La expansión de la OTAN amplía la perspectiva del Armagedón
El Salto
Es un economista político / politólogo que ha enseñado y trabajado en numerosas universidades y centros de investigación en Europa y Estados Unidos.
Rusia se ha convertido de nuevo en su principal objetivo. El nuevo concepto estratégico nombra a ese país como la “amenaza más significativa y directa para la seguridad de los aliados y para la paz y la estabilidad del área euroatlántica”.
Países con un largo historial de neutralidad, como Finlandia y Suecia, se incorporarán pronto a la OTAN después de que Turquía haya abandonado su oposición. La OTAN añadirá 1.300 kilómetros más de frontera con Rusia. Desde 2016, la OTAN también tiene una “presencia avanzada reforzada” en Estonia, Letonia, Lituania y Polonia.
El cerco occidental a Rusia, que se vislumbraba antes y después de la revolución bolchevique de 1917 y que ha continuado con el mismo celo incluso después del colapso del comunismo, es ahora prácticamente completo.
Se trata de un acontecimiento con implicaciones asombrosas para la paz y la seguridad global. La OTAN fue, por supuesto, una fuente de inestabilidad y una amenaza para la paz y la seguridad internacional a lo largo de la Guerra Fría, ya que era un instrumento central del proyecto imperial de Estados Unidos. Con su expansión hacia el este tras la disolución de la Unión Soviética, el papel de la OTAN en el restablecimiento de la hegemonía mundial unipolar de Estados Unidos sembró la semilla de la desconfianza entre Rusia y las potencias occidentales y preparó el terreno para la reanudación de un conflicto prolongado, que recuerda a la Guerra Fría.
La alianza liderada por Estados Unidos y centrada en Occidente tiene una gran responsabilidad en la actual tragedia de Ucrania. Muchos de los principales expertos en relaciones exteriores habían predicho que la expansión de la OTAN hacia el este era una medida que acabaría provocando una reacción hostil de Rusia. Rusia llevaba décadas advirtiendo a Occidente sobre esa expansión.
En septiembre de 1993 Boris Yeltsin envió una carta a Bill Clinton en la que advertía que una ampliación de la OTAN podría ser interpretada por Rusia como una amenaza a la seguridad nacional.
“Creemos que la expansión de la OTAN hacia el este es un error, y muy grave”, dijo Boris Yeltsin, el primer presidente ruso postsoviético, a los periodistas en una conferencia de prensa celebrada en 1997 junto al presidente estadounidense Bill Clinton en Helsinki, donde ambos firmaron una declaración sobre el control de armas.
En la cumbre de Madrid, los líderes de la OTAN han acordado un nuevo concepto estratégico para la alianza que hará que el mundo sea aún más peligroso de lo que es ahora. Pero antes de profundizar en lo que significa la nueva estrategia de la OTAN para el orden mundial, recordemos brevemente la historia de la alianza militar liderada por Estados Unidos.
La OTAN fue creada en 1949 por Estados Unidos y otras once naciones occidentales con el objetivo declarado de actuar como elemento disuasorio ante una invasión de Europa Occidental por parte de la Unión Soviética.
Por supuesto, no existía ninguna amenaza militar soviética. Stalin no tenía intención de invadir Europa occidental. Era un tirano despiadado a cargo de un estado policial que había construido casi en solitario, pero su enfoque de la política exterior no se guiaba por la ideología sino por los dictados de la realpolitik. Era un ultrarrealista, que no deseaba una confrontación militar con los estadounidenses y los británicos en el continente.
“Puedo tratar con Stalin. Es honesto, pero muy inteligente”, escribió Harry Truman en su diario del 17 de julio de 1945, el primer día de la Conferencia de Potsdam en Alemania.
De hecho, el enfoque geoestratégico de Stalin no estaba orientado a la exportación de una ideología revolucionaria. “La exportación de una revolución no tiene sentido”, señaló en una entrevista concedida en 1936 a Roy Howard, presidente de los periódicos Scripps-Howard. La principal preocupación de Stalin era la seguridad de la Unión Soviética. Su interés en tener a Europa del Este bajo su control era para crear una zona de amortiguación entre Occidente y la Unión Soviética.
