fuerzas estuvo dominada por los partidos tradicionales Liberal y Conservador, así como los que habían surgido de estos como el Partido de Unidad Social, Cambio Radical y luego, el Centro Democrático, quienes al ganar las elecciones de 2018 tenían mayorías para aprobar leyes en el legislativo.
En las elecciones legislativas de 2022 se dio un cambio incipiente de correlación de fuerzas en el Senado y en la Cámara de Representantes. El Pacto Histórico consiguió en Senado ser la mayor fuerza política y la segunda en la Cámara de Representantes, mientras que la Alianza Verde también creció en las dos Cámaras. Respecto a los partidos del establecimiento, el único que tuvo un crecimiento fue el Conservador, mientras que los otros mantuvieron o vieron reducida su representación política. Entre estos el Centro Democrático fue quien asumió el mayor castigo político por ser el partido oficialista de un gobierno claramente impopular. Estos resultados, si bien no implican que los partidos por fuera del establecimiento puedan construir mayorías sin necesidad de alianzas, sí muestran un relativo fortalecimiento y, por ende, un mayor juego de los partidos de centro izquierda e izquierda.
Ahora bien, en este escenario de fortalecimiento de estos partidos también resalta que la izquierda pierde la exclusividad sobre la bandera anti-establecimiento, ahora disputada por Rodolfo Hernández, quien desde un discurso centrado en el rechazo a la corrupción ha podido posicionarse como un político contrario a la clase política tradicional. De modo que las elecciones revelaron claramente que el descontento social contra la clase política no se viabilizó única y exclusivamente por la izquierda. Como se observa en los siguientes mapas, en los que la mayor intensidad del color indica el porcentaje que obtuvieron Rodolfo Hernández, Federico Gutiérrez y Gustavo Petro, quien será presentando más adelante, en los municipios colombianos.
La distribución de los votos muestra resultados similares a las votaciones de Zuluaga y Santos en 2014, así como las del plebiscito de los acuerdos de paz, donde es relativamente fácil identificar a los electores de izquierda y derecha, así como la división entre patrones de votación del centro y la periferia que se ha producido en anteriores elecciones.
Una realidad que no cambia de forma radical en las presidenciales de 2022, pero sí es posible observar que la derecha se divide en dos grupos identificables. En este sentido, uno de los cambios relevantes en el panorama electoral puede ser una derecha que no viabilice su expresión política identificándose con el Centro Democrático como principal proyecto político y que, insatisfecha con el gobierno de Duque, estuviera latente esperando un candidato en las áreas del país donde históricamente ha sido mayoritaria.
Este posible cambio gravitacional ha dejado al Centro Democrático con Antioquia como su único baluarte territorial, al tiempo que el resto de los votos que pueden hacer decisivo el apoyo de este sector se reparten entre los distintos partidos del establecimiento. A pesar de que todavía tienen una preponderancia electoral, cuando están en coalición muestran una creciente erosión de su capacidad para movilizar votantes en las elecciones presidenciales. Por consiguiente, el interrogante es si esta división en primera vuelta se puede tramitar para que estos partidos apoyen al ingeniero Rodolfo Hernández con lo que se haría patente la división política subnacional de las últimas elecciones.
Aunque la respuesta inmediata es que el anti petrismo puede servir como el engranaje clave para lograr esta “reunificación”, hay dos aspectos para tener en cuenta. En primer lugar, una alianza o recibimiento irrestricto del uribismo y de otros partidos del establecimiento por parte de la campaña de Hernández puede conducir a que sus votantes se sientan traicionados y prefieran votar en blanco, esto en el caso que sean de derecha y que estén desencantados con el uribismo, o incluso pueden migrar al petrismo, si eran únicamente inconformes. La paradoja entonces radicará en cómo este candidato puede crecer con estos apoyos sin perder más de lo que gana en el proceso.
En segundo lugar, la liberalización de la campaña (respeto de derechos Lgtbq, o el uso de marihuana recreativa), y el apoyo al proceso de paz para acercarse al centro pueda hacerle perder apoyo de votantes creyentes-religiosos y de la derecha más radical, aunque es probable que en estos últimos su decisión de votar se vea más influida por su antipetrismo que por las diferencias ideológicas que tenga frente a la campaña de Hernández.
Si esto es difícil, por el lado de la campaña del Pacto Histórico la consecución de votos para mantener el primer lugar y superar el posible crecimiento del ingeniero no se revela más fácil, incluso las jugadas son más complejas. Por una parte, hay un interrogante en el aire, ya que Gustavo Petro dobló sus resultados en comparación con la anterior primera vuelta. No obstante, todavía hay diferentes interpretaciones: si esto marca su techo o hay un espacio de crecimiento que le permita buscar votos.
En primera instancia y como se ve en el mapa, a pesar de mantener sus baluartes en las dos costas del país y en Bogotá, también se observa un crecimiento en el área andina, región que en las anteriores elecciones había sido más de derecha. La pregunta es si le alcanzarán las tres semanas para fortalecerse en esta región sin descuidar el crecimiento en las costas. En comparación con el sur de Colombia, la votación por el Pacto Histórico es muy fuerte, e indica que hay consolidación de las bases electorales, por lo que puede ser que su techo ya esté a tope, y esto le dificultaría crecer. En segunda instancia, hay una carta de juego en la creciente juntanza (movimiento) de mujeres que defienden sus derechos. Hasta ahora las declaraciones del ingeniero han reafirmado los roles clásicos asignados a las mujeres desde la postura conservadora y puede ser el momento de potencializar la apuesta que realizó el Pacto en las listas paritarias al Congreso, porque amplía la participación de la mujer en cargos de poder.
