Rolando Astarita 17 julio 2022
PostaPorteña
En varias ocasiones lectores del blog me han preguntado por la naturaleza de las criptomonedas, y si se las puede considerar dinero en sentido pleno. En lo que sigue presento algunas reflexiones hipótesis provisorias, sobre el asunto. Comienzo, en base a Papers e informes del Banco de Pagos Internacionales, y otros organismos, con lo básico sobre las cripto.
Sistemas de pagos tradicionales y criptomonedas
En los pagos digitales con cuentas bancarias (la inmensa mayoría en las sociedades actuales) es necesario que un intermediario controle la transacción. Por ejemplo, si me pagan con un cheque de $100 girado contra una cuenta del mismo banco en el que poseo una cuenta, el banco actúa como intermediario: verifica que el cheque tenga fondos, debita $100 en la cuenta del pagador y acredita $100 en la mía. Si me pagan con un cheque girado contra una cuenta en otro banco, el intermediario será el banco central. En cualquiera de los casos, el intermediario, o contraparte central, verifican y registran las transacciones. Así, el registro (ledger) documenta la transacción y la variación resultante de riqueza que experimenta el que paga y el que cobra. En igual sentido, sistemas de pago como Visa o PayPal actúan como intermediarios de las transacciones. Por eso, los sistemas de pagos basados en cuentas de dinero dependen de la capacidad de verificar la identidad del tenedor de la cuenta. Y cuando el pago se hace en efectivo, la verificación se reduce a comprobar que el billete no sea falsificado.
Las criptomonedas en principio sirven para transferencias de dinero entre países y diversas transacciones. No existen de forma física; se almacenan en una cartera digital y utilizan la criptografía para garantizar su titularidad y las transacciones. Tengamos presente que la criptografía permite generar claves para dar seguridad; el comercio on line y la banca la utilizan desde hace tiempo. En el caso de las criptomonedas, una billetera digital se rige por una clave privada –es una larga cadena de caracteres- que actúa como contraseña. Pero, más en general, las cripto presentan un enfoque distinto del que rige en los sistemas habituales de pagos, ya que tienen como premisa la descentralización. Esto es, el universo cripto prevé que los controles y balances no sean provistos por un banco central o intermediarios de confianza, sino por una multitud de validadores anónimos. Con ello se busca mantener al sistema libre de la influencia de entidades como son los grandes bancos y los bancos centrales. Por eso se habla de “finanza descentralizada” (DeFi en inglés), que busca replicar, con las cripto, los servicios financieros convencionales. La idea es que el registro de las transacciones y transferencias sea distribuido (por eso algunos pretenden que esto significa una liberación del control que ejercen los capitales financieros y los organismos monetarios).
Pero en este punto el desafío es evitar el problema “del doble gasto”. Es que una moneda digital es fácilmente reproducible (a diferencia de un billete de banco) y por lo tanto puede ser usada de manera fraudulenta, gastándola más de una vez. Esto ocurre por ejemplo si un usuario, después de haber realizado la compra de un bien o servicio, convence a los validadores de que no se realizó la transacción. Si tiene éxito, conservará su balance en criptomoneda y el bien o servicio que obtuvo, mientras la contraparte (el vendedor) se quedará sin nada. De ahí la posibilidad de que el doble gasto socave la confianza en la criptomoneda.
Para resolver el problema se requiere que, como mínimo, alguien lleve el registro de todas las transacciones. Pero en lugar de que ese registro sea llevado por un agente intermediario, está distribuido. Es la “tecnología de registro distribuido” (Distributed Ledger Technology, DLT), que permite a sus miembros verificar, realizar y registrar sus transacciones en una relación “entre pares” (P2P), o sea, sin contraparte central. En este caso, el registro distribuido es como un archivo (puede pensarse en una hoja del Excel de Microsoft) que comienza con una distribución inicial de la criptomoneda y registra todas las transacciones que le siguen. Una copia actualizada de todo registro es almacenada por cada usuario.
En consecuencia estos pueden verificar directamente en sus copias del registro que se realizó una transferencia y que no hubo doble gasto. Por eso, esencialmente, la criptomoneda es un símbolo virtual, encriptado, que puede ser intercambiado utilizando una red descentralizada.
Blockchain y minado
Como se explicó en el apartado anterior, el problema central es evitar el doble gasto y mantener la confianza en que los validadores actualizan con precisión el registro de las transacciones realizadas. Si se cumplen estas condiciones los usuarios del sistema estarán seguros de que reciben y mantienen la propiedad de sus balances de las criptomonedas. Esa confianza se basa en un blockchain, o cadena de bloques. Un bloque es un archivo donde se almacena y encripta la información de las transacciones realizadas durante un período y que todavía no han sido almacenadas. Es la base de la cadena. Los bloques están identificados con grandes números que incluyen información encriptada de transacciones anteriores y la información de la nueva transacción. Una vez que los datos de las nuevas transacciones son validados, el bloque se cierra. Entonces se crea un nuevo bloque para las nuevas transacciones que deben ser ingresadas y validadas. Así, un blockchain es un libro que registra todas las transacciones pasadas, y se actualiza con la incorporación de nuevos bloques.