La Unión Soviética perdió nada menos que 27 millones de vidas durante la Segunda Guerra Mundial, la mitad de su industria y miles de pueblos y ciudades fueron destruidos. Ese es el precio que pagó por salvar al mundo de la Alemania nazi. Sin duda, sería bueno recordar a los lectores occidentales que “las cuatro quintas partes de los combates en Europa tuvieron lugar en el frente oriental, y es allí donde los alemanes sufrieron prácticamente todas sus bajas”, como afirmó con precisión Rodric Braithwaite, ex embajador británico en la Unión Soviética/Federación Rusa, en el transcurso de una conferencia que pronunció el 13 de junio de 2005 en el Kennan Institute.
Por todo lo anterior, la mera sugerencia de que Stalin pudiera tener alguna intención de embarcarse en salvajes aventuras militares para conquistar París o Londres debería haber sido rechazada como absolutamente ridícula por cualquier responsable político racional de la época, pero obviamente no fue así. Tomemos, por ejemplo, la actitud de un reaccionario anticomunista como Winston Churchill. Su odio patológico hacia la Unión Soviética era tan intenso que, incluso con la Operación Barbarroja en marcha y la Unión Soviética al borde del colapso, era la Rusia comunista, y no la Alemania nazi, la que él consideraba como la antítesis bárbara de la civilización occidental. “Sería un desastre sin medida que la barbarie rusa se superpusiera a la cultura e independencia de los antiguos estados de Europa”, escribió a Anthony Eden a finales de 1942.
Como ya se ha dicho, el propósito explícito de la OTAN era “disuadir la agresión soviética”. Pero la creación de la OTAN tenía otro objetivo, aunque nunca fue mencionado ni por los dirigentes de la Alianza ni por los expertos y comentaristas de política exterior. El objetivo era consolidar la posición de Europa occidental en la economía mundial capitalista con Estados Unidos al frente. Un año antes se había presentado el Plan Marshall, cuya finalidad era evitar la expansión del comunismo en Europa occidental, estabilizar el orden económico internacional y proporcionar mercados para los productos estadounidenses. Al integrar a los países europeos en la OTAN, Estados Unidos pretendía salvaguardar sus inversiones en las economías europeas. En otras palabras, la OTAN también se consideraba un baluarte contra los cambios políticos radicales dentro de los distintos países europeos. Era una forma de asegurar su futuro ligado al orden mundial capitalista.
La OTAN comenzó a expandirse pocos años después de su creación. Dos países proclives al autoritarismo pero con establecimientos políticos declaradamente anticomunistas, Grecia y Turquía, se unieron a la Alianza en 1952. Por supuesto, ambos países ya habían sentido la presencia de Estados Unidos en sus asuntos políticos internos mucho antes de ser aceptados formalmente en la alianza transatlántica. Cuando los británicos informaron a Estados Unidos, el 24 de febrero de 1947, de que Gran Bretaña “…. se siente incapaz, en vista de la situación económica de Gran Bretaña, de seguir soportando la mayor parte de la carga de la ayuda en forma de dinero y asistencia militar que Grecia y Turquía deberían tener si quieren preservar su integridad territorial y su independencia política”, una noticia que sin duda hizo revolverse a los altos funcionarios del Departamento de Estado, Truman compareció ante una sesión conjunta del Congreso menos de un mes después para solicitar 400 millones de dólares de ayuda económica y militar a los gobiernos griego y turco.
En ese momento, Grecia se encontraba en medio de la segunda fase de una guerra civil (1946-49) y los comunistas estaban a punto de proclamar un gobierno provisional en las montañas del norte. Las condiciones locales y la geopolítica acabarían influyendo en la derrota de los comunistas, pero la ayuda estadounidense al ejército griego fue tan decisiva para el aplastamiento de la segunda insurgencia comunista como lo fue el apoyo británico al gobierno griego para la derrota de los comunistas en la primera etapa de la guerra civil (diciembre de 1944-enero de 1945).
