“La pérdida de biodiversidad es la mayor amenaza para la humanidad”
Jeannette Cwienk
21.06.2022
La extinción masiva de especies amenaza el planeta. Actualmente se están llevando a cabo conversaciones sobre un nuevo tratado internacional para conservar la biodiversidad. ¿Qué es exactamente lo que está en juego?
La extinción masiva de especies está teniendo lugar ante nuestros ojos y, sin embargo, la mayoría apenas nos damos cuenta. Los moribundos no envían peticiones en línea, ni organizan manifestaciones. A menudo, ni siquiera sabemos que existen.
De los ocho millones de especies animales, fúngicas y vegetales que se calcula que hay en nuestro planeta, solo una parte ha sido descrita científicamente, según un informe sobre el estado de la biodiversidad mundial publicado por la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IBPES, según sus siglas en inglés).
Se calcula que un millón de especies están en peligro de extinción, y es que cada diez minutos desaparece una especie. Esto tiene consecuencias catastróficas porque un mundo sin diversidad es un lugar peligroso para todas las poblaciones, incluida la humana.
En la decimoquinta Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Biodiversidad, que se celebrará este año en Montreal, Canadá, casi 200 países quieren adoptar un nuevo marco internacional para laprotección de la biodiversidad. El texto final para ello se redactará esta semana en Nairobi, Kenia.
¿Conseguirá la comunidad mundial frenar la crisis de la biodiversidad? ¿Por qué es tan importante y por qué hemos fracasado hasta ahora?
Por qué la biodiversidad es importante
Un informe reciente de la Comunidad científica Leibniz para la Biodiversidad subraya que la gran variedad de especies de nuestro planeta es esencial para casi todos los aspectos de la vida humana.
“Ya sea el aire, el agua potable, los alimentos o la ropa, el combustible, los materiales de construcción o las medicinas, nuestra vida, nuestra salud, nuestra nutrición y nuestro bienestar dependen de la gran diversidad de recursos que nos proporciona la naturaleza”.
Más de dos tercios de todos los cultivos del mundo dependen de polinizadores naturales como los insectos. Sin ellos, es probable que nuestro suministro alimentario cada vez sea más inseguro. Sin embargo, un tercio de las especies de insectos ya está en peligro de extinción.
La pérdida de biodiversidad también podría suponer un desastre para el sector médico, ya que muchos productos farmacéuticos – incluidos cerca del 70 por ciento de los tratamientos contra los diversos cánceres – se derivan de la naturaleza.
“El conocimiento de 3.500 millones de años de evolución natural está almacenado en la diversidad biológica”, explica Klement Tockner, director general de la Sociedad Senckenberg para la Investigación de la Naturaleza. “El progresivo declive de nuestro capital ecológico supone la mayor amenaza para la humanidad, ya que una vez que se pierde, se pierde para siempre”.
¿Por qué se extinguen tantas especies?
La respuesta somos nosotros, los humanos, o el modo en que algunos de nosotros vivimos y gestionamos nuestras economías. Como ilustra el Día de la Sobrecapacidad de la Tierra, cada año consumimos más recursos naturales de los que es capaz de reponer nuestro planeta.
La agricultura industrial, el sellado del suelo para construir infraestructuras, la deforestación, la sobrepesca, la contaminación y la propagación de especies invasoras por parte del ser humano contribuyen a una tasa de extinción 1.000 veces superior a la que habría sin actividad humana.
¿Es tan grave perder unas pocas especies?
A lo largo de la historia de la Tierra, las especies han vivido, prosperado y finalmente se han extinguido. Pero hasta ahora no se había producido una pérdida tan acusada de especies en tan poco tiempo.
Según la Agencia Federal Alemana para la Educación Cívica, entre 1970 y 2014, la población mundial de vertebrados disminuyó un 60 por ciento, alcanzando casi un 90 por ciento en América del Sur y Central. El número de especies que viven en agua dulce disminuyó un 83 por ciento durante el mismo período. Asimismo, hasta el 39 por ciento de las especies de plantas se consideran en peligro de extinción.
Johannes Vogel, director general del Museo de Historia Natural de Berlín, afirma que las pérdidas dentro de un mismo género pueden repercutir en ecosistemas enteros.
“Las ranas están desapareciendo en todo el mundo a causa de un hongo que se está extendiendo debido al cambio climático”, explica. “Las ranas se comen muchas larvas de mosquito, por ejemplo, así que habrá más mosquitos en el futuro, y los mosquitos causan más muertes en todo el mundo que cualquier otro organismo”. Solo la malaria transmitida por los mosquitos mata cada año a cerca de un millón de personas.
Cómo los humanos amenazan ecosistemas enteros
Un ecosistema puede describirse como la interacción de determinadas especies entre sí y con su entorno. Los ecosistemas sanos pueden soportar cierto daño en un organismo y recuperarse. “Pero cuanto más se reduce el número de especies, más susceptible se vuelve un sistema a las perturbaciones”, explica Andrea Perino, del Centro Alemán de Investigación Integrativa de la Biodiversidad (iDiv) de la Universidad de Halle-Jena-Leipzig.
