Los Hechizados del Amanecer

El rompecabezas que armamos desde La Red de Solidaridad con Chipas de Rosario es un tanto particular… no se compone precisamente de una imagen que viene coquetamente guardada en una caja. El rompecabezas que montamos está hecho de relatos, sin caja y donde seguramente siempre falta la pieza que falta. Un día apareció Adrián, el rompecabezas desparramado a nunca terminar, y él sacó del bolsillo de su campera una pieza y lo continuó. “Por la mañana los Hechizados del Amanecer deambulan buscando un cobijo diurno”.



Rompecabezas

Los Hechizados del Amanecer

 

Red de Solidaridad con Chipas de Rosario

 

Un rompecabezas puede ser el juego más solitario del mundo. Quiero decir, construir una imagen en cientos de fichitas encastrables entre sí, puede ser una meditación o una desesperación. Tal vez, el rompecabezas puede ser el juego más cooperativista anarquistakurdozapatistarevolución sí así lo permitimos. Sí (nos) permitimos con otres construir esa imagen, que otres encuentren las piezas que se pierden, que destraben ese momento que no se va ni para adelante ni para atrás. Que le busquen la vuelta como quien dice.

El rompecabezas que armamos desde La Red de Solidaridad con Chipas de Rosario es un tanto particular… no se compone precisamente de una imagen que viene coquetamente guardada en una caja. El rompecabezas que montamos está hecho de relatos, sin caja y donde seguramente siempre falta la pieza que falta.

Un día apareció Adrián, el rompecabezas desparramado a nunca terminar, y él sacó del bolsillo de su campera una pieza y lo continuó.

“Por la mañana los Hechizados del Amanecer deambulan buscando un cobijo diurno. Han pasado la noche en las entradas de edificios, bajo la luz de negocios cerrados, en recovecos de la plaza y ahora, con sus bártulos miran a la ciudad como si no la comprendieran. Se cruzan con madrugadores deportivos que no dejan de moverse un segundo por miedo a que se les hiele la circulación. Con damas y sus perritos. Con chicas que vuelven de la trasnochada y embebidas en alcoholes residuales se ríen o fuman, esperando un colectivo desvelado, un taxi para compartir entre tres. Los Hechizados llevan barbijos que han encontrado en los conteiners. Y no les importa su desgaste, el dibujo de florcitas, las tiritas mal amarradas. Van mirando fijo hacia un horizonte embozados en esos restos de tela como a una batalla. Son recolectores como sus ancestros y cazan a la espera, esperando caiga del cielo o de algún bolsillo la pitanza para llegar vivos y vivas hasta el anochecer.

Hechizado 1- Es menudo, barba y zapatillas medio basket. Había instalado un vivero provisional en la esquina de Santa Fe y Laprida y se lo veía contento. Vendía plantitas que regaba con amor. La Municipalidad le desarmó el puesto. Ahora lo veo en los amaneceres mirando para abajo, juntando puchos, pidiendo una moneda.

Hechizada 2- Duerme al costado de una heladería que vende el kilo tan caro como si fuesen diamantes. Lleva un carrito de súper y a veces lleva muñecotes dentro: es triste, parece una madrecita como las del tango, sola, soltera, pobre y mal dormida.

Hechizados 3- Son una familia de morochos sin ataduras a religión o etnia que los pueda contener. Él fue albañil hasta que se fracturó los dedos y le quedaron agarrotados. Ella vende estampitas con su hijita. Él se ocupa de lavar la ropa en el Laguito Independencia y colgarla entre los árboles. Duermen, oh paradoja, en las inmediaciones de las jaulas donde estaba el zoológico.