“La política de Estados Unidos debe ser apoyar a los pueblos libres que se resisten a los intentos de subyugación por parte de minorías armadas o presiones externas”, proclamó Harry S. Truman el 12 de marzo de 1947. Por “pueblos libres”, por supuesto, Truman se refería a las fuerzas que luchaban contra el comunismo. No importaba si, como en el caso de Grecia, esas fuerzas eran fascistas. Gran Bretaña también se había puesto del lado de los colaboradores nazis y de los elementos más reaccionarios dentro de Grecia en su noble intento de privar a los grupos políticos que habían luchado contra las potencias del Eje durante la Segunda Guerra Mundial de cualquier papel en el futuro gobierno del país.
En el caso de Turquía, la Doctrina Truman sirvió como herramienta de influencia en la elaboración de la política exterior turca y en la vinculación del país con los Estados occidentales. Sólo un puñado de críticos dentro de Estados Unidos se preocuparon por el hecho de que Turquía estuviera gobernada por regímenes militares sin respeto por los derechos humanos y la libertad y que, de hecho, hubiera firmado un tratado de amistad con Hitler en el verano de 1941.
A diferencia de Suiza, cuya neutralidad hacia las naciones en guerra tiene su origen en el Congreso de Viena de 1815 y fue confirmada por la Sociedad de Naciones en 1920, Turquía se mantuvo neutral durante la Segunda Guerra Mundial por razones puramente pragmáticas. No estableció medidas severas contra la Alemania nazi hasta principios de agosto de 1944, cuando ya era bastante evidente que Alemania iba a perder la guerra y que la Unión Soviética era una potencia en ascenso. Y cuando finalmente declaró la guerra a Alemania a finales de febrero de 1945, lo hizo bajo presión y a cambio de un puesto en las futuras Naciones Unidas. En la Conferencia de Yalta, celebrada del 4 al 11 de febrero de 1945, Roosevelt, Churchill y Stalin habían convocado una conferencia de las Naciones Unidas en San Francisco el 24 de abril. Sólo las naciones que hubieran declarado la guerra a Alemania y Japón antes de marzo de 1945 serían invitadas a la Conferencia de San Francisco.
La Doctrina Truman cambió la política exterior de Estados Unidos y creó un nuevo (des)orden mundial. Lanzó la Guerra Fría y convirtió a Estados Unidos en el policía del mundo. Europa era, por supuesto, la región geográficamente más importante para Estados Unidos, por lo que se fundó la OTAN. El primer secretario general de la alianza, el barón Hastings Ismay, dio en el clavo cuando describió su propósito de la siguiente manera: “mantener a la Unión Soviética fuera, a los norteamericanos dentro y a los alemanes abajo”.
La Unión Soviética tardó varios años en crear una organización rival, y sólo lo hizo cuando la OTAN no consiguió mantener a los alemanes “abajo”. De hecho, el Pacto de Varsovia se creó como respuesta a la integración de Alemania Occidental en la OTAN en 1955. A principios de la década de 1950, el gobierno soviético consideró la posibilidad de integrarse en la OTAN, pero la idea fue recibida con silencio al principio y posteriormente rechazada con el argumento de que la integración soviética era incomparable con la promoción de los valores democráticos de la OTAN. De hecho, los soviéticos parecían ser bastante sinceros cuando expresaron su interés en el establecimiento de estructuras de seguridad paneuropeas. Estaban profundamente preocupados por la perspectiva de una Tercera Guerra Mundial que, en su opinión, habría supuesto el fin de la civilización humana debido a la existencia de armas nucleares. Sin embargo, a Occidente no le interesaba ningún tratado de seguridad europeo que implicara a los soviéticos.
Desde la perspectiva de la Unión Soviética y sus aliados del Este, la OTAN se convirtió en una amenaza para la seguridad cuando se permitió a Alemania Occidental unirse a la alianza militar liderada por Estados Unidos.