Los validadores compiten entonces por el derecho de actualizar la cadena con un nuevo block. La competencia ocurre de varias formas. En el caso del Bitcoin es mediante el proceso de “minado”. Los mineros (los validadores de las transacciones) compiten para solucionar problemas computacionales que son costosos, conocidos como proof-of-work (PoW). La tarea consiste en hacer el PoW: es acertar, con el empleo de las computadoras, un número secreto aleatorio. Por lo tanto, cuando ocurren las transacciones los mineros utilizan el poder computacional que poseen para probar muchas combinaciones hasta dar con el número. El ganador tiene entonces el derecho de actualizar la cadena con un nuevo block. Cuando eso sucede, la transacción es verificada y toda la red actualiza el registro. Aproximadamente cada 10 minutos se agrega al blockchain un nuevo bloque que incluye las nuevas transacciones. Además, dado que cada nuevo bloque comienza con el bloque anterior, la probabilidad de que sea falsificado es prácticamente cero, ya que el usuario que quisiera cometer fraude debería tener más poder computacional que toda la red junta.
Costos de emisión
Dado que la validación de la transacción y el minado son costosos, se necesita recompensar a los mineros. De lo contrario, no existiría el minado. En Bitcoin, por ejemplo, tales recompensas son financiadas con la creación de nuevas monedas y tarifas por transacción. El costo de producción del Bitcoin comprende lo invertido en capital fijo (computadoras, programas) y en electricidad, más el personal dedicado a mantener las operaciones. Se ha calculado que el gasto en electricidad por el minado, a nivel global, equivale al que realiza un país mediano como Tailandia o Irlanda. Y los gastos en equipos han tendido a aumentar. Es que los problemas computacionales se hacen más complejos a medida que se desarrolla la criptomoneda y por lo tanto los equipos y programas también son más costosos. De manera que la recompensa a los mineros proviene de la creación de nuevos Bitcoins y de las tarifas por transacciones que deben pagar los usuarios. El sistema ha sido diseñado de manera que los nuevos Bitcoins sean creados a una velocidad predeterminada y desacelerándose gradualmente. Actualmente hay unos 18,9 millones de Bitcoins y el suministro máximo, que se alcanzaría en 2025, se estableció en 21 millones.
Otro mecanismo de consenso
Apuntamos que algunas cripto, en lugar del PoW utilizan la “prueba de participación” (Proof of Stake, PoS). Esta reemplaza el PoW por una red de validadores que han invertido suficientes monedas como para activar un software validador. Por eso en PoS no se necesita una gran inversión en equipos de computación; es suficiente con poseer cierta cantidad de monedas. Los validadores son remunerados con las tarifas por transacciones. Si un nodo valida transacciones equivocadas, puede ver confiscadas sus monedas y revocado su estatus de validador. La criptomoneda Ethereum, por ejemplo, está en la transición del consenso de minería PoW al PoS.
Stable coins
Dada la gran volatilidad de las criptomonedas, se han creado las stable coins. Son criptomonedas cuyo valor está atado a una moneda estatal, como el dólar o el euro, o a una mercancía como el petróleo o el oro. Por ejemplo, una criptomoneda respaldada por dólares tendrá un inventario en dólares igual al valor de las monedas en circulación. Si está vinculada al oro, tendrá un stock de oro cuyo valor iguale a las monedas en circulación. Cuando un inversor compra $100 en criptomoneda estable, el emisor crea el valor equivalente en la criptomoneda estable. Cuando un inversor vende por valor de $100 en criptostable, el emisor destruye el valor equivalente en criptomoneda.
Las stable coins son consideradas más seguras que las criptomonedas, pero también son pasibles de fortísimas oscilaciones de sus valores. En este respecto es ilustrativa la stable coin TerraUSD, emitida en una relación 1:1 con el dólar. En mayo de 2022 perdió casi por completo su valor. Su caída, además, arrastró al resto del mercado y en solo 24 horas se perdieron US$ 200.000 millones de capitalización de las criptomonedas.