Finalmente, al estar en disputa la bandera anti-establecimiento esta ya no es de propiedad exclusiva de una de las dos campañas. Al contrario, desde la consulta, la campaña del Pacto Histórico fue aceptando figuras ligadas a partidos tradicionales, como Roy Barreras y Armando Benedetti. Por lo que de cara a las elecciones el anti-establecimiento se vuelve un as que puede ser jugado en la disputa sobre cuál de los dos candidatos representa más fielmente el hartazgo de la población colombiana frente a la clase política tradicional.
Esto crea un reto en la necesidad que va a tener el Pacto Histórico para reorientar su campaña, ya que esta bandera hubiera funcionado muy bien contra Federico Gutiérrez al concentrar este el descrédito del gobierno, así como aglutinar los partidos identificados como pertenecientes al establecimiento. Por el otro lado, el Pacto tiene una disyuntiva complicada, si bien la estrategia de señalar a Rodolfo Hernández puede espantar algunos de los votantes del ingeniero, también es cierto que puede hacer que los votantes uribistas simplifiquen su decisión de apoyar masivamente la campaña de la Liga.
El leviatán despierto
Con la estruendosa derrota de Antanas Mockus frente a Juan Manuel Santos en 2010, varios analistas dijeron que este suceso mostraba la insignificancia de las plataformas digitales en elecciones como Twitter y Facebook –en esa época, aunque con desparpajó, también habrían incluido Tik-Tok– y confundieron un leviatán dormido que apenas estaba comenzando a crecer.
Las elecciones de 2022 han mostrado que ya se puede ver a este animal mítico completamente despierto y todos los indicios parecen indicar que no ha terminado de crecer. Esta dinámica global cada vez más ha repercutido no solo en la forma de hacer política, sino en las redes que se forman para relacionarse entre los seguidores de una campaña y la forma en que obtienen su información política.
En este orden de ideas, la barrera entre lo analógico y lo digital es más difusa, tal vez debilitada por el impacto de la pandemia en el proceso de las interacciones remotas. De tal forma que, si bien los candidatos del Pacto Histórico y del Equipo por Colombia tuvieron en su repertorio formas de movilización tradicional –como los mítines en plaza pública–, ahora WhatsApp y su función de crear grupos y geolocalizarlos estratégicamente jugó un rol fundamental para permitir la interacción entre partidarios.
El uso de esta herramienta pudo ser observado con particular fuerza en la campaña de Rodolfo Hernández. A diferencia de sus contradictores él no tenía una estructura partidista detrás y pudo superar con facilidad a candidatos como John Milton Rodríguez, quien estaba apoyado logísticamente por varias iglesias y organizaciones partidistas. Distanciándose de enfoques más tradicionales, la campaña de Hernández creó la página rodolfistas.wappid.com, la cual permite articular nodos regionales de sus seguidores sin necesidad de tener sedes de campaña o una estructura política en el territorio para movilizar los votos.
A su vez, y paradójicamente del carácter localista del ingeniero, el estilo de campaña y liderazgo parece reflejar que hay arquetipos de campaña trasnacionales que cada vez son más exitosos. En este sentido, la campaña política de Hernández instrumentalizó la figura del empresario sencillo y pragmático. Esta figura parece entender de forma sencilla y expedita, más cercana a la gente, a sus problemas, al mismo tiempo que rechaza a una élite política. Con ello, el candidato obtiene réditos políticos. Estas pautas de campañas cada vez son más frecuentes y se consolidan en un mundo de creciente desigualdad e inestabilidad.
Perspectivas de cambio en distintas direcciones
Las elecciones de 2022 representan, por sí mismas, un cambio histórico en la política colombiana. Ni mucho menos son la caída del establecimiento y los partidos que se asocian con la política tradicional. Estas agrupaciones políticas estarán a la espera en el Congreso para observar el nuevo presidente va a negociar para conformar mayorías legislativas. Es necesario tener en cuenta que las últimas elecciones muestran una creciente diferencia entre el comportamiento electoral para Congreso y Presidente, por lo que si los partidos tradicionales se han debilitado en las elecciones presidenciales continúan teniendo gran fuerza y un poder decisivo para construir mayorías en el Congreso.
A pesar de esta inercia, no deja de ser histórico que por primera vez en la historia política del siglo XX y XXI dos candidatos presidenciales pasan a segunda vuelta sin recibir el apoyo de estos partidos. Aunque las cartas parecen favorecer a la campaña del ingeniero y es muy probable que gane, todavía hay muchas incógnitas que pueden cambiar los resultados. La segunda vuelta es una nueva campaña y sus resultados son más complejos que la suma de las votaciones de los candidatos que participaron en la primera vuelta.
En el juego electoral tres semanas son eternas y sorpresivas, más aún en Colombia, país que no se caracteriza por lo predecible de sus dinámicas políticas.
*Profesor de Flacso, Ecuador.