El último país que se unió a la OTAN antes del colapso de la Unión Soviética fue España en 1982. La estructura de la OTAN evolucionó a lo largo de la Guerra Fría y también lo hizo su enfoque hacia la defensa y la disuasión, aunque las armas nucleares siguieron siendo un componente clave de la política de defensa colectiva de la alianza.
La caída del Muro de Berlín en 1989 marcó el final de la Guerra Fría, y el líder soviético Mijail Gorbachov desempeñó un papel fundamental no sólo en los acontecimientos que condujeron a la caída del muro de Berlín y la posterior unificación de Alemania, sino también en la transformación política de Europa del Este y la disolución de la Unión Soviética el día de Navidad de 1991.
Sin embargo, el final de la Guerra Fría no supuso la desaparición de la OTAN. Margaret Thatcher, que por cierto se opuso firmemente a la reunificación de Alemania tras el desmantelamiento del Muro de Berlín, habló sin duda en nombre de todos los guerreros de la Guerra Fría cuando abordó la cuestión de si la OTAN debía desaparecer ahora que la Guerra Fría había terminado afirmando: “Uno no cancela su póliza de seguro de hogar sólo porque haya habido menos robos en su calle en los últimos doce meses”.
¿Pero la expansión? Nadie habló abiertamente de una expansión de la OTAN hacia el este inmediatamente después del desmantelamiento del Muro de Berlín. De hecho, durante las discusiones sobre el proceso de reunificación de Alemania en 1990 y hasta 1991, los líderes occidentales no aseguraron a Mijaíl Gorbachov “ni una pulgada hacia el este” sobre la expansión de la OTAN. En diferentes ocasiones a lo largo de este periodo, el presidente George H.W. Bush y decenas de otros líderes occidentales (Kohl, Mitterrand, Thatcher, Major y otros) ofrecieron garantías a los soviéticos sobre “la protección de los intereses de seguridad soviéticos y la inclusión de la URSS en los futuros sistemas de seguridad europeos”.
En 2008, para aplacar a Washington, los líderes europeos se comprometieron vagamente a invitar a Georgia y Ucrania a ingresar en la OTAN en algún momento del futuro
La ampliación de la OTAN en la era de la posguerra fría, que empezó a tomar forma a mediados de los años noventa con la llegada del programa de la Asociación para la Paz, tenía dos objetivos principales: en primer lugar, remodelar el orden europeo, y en segundo lugar, marginar a Rusia. Los países de Europa del Este, especialmente los países bálticos, estaban, por supuesto, más que deseosos de entrar en la OTAN, no sólo por motivos de seguridad, sino también como una vía más rápida para el ingreso en la Unión Europea (UE).
La OTAN realizó su primera ampliación tras la Guerra Fría en 1999, cuando la República Checa, Hungría y Polonia se convirtieron en miembros. El Kremlin no reaccionó, ni siquiera con respecto a Polonia. En primer lugar, porque Rusia se encontraba en medio de un caos político y económico, y en segundo lugar, porque todos los grupos políticos de Polonia apoyaban tanto el ingreso en la OTAN como en la UE. Pero la oposición rusa a la expansión de la OTAN ya estaba registrada. De hecho, en otoño de 1996, la Duma Estatal rusa aprobó por unanimidad una resolución que condenaba la expansión de la OTAN y advertía que provocaría una crisis.
La OTAN pasó por otras rondas de ampliación desde el final de la Guerra Fría. En 2004, siete países se convirtieron en miembros de la alianza: Bulgaria, Rumanía, Eslovenia, Eslovaquia, Estonia, Letonia y Lituania; en 2009, Albania y Croacia se unieron a la OTAN, mientras que los miembros más recientes en unirse a la alianza fueron Montenegro en 2017 y la República de Macedonia del Norte en 2020.