Hechizados 4- Ya es una certeza que lo conozco de otra vida, en otro tiempo, cuando éramos jóvenes y había inquietudes porque había juventud. Se sienta apoyado contra un muro de mármol y se queda mirando a la gente, tratando de espabilarse, mientras revuelve en un vasito una bebida humeante. ¿Qué le ha pasado por encima? ¿Malos gobiernos, una vida lanzada al río de las finanzas por error, un amor quebrado? Siento vértigo porque ese tipo jugó conmigo en Central Córdoba y la diferencia es que yo fui golpeado como él, pero no caí. No me acerco para no humillarlo pero a la noche me quedo mirando el techo pensando qué frágiles somos y qué horrendo es el sistema en que vivimos.

Todo esto es una pesadilla que remueve pústulas y magia infantil. Una sensación de final y un augurio magro que saldremos mejor y más fortalecidos. Es ir perdiendo tres a cero y confiar en el empate. Los campos ofertados a buen precio son ocupados por gente del campo que no tiene tierra: nacieron en ella y ahora buscan un pedazo donde hacer un nido. En mi ventana una paloma torcaza ha perdido su polluelo y una golondrina tempranera hace días le roba las pajitas de nido armado sin respetar el luto, una a una, para formar el suyo. Así somos: lo que se les cae a los demás lo recogemos sin que nadie nos vea y lo guardamos para peores épocas. ¿Peor que ésta? Peor que ésta es el infierno.

Uno fue capo de lo turbio y el otro un activista agresivo de la mugre. Ambos son idiotas útiles. Duermen en al auto de este último, pues sus esposas y novias los echaron al comprobarse que son pareja. Si bien no entran en el rubro marginal, están al borde de la bizarría, con sus ropas elegantes, sus ahorros de prebendas, sus modales de zorros bien templados. Les alcancé dos medialunas una mañana y me reconocieron. No aceptaron el convite pensando que me estaba burlando de ellos. Por el contrario, les auguré un futuro promisorio.

¿Qué cosa hemos hecho de este mundo?, les pregunto. Baja la ventanilla uno de ellos y me pregunta si preciso algo. Ahora que son marginales se dan cuenta que no han hecho nada desde donde estaban -¿Ah, y vos? ¿Vos hiciste algo?, me replica el segundo, más avispado y dispuesto a la pelea. Hace siglos que necesito sacar mi espada cantora y degollarlos, pero una mano me detiene el brazo.

Es el Hechizado 4, quien me ha reconocido. -No hagas locuras, déjalos, son así y siempre van a ser así. Cuando arriba la policía que ellos dos han llamado, estamos con mi amigo de otras eras en la esquina opuesta sin que puedan vernos, sentados ambos tras un kiosquito de revistas que no vende nada. Saca de su cantimplora café que me sirve en un vasito plástico.-Tomá, no pienses más más, sentate a un lao, remeda a Discépolo. Le cuento de mis hechizados del amanecer. Uno dice esperar la carta de un hermano que vive en USA y que ya lo va a llamar, otro que trabajaba en una fábrica de juguetes pero que cerró y encima se les quedaron con sus herramientas adentro; otro que era peón de taxi pero que una noche una nave espacial lo abdujo y que desde esa jornada ya no es el mismo, no puede pensar con claridad, otra que anda con sus bolsas gigantes de nylon donde tienen sus pertenencias, otra más que esconde en un baúl que porta sobre un carrito de supermercado los ajuares de distintas vidas que nunca se realizaron.

Mi amigo me vuelve a llenar el vasito con café y me pregunta gentilmente.-Che y vos, ¿Cómo andás? Le contesto mirando una supermodelo que desde un cartel aéreo se ríe de todos nosotros. -¿Yo como ando? Qué sé yo. ¡Si ya soy el Hechizado número cinco!”

Adrián Abonizio es músico, cantautor y poeta oriundo de la ciudad de Rosario (Argentina). Miembro de La Trova Rosarina. Autor de temas emblemáticos como “Mirta de Regreso”, “El Témpano”, “Rieles de San Pedro”, “Historia de Mate Cocido” (que acompañó la nota “Sangre Color Tanino” en esta misma columna). En 2013 ganó el Premio Gardel al Mejor Álbum Nuevo Artista de Tango, con Tangolpeando.