La criptomoneda no es expresión general del valor
A partir de lo anterior se plantea la pregunta de si la criptomoneda es dinero. Pienso que, desde un enfoque marxista, no es dinero, aunque cumple una función dineraria, a saber, ser medio de circulación. La razón fundamental para no considerar a la criptomoneda dinero es que no cumple el rol básico del equivalente general, que es ser expresión general del valor y, por lo tanto, medida de valor. Para decirlo en lenguaje sencillo, el valor del Bitcoin o de Ethereum se expresa en dólares, pero el valor del dólar no se expresa en Bitcoins o Ethereums.
Por eso, las criptomonedas tampoco constituyen un pasivo del emisor (aunque sí puede considerarse un pasivo la emisión de stable coins, en la medida en que son redimibles por el activo que hace de respaldo). Una consecuencia de que las cripto no sean medida de valor es que las variaciones de su cantidad no influyen en la magnitud de valor que expresan las monedas de banca central. Enfatizamos por eso que la criptomoneda debe referenciarse siempre al dinero (dólar, euro, etcétera) que es la expresión última del valor de cambio. Incluso cuando un inversor utiliza una criptomoneda para realizar transferencias internacionales, su referencia es el precio de la misma expresado en dólar (o alguna otra divisa fuerte). Esta referencia a una moneda signo de valor (fiat money) se impone también por la cantidad de criptomonedas que están hoy en circulación (superan las 19.000).
Las cripto entonces no constituyen signos de valor, pero se pueden utilizar para la compra y venta de bienes y servicios, y para realizar transferencias transnacionales de dinero (que son muy engorrosas por las vías bancarias tradicionales). Este parece constituir su valor de uso propio, y en este respecto cumplen una función monetaria.
Pero esto no es suficiente para que constituyan dinero. Después de todo, existen muchos instrumentos –por ejemplo, tarjetas de crédito o débito, cheques, letras de cambio- que no son dinero en sentido pleno (no son medida de valores, ni expresiones de valor), pero sirven como medios de circulación.
Interludio sobre las monedas digitales de banca central
A fin de profundizar en la comprensión de las criptomonedas puede ser útil referirse brevemente a las monedas digitales de banca central (CBDC, en inglés) que varios bancos centrales están estudiando introducir en sus sistemas de pago. En particular porque con el Covid aumentaron mucho las compras on line y las transferencias digitales.
En primer lugar, es importante aclarar que la moneda digital no es efectivo (o cash). Se utiliza para transacciones pero es distinta que los dólares o euros que se tienen en una cuenta bancaria, y su valor está referido a la moneda central del país que la emite. En este sentido, es la forma digital del dinero emitido por el gobierno, y tiene curso forzoso. Por eso, en tanto reserva y medida de valor, las CBDC seguirán referenciándose en la moneda de banca central (dólar, euro, etcétera). Esta vinculación en épocas de negocios normales no se pone a prueba, pero puede ser crítica durante una crisis financiera.
Como lo ha manifestado la FED (que tiene bajo estudio la CBDC), durante una crisis financiera puede no haber suficiente liquidez de banca central para satisfacer los retiros. En notas anteriores, dedicadas a la teoría monetaria de Marx, señalé que esa “reducción a cash” de gran parte de los dineros que funcionan como medios de circulación (promesas de pago, instrumentos de crédito) es una manifestación de que el dinero no puede, al menos por ahora, desvincularse del dinero “de alta potencia” (y en última instancia el oro) que funge como expresión de valor.
Las criptomonedas como capital ficticio
En una entrada anterior hemos presentado la noción de capital ficticio (aquí). Con ese término Marx designa los activos financieros cuyo valor no se corresponde con algún capital real que lo sustente. Los títulos de deuda del Tesoro son un ejemplo típico de capital ficticio, ya que detrás de ellos no existe un capital en proceso de valorización (generación de plusvalía). También puede considerarse capital ficticio el valor bursátil de una empresa cuando excede, en alguna proporción significativa, su valor real (de reposición).
En el mismo sentido, las criptomonedas parecen encajar en la noción de capital ficticio. Por supuesto, puede considerarse que en la medida en que cumplen un rol en el sistema de pagos y transferencias de fondos –función típica del capital bancario- y hay trabajo humano involucrado en ello (equipos de computación, consumo de electricidad, personal en la gestión), podría hablarse de generación de valor. Sin embargo, las criptomonedas son adquiridas por los inversores principalmente con el objetivo de incrementar su valor.
Por lo cual su demanda puede superar en mucho las necesidades de las transferencias a realizarse, y en consecuencia su precio es pasible de experimentar fuertes alzas, asociadas a olas de optimismo alcista; y fuertes desvalorizaciones, en escenarios bajistas y de pesimismo de los inversores. De ahí la importancia que tiene el trading, impulsado por el apalancamiento, de las cripto. Recordemos que el apalancamiento consiste en utilizar dinero tomado en préstamo para comprar activos, que a su vez pueden darse en garantía para adquirir más activos.