En la Cumbre de la OTAN celebrada en Bucarest en abril de 2008, Estados Unidos también impulsó un Plan de Acción para la Adhesión (MAP) inmediato para Georgia y Ucrania, pero Alemania, Francia y los Estados más pequeños de la OTAN se opusieron a la idea. El caso de Georgia y Ucrania fue considerado por los principales líderes europeos como muy controvertido porque sabían que una medida de este tipo podría provocar una reacción hostil por parte de Rusia. En varias ocasiones, Vladimir Putin había advertido a los dirigentes de la OTAN y de Estados Unidos que ofrecer el ingreso en la OTAN a Georgia y Ucrania eran “líneas rojas” para Rusia. No obstante, para aplacar a Washington, los líderes europeos se comprometieron vagamente a invitar a Georgia y Ucrania a ingresar en la OTAN en algún momento del futuro.
“Hoy hemos acordado que estos países se convertirán en miembros de la OTAN”, dijo el Secretario General de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, en una conferencia de prensa durante la cumbre de la OTAN en Bucarest, después de que los líderes no incluyeran a Georgia y Ucrania en el momento actual en su MAP.
El 8 de agosto de 2008, Putin dio luz verde a las fuerzas rusas para invadir Georgia. El conflicto terminó en cuestión de días, pero Human Rights Watch dijo que las fuerzas de todos los bandos “cometieron numerosas violaciones de las leyes de la guerra” durante el conflicto. El conflicto fue por Osetia del Sur. El presidente georgiano, Mijail Saakashvili, cometió el trágico error de ordenar un asalto militar a la región escindida prorrusa, pero hay pocas dudas de que la invasión rusa de Georgia fue también una señal para que la OTAN se mantuviera alejada de sus fronteras.
La invasión militar de Rusia en Ucrania el 24 de febrero de 2022 es injustificada y constituye una grave violación del derecho internacional. Noam Chomsky sitúa la invasión rusa de Ucrania al lado de la invasión estadounidense de Iraq y de la invasión de Polonia por Hitler y Stalin. Sin embargo, nadie puede pasar por alto el hecho de que los dirigentes rusos llevaban décadas advirtiendo a Occidente sobre la expansión de la OTAN hacia el este. Nadie puede decir honestamente que EE UU no estaba de hecho provocando deliberadamente al oso ruso durante toda la era posterior a la Guerra Fría. Como ha señalado John Mearsheimer en relación con la actual invasión de Ucrania, el problema comenzó en realidad en la Cumbre de la OTAN en Bucarest en abril de 2008.
Sin embargo, nada de esto parece importar a los líderes de la OTAN y de Estados Unidos. Por el contrario, están decididos a redoblar la provocación y la agresión. En la cumbre de Madrid, los líderes de la OTAN tomaron decisiones de gran alcance que podrían desencadenar la inestabilidad mundial, y algo mucho peor.
La OTAN calificó a Rusia de “amenaza directa” para la paz y la seguridad de sus miembros. Se trata de una idea descabellada, porque al hacerlo, la OTAN da a entender que Rusia tiene planes de atacar las capitales occidentales.
La idea de que Rusia supone una amenaza militar para Occidente es tan ridícula como que Marjorie Taylor Greene diga que “los niños deberían ser entrenados con armas de fuego”.
De hecho, es la OTAN la que supone una amenaza directa para la seguridad rusa.
Con la adopción del nuevo concepto estratégico, Estados Unidos ampliará significativamente su presencia militar (con más tropas, aviones de guerra y barcos) en suelo europeo. De este modo, el dilema existencial de Europa de ser o no ser un vasallo de Estados Unidos ha quedado finalmente resuelto.
Con la adhesión de Finlandia y Suecia, la Otanización de Europa es casi completa. Los únicos Estados miembros de la UE que aún no forman parte de la OTAN son Austria, Chipre, Irlanda y Malta.
Con fines claramente defensivos, naturalmente, la OTAN también aumentará masivamente el número de tropas en el flanco oriental más cercano a Rusia, y el número de tropas en alerta máxima se disparará muy por encima de los 300.000 efectivos, frente a los 40.000 que componen la actual fuerza de respuesta rápida de la alianza.
No hay que equivocarse. El nuevo concepto estratégico equivale al renacimiento y resurgimiento de una vieja visión de la OTAN, que no es otra que la de asegurar las condiciones para la reproducción de la hegemonía global de Estados Unidos.