La selva amazónica, por ejemplo, se ha reducido tan drásticamente para dar paso a la agricultura, la ganadería y la minería, que lo que queda tiene menor capacidad de regeneración, según un reciente estudio germano-británico. Se trata de un peligroso bucle de retroalimentación que podría llevar a la pérdida de todo este vasto ecosistema.
¿Por qué es tan difícil conservar la biodiversidad?
Ya en 1992, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medioambiente y el Desarrollo (CNUMAD), también conocida como la “Cumbre de la Tierra”, celebrada en Río de Janeiro, adoptó el Convenio Internacional sobre la Diversidad Biológica (CDB).
En virtud de este convenio, los países firmantes se comprometieron a promover economías sostenibles para vivir dentro de los límites ecológicos de nuestro planeta. Le siguieron otras conferencias y acuerdos. Pero hasta ahora apenas se han alcanzado los objetivos fijados hace tres décadas.
Según Perino, el problema es que cada país ha fijado sus propios objetivos de conservación, muchos de los cuales no son más que declaraciones de intenciones. Sobre todo en los países industrializados se han aplicado muy pocas medidas eficaces para alcanzar esos objetivos.
Hasta ahora, ni siquiera existían herramientas para evaluar los avances hacia los objetivos del CDB. “A menudo no está claro si las medidas de protección están logrando algo, o si deben mejorarse”, lamenta Perino. “Necesitamos urgentemente un seguimiento exhaustivo de cualquier cambio”.
¿Por qué hablamos más del clima que de la naturaleza?
“Aunque podemos estar de acuerdo en trabajar para alcanzar el objetivo de 1,5 grados en la crisis climática, la lucha contra la crisis de la naturaleza es mucho más compleja”, afirma Nicola Uhde, experta en políticas de biodiversidad de la Federación Alemana para el Medioambiente y la Conservación (más conocida por sus siglas en alemán, BUND). “No puede reducirse simplemente a una palabra de moda”, dice. Y añade: “La conciencia sobre el valor de la naturaleza a menudo solo surge con su pérdida”.
A diferencia de las inundaciones, las sequías o el deshielo de los glaciares, las ranas en peligro de extinción rara vez aparecen en los titulares. Sin embargo, las crisis del clima y de la biodiversidad están interrelacionadas.
El aumento de las temperaturas y las condiciones climáticas cambiantes están llevando a algunas especies a la extinción. A medida que se talan los bosques y se drenan los humedales, no solo desaparecen las especies que habitan ese entorno, sino que también se pierden sumideros de carbono esenciales, lo que a su vez aumenta el calentamiento global.
Por eso ambas crisis deben abordarse conjuntamente, subraya Tockner: “La renaturalización, actividades como rehumedecer las turberas, no solo ayuda a la biodiversidad, sino también al clima”.
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Puntos conflictivos de la COP15
En las negociaciones preliminares de la Conferencia sobre Biodiversidad de la ONU, los cerca de 200 Estados firmantes manifestaron su intención de proteger al menos el 30 por ciento de la superficie terrestre y marítima mundial para 2030.
Eso suena bien, dice Andrea Perino, “pero ¿qué se entiende exactamente por “protección”? Hay categorías de protección fuertes y débiles. Y la naturaleza a menudo no encuentra su camino de vuelta al equilibrio a través de la conservación, sino de la renaturalización”. Así que es necesario impulsar soluciones basadas en la naturaleza, la renaturalización, la repoblación y la restauración del capital natural.
Tampoco está claro cómo se va a repartir ese 30 por ciento de la superficie del planeta entre los países. BUND exige que cada territorio aplique la norma a nivel interno, protegiendo al menos el 30 por ciento de su propia tierra. “Esto es importante para que todos los ecosistemas existentes queden cubiertos en el proceso. Es decir, no solo las tundras o el Antártico, sino también las selvas tropicales, los bosques de hayas rojas de Europa Central, los manglares o los arrecifes de coral”, aclara Uhde.
Otro punto conflictivo en las negociaciones es la financiación de las medidas de protección. En los países más ricos, son muy pocos los hábitats naturales primarios que han sobrevivido a la industrialización, mientras que muchos países económicamente más débiles siguen teniendo mucha mayor biodiversidad.
Para protegerla mejor, las naciones más pobres exigen que los países ricos aumenten la ayuda financiera para la conservación de 160.000 a 700.000 millones de dólares para 2030.
Asimismo, Uhde subraya que la comunidad internacional también debe crear un marco político que “permita a la gente vivir de una manera que preserve la biodiversidad”.
“No debería ser normal consumir productos procedentes de la sobreexplotación”, dice, señalando el aceite de palma, que es uno de los principales impulsores de la deforestación. Asimismo, “el transporte privado, el consumo de productos animales y energético también deben disminuir”.
Se trata de exigencias ya conocidas, pero la velocidad a la que estamos perdiendo la biodiversidad de nuestro planeta las hace más urgentes que nunca.