En la medida en que los precios suban, el apalancamiento impulsa a nuevas alzas… hasta que sobreviene la caída y el proceso se revierte (sobre el apalancamiento, aquí). Como ejemplo, la capitalización de mercado de las criptomonedas en junio de 2022 era la cuarta parte de lo que era ocho meses antes.
En la medida en que las alzas son alzas de capital ficticio, y las caídas destrucción de capital ficticio, las montañas rusas de los precios tienen poca relación con los fundamentos que subyacen a las valorizaciones o desvalorizaciones de los capitales reales (que generan plusvalía a partir de la explotación del trabajo asalariado). Por este motivo el rol de las criptomonedas como reservas de valor es muy limitado.
Y las pérdidas, en caso de caída, pueden ser totales. Un ejemplo: Coinbase Global, una de las mayores plataformas de criptomonedas del mundo, no solo informó (junio 2022) pérdidas por US$ 430 millones en el último trimestre, sino que también admitió que en caso de bancarrota sus millones de usuarios podrían perder todas las criptomonedas contenidas en sus cuentas (Coinbase tiene la clave privada para acceder a las billeteras digitales. Bonita manera de “descentralizar”).
En cualquier caso, y dada la inestabilidad de los precios de las criptomonedas, en coyunturas de incertidumbre, o de crisis, lo típico de los inversores es salir de los activos riesgosos -las cripto incluidas- y buscar refugio en monedas fuertes. Es la preferencia por la liquidez keynesiana; o el atesoramiento, señalado por Marx, a la espera de volver a entrar en el mercado.
Medio de transacción y problemas crecientes de escala
El valor de uso de la criptomoneda, hasta ahora, consiste en ser un medio para el cambio y las transferencias de dinero entre países. Pero incluso este rol no está exento de serios problemas. Es que a medida que aumentan las operaciones, las transacciones se hacen más engorrosas y complejas. En este punto cobran relieve las transacciones por segundo (TLP) que puede procesar una red, indicador de su capacidad para evitar congestiones. Y las criptomonedas tienen problemas relacionados con la escala de las transacciones, ya que las TPS de las blockchains son sensiblemente menores que las de instituciones centralizadas. Bitcoin, por ejemplo, procesa 7 transacciones por segundo, en tanto Visa dice poder procesar 24.000 TPS; y Mastercard unas 5000 en promedio. Además, dado que cada vez que la blockchain quiere validar transacciones, debe bajar toda la historia de la transacción, el proceso se hace lento; el tiempo promedio de confirmación de una transacción con Bitcoin es 10 minutos. Y a medida que aumenta la escala de operaciones, la cadena consume más y más tiempo.
Las cripto que utilizan PoS mejoran ese desempeño. Por ejemplo el TPS de Ethereum es de 30 y el tiempo promedio de confirmación de la transacción 6 minutos. Aunque no representan una solución acabada a las limitaciones que tiene el aumento de la escala de operaciones. Para aumentar la escala, una solución son las blockchains privadas; pero no son descentralizadas. En otras soluciones se aumenta la escala y se mantiene la descentralización, pero al precio de renunciar a seguridad.
En las blockchains públicas se mantiene la seguridad y descentralización, pero se renuncia a la escala.
Por otra parte, a medida que aumenta el número de transacciones muchas operaciones a través de las cripto pueden pasar a ser antieconómicas cuando se las compara con los sistemas de pagos centralizados más tradicionales. Lo cual pone un límite, al menos en tanto no se superen las actuales tecnologías, a las posibilidades de que las cripto aumenten su participación como medios de cambio en las transacciones cotidianas.
¿Liberarse del dominio del capital?
Termino esta nota con una reflexión en torno a la pretendida “liberación” que posibilitarían los intercambios P2P basados en las “tecnologías de registro distribuido”. Además de las limitaciones señaladas en lo que respecta al rol “bancario-medio de circulación” de las criptomonedas, lo esencial es que acabar con el dominio del capital –incluido el capital financiero- no es una meta que pueda alcanzarse por algún artificio tecnológico, o monetario-tecnológico, por más sofisticado que sea este
El control del capital, y la explotación del trabajo, no se basan en la existencia del intermediario, o contraparte en las transacciones digitales, sino en la propiedad privada de los medios de producción y de cambio. Que las transacciones sean verificadas de manera centralizada o descentralizada es una cuestión menor, y no afecta a la esencia del asunto, la relación de explotación capitalista. Incluso desde el punto de vista empírico, la aparición, en la última década, de varios miles de criptomonedas, y su crecimiento en valor, no debilitó la concentración del capital, ni el dominio del capital sobre el trabajo.