Por eso los socios regionales de la OTAN —Australia, Japón, Nueva Zelanda y Corea del Sur— fueron invitados a participar por primera vez en una cumbre de la OTAN. El Indo-Pacífico se ha convertido en una de las regiones más dinámicas del mundo y en ella se encuentra China. La búsqueda de la hegemonía mundial por parte del poder militar de Estados Unidos exige que se tomen medidas para hacer frente a las amenazas y retos existentes, nuevos y futuros.
En consecuencia, los dirigentes de la OTAN declararon por primera vez a China como un reto de seguridad. Evitaron calificarla de “adversaria” por varias razones, aunque la relación entre Estados Unidos y China es de hecho bastante adversa.
En primer lugar, las economías de China y Estados Unidos están estrechamente vinculadas. Expulsar a China de la cadena de suministro global y de las industrias clave es una tarea casi imposible para Estados Unidos en la etapa actual. China es también el mayor socio comercial de la Unión Europea. Por lo tanto, ni Europa ni Estados Unidos tienen el firme deseo de tratar a China como un adversario.
En segundo lugar, mientras que Rusia puede ser contenida en el ámbito militar, China no. Sólo una confrontación militar directa con China puede detener el crecimiento de su predominio militar en Asia Oriental. Pero China está fuera de la esfera de interés de la OTAN, y aunque Estados Unidos intente tender un puente entre las alianzas euroatlánticas e indopacíficas, no puede darse por sentado que los Estados europeos se alineen con la perspectiva de Estados Unidos respecto a la región indopacífica.
De hecho, no cabe esperar que los ciudadanos europeos ofrezcan su apoyo a las aventuras militares en el extranjero. Una encuesta reciente publicada por el Consejo Europeo de Asuntos Exteriores revela que, aunque en los primeros 100 días de la guerra de Rusia contra Ucrania, los ciudadanos europeos apoyaron la intervención occidental y las sanciones económicas, “ahora en todos los países, excepto en Polonia”, el estado de ánimo de la población es favorable a la paz. De hecho, “la encuesta revela una brecha creciente entre las posiciones declaradas de muchos gobiernos europeos y el estado de ánimo de los ciudadanos en sus países” y “sólo en Polonia, Alemania, Suecia y Finlandia hay un apoyo público sustancial para aumentar el gasto militar”.
El nuevo concepto estratégico de la OTAN llega en un momento crítico de la evolución del sistema internacional posterior a la Guerra Fría, en el que reina la inseguridad y los actores dominantes son las superpotencias nucleares. Se trata, en efecto, de una iniciativa imprudente y muy peligrosa que conducirá a una mayor animosidad entre Rusia y Occidente, a una mayor desconfianza entre Estados Unidos y China, y muy probablemente solidificará el eje autoritario Rusia-China. Todos los requisitos necesarios para el estallido de una guerra total.
China es el objetivo La cumbre de la OTAN en Madrid desempolva la doctrina de la Guerra Fría
Como era de esperar, Pekín ya criticó a la OTAN por su llamado nuevo concepto estratégico, y el presidente chino, Xi Jinping, tal vez en previsión de las decisiones de gran alcance tomadas por los líderes de la OTAN en la cumbre de Madrid, aseguró a Putin a mediados de junio el apoyo de China a la “soberanía y seguridad” rusas.
Putin, por su parte, advirtió a Finlandia y Suecia que habría respuestas simétricas por parte de Rusia en caso de que “se desplegaran contingentes militares e infraestructura militar allí”, lo que incluiría el despliegue de armas nucleares en la región del Mar Báltico.
No cabe duda de que se avecina un futuro sombrío. La OTAN tomó decisiones en la cumbre de Madrid que bien pueden conducir al estallido de una Guerra Fría global. En este sentido, la OTAN continúa siguiendo el mismo camino de escalada de conflictos, salvo que su interminable política de expansión está ampliando ahora la perspectiva del Armagedón.